Notas a Apocalipsis Now (3 page)

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Authors: Eleanor Coppola

Tags: #Historia, Referencia, Otros

BOOK: Notas a Apocalipsis Now
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-Dios mío, ¿cómo tienes el valor de hacerla?

Esta mañana Francis se levantó todavía más temprano de lo que acostumbra. No durmió demasiado. Se afeitó la barba. Cuando bajó a desayunar, hacia las seis, los chicos se quedaron bastante sorprendidos. Últimamente está usando lentes de contacto porque es más fácil mirar a través de la cámara sin los anteojos y además adelgazó unos doce kilos. Estaba realmente diferente. Dijo que quiere ir a Los Ángeles sin que la prensa lo reconozca: no quiere que empiecen a circular rumores sobre los problemas de la película antes de haber encontrado a un nuevo protagonista. Más tarde dijo que se afeitó la barba para demostrarse a sí mismo, como una especie de símbolo externo, que incluso cuando tiene problemas importantes es capaz de asimilar los cambios.

Cuando se marchó a la filmación, Sofía todavía dormía. Ella nunca lo ha visto sin barba. Entonces decidí que esta noche la llevaría al aeropuerto para recibirlo cuando volviera de Baler y se marchara a Los Ángeles, para que la niña no pensara que se había marchado y volvía cambiado. Esperamos mucho rato en el aeropuerto, y cuando por fin lo vio, Sofía dijo:

-Ooooh, papá, pareces tonto … muy tonto.

17 de abril, Manila

Estoy aquí en Manila sola con los niños, En Filipinas prácticamente todo está cerrado por Pascua. Llamamos a Francie y Alex Tavoularis. Son casi los únicos miembros de producción que no se marcharon a Hong Kong a pasar las vacaciones. Jugamos en la piscina y pintamos los huevos de Pascua. Dios mío, hace tanto calor.

20 de abril, Manila

Ayer Francis le mandó un telegrama al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, en el que le explicaba la situación y le preguntaba por qué no podía alquilar material del ejército norteamericano del mismo modo que lo hicieron para filmar
Boinas Verdes
. Necesita realmente un helicóptero Chinook para llevar la lancha de patrulla hasta el río para la escena de la Aldea II. La Fuerza Aérea filipina no tiene helicópteros elevadores. Es como si el Departamento de Defensa estuviera ejerciendo una especie de censura. Las películas sobre la Segunda Guerra Mundial siempre obtienen todo tipo de ayuda.

No dejo de pensar que necesito encontrar el concepto para el documental. Si supiera cuál es la idea base podría ser más concreta a la hora de decidir lo que filmo. Supongo que cuento con que, en algún momento, el concepto se me va a aparecer como algo obvio, y que será una idea mejor que cualquiera que hubiera podido ocurrírseme de antemano. Intento evaluar cada momento y filmo lo que me parece pertinente y factible.

21 de abril, Manila

Después de toda la campiña que hemos visto, me sorprendió lo bello y exótico del camino hasta Pagsanjan. Quizá fuera la luz de la tarde, o mi estado de ánimo. Podía ver todos los detalles, como si la visión de toda una extensión de cocos abiertos secándose junto al camino me permitiera ver cada uno en particular. Había arrozales, pequeñas aldeas de chozas de palma, búfalos de agua, la ropa lavada de una familia tendida en la valla de un cementerio, una rodaja de sandía colgando de una cuerda sobre la cabeza de un vendedor, haces de luz que se filtraban a través de los puestos de venta junto al camino, pilas de quesos envueltos en hojas de banano, un sofá de madera instalado bajo un árbol, junto a la carretera, como si la gente viniera a sentarse para contemplar el panorama, campos de caña de azúcar y montañas azuladas en el horizonte.

22 de abril, Manila

Hoy es el cumpleaños de Roman. Lo dejé quedarse en casa para asistir a la filmación. Estamos en el aeropuerto, esperando que salga la pequeña avioneta de una sola hélice para Baler. Ya lleva una hora de retraso, pero no quiero que se den prisa. Tienen la tapa del motor levantada y van de un sitio para otro. Roman está apoyado en una mesa, aquí en la sala de espera de los pilotos. Nos levantamos a las cinco y media y ahora son casi las ocho. Hace mucho calor y empezamos a agotarnos. El calor y la espera: éstos son los dos conceptos más recurrentes aquí. Francis se adelantó en el jet MU-2, con Vittorio y el resto del equipo. Roman y yo, y mi camarógrafo Doug, estamos aquí esperando. No puedo evitar que una idea cruce mi mente: esta avioneta podría caerse.

Subimos al avión y el motor se puso en marcha. Oí un segundo motor detrás y por encima y sentí un alivio inmediato. Con las sombras del hangar no lo había visto. La extraña avioneta se llama
Push-pull
, y está pintada de azul celeste. Las usaban los vietnamitas del norte. Los ayudaba a camuflarse contra el cielo, puesto que no tenían aviación para esconderse en tierra. Volamos bajo. La vista era muy bonita, pero había turbulencias. Me mareé, pero en un momento dado conseguí olvidarme de mi estómago y concentrarme en la vista. Los arrozales formaban unos dibujos increíbles. De pronto comprendí de qué trata la pintura abstracta. Es una visión de la realidad que sí existe.

Sobrevolamos montañas peladas y erosionadas, en las que había habido bosques de caoba. Finalmente iniciamos el descenso, primero hasta la altura de los cocoteros en el suelo del valle y luego aterrizamos en el campo lleno de baches y hierbas que es el aeropuerto de Baler. Vi una nueva chocita de paja en la que vendían refrescos. Ahora ya no había ni la mitad de niños mirándonos que las primeras veces que aterrizamos aquí.

Nos esperaba el helicóptero y llegamos a la locación al cabo de cinco minutos. Daba pena, ahora que estaba casi todo destruido: esqueletos de bambú carbonizados se asomaban por el agua. En la playa ya habían empezado a encender fuegos para provocar la humareda de la escena de hoy. Aterrizamos sobre la arena y caminamos hasta la plaza de la aldea para ver qué aspecto empezaba a tener la escena de la primera toma. Estaban instalando algunas palmeras para que estallaran detrás de la escuela. Empezó a llover. Nadie pareció darse cuenta excepto los extras, que se protegían debajo de un banano o se metían en el interior para que no se les mojaran los trajes.

A la hora de almorzar trajeron una torta de cumpleaños para Roman. Él mismo la cortó. El tosco cuchillo destrozó el glaseado y levantó trozos del pastel, y él mismo se lo sirvió al equipo con las manos. A nadie pareció importarle. Estaba muy sabroso y desapareció en pocos minutos, con un montón de dedos rascando los trozos de glaseado pegados a la base de cartón. Uno de los extras vestido de militar le dijo a Roman: «[Dios mío, qué suerte que tienes de ser millonario!».

El día entero transcurrió entre penosos montajes y ensayos de la escena de la plaza de la aldea, donde aterriza el helicóptero para cargar a un militar herido. Intenté filmar los ensayos con el aterrizaje del helicóptero, pero estábamos tan cerca que la hélice nos salpicaba tierra y arena y humo con tanta fuerza que acabó levantándonos al trípode y a mí del suelo. Justo antes de una toma ponía una bolsa de plástico encima de la cámara y me cobijaba debajo. Doug ponía su chaqueta encima e intentaba sujetarme. Finalmente, nos dimos por vencidos y decidimos filmar desde detrás de una hoja de plexiglás, donde estaba una de las cámaras principales. En mi fotograma había cabezas de gente que yo no quería. La toma principal, con su complicada sincronización de efectos especiales, no se filmó hasta las cinco y cuarto de la tarde. Vittorio estaba furioso porque el helicóptero no aterrizó en el lugar exacto donde lo había hecho durante los ensayos, de manera que su cámara no logró la composición que él quería. Después de hablado con los demás, Francis decidió volver temprano al día siguiente para intentarlo de nuevo.

Cuando llegamos a casa, en Manila, hicimos una cena de cumpleaños para Roman. Fred y Gray hacían conjeturas sobre si Jack Nicholson haría la película y si tendrían que darle un porcentaje, qué porcentaje resultaría más rentable si la película ganaba cuarenta millones de dólares, y cuánto ganarían si hacía el papel un actor desconocido, y cuánto si la película obtenía sólo veinte millones, o si obtenía ochenta millones … Durante todo este tiempo, Roman estuvo en el otro extremo de la mesa abriendo sus regalos: unas patas de rana de once dólares, fichas de póquer de un dólar, una remera de dos dólares y libros de historietas de quince centavos, una pelota y una pistola de juguete.

23 de abril, Baler

El despertador sonó a las 4:43, y a las cinco y media ya estábamos camino del aeropuerto. No creo que nadie confiara en nuestra puntualidad. Al avión estaban todavía cargándole combustible, pero logramos despegar más rápido de lo habitual. A las seis y media estábamos en la locación, y el equipo ya estaba allí, empezando a organizar la misma toma del día anterior. Regresé al pueblo de Baler para encontrarme con Doug y Larry, Puesto que la escena era la misma del día anterior, decidimos emplear la mañana en filmar algunas imágenes del recorrido en jeep desde la aldea hasta la locación. Escogimos un jeep que era muy típico, todo pintado con un caballo plateado delante y una estampa de Jesucristo en el tablero. Hemos tomado fotos de todo el recorrido hasta la locación. Todo el tiempo le pedíamos al conductor que se detuviera y diera marcha atrás. Al cabo de un rato comprendió lo que intentábamos hacer y empezó a enseñarnos las palabras en tagalo para decir «para»,
hinto
; «adelante»,
avanti
; «atrás»,
atrase
. Parece una mezcla de japonés e italiano. Al final, el chófer me dijo: «Tú, muy pequeña; tu marido, muy grande. Tú, muy rica; el señor Coppola, muy, muy rico». Me recordó el día que fuimos al mercado en Manila y yo no quise comprar naranjas porque estaban a tres por dos dólares, y en cambio las enormes papayas costaban quince centavos. Mis hijos me dijeron: «Vamos, mamá, si eres rica»

Cuando regresamos al set, la toma de la mañana había empezado temprano y sin contratiempos. Todos estaban de buen humor. Era la primera vez desde el principio de la filmación que equipo, cámara, producción, efectos especiales, dirección, acción y todo habían funcionado exactamente de la manera esperada. Uno de los filipinos del equipo se subió encima de una palmera caída tras una de las explosiones de efectos especiales, empezó a aporrear las capas de hojas y cortó el corazón del árbol con su machete. Mucha gente lo probó. Yo me llevé un trozo grande a casa y preparé una ensalada de palmito con ajo y vinagre y abundante aceite de oliva.

24 de abril, Baler

Hay baños normales en el exterior, para los extras, y seis baños químicos, de uso exclusivo para el reparto y los miembros del equipo. Ayer se acabó el disolvente químico y el hedor era diez veces peor que en cualquiera de los baños exteriores. Estuve a punto de vomitar.

Estoy sentada en el pequeño vestidor de paja de Francis. Es un placer estar a solas unos minutos. La luz se filtra a través de las paredes de estera y proyecta pequeños rectángulos brillantes sobre mis piernas. Fuera, el viento sopla entre las palmeras. Si cierro los ojos, podría ser el sonido del viento entre los pinos de nuestra cabaña de montaña, quizá porque las palmeras son casi del mismo tamaño que los pinos. Oigo a uno de los asesores militares hablar con Martin Sheen en la cabaña que está a pocos metros de la mía. Fue contratado para el papel de Willard en el viaje de Francis a Los Ángeles. Hoy es el primer día de Martin en la locación. Anoche estuve en casa hasta el toque de queda de la una de la madrugada. Me quedé impresionada por su humanidad. Hoy intenté decírselo pero me sentí cohibida. Esta mañana volvimos a levantamos a las 4:45 y ahora empiezo a sentirme débil. No sé cómo lo resiste Francis. Hoy hizo un poco de café espresso después del almuerzo, lo cual ayuda un poco.

25 de abril. Manila

Hablamos por teléfono con los padres de Francis. Su madre me preguntó si la verdadera razón de que Brando no participara en la filmación en mayo era que estaba demasiado gordo. Le dije que no, que era porque el set todavía no estaba listo y Brando quería pasar los meses de verano con sus hijos. Más tarde me di cuenta de lo insulsa que debió de parecerle mi respuesta, sin una pizca de la magia del mundo del cine.

26 de abril, Baler

Desayunamos a las cinco de la mañana en Manila. Ahora son las 9:22 y me muero de hambre. Estoy sentada encima de unos sacos de arena, imaginándome lo que comería si estuviera en San Francisco. Creo que me iría al Mama's de Washington Square Park y pediría el especial. Ni siquiera tengo unos maníes.

Mientras limpiaba el estuche y la funda de mi cámara reparé en que hace semanas que no me pinto los labios. Miré en el tubo del lápiz labial pero estaba todo derretido hacia un lado.

Esta mañana estamos esperando, porque el helicóptero de evacuación no fue llamado con suficiente antelación. Era necesario que estuviera allí en caso de que alguien resultara herido en la escena de la gran explosión de la plaza de la aldea. Ahora la luz ha cambiado: cae una ligera llovizna, y tenemos que esperar a que brille el sol para que la toma sea igual a la del otro día. Francis está enfadado, pero en vez de gritar, se ha ido con el piloto a tomar una clase de vuelo. Está haciendo prácticas de giro y aterrizaje. El viento debe de estar transportando el sonido de una manera extraña, porque, aunque están al otro lado del río, por encima de los arrozales, se los oye muy fuerte. Los búfalos de agua merodean por allí.

Ayer entraron a robar en el departamento de vestuario y se llevaron los guantes de amianto que habían usado los bomberos para salvar los trajes en llamas de los dobles. Mandaron a alguien a Baler para comprar más, pero todo lo que había eran guantes de novia.

En el set resulta muy fácil entablar una conversación sobre cámaras fotográficas. Todo el mundo parece tener al menos una, o estar decidiendo qué accesorios se comprará en Hong Kong. Nat me preguntaba sobre la mía, y la conversación derivó hacia las lentes. Le dije que sólo tenía una, y me preguntó:

-¿Cómo? ¿Una señora rica como tú sólo tiene una lente? ¡Pero si hasta tu chófer tiene cuatro!

Tuve esa leve sensación de estar haciendo algo mal, pero, en realidad, las fotos que yo quiero tomar se podrían hacer con una automática. Me interesa registrar algunos momentos que se me presentan; únicamente aislar algunas cosas del resto, no embellecerlas o darles un tono concreto, ni hacerlas más interesantes; no pretendo juzgar, sólo transmitir lo que veo. Cualquier cámara me serviría. Y me gusta la que tengo. Estoy acostumbrada a ella. Le tengo cariño. Creo que poseo el mayor de los lujos: ya tengo todo lo que quiero.

27 de abril, Baler

Mientras volaba en el helicóptero desde el set hasta la pista de aterrizaje de Baler, de pronto me acordé del miedo que tenía las primeras veces que subí a un helicóptero. Hoy volábamos con las puertas abiertas y sin cinturones, con una mano en la montura de la cámara y la otra apoyada en un montón de cajas de película. Era casi lo mismo que viajar en jeep, pero mucho más rápido, sin el traqueteo y con una vista fantástica.

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