—He oído que eres mi maestro.
Lo miré a sus ojos en calma.
—No pareces molesto.
Puso su mejilla contra mi brazo. En un gesto de gato, íntimo, como el gesto de un amante. Estudié su rostro, intenté leer más allá de esos ojos pacíficos esmeralda. Entonces me di cuenta que no tenía que leer en su rostro. El pensamiento más elemental, sabía que la tranquilidad en sus ojos había recorrido todo el camino. Estaba lleno de una gran calma, un sentido de justicia. La calma y la paz nunca ha sido una reacción mía hacia Jean-Claude, era algo más a cerca de él.
Pude sentir lo que Damián sentía, conocía su corazón casi mejor que el mío, pero no lo entendía. En ese momento, con la mirada fija en esos hermosos ojos pacíficos, simplemente no tenía ni idea. Habría corrido por las colinas, luchar gritar, odiar. No habría ido silenciosamente en cualquier tipo de servidumbre, no importa cuán benéficas fueran las reglas. A decir verdad, no estaba un cien por ciento segura de que fuera un buen gobernante. Quiero decir que era fácil de llevarse bien, y que con el tiempo todo sería a mi manera, pero me traspasaba, y no era fácil. Estaba cerca de ser la persona más difícil que conocía, y en verdad conocía personas difíciles. Estaba tratando de ser más suave últimamente, pero tratar de ser más suave y en realidad ser más suave, no son lo mismo. Mire los ojos de Damián y sabía que si se tratara de mí, atado a alguien como yo de maestro, yo estaría asustada.
Damián se revolvió en el agua, poniéndose de rodillas en el borde de la tina. Se inclinó y me dejó un tierno beso en la frente.
—Tú me salvaste, de nuevo.
Tenía razón, pero de la manera en que sus labios tocaron mi piel, me preguntaba cuánto tiempo estaría agradecido y por fin me di cuenta de lo jodidos que ambos estábamos.
CINCUENTA Y NUEVE
Asher llevo a Damián al sótano para pasar el día, acomodándose los dos justo antes del amanecer. Micha había llamado, diciendo que tanto Merle y Zane sobrevivirían. Cherry se iba a quedar allí con Zane, y tuvo que ir a ver el resto de los wereleopardos. Lo invité a traer a sus leopardos a mi casa, y él dijo que les preguntaría. No nos dijimos: —Te amo— al final de la conversación, y fue desconcertante. No estaba acostumbrada a dormir con alguien a quien no amaba o no decirle te amo. Pero estaba demasiado cansada para pensar en eso, así que alejé todas las otras cosas en que no quería pensar excepto en vivir. El lugar estaba malditamente lleno. Nathaniel me ayudó a vestirme con la pijama más fría que tenía, una camisa de seda a rallas que no era muy reveladora si no hubiera estado tan corta. Entonces Nathaniel se puso a mi lado abrazándome en un par de pantalones cortos para correr. Gil durmió en la habitación de invitados. Los dos guardaespaldas wererata se dividieron la noche entre el sofá y dormir en el suelo delante de la puerta de mi habitación, lo que significaba que si tuviera que ir al baño después de haberme acostado tendría que pasar sobre ellos. Bobby Lee dijo:
—Va a despertarnos, asegúrate de que no deambule sola.
No pude convencer a Bobby Lee o a Cris que no tenía necesidad de cuidarme, pero la verdad estaba demasiado cansada para discutir. Así que todos se acostaron para la siesta de verano. Nathaniel había cerrado las cortinas pesadas de modo que la habitación estaba en un pesado crepúsculo gris.
Me recosté cerca del aire acondicionado en el silencio de la habitación con Nathaniel acurrucado contra mí y caí casi de inmediato en un sueño profundo, sin sueños.
Cuando el teléfono de la cabecera sonó, sabía lo que era, pero me tomó varios segundos para despertar lo suficiente para moverme. Nathaniel había llegado a través de mí y contestó:
—Residencia Blake —antes de que abriera los ojos.
Estaba tranquilo, el rostro muy serio, entonces tomó el receptor en la mano y me dijo:
—Es Ulises, el guardaespaldas de Narciso. Quiere hablar contigo.
Tomé el teléfono, todavía tendida sobre mi espalda.
—Soy Anita, ¿qué quieres?
—Mi Oba desea reunirse con usted.
Moví la cabeza lo suficiente para ver el reloj y me quejé pensando. Apenas había tenido dos horas de sueño. Podría tomar una siesta de una hora y sentirme bien, o ir sin dormir, pero en algún lugar entre dos y tres horas sólo me sentiría peor.
—Trabajo el turno de noche, Ulises, lo que Narciso quiere puede esperar hasta más tarde durante el día.
—La información acerca de que algunos licántropos estaban perdidos salió de ti.
Eso me despertó un poco más. Parpadee y traté de estar más despierta de lo que me sentía.
—¿Qué información?
—Él sólo hablará contigo.
Lo puso en el teléfono.
—Soy toda oídos.
—Él insiste en que bajes a su club, ahora.
—He tenido menos de dos horas de sueño, Ulises. No voy a arrastrar mi trasero al lado del río de Illinois al amanecer. Si tiene información que puede ayudar a salvar vivos a los cambiaformas, entonces dímelo, y me ocuparé de que la información llegue a donde tiene que llegar.
—Mi Oba insiste en que si no vienen al club ahora, no compartirá la información a nadie.
Me senté, apoyándome en la cabecera, cerrando los ojos.
—¿Por qué ahora?
—No es mi obligación cuestionar órdenes.
—Tal vez deberías trabajar en eso —dije.
Se hizo el silencio en el otro extremo del teléfono. No sabía si estaba desconcertado y estaba tratando de entender mi comentario, o si se había golpeado. Finalmente dijo en voz baja:
—En este momento los leones Rex están vivos. Lo cual no puede ser el caso en pocas horas.
Me senté con los ojos abiertos, completamente despierta al fin.
—¿Cómo sabes eso?
—Mi Oba sabe muchas cosas.
—¿Narciso realmente dejará morir a los leones Rex, sólo porque no voy a ir un club que queda en la grieta del culo en la madrugada?
—Mi maestro es muy insistente.
—Mierda —dije en voz baja y con sentimiento—. Dile que voy para allá, pero también dile esto. La próxima vez que esté en problemas, tal vez tampoco nadie vaya a ayudarlo.
—Tal vez esta sea, la vez que más ha ayudado a algún clan animal.
Había algo en la voz de Ulises, algo. Estaba mintiendo. Podía oírlo en su voz. No sabía si eran los poderes de hombre lobo, vampiro o wereleopardo, y no me importaba. La pregunta era, ¿por qué mentir sobre el hecho de que el werehienas no había ayudado a ningún grupo cambiaformas antes? ¿Por qué esa palabra fue una mentira al final?
—Narciso ayuda más de lo que él quiere que la gente sepa, ¿no? —dije.
—¿Qué te hace decir eso? —Había un hilo de temor, casi pánico, en la voz de Ulises.
—¿Porque podría lastimarlo el hecho de que la comunidad de licántropos supiera que las werehienas estaban ayudando a otros animales? —pregunté.
Su respiración fue un largo suspiro.
—Narciso no quiere que nadie sepa eso de los werehienas. Sería… —vaciló—, podría ser malo para los negocios.
—Si Narciso está tan preocupado por José, el león, ¿por qué no me dan la información por teléfono?
Ulises se rió, brusco, divertido.
—Narciso nunca ha dado algo a cambio de nada. Siempre hay un precio con él.
—¿Así que si me arrastro a su club sin dormir ese sería el precio?
—Algo así.
—¿Puedo traer a mi gente?
—Mi maestro amaría ver a las personas que quisieras traer contigo.
No me gustaron las entrelineas en eso.
—¿Qué tan grande?
—¿Cuándo vas a estar aquí? —preguntó Ulises.
—¿Cómo sabes que voy?
—Porque sabes que sería bastante egoísta al saber que si no vienes él no compartirá la información con nadie. Sabes que dejaría a los leones Rex morir sólo porque él no es el mismo tipo de animal que nosotros, y que no vinieras ahora sería un insulto.
—Esta mierda de clanes tiene que acabar, Ulises. Tenemos que empezar a ayudarnos más unos a otros.
—No es mi trabajo cambiar el sistema, Anita. Sólo estoy tratando de sobrevivir en él.
Parecía triste.
—No me refiero a matar al mensajero, Ulises, estoy cansada del sistema.
Se rió de nuevo, pero no como si estuviera feliz.
—Estás cansada del sistema. Jesús, no tienes idea. ¿No puedo decirte cuanto esperamos de ti?
—Una hora, o menos si podemos manejarlo. Quiero a José vivo para que vea a su bebé.
—Su compañera, probablemente, la perderá, como todos los demás.
—Pensé que las hienas no hablan con los leones o cualquier otra persona. ¿Cómo puedes saber acerca del bebé de José o de sus problemas?
—Narciso sigue la pista de ese tipo de cosas.
—¿Por qué le importa?
—Él quiere un bebé.
Eso me hizo levantar las cejas.
—Nunca me imaginé a Narciso como un tipo paternal.
—Prueba materna.
—¿Qué?
—Estaremos esperándote, Anita. No lo dejes esperando. A él no le gusta esperar. —Escuché la tristeza en su voz, la tristeza es vecino de la pena. Casi le pregunto qué le pasaba, pero ya había colgado. ¿Qué había hecho con él Narciso para que tuviera ese tono en su voz? ¿Realmente quieres saber? Probablemente no. No, a menos que hubiera algo que pudiera hacer al respecto, y no fue así. Si comenzara una guerra con todos los maestros licántropos crueles de las ciudades, tendría que matarlos a todos, o casi a todos. El único que no era duro o cruel era Richard, y eso era lo que iba a matarle. Me quejé de que Narciso era demasiado severo y Richard era demasiado blando. Supongo que nada me satisfacía.
Colgué el teléfono y le dije a Nathaniel lo que estaba pasando, mientras escogía mi ropa. Nathaniel se puso una camiseta sobre los pantalones cortos para correr con que había dormido, agregó unos zapatos deportivos, sin calcetines. Sabía mejor que tratar de vestirse debería de ponerse a trenzar su cabello porque tomaría todo el tiempo que nos tomaba a todos los demás vestirnos. Estaba equivocada. Cuando el resto de nosotros estaba vestido y listo para partir Nathaniel no estaba ni siquiera cerca de terminar con su cabello. Bobby Lee y Cris sólo se pusieron sus camisetas y zapatos, pasando los dedos por su cabello corto, ponerse las fundas de nuevo, y estaban dispuestos a salir. Gil llegó en pantalones vaqueros, zapatillas deportivas, y una camisa. La camisa, parecía nueva, pero no nos hizo esperar. Caleb bajó en jeans y nada más. No me molesté en decirle que se pusiera una camisa encima o zapatos. De alguna manera no creo que Narciso nos negara el servicio porque Caleb estuviera a medio vestir.
En realidad tarde más en vestirme: pantalones de mezclilla negro, camisa polo roja, zapatillas Nike negras, cada cuchillo que tenía, incluida la nueva funda de la espalda que me había hecho para el cuchillo más grande que corría por la espalda. La primera funda había quedado hecha trizas por el personal de la sala de emergencia, mientras que estaban tratando de salvar mi vida. También llevaba mis dos armas de fuego, aunque no estaba segura de que a ninguno de nosotros se nos permitiría llevar armas en el club. Pero por si acaso las llevaba, y Cris y Bobby Lee me advirtieron acerca de la regla de no armas de fuego. En ellos brillo su propio conjunto de cuchillas, cerca de tres cada uno y estábamos listos para salir.
Pensé en llamar a Cristina el weretigre, pero que imagine, ya que no eran las siete por lo menos dejaremos dormir a alguien. Además, no sé nada todavía. Cuando sepa algo que valga la pena compartir, lo compartiré.
Estaba a mitad de camino al club cuando me di cuenta de que no se había fijado el
ardeur
. Era de mañana. Estaba despierta. No hubo un revuelo de
ardeur
. La esperanza quemando a través de mí en un torrente caliente, difuso. Tal vez el
ardeur
iba a ser temporal. ¡Dios mío, lo esperaba! Dije una breve oración de agradecimiento y para ponerme freno a los primeros indicios de la lujuria.
Llegamos al Narciso encadenado, estaba gruñona, pero en lo más mínimo lujuriosa. Fue un buen día.
SESENTA