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Authors: Mari Jungstedt

Tags: #Intriga, Policíaco

Nadie lo conoce (30 page)

BOOK: Nadie lo conoce
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Johan se quedó pensativo después de aquella conversación. Así pues, Martina había estado a punto de presentar una denuncia ante la policía, pero no había llegado a hacerlo. Quizá lo habría hecho si no hubiera muerto asesinada. ¿Podían ser los robos el móvil, alguien que quería seguir robando a costa de lo que fuera, y que había visto peligrar su negocio porque las jóvenes le seguían la pista? En ese caso Katja también estaría amenazada, y supuestamente debería haber sido asesinada antes, dado que ella llegó incluso a poner la denuncia. ¿Y cómo encajaba Staffan Mellgren en todo eso? ¿Estaba involucrado en los saqueos? Johan sospechaba que la respuesta acerca de quién era el asesino podría encontrarse investigando más cómo estaba montado el negocio de los robos. Todo aquello tenía que guardar alguna relación: el golpe en la Sala de Arte Antiguo, los robos en el almacén y los que tenían lugar en las excavaciones, y ahora había descubierto que los objetos se vendían incluso en la red. Para la policía aquello debía de tratarse, sin duda, de una actividad delictiva. ¿Cómo habrían conseguido los norteamericanos hacerse con restos arqueológicos que no fueran robados?

De pronto sonó su ordenador, había recibido un mensaje de correo. Procedente de Estados Unidos.

Volvió a sentarse frente al ordenador para responder al mensaje.

D
e vuelta en la comisaría Knutas llamó a Agneta Larsvik a Estocolmo. Tuvo suerte y la sorprendió entre dos reuniones.

—Eso del modus operandi… —comenzó Knutas—. ¿Puede tener algo que ver con la religión?

—¿A qué te refieres?

—Tanto Martina Flochten como Staffan Mellgren estaban interesados en la época vikinga, participaban en las excavaciones de un puerto de ese período cuando fueron asesinados. La religión en aquel tiempo era la creencia en Asatru, ya sabes, los antiguos dioses Thor, Odín y todos esos. Los vikingos hacían sacrificios, ofrendas a las divinidades y esas cosas de las que uno ha oído hablar. Tú dijiste que el modo de actuar era ritual. ¿Podría tener algo que ver con el Asatru, quiero decir, con sus ofrendas a los dioses?

—La verdad es que no lo sé —respondió ella vacilante—. Lo siento pero no estoy muy puesta en ese tema, pero no parece descabellado. ¿Puedes esperar un momento?

—Sí, claro.

Knutas oyó cómo dejaba el auricular y hojeaba papeles al fondo. Unos minutos más tarde volvió a ponerse al teléfono.

—¿Sigues ahí? Conozco a un profesor de historia de las religiones en la Universidad de Estocolmo especializado en religión y mitología nórdicas antiguas. Se llama Malte Moberg, seguro que él podrá ayudarte.

Knutas apuntó su número de teléfono y en menos de medio minuto ya tenía al profesor de historia de las religiones al otro lado del teléfono. Le contó el motivo de su llamada y le describió escuetamente cómo habían muerto las víctimas.

Malte Moberg hablaba lentamente con voz seca y áspera.

—Hay algo que se llama «la triple muerte», es decir, que uno le quita la vida a su víctima de tres maneras distintas. Se cree que esa forma de matar tiene su origen en la religión de algunas tribus celtas y germánicas, y se utilizó entre el 300 a. de C. y el 300 d. de C. Cuando la víctima era sometida a una triple muerte: por ahorcamiento, apuñalamiento y ahogamiento, se pensaba que cada una se ofrendaba a uno de los tres principales dioses.

La pieza más importante del rompecabezas encajaba. Así de sencillo. Knutas se exaltó tanto que apenas si podía seguir sentado.

—¿Y qué tiene eso que ver con la antigua religión nórdica? —le preguntó agitado.

—Entre los pueblos del norte, antes de la llegada del cristianismo, el sacrificio era un aspecto central de la religión. En la mitología nórdica el relato de la creación comienza con el sacrificio del gigante Ymer, con cuyo cuerpo se creó el mundo. Odín sacrificó uno de sus ojos para conseguir sabiduría e incluso a sí mismo para desentrañar el secreto de las runas. Normalmente ofrecían comida y bebida a los dioses, pero también animales y, en casos excepcionales, personas. La forma de matar que describe en esos asesinatos se daba también en la antigua religión escandinava. «La triple muerte» es un sacrificio dedicado a Odín, Thor y Frey, es decir, a los tres dioses más poderosos del antiguo panteón nórdico, que era el predominante en la época vikinga. En la mitología nórdica hay tres familias de dioses: Ases, Vanes y Elfos. Los Ases, a los que pertenecen Odín y Thor, se relacionaban sobre todo con el poder y la guerra, y los Vanes, a los que pertenece Frey, con la fertilidad. No sé si está usted versado en mitología nórdica.

—Esas cosas las estudiaba uno en la escuela, pero hace cien años de aquello. Refrésquemelas un poco.

—Odín es el dios más importante, el creador de todo para muchos, el que más poder tenía y mandaba sobre los demás dioses Ases, además de ser la máxima deidad para los hombres. Era el más anciano y el más sabio, y vivía en la fortaleza de Valhalla, que es el dios de la guerra, pero también el de la poesía y es el creador de las runas. Thor es el hijo de Odín y es también dios de la guerra, pero es conocido sobre todo como el dios del trueno. Thor tiene un martillo llamado Mjölner y cuando golpea con él truena y relampaguea. Bueno, seguro que eso le suena. Finalmente, Frey es el principal dios de la fertilidad, también se le rendía culto para obtener una buena cosecha, paz, amor y abundante ganado.

—¿Y lo de que el asesino ha desangrado a las víctimas, tiene algo que ver con la mitología nórdica?

—Desde luego, la sangre era importante en el rito de las ofrendas. Mataban animales, como por ejemplo cerdos, caballos y toros, y recogían la sangre en cuencos. Una característica del culto a los dioses Ases era que pintaban representaciones de divinidades con sangre.

A Knutas se le escapó un prolongado suspiro.

—Entonces todo coincide —dijo—. El modus operandi, la recogida de la sangre, todo.

Sólo quedaba una cosa por preguntar. Los incidentes con las cabezas de los caballos no habían salido aún en los medios y Knutas le contó a Malte Moberg lo de las dos cabezas de caballo clavadas en estacas y colocadas en las casas de Mellgren y Ambjörnsson.

El auricular se quedó en silencio. Tanto tiempo que Knutas llegó a pensar que se había interrumpido la comunicación. Entonces volvió a oír a Moberg, pero su voz tenía un tono diferente.

—Lo que me está contando se llama
nidstång
, una cabeza de caballo clavada en una estaca, por lo general de madera, que se coloca en el exterior de la casa de la persona amenazada. Se trata de un rito mágico terriblemente poderoso, una maldición pronunciada contra alguien. Colocarle una
nidstång
a alguien supone una amenaza grave contra esa persona.

—El responsable de las excavaciones, Staffan Mellgren, fue asesinado dos días después de que se encontrara la
nidstång
en su casa.

—¿Y el otro hombre al que le han puesto la
nidstång
?

—No estamos seguros de dónde se encuentra —respondió Knutas algo críptico.

—¿No me diga? Si estuviera en su lugar trataría de localizarlo cuanto antes. Por lo demás, les aconsejaría que averiguaran cuanto antes qué personas cercanas a las víctimas están interesadas en el culto a los Ases.

N
ada más terminar la conversación con Malte Moberg, Knutas llamó a Susanna Mellgren para preguntarle si su marido había mostrado algún interés por los antiguos dioses vikingos. La respuesta fue negativa, no sabía nada de eso. Reconoció que salía algunas tardes, e incluso festivos, sin que ella supiera muy bien adónde iba, pero dio por supuesto que se veía con otras mujeres.

La misma respuesta obtuvo de la novia de Gunnar Ambjörnsson, según ella, Ambjörnsson era ateo.

Knutas reunió a la Brigada de Homicidios y les refirió su conversación con el profesor de historia de las religiones de Estocolmo.

—¿Cómo íbamos a imaginarnos que esto tenía que ver con la religión? —exclamó Kihlgård—. ¿Pero quiénes rinden culto a los dioses antiguos? Me parece una cosa muy extraña.

—Pues no es más extraño que creer en Jesús o en Mahoma o en lo que sea —objetó Karin—. A mí el culto a Asatru me interesa, me gusta la idea de que haya varias divinidades y el que las diosas sean tan importantes como los dioses.

—Ahora no nos vamos a dedicar a discutir nuestros puntos de vista en materia de creencias, sino la nueva pista que hemos descubierto, que espero nos conduzca a la resolución del caso —dijo Knutas impaciente—. El asesino se encuentra probablemente aquí en la isla y me sorprendería que actuara solo. Debe de tener al menos un cómplice.

—Como parece que tiene experiencia en matar animales y en manejarlos después de muertos, hemos controlado a todos los empleados de las carnicerías de Gotland y, lamentablemente, no hemos obtenido ningún resultado que parezca interesante —terció Karin—. Tampoco entre los veterinarios y sus ayudantes.

Knutas parecía abatido.

—Bueno, al menos sabemos que el modus operandi del asesino está inspirado en algo que se llama «la triple muerte» y que se practicaba en la antigua tradición nórdica. ¿A quién pueden atraerle semejantes cosas?

—A alguien que esté interesado en las creencias de nuestros antepasados y en mitología nórdica, quizá algún miembro de una asociación dedicada a esas cosas —propuso Kihlgård.

—¿Qué asociaciones de ese tipo tenemos en Gotland? ¿Alguien lo sabe?

Knutas soltó la pregunta y todos negaron con la cabeza.

—¿Esto no tendrá nada que ver con la gente que prepara la Semana Medieval? —preguntó Karin—. Hay un montón de personas que están trabajando contrarreloj para tener todo listo para el festival, que se celebra la próxima semana. Pero ellos no estarán interesados en los dioses vikingos, ¿verdad?

—La Edad Media comienza después de la época vikinga, y coincide con la cristianización del Norte. Creo que ocurrió a principios del siglo XII — explicó Knutas—. Pero es posible que las dos estén vinculadas. Debemos empezar por buscar entre los grupos que se dediquen al culto a los dioses Ases, luego alguien podría encargarse de hablar también con los organizadores de la Semana Medieval. Tienen una especie de asociación, ¿no?

—Sí, yo puedo encargarme de eso —se ofreció Karin.

—Te ayudo encantado —dijo Kihlgård—. Parece tremendamente interesante.

—Bien, pero que os ayude más gente. Esta pista debe ser considerada como la más importante, por lo tanto debemos concentrarnos principalmente en ella. Toda esta historia comenzó con el caballo degollado que apareció en junio en Petesviken. Tenemos que buscar a partir de ahí y registrar los movimientos de todas las personas que de alguna manera se han cruzado en nuestra investigación y ver quiénes guardan alguna relación con el culto a los dioses Ases o con la antigua mitología nórdica.

Miércoles 4 de Agosto

E
l seudónimo era Viking Venture pero Johan comprendió de inmediato que el contacto que había conseguido a través de la web americana era sueco y que posiblemente vivía en Gotland, pese a lo extraño que pudiera parecer que un isleño vendiera tesoros arqueológicos en el mercado estadounidense. Había intercambiado varios mensajes de correo electrónico con Viking Venture y se había hecho pasar por un comprador interesado y dispuesto a pagar bien por objetos de la época vikinga procedentes de Gotland. El contacto le aseguró que podía ofrecerle bastantes piezas singulares que podían interesarle. Johan fingió ser un coleccionista del sur de Suecia y después de intercambiar unos cuantos mensajes consiguió concertar una cita con el tal Viking Venture. Quedaron en verse el sábado siguiente en la pista de hockey sobre hielo en las afueras de Visby.

Johan iba a intentar fotografiar al vendedor con una cámara pequeña que había en la redacción. El miércoles repasó con Pia todos los detalles y acordaron no decir nada a la policía ni a la redacción central en Estocolmo. Este era su proyecto. Johan se sentía animado de verdad.

Emma lo había llamado al trabajo para proponerle que prepararan una cena en su casa el sábado por la noche e invitar a Pia Lilja y a Niklas Appelqvist. Era la primera vez que organizaban juntos una cena, lo interpretó como una indicación más de que Emma empezaba a ceder. Quizá al final acabarían convirtiéndose en una pareja de verdad. La dirección de la Televisión Sueca había decidido mantener el equipo en Gotland durante el otoño a modo de prueba y Pia había conseguido el puesto de fotógrafa. Que Johan siguiera al frente como reportero estaba fuera de toda duda porque él quería ese trabajo y lo hacía bien. Estaba agradecido por poder quedarse en la isla y al menos no tener que preocuparse por eso. Además, tenía derecho a ver a su hija y ése era un derecho al que no pensaba renunciar.

De una cosa estaba seguro. Pasara lo que pasase entre Emma y él, nunca cedería lo más mínimo en lo referente a su derecho a ver a la niña.

Para su satisfacción había notado un cambio en la actitud de Emma hacia él desde que nació Elin. Era más cariñosa, confiaba más en él, se atrevía a mostrar sus flaquezas. Era como si Johan se hubiera vuelto más importante para ella ahora que se había convertido en el padre de su hija. Elin siempre iba a depender de él de una u otra manera. Aquel pensamiento lo agradaba.

Jueves 5 de Agosto

E
l crucero
Nordic Star
llegó procedente de Riga, en Letonia, y atracó majestuoso en el muelle once del puerto de Visby aquel jueves por la mañana. La ciudad no podía mostrar un aspecto más bello. El sol coloreaba las fachadas con una luz cálida y dorada, y la temperatura ya había subido a veinte grados. Los turistas americanos, que sólo disponían de un día para descubrir Gotland antes de proseguir su viaje rumbo a Estocolmo, estaban admirados antes de dejar la pasarela. Las torres de la catedral, la muralla y las casas antiguas les fascinaron y en el puerto se respiraba un ambiente de expectación y entusiasmo. Diez relucientes autocares equipados con aire acondicionado estaban aparcados en hilera, preparados para engullir a los cientos de pasajeros que descendían del barco. Los turistas iban ataviados con bermudas, camisetas y gorras, todos con su correspondiente cámara colgada del cuello. La edad media rondaba los cincuenta o sesenta años, pero asomaba alguna que otra pareja joven entre los locuaces turistas. En el muelle los esperaban los guías locales, que se distinguían claramente porque llevaban el chaleco azul de la asociación de guías turísticos. Llenaron enseguida los autocares y uno tras otro abandonaron el puerto, dispuestos a conquistar la isla.

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