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Authors: Larry Niven

Tags: #Ciencia Ficción

Mundo Anillo (21 page)

BOOK: Mundo Anillo
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—No. Muy a lo lejos, en dirección a babor, vislumbré una tenue franja azul. Tal vez sea un océano. Aunque también podría ser simplemente un efecto óptico debido a la distancia.

—¿Ninguna edificación?

—Nada.

—¿Estelas en el cielo? ¿Líneas rectas que pudieran ser carreteras?

—Nada.

—¿Viste señales de civilización?

—De haberlas encontrado ya lo hubiera comunicado. Diría que los diez trillones de habitantes de este mundo se trasladaron a una verdadera esfera de Dyson hace menos de un mes.

—Luis, tenemos que encontrar una civilización.

—Ya lo sé.

Era evidente. Tenían que salir del Mundo Anillo; y no conseguirían poner en marcha el «Embustero» por sus propios medios. Un pueblo verdaderamente bárbaro no les sería de gran ayuda.

—El asunto tiene su lado bueno —dijo Luis Wu—. No será necesario reparar la nave. Si conseguimos sacar el «Embustero» del anillo, la misma fuerza rotatoria de éste lanzará la nave fuera del pozo de gravedad de la estrella y nosotros saldremos con ella. Hasta alcanzar una zona donde podamos emplear el hiperreactor.

—Pero primero tendremos que conseguir ayuda.

—O exigir ayuda —añadió Interlocutor.

—Pero, ¿por qué os paráis ahí charlando? —explotó Teela. Había permanecido callada, mientras los demás le daban vueltas al asunto—. Tenemos que salir de aquí, ¿no? Pues, ¿por qué no usamos las aerocicletas que tenemos en la nave? ¡En marcha! ¡Luego hablaremos!

—No me gusta la idea de abandonar la nave —declaró el titerote.

—¡No te gusta! ¿Crees que alguien vendrá a buscarnos aquí? ¿Crees que alguien se interesará por nosotros? ¿Alguien respondió a nuestros mensajes radiados? Luis ha dicho que estamos en medio de un desierto. ¿Cuánto tiempo tendremos que esperar aquí sentados?

No comprendía que Nessus necesitaba armarse de valor y no tenía ni pizca de paciencia, pensó Luis.

—Ya nos iremos —dijo el titerote—. Sólo he dicho que no me gusta la idea. Primero debemos decidir hacia dónde nos dirigiremos. De lo contrario no sabremos qué debemos llevarnos y qué debemos dejar aquí.

—¡Podemos ir rumbo al muro exterior más próximo!

—Tiene razón —dijo Luis—. Si hay civilización en alguna parte, sin duda será junto al muro exterior. Pero no sabemos dónde está situado. Debiera haberlo visto desde ahí arriba.

—No —dijo el titerote.

—¡Tú no estabas allí! ¡Nej! ¡Se veía hasta el infinito! ¡Miles de kilómetros! Un minuto.

—El Mundo Anillo tiene casi un millón de millas de ancho.

—Acabo de caer en la cuenta de ese detalle —dijo Luis Wu—. Es una cuestión de escala. ¡No consigo visualizar algo de tales dimensiones!

—Ya te irás acostumbrando —le consoló el titerote.

—No sé. Me pregunto si mi cerebro no será demasiado pequeño. No puedo olvidar cuán estrecho parecía el anillo visto desde lo alto del espacio. Como una cinta azul. Una cinta azul —repitió Luis, y se estremeció.

Suponiendo que cada uno de los muros circundantes tuviera mil kilómetros de altura, ¿a qué distancia tendrían que estar cuando Luis no lograba distinguirlos en absoluto?

Suponiendo que Luis Wu pudiera ver a través de mil quinientos kilómetros de aire impregnado de polvo y de vapor de agua, semejante al terrestre. Si ese aire daba paso al vacío absoluto a los sesenta kilómetros...

Ello significaba que el muro exterior más próximo debía hallarse al menos a cuarenta y cinco mil kilómetros de allí.

Si uno volara toda esa distancia sobre la Tierra, ya habría vuelto al punto de partida. Y cabía la posibilidad de que el muro exterior más próximo estuviera aún más lejos.

—No podemos remolcar el «Embustero» con nuestras aerocicletas —decía en esos momentos Interlocutor—. Si nos atacasen tendríamos que deshacernos de la nave. Será mejor dejarla aquí, junto a un accidente bien visible.

—¿Quién habló de remolcar la nave?

—Un buen guerrero debe pensar en todo. Es posible que al final tengamos que remolcarla de todos modos, suponiendo que no podamos conseguir ayuda en el muro exterior.

—Conseguiremos ayuda —le aseguró Nessus.

—Probablemente tenga razón —dijo Luis—. Los espaciopuertos están sobre ese muro. Si todo el anillo ha retornado a la edad de piedra y ha habido un rebrote de civilización, ésta debe de haberse reanudado a partir de naves dragadoras de regreso de alguna expedición. No puede haber sido de otro modo.

—Es mucho especular —sentenció Interlocutor.

—Puede que tengas razón.

—Pero estoy de acuerdo contigo. Y añadiría que si el anillo ha perdido todos sus grandes secretos, tal vez aún encontremos restos de maquinaria en el espaciopuerto. Maquinaria en buen estado, maquinaria que podríamos reparar.

—¿Pero qué lado quedaría más próximo?

—Teela tiene razón —dijo de pronto Luis—. Hagamos algo. Por la noche podremos ver mejor.

Estuvieron trabajando duro durante varias horas. Trasladaron maquinaria, la ordenaron, bajaron los objetos pesados por la compuerta valiéndose de un cable. Los repentinos cambios de gravedad constituían un problema, pero el equipo no era particularmente frágil.

Luis logró atrapar un instante a Teela en el interior de la nave, mientras los extraterrestres estaban ocupados fuera:

—Tienes la cara más larga que si te hubieran roto tu juguete favorito. ¿Te importa que hablemos un poco de eso? —Ella movió negativamente la cabeza, mientras procuraba evitar su mirada. Luis advirtió que tenía unos labios perfectos para hacer pucheros. Era una de esas pocas y afortunadas mujeres a quienes las lágrimas las favorecen—. En ese caso me explicaré. Cuando saliste por la compuerta sin ponerte tu traje de presión, te lancé una buena parrafada. Un cuarto de hora después ya intentabas escalar una ladera de lava a medio cuajar calzada sólo con las zapatillas.

—¡Querías que me quemara los pies!

—Así es. No me mires tan extrañada. Te necesitamos. No queremos que te mates. Quiero que aprendas a tener cuidado. No has tenido ocasión de aprenderlo antes, conque te tocará descubrirlo ahora. Recordarás el dolor que sientes en los pies mucho después de haber olvidado todos mis sermones.

—¡Me necesitáis! ¡Estás de broma! Sabes muy bien por qué me trajo Nessus. Soy un amuleto de la buena suerte que no ha servido de nada.

—Ahí sí que nos defraudaste. Puedes considerarte despedida como amuleto. Vamos, sonríe un poco. Te necesitamos de todos modos. Te necesitamos para que me tengas contento y no acabe violando a Nessus. Te necesitamos para que te ocupes de las tareas pesadas mientras nosotros tomamos el sol. Necesitamos tus inteligentes sugerencias.

Teela intentó sonreír. La sonrisa se hizo trizas y la muchacha rompió a llorar. Hundió la cabeza en el hombro de Luis comenzó a sollozar de un modo desgarrador, mientras le clavaba las uñas en el cuello.

No era exactamente la primera vez que una mujer lloraba en el hombro de Luis Wu; pero probablemente Teela tenía más motivos para hacerlo que la mayoría. Luis la estrechó, le pasó los dedos por la espalda en un intento de darle un masaje y esperó a que concluyera la crisis.

Con la boca aplastada contra su traje de presión, ella le dijo:

—¡Cómo podía adivinar que la roca iba a quemarme!

—Recuerda las leves de Finagle. La perversidad del universo tiende a ser máxima. El universo es hostil.

—¡Pero me hizo daño!

—La roca se volvió contra ti. Te atacó. Ahora escucha —dijo Luis en tono de súplica—. Tienes que acostumbrarte a pensar como una paranoica. A pensar como Nessus.

—No puedo. No sé cómo piensa él. No lo entiendo en absoluto. —Levantó el rostro manchado de lágrimas—. Tampoco te entiendo a ti.

Luis le hundió los pulgares bajo los omoplatos y luego comenzó a reseguir sus vértebras:

—Si te dijera que el universo es mi enemigo, ¿creerías que estoy loco?

Ella asintió con gesto enérgico.

—El universo está contra mí. El universo me odia. El universo no se preocupa de un hombre de doscientos años de edad. ¿Cómo surge una especie? A través de la evolución, ¿verdad? La evolución ha proporcionado a Interlocutor su visión nocturna y su sentido del equilibrio. La evolución ha proporcionado a Nessus el reflejo que le hace retroceder ante el peligro. La evolución desconecta el sexo de un hombre a los cincuenta o los sesenta años. Luego la evolución deja de ocuparse de él. Porque la evolución no tiene nada que hacer con un organismo que se ha hecho demasiado viejo para poder reproducirse. ¿Me sigues?

—Naturalmente. Eres demasiado viejo para reproducirte —dijo ella con amargo sarcasmo.

—Así es. Hace un par de siglos unos técnicos en biología extrajeron los genes de la ambrosía y produjeron extracto regenerador. Como consecuencia directa de ello, tengo doscientos años y aún me conservo en buena forma. Pero, desde luego, ello no es obra de un universo amable. El universo me odia. Ha intentado matarme más de una vez. Me gustaría que pudieras ver las cicatrices. Y no cejará en sus empeños —dijo Luis Wu.

—Porque eres demasiado viejo para reproducirte.

—¡Vaya mujer! ¡Tú eres la que no sabes cuidarte! Estamos en territorio desconocido; no conocemos las normas de este lugar y no sabemos qué puede ocurrir en cualquier momento. Si sigues empeñándote en caminar sobre lava ardiente, es muy posible que la próxima vez salgas mal parada. Tienes que permanecer alerta. ¿Comprendes?

—No —dijo Teela—. No.

Luego, cuando ella se hubo lavado la cara, transportaron la cuarta aerocicleta hasta la compuerta. Los extraterrestres les habían dejado a solas durante media hora. ¿Habían decidido no inmiscuirse con dos humanos ocupados en problemas estrictamente humanos? Tal vez.

Entre dos altas paredes de lava negra se extendía una franja infinita de material base del anillo, tan liso como una mesa bien pulida. En primer plano se veía un enorme tubo catódico. Bajo la pared convexa del cilindro transparente había un montón de aparatos y cuatro extrañas figuras con aire un tanto desorientado.

—¿Y qué haremos con el agua? —preguntaba Luis en ese momento—. No he visto ningún lago. ¿Tendremos que llevarnos nuestra propia reserva de agua?

—No. —Nessus abrió la sección posterior de su propia aerocicleta para mostrarles el depósito de agua y el extractor-refrigerador para condensar agua del aire.

Las aerocicletas eran un milagro de diseño compacto. A excepción de los asientos, muy individualizados, las cuatro eran iguales: un par de esferas con cuatro patas, unidas por una zona más estrecha sobre la cual iba montado el asiento. La sección posterior estaba destinada a portaequipajes y había unas correas para sujetar piezas adicionales de equipo. Las cuatro patas planas, ahora extendidas como para un aterrizaje, se plegaban dentro de las dos esferas durante el vuelo.

La aerocicleta del titerote tenía un asiento inclinado y una depresión para el vientre con tres hendeduras para las piernas. Nessus permanecería tendido inmóvil sobre el vientre y controlaría el vehículo con las bocas.

Las aerocicletas destinadas a Luis y Teela iban equipadas con sillones acolchados con soportes para apoyar el cuello y una palanca que permitía variar la posición. Al igual que los de Nessus e Interlocutor, estos asientos estaban montados sobre la parte más estrecha de la estructura en forma de pesa de gimnasio de la aerocicleta, y también tenían soportes para las piernas. El asiento de Interlocutor era mucho más grande y ancho y carecía de soporte para la nuca. A ambos lados había unas correas para poner herramientas. ¿Estarían destinadas a sostener armas?

—Debemos llevarnos todo lo que pueda servirnos de arma —dijo Interlocutor mientras hurgaba infatigable en la maquinaria dispersa.

—No hemos traído armas —dijo Nessus—. La intención era presentarnos en son de paz, por eso no las trajimos.

—¿Y qué es todo esto? —Interlocutor ya había conseguido reunir una pequeña colección de artefactos ligeros.

—Sólo herramientas —respondió Nessus. Se las fue señalando—: Esto son linternas láser con rayos variables. Por la noche permiten ver a gran distancia, pues es posible obtener un rayo de luz infinitamente delgado a base de hacer girar este anillo. Pero es preciso tener cuidado para no perforar ningún objeto o una persona que pudieran interponerse, pues el rayo puede graduarse hasta hacerlo de suma intensidad. Y estas pistolas de duelo nos sirven para resolver cualquier discusión que pueda surgir entre nosotros. Disparan una carga de diez segundos. Hay que tener cuidado de no tocar nunca este botón de seguridad porque...

—Porque entonces disparan una carga de una hora. Son un modelo jinciano, ¿verdad?

—Sí, Luis. Y este artefacto es un instrumento excavador modificado. Tal vez hayas oído hablar del instrumento excavador que encontraron en una caja estática esclavista...

Estaba hablando de un desintegrador de diseño esclavista, decidió Luis. El desintegrador era un instrumento para cavar.

Cuando su fino rayo de luz tocaba un punto, se suprimía temporalmente la carga de los electrones. La materia sólida, convertida súbita y violentamente en un campo positivo, tendía a desintegrarse en una nube de polvo monoatómico.

—No puede utilizarse como arma —gruñó el kzin—. La hemos estudiado. Es demasiado lenta para ser útil contra un enemigo.

—Exactamente. Un inocente juguete. Este objeto... —el objeto que el titerote tenía en la boca parecía una escopeta de dos cañones, con la salvedad de que la empuñadura era de un diseño característicamente titerote, como mercurio atrapado en el momento de transición de una forma a otra—. Este objeto es exactamente igual a la excavadora desintegradora de diseño esclavista, con la salvedad de que un rayo suprime la carga positiva del protón. Jamás deben utilizarse ambos rayos a la vez, pues son paralelos e independientes.

—Comprendo —dijo el kzin—. Si se proyectara el par de rayos, muy próximos el uno del otro, se crearla una corriente.

—Exactamente.

—¿Crees que estos sucedáneos servirán? Imposible adivinar ante qué nos enfrentamos.

—Eso no es del todo cierto —intervino Luis Wu—. A fin de cuentas, no estamos en un planeta. Si los anillícolas detestaban algún animal, lo más seguro es que no lo trajeran consigo. No encontraremos tigres. Ni mosquitos.

—¿Y si a los anillícolas les gustaban los tigres? —quiso saber Teela.

Una pregunta justificada, pese al tono de mofa con que fue hecha. ¿Qué sabían de la fisiología de los anillícolas? Sólo que procedían de un mundo acuático que recibía luz más o menos equivalente a la de una estrella K9. Con estos datos podían tener aspecto humano, de titerote, de kzin, de groa, de delfín, de ballena asesina o de ballena espermática, aunque probablemente no se parecerían a ninguno.

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