Read Muerto Para El Mundo Online
Authors: Charlaine Harris
Pam no parecía ofendida, pero Chow intentó hacer el esfuerzo.
—Vosotros dos hicisteis algo, ¿verdad? La liasteis. ¿Qué hicisteis? —Eric me había cogido las dos piernas, de manera que yo estaba clavada en mi sitio sin poder moverme. Reprimí un gritito de pánico. Se le veía tan inseguro.
—Chow perdió los nervios con la bruja —dijo Pam, después de una prolongada pausa.
Cerré los ojos. Incluso Jason pareció comprender el alcance de lo que Pam estaba diciendo, pues se le pusieron los ojos como platos. Eric volvió la cara para frotar la mejilla contra mi muslo. Me pregunté qué pensaría de todo aquello.
—¿Y en el momento en que la atacó desapareció Eric? —pregunté.
Pam movió afirmativamente la cabeza.
—De modo que lo saboteó con un hechizo.
—Al parecer sí —dijo Chow—. Aunque jamás había oído hablar de algo parecido, y no debo ser considerado el responsable de todo esto. —Su mirada me impidió hacer cualquier comentario.
Me volví hacia Jason y puse los ojos en blanco. Solucionar la metedura de pata de Chow no era de mi incumbencia. Estaba segura de que si la reina de Luisiana, la superior de Eric, se enterara de lo sucedido, le diría unas cuantas cosas a Chow.
Se produjo un pequeño silencio, durante el cual Jason se levantó para echar más leña al fuego.
—¿Habéis estado en el Merlotte's, verdad? —les preguntó a los vampiros—. Donde trabaja Sookie.
Eric se encogió de hombros; no se acordaba. Pam dijo:
—Yo sí, pero Eric no. —Me miró para confirmarlo, y después de pensarlo un poco, asentí.
—De modo que nadie va a asociar automáticamente a Eric con Sookie. —Jason soltó la observación como sin darle importancia, pero se le veía muy satisfecho consigo mismo y casi engreído.
—No —dijo Pam—. Tal vez no.
Definitivamente, tenía que empezar a preocuparme, aunque no veía exactamente de qué.
—Por lo tanto, por lo que a Bon Temps se refiere, estás limpio —continuó Jason—. Dudo que alguien más le viera anoche, excepto Sookie, y que me zurzan si adivino por qué acabó en esa carretera en particular.
Mi hermano acababa de hacer una segunda observación excelente. La verdad es que esta noche funcionaba con todas las pilas a tope.
—En cambio, hay mucha gente de aquí que va en coche hasta Shreveport para ir a ese bar, Fangtasia. Yo mismo he estado en él —dijo Jason. Aquello era una novedad para mí y lo miré de reojo. El se encogió de hombros y sólo dio la impresión de sentirse un poco incómodo—. ¿Qué pasará si alguien intenta reclamar la recompensa, si llama al número que aparece en el cartel?
Chow decidió volver a contribuir a la conversación.
—Naturalmente, el "amigo íntimo" irá directamente a hablar con el informante. Si la persona que responde es capaz de convencer al "amigo íntimo" de que vio a Eric después de esa maldita bruja que lo hechizó, los brujos empezarán a buscar en una zona concreta. Y seguro que lo encontrarán. Intentarán entonces contactar con los brujos locales para ponerlos también a trabajar en el tema.
—En Bon Temps no hay brujos —dijo Jason, sorprendido de que Chow lo hubiese sugerido. Ya estaba otra vez mi hermano, dando por sentadas cosas de las que en realidad no sabía nada.
—Oh, seguro que hay —dije—. ¿Por qué no? ¿Recuerdas lo que te hablé? —Aunque cuando le advertí de que en el mundo había cosas que era mejor no ver, estaba pensando en hombres lobo y cambiantes.
Mi hermano empezaba a sobrecargarse de información.
—¿Por qué no? —repitió débilmente—. ¿ Y quiénes serían?
—Mujeres, hombres —dijo Pam, frotando una mano contra la otra, como si estuviésemos hablando de algo contagioso—. Son como cualquiera que tenga una vida secreta... En su mayoría, bastante agradables, prácticamente inofensivos. —Aunque no se la veía muy optimista diciendo aquello—. Lo que sucede es que los malos suelen contaminar a los buenos.
—De todos modos —dijo Chow, mirando pensativo a Pam—, éste es un lugar tan apartado que es probable que haya muy pocos brujos por aquí. No todos están asociados en aquelarres, y conseguir que un brujo desvinculado coopere le resultará muy difícil a Hallow y sus seguidores.
—¿Y por qué los brujos de Shreveport no hacen un conjuro para encontrar a Eric? —pregunté.
—No han podido encontrar ningún objeto suyo que les ayude a formular el conjuro —dijo Pam, como si supiera muy bien de qué estaba hablando—. No pueden acceder al lugar donde duerme de día para obtener un pelo o ropa que lleve su aroma. Y no hay nadie que lleve en su cuerpo la sangre de Eric.
Ay, ay. Eric y yo nos miramos brevemente. Estaba yo; y confiaba ciegamente en que sólo Eric lo supiera.
—Además —dijo Chow, cambiando el peso de su cuerpo de un pie a otro—, en mi opinión, creo que estos objetos no funcionarían para formular un conjuro contra nosotros, pues estamos muertos.
La mirada de Pam se cruzó de nuevo con la de Chow. Estaban intercambiando ideas de nuevo y eso no me gustaba. Eric, la causa de todo aquel intercambio de mensajes, miraba a sus dos compañeros vampiros. Incluso a mí me pareció que no tenía ni idea de qué sucedía.
Pam se volvió hacia mí.
—Eric debería quedarse aquí. Trasladarlo sería exponerlo a más peligro. Sin él de por medio y sabiendo que está seguro podremos tomar las medidas pertinentes contra los brujos.
—Nadie va a ir a los colchones
[2]
—me murmuró Jason al oído, siguiendo con la terminología de El Padrino.
Ahora que Pam lo había dicho en voz alta, veía claramente por qué tenía que haberme preocupado cuando Jason empezó a destacar lo improbable que era que alguien llegara a asociar a Eric conmigo. Nadie creería que un vampiro con el poder y la importancia de Eric estuviera instalado en casa de una camarera humana.
Mi amnésico invitado parecía desconcertado. Me incliné hacia delante, cedí brevemente a mi impulso de acariciarle el pelo y luego posé mis manos sobre sus oídos. Él me lo permitió, poniendo incluso sus manos sobre las mías. Iba a simular que no podía oír lo que yo estaba a punto de decir.
—Escuchad, Chow, Pam. Es la peor idea de todos los tiempos. Y os diré por qué. —No conseguía que las palabras me salieran con la rapidez suficiente, con la rotundidad suficiente—. ¿Cómo se supone que puedo protegerlo? ¡Ya sabéis cómo acabará esto! Me darán una paliza. O tal vez incluso me maten.
Pam y Chow me miraron con la misma expresión de perplejidad, como si quisieran decirme: "¿Y ahora a qué viene eso?".
—Si mi hermana hace esto —dijo Jason, ignorándome por completo—, merece que se le pague por ello.
Se produjo lo que se dice un silencio cargado de tensión. Me quedé mirándolo boquiabierta.
Pam y Chow asintieron simultáneamente.
—Como mínimo lo que recibiría un informante que llamara al número de teléfono que aparece en el cartel —dijo Jason, moviendo sus ojos azules de una cara pálida a la otra—. Cincuenta mil.
—¡Jason! —Por fin me salió la voz, y presioné incluso con más fuerza las manos sobre los oídos de Eric. Me sentía terriblemente incómoda y humillada, sin saber exactamente por qué. Para empezar, mi hermano estaba ocupándose de mis cosas como si fueran suyas.
—Diez —dijo Chow.
—Cuarenta y cinco —contraatacó Jason.
—Veinte.
—Treinta y cinco.
—Trato hecho.
—Sookie, te traeré mi escopeta —dijo Jason.
—Cómo ha podido suceder? —le pregunté al fuego cuando todos se hubieron marchado.
Todos, excepto el gran vampiro vikingo al que supuestamente tenía que cuidar y proteger.
Estaba sentada en la alfombra frente a la chimenea. Acababa de echar otro tronco de leña y las llamas brillaban con todo su esplendor. Necesitaba pensar en algo agradable y reconfortante.
Por el rabillo del ojo vi un pie grande y descalzo. Eric se había sentado a mi lado en la alfombra.
—Creo que ha sucedido porque tienes un hermano ambicioso y porque tú eres de ese tipo de mujeres que se pararía a preguntarme qué me pasa aunque tuviera miedo —dijo Eric, acertando.
—¿Cómo te sientes con todo esto? —Jamás habría formulado esta pregunta al Eric de toda la vida, pero seguía comportándose de forma muy diferente; tal vez ya no estaba tan aturdido y aterrorizado como la noche anterior, pero continuaba con rasgos muy distintos a los habituales de Eric—. Me refiero a que me da la impresión de que te ven como un paquete que han guardado en un trastero, y que ese trastero soy yo.
—Me alegro de que me teman hasta el punto de tener que preocuparse por mí.
—Ya —dije inteligentemente. No era la respuesta que me esperaba.
—En condiciones normales debo de ser una persona aterradora. ¿O será más bien que inspiro lealtad a través de mis buenas obras y mis modales amables?
Reí por lo bajo.
—Ya me parecía a mí que no.
—Eres una persona normal —dije para reconfortarlo, aunque pensándolo bien, Eric no tenía aspecto de necesitar que lo reconfortasen mucho. Ahora, de todos modos, estaba bajo mi responsabilidad—. ¿No tienes frío en los pies?
—No —dijo.
Pero mi responsabilidad ahora era ocuparme de Eric, que tan poco necesitaba que se ocupasen de él. Y me pagaban una cantidad astronómica de dinero para hacer precisamente eso, me recordé seriamente. Cogí la vieja manta con cuadros verdes, azules y amarillos, que había quedado en el respaldo del sofá, y le tapé piernas y pies. Me dejé caer de nuevo en la alfombra a su lado.
—Es realmente horrenda —observó Eric.
—Eso es lo que decía Bill. —Me coloqué tendida boca abajo y me sorprendí sonriendo.
—¿Dónde está ese tal Bill?
—En Perú.
—¿Te dijo que se iba?
—Sí.
—¿Tengo que asumir que tu relación con él ha decaído?
Era una forma agradable de decirlo.
—Ya no nos vemos. Y empieza a ser una situación permanente —dije, sin alterar mi tono de voz.
Se tumbó también boca abajo y se apoyó sobre los codos para seguir hablando. Estaba un poco más cerca de mí de la distancia con la que yo me sentía cómoda, pero no quise decirle nada para que se apartara. Se volvió para cubrirnos con la manta a los dos.
—Cuéntame cosas sobre él —me propuso inesperadamente Eric. Pam, Chow y él se habían tomado un vaso de True-Blood antes de que los demás vampiros se marcharan y tenía un color algo más rosado.
—Conoces a Bill —le dije—. Lleva bastante tiempo trabajando para ti. Imagino que no puedes recordarlo, pero Bill... Bueno, Bill es agradable y tranquilo, y muy protector, y hay ciertas cosas que no le entran en la cabeza.— Jamás en mi vida me habría imaginado haciendo un refrito de mi relación con Bill precisamente a Eric.
—¿Te quiere?
Suspiré, y mis ojos se llenaron de lágrimas, como solía suceder cuando pensaba en Bill; una llorona, eso es lo que era.
—Decía que sí —murmuré deprimida—. Pero luego entró en contacto con él esa vampira lagartona y se largó. —Por lo que sabía, le había enviado un mensaje de correo electrónico—. Había tenido un lío con ella, y era la que lo había..., no sé cómo les llamáis, la que lo había convertido en vampiro. La que lo había transportado, decía él. De modo que Bill se fue con ella. Dijo que tenía que hacerlo. Y después descubrió —miré de reojo a Eric, levantando las cejas para dar énfasis a mis palabras, y vi que estaba fascinado— que simplemente estaba intentando atraerlo hacia un lado incluso más oscuro.
—¿Perdón?
—Que lo que quería en realidad era incorporarlo a otro grupo de vampiros de Misisipi para que les aportara la valiosa base de datos que había estado compilando para tu gente, los vampiros de Luisiana —dije, simplificando un poco en aras de la brevedad.
—¿Y qué pasó?
Aquello era casi tan divertido como charlar con Arlene. A lo mejor incluso más, pues a ella nunca había podido contarle toda la historia.
—Pues que Lorena, que así se llamaba, lo torturó —dije, y Eric abrió los ojos como platos—. ¿Te imaginas? ¿Torturar a alguien con quien has hecho el amor? ¿A alguien con quien has vivido durante años? —Eric movió la cabeza de un lado a otro con incredulidad—. Bueno, da lo mismo, la cuestión es que tú me pediste que fuera a Jackson y lo localizara. Encontré pistas en un club nocturno exclusivo para "sobs". —Eric asintió. Evidentemente, no tuve que explicarle que "sobs" significaba seres sobrenaturales—. El club se llama Josephine's, pero los hombres lobo lo llaman el Club de los Muertos. Me dijiste que fuera allí con aquel hombre lobo tan agradable que te debía un gran favor, y me alojé en su casa. —Alcide Herveaux seguía siendo protagonista de mis fantasías—. Pero acabé saliendo muy malparada —dije para terminar. Muy malparada, como siempre.
—¿Qué pasó?
—Me clavaron una estaca, te lo creas o no.
Eric estaba impresionado.
—¿Te ha quedado cicatriz?
—Sí, aunque... —Y me callé.
Hizo un ademán indicándome que continuara.
—¿Qué?
—Le pediste a uno de los vampiros de Jackson que me curase la herida, para que sobreviviera... y me diste tu sangre para que sanara rápidamente y pudiera seguir buscando a Bill durante el día. —Me puse colorada sólo de pensar en cómo me había dado Eric su sangre y confié en que él atribuyera mis colores al calor del fuego.
—¿Y salvaste a Bill? —preguntó, pasando por alto esa parte tan delicada.
—Sí —dije con orgullo—. Le salvé el culo. —Me puse boca arriba y lo miré. Era una suerte tener a alguien con quien hablar. Me subí la camiseta y me puse ligeramente de costado para mostrarle la cicatriz a Eric. Se quedó impresionado. Tocó la zona más brillante con la punta del dedo y movió la cabeza. Volví a dejar la camiseta en su sitio.
—¿Y qué le pasó a la vampira lagartona? —preguntó.
Lo miré recelosa, pero vi que no pretendía burlarse de mí.
—Bien —dije—, hmmm..., de hecho, creo que... Ella llegó en el momento en que estaba desatando a Bill y me atacó, y yo..., y yo... la maté.
Eric me miró fijamente. Me resultaba imposible interpretar su expresión.
—¿Habías matado antes a alguien? —preguntó.
—¡Por supuesto que no! —respondí indignada—. Bueno, le hice daño a un tipo que pretendía matarme, pero no murió. No, yo soy humana. No necesito matar a nadie para vivir.
—Pero los humanos se pasan la vida matándose entre ellos. Y ni siquiera los necesitan para comérselos o para beber su sangre.