Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval (62 page)

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Authors: José Javier Esparza

Tags: #Histórico

BOOK: Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval
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Ya ha quedado dicho que en Valencia, como en todo el territorio musulmán, había una facción partidaria de los almorávides. La dirigía el cadí BenYahhaf, un juez que veía con muy malos ojos las componendas del rey al-Qadir con los cristianos. Cuando Ben Yahhaf se enteró de la ofensiva cristiana y, sobre todo, cuando constató que ésta había fracasado, prendió en Valencia la revolución. Era el verano de 1092. La facción de BenYahhaf envió mensajes a los ejércitos almorávides de Murcia, bajo el mando de Ibn A'Isha, un hijo del emperadorYusu£ les abrían las puertas de Valencia. El rey al-Qadir, por su lado, pidió auxilio al Cid. Pero el Cid estaba lejos.

En el plazo de unos pocos días se suceden los acontecimientos a toda velocidad. El hijo deYusuf, que asciende desde el sur, se apodera de Denia. El cadí de Valencia BenYahhaf consuma su golpe de Estado e instaura un gobierno de «verdaderos musulmanes», una especie de república islámica. El rey depuesto, al-Qadir, intenta darse a la fuga, pero BenYahhaf ordena que se le persiga. Los perseguidores darán caza al rey destronado en el mes de octubre; al-Qadir será asesinado sin que medie el menor trámite. Ben Yahhaf, victorioso, se incauta del tesoro del difunto al-Qadir, que entre otras cosas custodiaba el famosísimo cinturón de piedras preciosas de la hermosísima Zobeida, la favorita del califa Harún-al-Raschid, el de Las mil y una noches.

Cuando el Cid llegó aValencia, al-Qadir ya había sido asesinado. Sin perder tiempo, envió una carta a los nuevos dueños de la ciudad y anunció que vengaría la muerte de su aliado. El cadí BenYahhaf esperaba los refuerzos de los almorávides, pero se quedó con un palmo de narices: el hijo deYusuf consideraba más importante recuperar Lisboa y se limitó a enviar a Valencia una pequeña guarnición. La suerte sonreía al Cid: sin la presión del ejército almorávide,Valencia estaba a su alcance.

Rodrigo Díaz de Vivar se tomó las cosas con calma. Primero puso cerco al castillo de Juballa. Después desplegó a sus tropas en los campamentos de Mestalla, Alcudia y Villanueva. Valencia quedaba completamente sitiada. El resto fue relativamente fácil. Juballa cayó en julio de 1093. Con esa baza en su mano, el Cid mandó un mensaje al cadí Ben Yahhaf: no tenía interés en ocupar la ciudad —no tenía huestes con las que hacerlo— ni en provocar un nuevo cambio de poder en ella, pero exigía que Valencia volviera a ser tributaria suya. Si la guarnición almorávide se marchaba y el cadí pagaba las mismas parias que al-Qadir, que sumaban la cifra de 1.000 denarios semanales, el Cid levantaría el sitio. Ben Yahhaf, sorprendido, aceptó de inmediato. La guarnición almorávide abandonó Valencia. Los hombres del emperadorYusuf regresaron a Denla escoltados por guerreros del Cid.

La victoria de Rodrigo enValencia había sido completa: no sólo desde el punto de vista militar, sino, sobre todo, desde el punto de vista político, porque era la primera vez que una tropa almorávide se retiraba de una ciudad ya tomada. El viejoYusuf calibró adecuadamente la profundidad del desafio: era una afrenta intolerable, y más viniendo de alguien que no era un rey, sino un simple caudillo guerrero. Así que inmediatamente ordenó a su general Abu Bakr, el jefe de las tropas saharauis, que marchara contra Valencia. Era el verano de 1093 y Abu Bakr partía con una sola consigna: había que acabar con el Cid.

El Cid, dueño de Valencia

La reacción de Yusuf puso a los moros de Valencia en un auténtico dilema: si decidían aceptar las condiciones del Cid, se enemistarían con el emperador almorávide, al que veían como a un salvador. Pero si proclamaban su fidelidad aYusuf y declaraban abiertamente su hostilidad al Cid, el campeón cristiano cercaría la ciudad. ¿Qué hacer? Algunos notables de la morisma valenciana decidieron no pagar al Cid y enviaron una emba jada aYusuf pidiendo refuerzos. El Cid se enteró. Las huestes de Rodrigo cercaron Valencia. Así comenzó uno de los asedios más cruentos de la Reconquista. Aún no había empezado el otoño de 1093.

¿Por qué el Cid puso cerco aValencia, una operación que iba a resultarle pesada y costosa además de incierta, porque la victoria no era ni mucho menos segura? Parece claro que el objetivo inicial del Cid no era tomar la ciudad, sino incorporarla al protectorado que él mismo había constituido sobre las plazas moras de Tortosa,Alpuente y Albarracín, entre otras que pagaban parias al Campeador. Sin embargo, la amenaza almorávide le hizo cambiar de opinión: con los ejércitos de Yusuf dispuestos a intervenir y con los moros de Valencia prestos a abrirles las puertas, la única opción del Campeador era apoderarse de la ciudad y hacerse fuerte allí.AlfonsoVl le había otorgado derecho de señorío sobre cuantas tierras conquistase. Ese derecho seguía en vigor. Con Valencia bajo su mano, Rodrigo se convertiría en señor de un auténtico reino: un reino de taifas… cristiano.

Dicen todas las crónicas que el asedio fue extremadamente duro. Comenzó hacia septiembre de 1093 y se prolongaría hasta julio de 1094.A lo largo de esos meses, el Cid fue acercando sus campamentos a las murallas de la ciudad. Primero, en el Puig. Después, Mestalla. Finalmente, La Roqueta. Como en todo asedio, el arma principal fue el hambre. Las huestes del Campeador arrasaron las huertas cercanas. Los cristianos de la ciudad —los que pudieron salir, porque otros fueron asesinados en el interior— huyeron a instalarse en los arrabales. Cuando el hambre apretó, los sitiados se comieron los mulos; cuando se acabaron los mulos, los gatos; cuando se acabaron los gatos, los cadáveres de sus propios compañeros.Todos los asedios eran así.

Los socorros que los moros de Valencia habían pedido a los almorávides no faltaron a la cita, pero el Cid los rechazó. Cuando llegaron las columnas saharauis de Abu Bakr al-Latmuni, sobrino deYusuf, se encontraron con que no pudieron pasar de Almusafes, a veintitrés kilómetros de la capital. Probablemente los almorávides minusvaloraron la capacidad militar del Cid; por otra parte,Yusuf, que en ese momento planeaba la recuperación de Lisboa, tampoco estaba en condiciones de enviar grandes masas armadas. El hecho es que ya no hubo ningún socorro más de los almorávides. La ciudad sitiada se encontró sola frente a las huestes del Cid. Y sucumbiría.

En junio de 1094, los moros de Valencia no pudieron aguantar más: sin víveres, sin agua, con la peste enseñoreada de las calles y sin refuerzos a la vista, Valencia se rindió. El Cid Campeador entró triunfal, recibido con euforia por los cristianos de la ciudad. Para ellos se abría una vida nueva. En cuanto a los musulmanes de Valencia, el Cid, caballero mozárabe al fin y al cabo, fue generoso: los que quisieran quedarse, podrían hacerlo pagando un diezmo; los demás, podrían marcharse con todas sus pertenencias. Peor suerte corrió Ben Yahhaf: el cadí traidor fue juzgado por el asesinato de al-Qadir y finalmente ejecutado. Rodrigo entró en el alcázar con sus hombres. Izó su bandera en la torre más alta. Mandó llamar a su mujer e hijas.Y el Campeador, victorioso, tomó posesión de la ciudad con el título de príncipe Rodrigo. Había ganado.

Había ganado, sí, pero la tranquilidad duró muy poco: el emperador almorávide, Yusuf ben Tashfin, se entera de la caída de Valencia y ordena formar inmediatamente una expedición de rescate. La mandará otro sobrino deYusuf:YusufAbu Abdullah Muhammad. Esta vez los almorávides no irán hasta Valencia por tierra, camino que ya les había costado muchos sinsabores, sino por mar. Es el 13 de septiembre cuando un enorme ejército almorávide desembarca en Cuart de Poblet, a pocos kilómetros de Valencia. ¿Cuántos son los invasores? Los cálculos más realistas arrojan la cifra de 30.000 hombres. En todo caso, muchos para los 2.500 caballeros y 7.000 infantes que componían las huestes del Cid. Así empezaría la decisiva batalla de Cuart.

La batalla de Cuart fue un prodigio de movilidad y astucia. Vale la pena examinarla con atención, porque nos dice mucho sobre cómo se combatía en la época y sobre cómo actuaba el Cid. Rodrigo tenía en ese momento dos problemas serios. Uno, la existencia en el interior de Valencia de una facción pro almorávide que a la menor oportunidad iba a abrir la puerta a los sitiadores. El otro problema era la inferioridad numérica: los sitiadores eran muchos más que los defensores. En esas condiciones, ¿qué hacer?

Lo que el Cid hizo fue combinar guerra psicológica, astucia y lo que hoy llamaríamos «acción de comandos». Rodrigo conocía bien las debilidades de la tropa almorávide: su tendencia al desorden y las rencillas que oponían a sus distintas facciones. También sabía de su escasa destreza en las batallas de asedio. Así las cosas, lo primero que hizo fue pregonar a los cuatro vientos que había pedido refuerzos a Alfonso VI y Pedro de Aragón, sembrando el desconcierto entre los almorávides. Después, según algunas fuentes, organizó una salida nocturna simulando una huida; pero los fugitivos no huyeron, sino que cabalgaron río arriba y abrieron las compuertas de todas las acequias cercanas, convirtiendo el campo en un cenagal.A todo esto, algunos refuerzos llegaron: parece que el propio Pedro de Aragón compareció, en efecto, con sus huestes enValencia.Y con todo esto, ya estaba el escenario preparado para la acción final.

Con el enemigo dividido y atemorizado, y el campo impracticable, en la mañana del 25 de octubre el Cid salió de la ciudad. Era un ataque contra la masa almorávide. ¿Un ataque suicida? No. En un momento determinado, el Cid y sus jinetes dan media vuelta y huyen hacia Valencia. Y en ese instante aparece tras las filas almorávides un enjambre de guerreros cristianos: era el grueso de la hueste del Cid, oculta desde la noche anterior, que se precipitaba sobre el campamento enemigo. Una táctica que el Cid había aprendido de los propios musulmanes y que se llamaba «tornafluye». La maniobra fue decisiva: la retaguardia almorávide quedó desecha; su campamento, desmantelado; su vanguardia, desordenada. El Cid había vuelto a ganar.

La victoria de Cuart dio al Cid lo que buscaba: se convirtió en un auténtico rey sobre un territorio enteramente suyo. Pero las consecuencias de la victoria iban mucho más allá de su ambición personal: con Valencia en sus manos, surgía en la Península un grueso escudo contra los almorávides que comprendía, aproximadamente, las actuales provincias de Cuenca, Teruel,Valencia y Castellón. Al norte, la taifa de Zaragoza quedaba libre de la presión almorávide.Y en la parte cristiana, el Reino de Aragón y el condado de Barcelona encontraban un aliado de indudable valor.

Rodrigo Díaz de Vivar era perfectamente consciente de todo esto. Inmediatamente tomó los castillos de Serra y Olocau para asegurar las rutas de Valencia hacia el norte, y mandó embajadores para que todos conocieran la nueva situación. Pero otras muchas cosas estaban pasando en España en aquel momento, cosas que nos llevan a otros puntos del mapa. Y hay que contarlas.

De Lisboa a Gandía, pasando por Huesca

Otras cosas pasaban en España, sí. Porque en Toledo nace un heredero de León mientras, en Lisboa, los cristianos pierden la ciudad, y al mismo tiempo en Huesca muere un rey de Aragón y Navarra.Vamos a ver todos estos asuntos uno por uno.

¿Alguien se acuerda de Zaida, la viuda de Fath de Córdoba, que ante la ofensiva almorávide había corrido a refugiarse en Toledo con buena parte del tesoro real? Aquella mujer, joven, bella y sola, había dejado al rey Alfonso VI completamente trastornado. El matrimonio de Alfonso con Constanza de Borgoña no iba bien: la reina, enferma, no había podido darle hijos.Y Alfonso se precipitó sobre Zaida como quien encuentra un oasis en el desierto. La vida misma, en fin. Pero ocurre que, además, este oasis dio un fruto inesperado: un hijo varón, de nombre Sancho. Era el primer hijo varón que tenía Alfonso.Y a este pequeño Sancho Alfónsez, nacido a finales de 1093 o principios de 1094, iba a corresponderle nada menos que la herencia del trono: León, Castilla, Galicia y el Reino de Toledo.

Al rey Alfonso debió de alegrarle mucho tener por fin un heredero: pasaba ya de los cincuenta años y no podía perder el tiempo. Pero en estos años, a decir verdad,AlfonsoVl va a tener más sinsabores que otra cosa. Para empezar, en el otoño de 1094 recibió una noticia sumamente desagradable: los almorávides habían recuperado Lisboa. ¿Qué había pasado?

Lo que pasó en Lisboa fue que el emperadorYusuf, con el mapa en la mano, había constatado que para controlar el oeste de España no bastaba con apoderarse de la taifa de Badajoz, sino que era preciso recuperar la línea del Tajo y su desembocadura, es decir, Lisboa. En Lisboa estaba Raimundo de Borgoña, el yerno de Alfonso: aquel mocetón que llegó a León como cruzado y que había terminado casándose con una hija del rey. La misión de Raimundo era sostener la línea del Tajo, ocupada por los leoneses ante el retroceso de la taifa de Badajoz. Todo indica que Alfonso se proponía crear en tierras portuguesas un señorío con identidad política propia, por supuesto sujeto a la corona leonesa, pero bajo gobierno de su yerno borgoñón. Raimundo, sin embargo, no pudo resistir: los almorávides concentraron allí toda su presión y los leoneses tuvieron que abandonar sus posiciones. Fue un revés considerable.

Pero hubo muchas más cosas importantes en aquellos años, y una de ellas era capital: la muerte de Sancho Ramírez de Aragón y Navarra. El hijo de Ramiro, el rey fundador, había llevado a cabo una paciente y tenaz tarea de repoblación hacia el sur.A la altura del año 1094 Sancho pasaba ya la cincuentena y tenía al alcance de la mano su objetivo más preciado: Huesca, que pondría a su disposición una enorme zona llana y los consiguientes recursos agrícolas. Sancho Ramírez sometió a la ciudad a diversos asedios.Y fue en uno de ellos cuando una certera flecha vino a clavarse en el cuerpo del rey. Era el 4 de junio de 1094.Así murió Sancho Ramírez, rey de Navarra y Aragón.

A Sancho le heredó su hijo primogénito, Pedro, un tipo de la misma hechura que Sancho y que el viejo rey Ramiro: buen político y guerrero obstinado. Pedro, casado con la dama francesa Inés de Aquitana, no había cumplido aún los treinta años cuando llegó al trono. Desde un tiempo atrás su padre le había encomendado el gobierno de Sobrarbe y Ribagorza a título de rey. Después había prodigado las acciones guerreras, al ritmo que marcaban la invasión almorávide y la alianza aragonesa con León. Ahora su primera preocupación será acabar lo que su padre había empezado: la conquista de Huesca.

Huesca era una ciudad relativamente autónoma, pero dependiente de la taifa de Zaragoza. Su conquista representaba, por tanto, un problema diplomático, porque Zaragoza seguía gozando de la protección leonesa. Inevitablemente la ofensiva contra Huesca iba a enfrentar al rey de Aragón y Navarra —ambas seguían bajo la misma corona— con Alfonso VI de León. Aún así, la plaza era vital para los aragoneses. Pedro acudió al auxilio papal; no en vano Aragón se había declarado vasallo de la Santa Sede. Consta que el arzobispo de Burdeos,Amado, viajó al sitio de Huesca como legado papal. También, naturalmente, acudieron numerosos cruzados europeos. Huesca tenía que caer.

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