Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval (58 page)

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Authors: José Javier Esparza

Tags: #Histórico

BOOK: Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval
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Los años siguientes fueron de intensos combates.Veremos al Cid entrando por primera vez en tierras valencianas, sometiendo Morelia y poniendo de nuevo en peligro los territorios de al-Mundir, el hermano rebelde del rey de Zaragoza. Dicen que fue allí donde, a la altura de Olocau del Rey, el Cid derrotó a las tropas de Sancho Ramírez de Aragón, enviadas en socorro de al-Mundir. Es muy posible. Pero en ese momento las preocupaciones de Sancho estaban en otro sitio. Aprovechando la coyuntura, Sancho Ramírez da un paso de gigante y toma las fortalezas que desde tiempo atrás ansiaba: Graus,Ayerbe, Bolea,Arascués,Arguedas. Con esas plazas en su poder, Sancho de Aragón tiene al alcance de su mano Barbastro, Huesca y Tudela.

Y mientras tanto, cosas extraordinarias empezaban a ocurrir en Toledo. Cosas que también afectarían a Rodrigo Díaz de Vivar.

Toledo vuelve a ser cristiana

Fue en mayo de 1085. Toledo, la vieja ciudad romana, la misma que había sido capital del reino hispanogodo, iba a volver a ser cristiana. Alfonso VI de León tocaba así la cumbre de la gloria: con más razón que nunca podría atribuirse el título de emperador.

La reconquista de Toledo fue un acontecimiento capital que saltó las fronteras españolas. Para la Europa cristiana, significó un triunfo colectivo. Para el mundo musulmán, un toque de alarma.Y en cuanto al proceso de la Reconquista, representaba un salto muy importante: el escenario principal dejaba de estar en el valle del Duero, al norte del Sistema Central, y pasaba ahora al sur de las montañas, en torno al valle del Tajo. Realmente comenzaba una época nueva. Pero empecemos por el principio: así se tomó Toledo.

AlfonsoVI, recordemos, había estado acogido a la hospitalidad de Toledo en los tiempos de su exilio. Allí trabó una excelente relación con el rey moro al-Mamún, pero nadie ignoraba que el rey cristiano, tarde o temprano, sentiría el deseo de recobrar la vieja capital visigoda, la cabeza de la España perdida.Varias leyendas hablan de cómo Alfonso, en sus meses de exilio toledano, concibió la idea de recuperar la ciudad. Así lo cuenta, por ejemplo, Jiménez de Rada:

Cierto día Alfonso bajó con al-Mamún a los jardines para dar un paseo y junto a ellos se sentó un grupo de árabes, y al contemplar la perspectiva de la ciudad, comenzó a divagar en voz alta sobre cómo podría una ciudad tan importante volver a manos cristianas. Pero cuando, hartos de estar tanto tiempo sentados, reanudaron el paseo por el jardín, el rey Alfonso se sentó al pie de un árbol a descansar; y como fingiera estar dormido, el rey al-Mamún continuaba hablando con sus árabes sobre si una ciudad tan poderosa podía ser asaltada de alguna forma. Uno le contestó así: si esta ciudad se viera privada durante siete años de sus huertas y sus viñas, podría ser capturada al faltarle los víveres. Al oír esto, Alfonso lo guardó en el fondo de su corazón.

Otro día en que Alfonso estaba descansando sentado junto a al-Mamún, empezaron a erizársele los cabellos y al-Mamún intentó contenerlos con sus manos. Pero cuanto más los presionaba más se erizaban los cabellos.Y al darse cuenta de esto los sabios árabes, aconsejaron al rey que diera muerte a Alfonso, puesto que esa señal indicaba que se convertiría en el dueño de la ciudad. Al-Mamún no quiso romper la palabra dada, pero le hizo jurar que mientras él viviera no atacaría las fronteras de su reino, y el rey Alfonso se lo juró de buen grado.

Alfonso fue fiel a su palabra. Nunca atacó Toledo mientras allí reinó al-Mamún.Y cuando éste murió y tomó la corona su hijo al-Qadir,Toledo siguió beneficiándose de la protección del rey de León. Pero ya hemos contado aquí lo que pasó después: hondas divisiones entre los musulmanes, rebeliones, conspiraciones —en Toledo mataron al visir Ibn al-Hadidi, por ejemplo—, al-Qadir pierde la corona y, finalmente, el moro toledano se echa en brazos de Alfonso. Entonces vino el pacto: Alfonso ayudaría a al-Qadir a recuperar su reino, desde Toledo hasta Valencia, pero, una vez completada la operación, Toledo sería para el rey cristiano.Y el desenlace tenía fecha prescrita: cuatro años.

En el otoño de 1084, varios meses antes de que se cumpliera el plazo Alfonso VI plantó sus tiendas ante Toledo. Lo hizo en la Almunia al Mansurah, la huerta real, junto al Tajo. El campamento de Alfonso se convirtió en el verdadero centro del reino. Allí recibió el rey cristiano a los embajadores moros para negociar la capitulación.

Las condiciones fueron generosas. Los habitantes moros de Toledo serían libres de permanecer en la ciudad bajo dominio cristiano o de marchar a otro lugar con todos sus bienes. Si alguno marchara y después quisiera regresar, se le reconocerían todas sus propiedades. En cuanto a la mezquita mayor, no se cristianizaría, sino que permanecería reservada para el culto islámico. Era evidente que a Alfonso le interesaba, ante todo y sobre todo, poner el pie en la capital: poder proclamar que Toledo volvía a ser la España cristiana, incluso con una porción de población musulmana. El 6 de mayo de 1085 quedó firmada la capitulación de Toledo. Alfonso VI ya podía hacer su entrada triunfal.

El rey cristiano entró en Toledo el 25 de mayo de 1085. Fue un acontecimiento de resonancia internacional. La vieja capital de los reyes godos volvía a la cruz.Y no sólo la capital, sino todo el territorio del reino toledano. En la Europa cristiana se alabó la proeza de Alfonso. En la España musulmana, por el contrario, se desató una ola de pavor. Significativamente, Alfonso no quiso proclamarse emperador en Toledo, aun cuando el título le correspondiese como cabeza de la corona leonesa. ¿Por qué? Corrieron rumores según los cuales Alfonso no se había coronado emperador en Toledo porque esperaba hacerlo en la mismísima Córdoba, la capital de la España mora, cuya conquista consideraba inminente. Nada permite asegurar que esto fuera realmente así, pero el mero hecho de que el rumor surgiera ya es elocuente: indica hasta qué extremo se consideró decisiva la reconquista de Toledo.

Recuperada la ciudad, Alfonso nombró a sus delegados. El gobierno local sería desempeñado por un mozárabe portugués formado en Córdoba y Sevilla, el conde Sisnando Davídiz, el mismo que veinte años antes, hacia 1064, había entregado Coímbra a Fernando 1. La reina Constanza, la esposa de Alfonso, una dama de Borgoña, también quiso hacer su propia contribución y apoyó firmemente a la orden de Cluny para que tomara en sus manos la dirección religiosa de la ciudad. Así se convierte en arzobispo de Toledo el monje cluniacense Bernardo de Sauvetat, hasta entonces abad del monasterio de Sahagún.

Bernardo fue nombrado arzobispo por el papa Gregorio VII, que murió el mismo día de la conquista de Toledo, y confirmado después por su sucesor, el papa Urbano II. Este papa Urbano hizo algo más: restauró la sede toledana como primada de España, y además lo hizo expresamente en nombre de la herencia visigoda. La atmósfera de Reconquista lo envolvía todo. En la misma línea, los cluniacenses, siempre apoyados por la reina Constanza, burlaron las cláusulas de las capitulaciones y se adueñaron de la mezquita de Toledo para convertirla en catedral. La mezquita había sido iglesia obispal de Toledo antes de la invasión musulmana; ahora volvía a ser cristiana. Serán estos mismos cluniacenses los que, muy pocos años más tarde, emprenderán la tarea de reconstrucción cultural que pasará a la historia como «Escuela de Traductores de Toledo».

Quedaba pendiente un problema: el pacto de Alfonso con al-Qadir incluía que éste quedaría como rey de la taifa de Valencia. Fue cosa hecha a partir del mes de junio de ese mismo año: las tropas castellanas, al mando de Álvar Fáñez, un hombre vinculado al Cid, llevaron literalmente a al-Qadir hasta Valencia, donde se coronó al año siguiente. Reinará allí durante seis años.Volverá a aparecer en nuestra historia.

El dominio de Toledo convirtió a Alfonso VI en dueño de todo el norte del valle del Tajo. Sin perder un minuto ocupa y fortifica plazas como Talavera, Madrid y Guadalajara. Las huestes leonesas empiezan a presionar también en dirección a Córdoba, Badajoz y Zaragoza. Los diplomas hablan ya de Alfonso como emperador, y lo hacen con dos fórmulas: «Emperador de toda España» y «emperador sobre todas las naciones de España». En teoría, el título implica el dominio también sobre los reinos musulmanes.Y en la práctica, supone que los otros reinos españoles se pondrán bajo la protección de Alfonso cuando sufran problemas. En Barcelona, después del asesinato de Ramón Berenguer II, los nobles del condado deciden colocar al heredero, Ramón Berenguer III, bajo la protección del emperador. En Urgel, el conde Armengol IV ponía a su hijo —también Armengol— bajo la custodia del rey castellano. Nunca un rey de León había sido tan poderoso.

Tanto poder sobrecogió a los musulmanes. La rebelión contra las parias, iniciada años atrás en Badajoz y Sevilla, quedó ahogada por la potencia leonesa. Ahora Toledo había caído.Y más aún: a la muerte de al-Muqtadir de Zaragoza, Alfonso VI se había permitido incluso poner cerco a la ciudad, gobernada ahora por al-Mustain II. Allí, en ese cerco de Zaragoza, se reconciliarán Alfonso y el Cid Campeador. Pero Zaragoza no cayó en manos del rey de León. Porque en ese mismo momento, y llamados por el rey moro de Sevilla, acababan de desembarcar en España unos nuevos enemigos: los almorávides.Y con esta gente se abría un nuevo y largo capítulo en la historia de España.

11

LA INVASIÓN ALMORÁVIDE
Y EL FINAL DEL CID

Llegan los almorávides

Bruscos cambios en la historia de la Reconquista. Alfonso VI acaba de tomar Toledo, lo cual supone una novedad trascendental. Bajo el impulso de la victoria, las tropas cristianas de León y de Castilla entran en Valencia, asedian Zaragoza y mientras ponen rumbo también a Badajoz y Córdoba. Toda la España mora puede caer de golpe.

Ante la inminencia del derrumbamiento, los reyes moros españoles buscan una salida desesperada: llamar en su socorro a los almorávides, el poderoso imperio musulmán que acaba de surgir en el norte de África. ¿De dónde había salido esta gente? ¿Quiénes eran los almorávides? Eso es lo que ahora vamos a ver.

Almorávide quiere decir al-morabitun, el morabito, que es el nombre que se daba a una suerte de ermitaños en el mundo musulmán. Los almorávides no eran un pueblo, una etnia, sino un movimiento religioso. Esta historia comienza en realidad muy lejos de nuestras tierras, en África, entre los ríos Senegal y Níger, aproximadamente donde hoy está Mali. Allí llegaron hacia finales del siglo ix los sanhaya, una tribu bereber del desierto, pastores nómadas que se establecieron en el borde sur del Sáhara,junto al reino negro de Ghana. Los distintos clanes sanhaya se organizaron y terminaron creando una especie de pequeño estado con capital en Aoudagost, en lo que hoy es el sur de Mauritania. Desde allí podían controlar tanto las zonas de pastoreo como las rutas caravaneras que se dirigían al norte.Y sobre esa base prosperaron.

En un determinado momento, quizá hacia el año 1035, un jeque sanhaya llamadoYahya ben Ibrahim viajó a La Meca y constató que el islam que practicaban sus súbditos estaba muy lejos de la verdadera orto doxia musulmana. En consecuencia, decidió llamar a un alfaquí,Abdala ben Yasín, para que predicara entre sus gentes el islam verdadero. Abdala era un rigorista malekí, es decir, predicaba una versión particularmente fundamentalista del islam. Como sus prédicas no tuvieron éxito, el alfaquí decidió escoger a un grupo de adeptos y con ellos se retiró a un ribat, que era una especie de monasterio fortificado. La fama del ribat de Ben Yasín creció mucho por sus exigencias de disciplina y rigor. Pronto fueron muy numerosos los monjes-soldado que acudían allí a purificarse.Y entre los que llegaron apareció un hombre fundamental: Yahya ben Omar, jefe de la tribu de los lamtuna, los hombres con velo, de los que descienden los actuales tuaregs, y su hermano Abu Bakr. Ellos se convertirán en los motores del movimiento almorávide.

La ola de rigorismo religioso se mezcló con una sucesión de turbulencias políticas, tal y como ocurre siempre en el islam desde los tiempos de Mahoma. El viejoYahya ben Ibrahim fue asesinado.Y el alfaquí Ben Yasín y los hermanos Ben Omar se hicieron con el poder, de manera que el movimiento almorávide se convirtió en la columna vertebral del país; un país que ya no se limitaba a las tribus sanhaya, sino que ahora había incorporado además a numerosos negros senegaleses.

¿En qué consistía la doctrina almorávide? En la práctica, los almorávides se distinguían por limitar el matrimonio a sólo cuatro mujeres libres; prohibían radicalmente el vino, de manera que en todas partes arrancaban las cepas; también prohibían la música y los placeres, porque eran causa de corrupción. Además, predicaban restablecer los impuestos coránicos, el tributo religioso que señalaba el libro sagrado de los musulmanes, y ningún otro impuesto más. Este tipo de normas levantaba grandes simpatías entre las clases populares, porque perjudicaba sobre todo a los ricos, y en particular a los refinados gobernantes del Magreb y Al-Ándalus. De tal forma que, mientras el resto del mundo musulmán se desintegraba, en el sur de Mauritania iba creciendo una potencia imparable.

Así comenzó a extenderse el Imperio almorávide, bajo la dirección religiosa del alfaquí Ibrahim benYasin y bajo el mando militar y político de los hermanos Ben Omar. A fuerza de guerra y en nombre del islam más puro, los almorávides se extienden hacia el norte.A la altura de 1056 ya han ocupado los valles del sur de Marruecos. En el interior del movimiento se producen cambios importantes: BenYasín muere en combate; Abu Bakr es desplazado por su primoYusuf benTashfin.Y esteYusuf será el gran constructor político del Imperio.

Yusuf ben Tashfin puso capital en Marrakech, tomó Fez y amplió sus dominios hasta el Estrecho de Gibraltar. Nada podía oponerse a los ejércitos almorávides, a sus vanguardias formadas por negros senegaleses que esgrimían espadas indias mientras aporreaban tambores de piel de hipopótamo. En cuanto a Yusuf, tampoco ningún caudillo musulmán podía superar en prestigio ni virtud a este anacoreta que se vestía con piel de oveja y se alimentaba de dátiles y leche de cabra, como los fundadores del islam. Hacia el año 1075,Yusuf está en el norte de Marruecos, a orillas del mar.Y contempla cómo, al otro lado del Estrecho, la España mora de las taifas se descompone.

Ya hemos contado aquí que al-Mutamid de Sevilla fue el primero en pedir ayuda aYusuf. Fue en 1077. En un primer momento, el almorávide desoyó la petición. Sin duda esperaba a que las taifas estuvieran más descompuestas todavía: como rigorista que era,Yusuf despreciaba en lo más hondo a aquellos reyezuelos corruptos que habían traicionado la letra y el espíritu del islam. El jefe almorávide desoyó una nueva petición en 1082. Pero nadie puede dudar de que la ambición final deYusuf ben Tashfin era precisamente pasar a España. En 1077 toma Tánger y Melilla. Inmediatamente pone sitio a Ceuta. La brava ciudad ceutí, romana, bizantina y goda antes que árabe, resistirá siete años, pero finalmente caerá también en 1084. E inmediatamente después,Yusuf recibirá la misma noticia que todo el mundo ha conocido: Alfonso VI de León ha reconquistado Toledo.

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