Microsiervos (3 page)

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Authors: Douglas Coupland

BOOK: Microsiervos
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La mayoría de los empleados consulta el WinQuote varias veces al día. Bueno, si tienes 10.000 acciones (y hay toneladas de empleados que tienen muchísimo más) y el precio sube un pavo, te sacas diez de los grandes; pero si baja dos dólares pierdes veinte de los grandes. Es un auténtico yo-yo psicológico. El último primero de abril a alguien se le ocurrió la inocentada de hacer fluctuar el precio unos cincuenta dólares y a la mitad del personal le dio un infarto.

Como yo he empezado muy abajo en la cadena trófica y he ido escalando puestos, no me han ofrecido muchas opciones de compra de acciones, como sí les pasa a los programadores y diseñadores de sistemas, a quienes inundan con opciones cuando empiezan. Las opciones que tengo no rendirán del todo nasta dentro de dos años y medio (las opciones tardan cuatro años y medio en rendir plenamente).

Las opciones de Susan lo harán al final de esta semana y piensa hacer una fiesta. Y luego piensa largarse. Hay en juego grandes fuerzas sociales que amenazan con disolver nuestro grupo.

Las acciones subieron 1,75 dólares el viernes. Bill tiene 78.000.000 acciones, lo cual significa que ahora es 136,5 millones de dólares más rico. Yo casi no tengo acciones, lo cual significa que soy un perdedor.

Actualización de noticias: Michael ya ha salido de su despacho. Es como si nunca hubiera tenido su episodio
geek
. Ha dormido ahí todo el día (algo habitual en Microsoft), usando su T-Rex inflable de
Parque jurásico
como almohada. Al despertarse, a primera hora de la tarde, me ha dado las gracias por haberle llevado los productos Kraft, y ahora dice que no piensa comer nada que no sea completamente bidi-mensional. «Ich bin ein Flatländer», me ha dicho mientras hojeaba la copia impresa del programa en el que había estado buscando errores. Karla me ha dirigido desde su despacho unos chasquidos de enfado con la lengua. A lo mejor está enamorada de Michael.

Más detalles de nuestra casa comunitaria: Nuestra Casa de Caprichosa Movilidad.

Como la casa casi no recibe sol, el musgo y las algas tienden a colonizar todas las superficies que pueden. Hay un cerezo afectado por un hongo. La galería de atrás, hecha con 2 X 4 sin tratar, se ha ido pudriendo poco a poco, y la puerta corredera de la cocina ha sido atrancada con un palo de hockey para impedir que los incautos se despeñen en el abismo suburbano.

El camino de entrada tiene seis coches. El Supra rojo cereza de Todd (su vida, lo poco que queda de ella), mi Hornet calabaza y cuatro Microsoftmóviles grises sin personalidad: un Lexus, un Acura Legend y dos Tauri (el plural
nerd
de Taurus). Me apuesto a que si Bill fuera a trabajar en un coche montable para niños todos los demás también lo harían.

Dentro, cada uno tiene su dormitorio. Debido a la rotación a lo MacDonald's de la casa, las habitaciones públicas —sala de estar, cocina, comedor y sótano— son tristes, por no decir algo peor. La atmósfera de residencia de estudiantes impide grandes ideas de diseño interior. En la sala de estar hay dos sofás de pana demasiado grandes y demasiado feos como para que se los llevaran algunos inquilinos desaparecidos hace mucho tiempo. Esparcidos por la alfombra verde de Tiki llena de borra hay:

• dos cojines de playa hinchables Microsoft Works PC

• un televisor Mitsubishi en color de 27 pulgadas

• varios frascos de vitaminas

• varias cajas de complementos alimentarios (mías)

• 86 ejemplares de
MacWEEK
dispuestos en orden cronológico por Bug Barbecue, que enloquecería si alguien se atreviera a sacarle un número de sitio

• seis saquitos rellenos para hacer juegos malabares de Microsoft Project 2.0

• juguetes de goma en forma de hueso para las visitas de Mishka

• dos ordenadores portátiles PowerBook

• tres tazas altas de IKEA con incrustaciones del batido que causó furor el mes pasado

• dos pesas de cinco kilos (de Susan)

• una caja de Windows NT

• tres gorras de béisbol (dos de los Mariners, una de los As)

• el álbum de cromos de
Galáctica, estrella de combate
de Abe

• el montón de libros de Todd sobre ¡cómo cambiar tu vida y triunfar!
(Salda tus cuentas con el pasado, 7 costumbres de las personas muy eficientes...)

La cocina está equipada con destartalados accesorios color verde aguacate de los años setenta. Casi se puede oír al fantasma de Emily Hartley, la modélica ama de casa de
The Bob Newhart Show
,
gritando «¡Hola, Bob!» cada vez que alguien abre la puerta de la nevera (un mar de imanes y fotos 10 x 15 de las fiestas del año pasado).

Nuestro correo está amontonado en pequeñas pilas junto a la puerta de entrada: facturas, correo basura relacionado con
Star Trek
y el montón de catálogos al lado del teléfono.

Creo que, si pudiéramos encargar nuestras vidas a través de los teléfonos gratuitos de prefijo 1-800, lo haríamos.

Mi madre ha telefoneado desde Palo Alto. En esta época del año siempre llama mucho. Llama porque quiere hablar de Jed, pero en la familia ninguno de nosotros es capaz de hacerlo. Lo hemos borrado.

Tenía un hermano más pequeño llamado Jed. Se ahogó cuando daba un paseo en bote por el estrecho de Juan de Fuca cuando yo tenía 14 años y él 12. Una víctima más en las estadísticas del Día del Trabajo.

Hasta la fecha, cualquier cosa que me recuerde el Día del Trabajo me pone la carne de gallina: el olor del salmón a la barbacoa, los salvavidas, los informes de tráfico de la Interestatal dados desde el helicóptero de Tráfico por la radio local, los lunes festivos. Pero ahí va un secreto: mi contraseña en el correo electrónico es
holajed
. Así que pienso en él todos los días. Era mucho mejor que yo con los ordenadores. Era mucho más
nerd
que yo.

Hoy mi madre tenía buenas noticias. Mi padre está citado el lunes a una reunión importante en su compañía. Piensan que es un ascenso, por lo bien que lo ha estado haciendo la división de IBM en la que trabaja (según los baremos de la casa: no pierde dinero por un tubo). Dice que me mantendrá informado.

Susan ha pegado notas impresas en láser en las puertas de nuestros dormitorios recordándonos que la fiesta es este jueves («Fiesta de Gracias a la Acción 1993»), lo cual es una indirecta para que limpiemos la casa. La mayoría trabajamos en el edificio Siete; el infierno de la entrega ha producido una grave crisis en los programas de limpieza.

Susan tiene 26 años y trabaja en Aplicaciones Mac. Si Susan fuera una concursante de
Jeopardy!
, su tabla soñada sería:

• lenguaje ensamblador 680X0

• gatos

• bandas
new wave
de principios de los ochenta

• «mi aventura secreta con Rob del Grupo Excel»

• frases de las matrículas de Estados Unidos

• guiones de
Los Monkees

• la muerte de IBM

Susan es una niña IBM y odia a esa compañía con furia. Según ella, es responsable de haberle arruinado la juventud trasladando a su familia ocho veces antes de que ella terminara el instituto; para acabarlo de rematar, la compañía despidió a su padre el año pasado durante una oleada de reestructuraciones. Así que, a sus ojos, cualquier catástrofe que le suceda a IBM nunca será lo bastante grave. Un amigo diseñador gráfico le hizo unas camisetas que dicen: «IBM: más débil que un pajarito, más tonto que un percebe.» Todos las llevamos. Le regalé una a mi padre las últimas Navidades, pero su reacción no fue demasiado entusiasta. (Yo no soy un niño IBM: mi padre enseñaba en la Universidad de Washington Occidental hasta que la sirena de la industria lo atrajo a Palo Alto en 1985. Algo muy de los ochenta.)

Susan es una verdadera máquina programadora; pero sus aptitudes están completamente desperdiciadas rehaciendo programas anticuados para algo así como la versión Macintosh al noruego de Word 5.8. La ética laboral de Susan resume perfectamente la ética de la mayoría de los empleados de Microsoft que he conocido. Recuerdo una conversación que mantuvo sobre ella con su hermana pequeña hace dos semanas y es más o menos como sigue: «El asunto no va de: “Estamos haciendo esto por el bien de la sociedad.” Siempre se trata del orgullo intelectual de sacar un buen producto... y ganar dinero. Si colocar un ordenador en todos los despachos y casas no produjera dinero, no estaríamos haciéndolo.»

Esto resume la mentalidad de la mayoría de gente de Microsoft que conozco.

Microsoft, como cualquier oficina, es un parque tematico de escalafones. He aquí un rápido informe:

• los proyectos rentables son galácticamente superiores en el escalafón a los proyectos perdedores (menos rentables)

• Microsoft at Work (Digital Office) es lo más atractivo del momento. A las compañías de la lista Fortune 500 se les cae la baba por el DO porque les permite reducir millones de trabajadores. El DO te permite operar desde el PC todo el material de oficina: fax, teléfono, fotocopiadora...

• los productos de éxito como Word son rentables pero no se consideran el último grito

• trabajar en el Campus supone un escalafón superior a estar relegado a una de las Siberias exteriores al mismo

• tener hardware con Pentium (construido pase lo que pase) en tu despacho es superior a tener un cacharro 486

• poseer conocimientos técnicos puntúa bastante

• ser arquitecto también puntúa mucho

• tener contactos billcéntricos puntúa muchísimo

• acabar tu producto a tiempo es quizá lo más enrollado (insértese aquí una oleada de ansiedad). Si acabas a tiempo te dan un Premio de Entrega: una placa de Lucite de 30 x 40 x 2 centímetros (debes fingir que no te importa). Michael tiene una, y hemos intentado varias veces destruirla: quemándola, lanzándola por el porche, sumergiéndola en acetona para disolverla. Nada funciona. Es tan permanente que da miedo

Más perfiles del resto de los inquilinos:

Primero Abe. Si Abe fuera un concursante de
Jeopardy!
, sus siete categorías soñadas serían:

• lenguaje ensamblador Intel

• compras al por mayor

• C++

• introversión

• «me gusta mi acuario»

• cómo tener millones de dólares y que eso no te afecte en la vida

• ropa sucia

• C++

• introversión

• «me gusta mi acuario»

• cómo tener millones de dólares y que eso no te afecte en la vida

• ropa sucia

Abe es como el banquero del Monopoly de la casa. Recoge todos los meses nuestros cheques para el casero, 235 dólares por cabeza. El tipo tiene millones y ¡vive de alquiler! Lleva en la casa desde 1984, cuando lo contrataron nada más salir del MIT. (Los demás llevamos aquí, como media, unos ocho meses.) Tras diez años programando, Abe no muestra por ahora signos de tener una vida propia. Parece satisfecho de estar a punto de llegar a los treinta (dentro de cuatro meses) sin otra cosa en su haber que una variedad de artilugios electrónicos último modelo y cajas de productos comprados en Costco en arrebatos de locura adquisitiva a escala de hipermercado.

(«¡Diez mil pajitas! Imagina, sólo valían 10 dólares. No tendré que volver a comprar pajas en toda mi vida.»)

Los productos se alinean en las paredes de su habitación dándole un aspecto de refugio antiaéreo.

Detalle adicional: en todas sus pantallas hay marcas secas de restos de estornudo. Ya podría comprarse 24 botellas de limpiacristales Windex.

El siguiente, Todd. Las siete categorías de
Jeopardy!
de Todd serían:

• tu cuerpo es tu templo

• gorras de béisbol

• comidas hechas con combinaciones de productos Costco

• padres psicóticamente religiosos

• sexo frecuente y superficial

• adicción a la consola de juegos Génesis de SEGA

• el Supra

Todd trabaja conmigo como téster. Es muy joven, tiene 22 años, la edad que solían tener todos los empleados de Microsoft. Sus únicos intereses son las chicas, la búsqueda de errores, el Supra y su cuerpo, que perfecciona religiosamente en el gimnasio Pro Club y al que aumenta con quesadillas de mantequilla de cacahuete, plátanos y bebidas enriquecidas con proteínas.

Todd está históricamente vacío. No conoce el pasado ni le importa conocerlo. Lee
Car and Driver
y recibe tres llamadas semanales de sus padres, que creen que los ordenadores son «la caja de la voz del Demonio» e intentan convencerlo de que vuelva a casa, a Port Angeles, y hable con el pastor de jóvenes.

Todd es el más divertido de todos los miembros de la casa porque es todo impulso y nada reflexión. También es el único que suele tener ropa limpia.

En caso de apuro, siempre puedes pedirle una camisa que no esté sucia.

Las siete categorías de Bug Barbecue serían:

• amargura

• nostalgia de Xerox PARC

• productos Macintosh

• más amargura

• amigos perdedores psicóticos

•jazz

• más amargura todavía

Bug Barbecue es el Hombre Más Amargado Del Mundo. Se dedica (como su nombre indica) a buscar
bugs, es
un depurador; trabaja conmigo en el edificio Siete. Su factor «vida propia» posee un valor cercano a cero.

La suya es la habitación más pequeña y oscura de toda la casa, y en ella mantiene dos pequeños altares: su Sinclair ZX-81 —su primer ordenador— y la supermodelo Elle MacPherson. Se asustaría si viera los centenares de pequeñas fotos, con las monedas, las velas y las pequeñas notas que le dedica.

Bug tiene 31 años, y se lo dice a todo el mundo. Si alguna vez le preguntamos algo del estilo: «Eh, Bug, ¿has visto el volumen 7 de mi
Inside Mac
?», hace una mueca de desprecio y contesta: «Está claro que perteneces a la generación que nunca se ha construido su propia placa madre ni ha tenido que inventarse su propio lenguaje.»

Oye, Bug, nosotros también te queremos.

Sin embargo, a Bug nunca le ofrecen acciones de la compañía. Cuando llega el día de pago y en nuestros casilleros aparecen esos sobres blancos con la inscripción en rojo «Personal y confidencial» y las opciones de compra de acciones en su interior, el de Bug siempre está, ay, vacío. A lo mejor están intentando deshacerse de él, pero es casi imposible despedir a alguien en Microsoft.

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