Read Mi vida en la formula uno Online
Authors: Jo Ramírez
El año de 1962 tal vez no fue el mejor año para Ferrari y en consecuencia no lo fue para Ricardo ni para mí. Aunque habían sido campeones el año anterior, se vieron limitados por una serie de problemas industriales en Italia ocasionados por sindicatos que frenaban el progreso y desarrollo de los autos, de modo que se perdieron algunas carreras. Ferrari había perdido a Carlo Chiti y a cinco de sus hombres clave, razón por la cual era el primer año para Eugenio Dragoni y Mauro Forghieri. El auto de 1962 era prácticamente idéntico al de 1961 y no existía continuidad en el trabajo.
La situación apenas mejoró durante el año y después del Gran Premio italiano, Enzo Ferrari no tuvo otra alternativa que retirarse de las carreras por el resto del año y se dirigió a sus pilotos en una carta en que los dejaba en libertad de correr en cualquier otra parte. Debió haber sido algo horrible para el
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tener que hacer algo así al final de una temporada de lo más desastrosa en la que Ferrari no ganó una sola carrera de campeonato.
Una de las carreras que Ricardo se perdió fue la de Mónaco y realmente nunca supimos la razón. Le dijeron que los organizadores no aceptarían una cuarta entrada de Ferrari puesto que ya tenían a Phil Hill, Willy Mairesse y Lorenzo Bandini y sólo había 16 autos en la carrera. Tal vez Ferrari sólo tenía tres autos, pero por supuesto Ricardo se sintió amargamente decepcionado; esperaba con ansia esa carrera, especialmente porque le había ido muy bien en Pau, que también era un circuito callejero. Tal vez el
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Ferrari quería darle una lección, puesto que pensaba que Ricardo había ocasionado el accidente en Holanda y como una forma de evitar que su entusiasmo juvenil le impidiera dar lo mejor de sí. Sin embargo, no teníamos ningún motivo para no creer en las razones que se habían dado, pues en años anteriores siempre había habido sólo 16 autos que arrancaban en Mónaco.
Ricardo no fue el único que se sintió decepcionado, sino también un montón de aficionados mexicanos que hicieron el viaje para ver correr a Ricardo en un circuito tan famoso, incluyendo a Sarita, Don Pedro y Pedro hijo con su esposa Angelina; y aunque no dejo de reconocer que Ricardo habría tenido una mejor actuación que Bandini o Mairesse, Ferrari terminó en segundo y tercer lugar, con Hill y Bandini, ¡y yo tuve más tiempo para visitar el casino!
Supongo que para alguien que nunca ha estado en el casino de Montecarlo, en especial alguien que venía de muy al sur de la frontera, siempre hay una especie de mística al respecto que sólo desaparece al estar ahí y ser capaz de decir después: "Estuve ahí, ya lo he hecho…". De modo que tuve que ir a apostar en las mesas mi dinero ganado con tanto esfuerzo y es cierto que existe algo así como suerte de principiante. No podía irme mal, sólo tuve que poner el dinero en mi curva y dejé el casino considerablemente más rico de como entré. Después de pasar un fin de semana maravilloso casi al estilo de los asiduos de Mónaco, no pude resistir la tentación de regresar al lunes siguiente, sólo para perder todas mis ganancias más un montón de dinero que no podía darme el lujo de ver desaparecer. Lo único que me quedaba eran los recuerdos de un fin de semana de reyes y la lección de mantenerme alejado de las mesas de apuestas. Hasta la fecha, nunca he vuelto a apostar mi dinero.
La siguiente carrera de Fórmula Uno fue en Spa-Francor-champs, uno de los circuitos más maravillosos del mundo, lo cual sigue siendo cierto, aunque ahora es más corto. Esta vez, Ferrari había inscrito cuatro autos y tocaba el turno a Bandini de quedarse en la banca. Ricardo condujo como un veterano para lograr una posición de podio detrás del Lotus 25, de Jim Clark, y del BRM P57, de Graham Hill, hasta dos vueltas antes del final, cuando de sus fosos le dieron la señal de dejar pasar a Hill, quien estaba en cuarto lugar, ¡pues era el Campeón del Mundo y tenía que acumular puntos! Ricardo iba pegado a la caja de velocidades de Hill cuando cruzaron la meta. Nada ha cambiado en Ferrari 40 años después.
Los problemas sindicales en Ferrari empeoraban, pues casi todas las semanas había una huelga general, de modo que sólo pudieron mandar un auto para Phil Hill al Gran Premio británico y ninguno al de Francia. Mientras tanto, yo estaba casi viviendo de la caridad y me vi forzado a ir a Milán, donde gracias a Bandini y al señor Gianni Restelli de Monza conocí a un constructor de Fórmula Junior, Wainer Mantovani, quien necesitaba mano de obra barata y no le importaba si yo tenía o no un permiso de trabajo.
Wainer fabricaba hermosos autos de Fórmula Junior, todos hechos a mano en su fábrica de Milán, aunque su taller era un desastre y él era un completo explotador. Sabía que yo estaba desesperado por trabajar y ávido por aprender y que sería difícil que encontrara trabajo en otro lado, así que asumió que estaría feliz de trabajar 18 horas diarias. Lo hice, pero el dinero era tan poco que no había forma de que pudiera pagar un lugar donde vivir y tenía que dormir en el piso de la fábrica. Yo estaba consciente de que Wainer se estaba aprovechando de mí, pero también me estaba dando una oportunidad ideal de aprender de la manera difícil; los chicos en el taller eran geniales porque eran muy entusiastas y todos los días sentían más confianza en mí y me encargaban tareas más difíciles.
Después de varias semanas de trabajo duro sin un solo día de descanso, unos amigos míos de Milán me invitaron a comer un domingo; pensé que me había ganado justamente un poco de tiempo libre así que dejé el taller a medio día. A la mañana siguiente el señor Wainer no estaba contento y me dio un fuerte regaño por haberme tomado la tarde libre, ¡y básicamente me corrió! Yo me sentía justificadamente resentido por su duro trato, pero no me hubiera perdido la experiencia. Disfruté ampliamente trabajar con los mecánicos y lo que había aprendido en esas pocas semanas fue invaluable.
Once años después en Monza yo era el mecánico de Jackie Stewart y ganamos el Campeonato del Mundo. Una de las primeras personas en llegar a los fosos a felicitarme fue Wainer Mantovani. Como nunca he sido de los que albergan resentimientos, no le tiré los dientes sino que le estreché la mano, ¡y aprecié el hecho de que hubiera seguido mis pasos!
Después de que me despidieron, fue momento de regresar a Módena y todo el mundo estuvo contento de verme, incluyendo al personal del hotel Palace donde Ricardo y Sarita tenían su suite permanente y de nuevo me ofrecieron un cuarto pequeño que ya había tenido antes, aunque seguía endeudado por mi alojamiento anterior. Mientras estaba en Módena, Ricardo y yo hacíamos largos paseos en bicicleta todas las mañanas, pues él amaba la comida y tenía tendencia a subir de peso, algo que el
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siempre usaba para molestarlo. En aquellos días los pilotos no eran fanáticos de mantenerse en forma, como ahora.
El Gran Premio francés había pasado sin participación de Ferrari y con un solo auto en el británico, pero yo estaba a tiempo de ir a Nürburgring para el Gran Premio alemán. Baghetti iba en un pequeño avión privado que pertenecía a un amigo rico y llevaba consigo a Ricardo y Sarita Rodríguez. Como no había espacio para mí y era demasiado tarde para arreglar otro tipo de transporte gratuito, me vi obligado a permanecer en Módena, para mi gran tristeza. Ricardo fue el único piloto de la Ferrari en terminar, en sexto lugar, en una carrera muy húmeda. Fue el mejor calificado de Ferrari a pesar de conducir el auto más viejo de los cuatro.
Mientras estaba en Milán, Ricardo y Pedro fueron a Le Mans para la carrera de 24 horas donde tuvieron una valiente actuación compartiendo el liderato con Hill y Gendebien (quienes al final ganaron en un 330LM V12 de 4 litros) hasta las primeras horas del domingo, cuando su pequeño Ferrari 246SP V6 de 2.4 litros sufrió un problema incurable en la transmisión.
La nota más brillante del mes fue cuando Juan Manuel Fangio, mi héroe de todos los tiempos, llegó a Módena a visitar a sus viejos amigos. Al conocer al gran hombre en Milán tiempo atrás con Ricardo, dijo que en su camino a Módena iba a ponerse en contacto conmigo para presentarme con los jefes de Maserati y, fiel a su palabra, dejó una nota para mí en el hotel. Ése era el tipo de hombre que era. Me encontré con él en el hotel Real Fini y me llevó a conocer al ingeniero Alfieri, quien aceptó contratarme si yo me las arreglaba para conseguir el permiso de trabajo con una carta escrita por ellos.
Con una oferta de trabajo sólida de Maserati y una carta en la mano, me dispuse a organizar mi permiso laboral. Hasta ese momento todos me había dicho que era una tarea muy difícil y que sólo unas cuantas personas se las arreglaban para salir airosas de la complicada burocracia italiana. Pero no había llegado tan lejos para darme por vencido ahora y después de unos cuantos viajes a Bolonia y Roma, para hablar con la gente pertinente, mi permiso llegó y para octubre de 1962 ya era un trabajador oficial de Maserati.
Mi último Gran Premio de F1 con Ricardo fue en Monza. Por desgracia, ese año no fue como el anterior cuando Ferrari era competitivo y Ricardo, en su primer Gran Premio, calificó su auto en primera fila después de Wolfgang Von Trips por apenas 0.1 de segundo y muy adelante del resto de los pilotos de Ferrari. En esa época, Ricardo se preguntaba incrédulo: "¿Por qué otros pilotos de Ferrari me preguntan qué velocidad estoy usando en
Lesmo
o la
Parabólica
? Ellos me preguntaban, pero nunca he estado aquí antes, ésta es mi primera vez en un auto de Fórmula Uno".
Han sido unos cuantos los pilotos jóvenes que empiezan en Fórmula Uno: Mike Thackwell fue el más joven, luego Ricardo y Chris Amon, ninguno de los cuales había llegado a los 20 años cuando corrieron su primer Gran Premio. En estos días, Fernando Alonso, Jenson Button y Rubens Barrichello, pero tal vez Ricardo fue el más impresionante de todos y quizá su debut presagiaba la historia de su breve y trágica carrera en Grandes Premios.
En la carrera de 1961, la bomba de combustible de Ricardo falló después de 13 vueltas y afortunadamente no estuvo involucrado en el trágico accidente de Von Trips; sin embargo, fue la primera vez que sintió de cerca la muerte y estaba impresionado, recordando durante el almuerzo cómo Von Trips le había dicho que sólo hiciera una comida ligera antes de la carrera, pues de otro modo le darían ganas de vomitar con las fuerzas G en la
Parabólica
o la
Curva Grande.
Von Trips era un aristócrata alemán y muy buen amigo de Ricardo quien, de no haber sido por el choque, sin duda habría sido el Campeón Mundial en 1961. Aunque Enzo Ferrari quedó devastado por el accidente de Von Trips, a la larga se beneficiaría del mercado estadounidense, cuando Phil Hill se convirtió en el primer piloto de esa nacionalidad Campeón del Mundo de Fórmula Uno.
En 1962, los Ferraris no figuraron para nada en los lugares principales y en la carrera sólo Mairesse y Baghetti terminaron en cuarto y quinto lugar de los cinco autos inscritos. Después de esta carrera, Ferrari se retiró de la Fórmula Uno por el resto del año debido a las disputas sindicales italianas que habían detenido el desarrollo de los autos Fórmula Uno. En consecuencia, los pilotos pudieron hacer lo que quisieron durante el resto de la temporada. Así, sin desearlo , Ferrari contribuyó a la muerte prematura de Ricardo, pues éste aprovechó la oportunidad para inscribirse en el Gran Premio mexicano, su carrera local con el equipo Lotus de Rob Walker, puesto que Stirling Moss no había sido capaz de volver a tomar el volante después de su choque en Goodwood.
Enzo Ferrari no estaba muy complacido con la idea de que Ricardo manejara un Lotus, porque quería que siguiera conduciendo para él en 1963; pero entendía su deseo de conducir un auto competitivo en su primer Gran Premio en su país.
El
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no sabía que Ricardo tenía planes de conducir para Walker o para su amigo el conde Giovanni Volpi de Misurata, quien estaba formando el nuevo equipo Scuderia Serenissima para 1963.
Después de Monza, regresamos a Módena sólo por unos días, puesto que a Ricardo le habían ofrecido 10,000 dólares y boletos para regresar a México para una carrera de Fórmula Junior, sobre su Cooper T56-BMC. Ricardo y, en especial, Sarita eran compradores compulsivos y simplemente no tenían suficientes maletas para guardarlo todo después de unos meses en Europa; así que heredé un guardarropa completo nuevo, pues lo único que no me quedaba de su ropa eran sus pantalones; pero recibí muchos zapatos, camisas y chaquetas así como su bicicleta y uno de sus cascos amarillos, gogles, guantes y trajes de competencia.
Llevé a los dos a Milán donde se reunieron con Bandini, Margarita, su novia, Baghetti, también con su novia Pupa, y cenamos en una
trattoria
popular donde todos pusimos nuestro nombre en la pared alrededor de un escudo del
Cavallino Rampante
de Ferrari (a menudo me pregunto si seguirán ahí), y luego al aeropuerto para la triste despedida. Ricardo y Sarita habían sido más que simplemente amigos, eran como un hermano y una hermana para mí y sabía que los iba a extrañar mucho. En la despedida, Ricardo dijo que si lograba hacer un trato con Rob Walker para 1963 o con el nuevo equipo del conde Volpi, definitivamente iba a haber un lugar para mí en el mismo.
Alf Francis era el hombre que dirigía el equipo Walker en nombre de Rob y había sido el mecánico principal de Stirling Moss durante varios años. Era un hombre muy seguro y obstinado, de origen polaco, que realmente conocía su trabajo. Me reuní con él en numerosas ocasiones cuando venía a Módena en busca de partes; le gustaba beber y ni yo ni mi amigo neocelandés Bob Wallace podíamos seguir su ritmo en el bar. Alf escribió el primer libro de un mecánico en las carreras y se volvió muy famoso, en especial entre los extranjeros, como yo, que queríamos seguir sus pasos. Para nosotros, el libro de Alf era la Biblia y todavía atesoro mi ejemplar.
Para el Gran Premio mexicano, el Lotus 24 llegó tarde y fue armado con prisa, pues Ricardo se desvivía por conducir en las primeras pruebas no oficiales, cuando se enfrascó en un duelo amistoso con John Surtees por la vuelta más rápida. Por desgracia, Ricardo no regresó.
Yo estaba trabajando en Maserati cuando un colega me dijo que había escuchado por radio que Ricardo había tenido un accidente y poco después dos personas me dijeron que había muerto. En ese momento, corrí como loco al hotel Palace para ver si tenían alguna noticia y llamé a Franco Gozzi, el oficial de prensa y mano derecha de Enzo Ferrari, con quien hasta la fecha conservo una gran amistad. No me pudo confirmar ninguna noticia, mientras estaba yo sentado en el vestíbulo bebiendo un café cargado la secretaria del hotel me llamó a gritos: "Ramírez, hay una llamada telefónica para ti". Temiendo lo peor, rompió a llorar.