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Authors: Fabio Fusaro

Tags: #Autoayuda

Mi ex novia (3 page)

BOOK: Mi ex novia
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—Por favor… no vuelvas a hacer esto. Ya te dije que necesito estar sola. No me presiones.

Todavía tenía muchas cartas por jugar. Flores, cartas, pasacalles…

Ella cumplía años al mes siguiente. Ese día tendría vía libre para llamarla, por supuesto.

Además, Maggie tenía cosas de él en su casa. Unas fotos, unos CDs… si no se las había devuelto era porque no pensaba que la ruptura fuera definitiva. Era arriesgado dar el golpe de efecto de pedirle las cosas. A ver si todavía ella le decía: «Cómo no, pasa a buscarlas». Eso sería la muerte.

—No puede ser. ¿Cómo va a estar saliendo con un compañero? Ella quería estar sola… estaba confundida. Además, me ama. Si quisiera estar con alguien estaría conmigo —le dijo Carlitos al imbécil de un amigo que le vino con el chisme.

El teléfono de Maggie sonó en plena madrugada.

—Me dijo Matías que estás saliendo con un compañero… Eso no es cierto, ¿verdad?

—Carlitos… son las dos de la mañana…

—Contéstame, nada más… decime que no es cierto y me quedo tranquilo y no te molesto más.

—Carlitos… yo no tengo que darte explicaciones de nada. Y lo que yo haga con Marcelo no son asuntos ni tuyos ni de tu amigo.

—¿Marcelo? ¿Se llama Marcelo? ¿Y desde cuándo…?

—Tuuu tuuu tuuu tuuu.

Tal vez esta historia te resulte familiar. Posiblemente no en su totalidad, pero es muy probable que te sientas identificado con buena parte de ella.

Y es lógico.

En muchos párrafos pareciera que estoy relatando tu caso, ¿o no? ¿Seré adivino? ¿Te habré estado espiando?

No. Nada de eso. Simplemente sucede que todas las mujeres son como Maggie. Y que todos los hombres, aunque nos duela admitirlo, somos medio Carlitos.

Capítulo 2: Entender a las mujeres

«El cerebro femenino funciona de manera diferente del nuestro. Por eso jamás lograremos entenderlas.»

Queremos entenderlas. Es más… muchas veces creemos entenderlas.

Pero, ¿qué herramienta usamos para lograrlo?

Sus propias palabras.

Las escuchamos y de sus oraciones sacamos información supuestamente útil para complacerlas:

«A mí me gustan los hombres románticos».

«Sólo necesito un tiempo para aclarar mis pensamientos».

«Sos el hombre de mi vida… pero ahora necesito estar sola».

Si la forma de conocer a las mujeres es aprender de las cosas que ellas creen que quieren, estamos en el horno. ¿Cómo piensan las mujeres? Las mujeres no piensan.

Perdón: mejor dicho, no piensan de la manera en que nosotros pensamos.

Nuestros cerebros funcionan de forma diferente.

Los hombres pensamos de manera lineal. Las cosas de a una.

Ejemplo: tengo ganas de comer pan con manteca.

Voy a la heladera.

Busco la manteca.

La manteca no está.

Entonces pego el grito: «¿Dónde está la manteca?».

Y la respuesta femenina es obvia: «En la heladera».

Por más que la busquemos no la vamos a encontrar. Entonces vendrá la mujer, correrá un pote grande de vaya a saber qué cosa y allí estará la manteca. En lugar de estar en el compartimiento donde está siempre, está en otro estante detrás de un pote. Como para encontrarla.

Pero bueno, este ejemplo sirve para ver cómo los hombres pensamos las cosas de a una. Voy a la heladera, busco la manteca donde debería estar, no la encuentro, pido ayuda. Y en el medio, por supuesto, nada.

Si una mujer llega a la casa con ganas de comer pan con manteca, camino a la cocina escucha los mensajes del contestador, mientras pone la pava a calentar para acompañar las tostadas con un café, mete el pan en la tostadora, abre la heladera y, esté donde esté, va directo a la manteca y mientras se bate el café habla por el inalámbrico con una amiga. Como vemos, varias cosas al mismo tiempo.

Si a nosotros nos hablan mientras leemos el diario nos matan.

Las mujeres pueden tener comida en el fuego, cambiar al bebé, hablar por teléfono y seguir un programa en la tele, todo a la vez. ¿Son más inteligentes entonces las mujeres? Me reservo el derecho de responderlo más adelante.

Por ahora quedémonos con que nuestros cerebros y los de ellas funcionan de modo diferente. Pero… ¿por qué funcionan de modo diferente?

La respuesta es simple. Porque durante millones de años, en la prehistoria, los hombres fueron los encargados de salir a cazar para alimentar a sus familias, mientras las mujeres eran las encargadas de… pelotudeces varias.

El hombre debía ser muy cuidadoso, además de silencioso, porque en cada acto estaba arriesgando la vida. Si fallaba podía ser devorado por un bicho enorme, así que no podía estar pensando pavadas y tenía que concentrarse bien.

Las mujeres mientras tanto estaban en la cueva limpiando, cuidando a los hijos, haciendo ropa con las pieles que los hombres traían y, por supuesto, hablando y hablando y hablando sin parar. ¿Y de qué hablaban?

Dado que en aquella época no había televisión, ni radio, ni revistas, ni nada, no había mucho para comentar. Por lo tanto las mujeres hablaban de trivialidades. Boludeces, que le dicen.

Costumbre que mantienen hasta nuestros días.

Pero volviendo al tema de la forma de pensamiento masculino y femenino podemos asegurar que mientras el hombre piensa en forma lineal, las cosas de a una, la mujer piensa en forma contextual, muchas cosas a la vez. Y sus decisiones no son otra cosa que la resultante de varios pensamientos simultáneos que quizá ni ellas mismas saben que están teniendo.

Tal vez sea por eso que al momento de dejarnos digan que somos el mejor hombre que puedan tener. Probablemente lo digan en serio. Pero esa frase tan incoherente es la resultante de vaya a saber qué pensamientos.

Usando nuestro cerebro masculino, jamás entenderemos a las mujeres.

La única solución para entenderlas sería trasplantarnos un cerebro femenino, pero eso por ahora es imposible. Y el día en que sea posible dudo de que la cola para entrar en el quirófano llegue a la esquina.

Capítulo 3: La donna é Mobile

«La mujer es inconstante como una pluma en el viento.»

Muchas veces escuchamos que las mujeres son lo peor que hay… que son todas iguales, que son todas atorrantas, que son todas mentirosas. Pero un día, mágicamente, nos encontramos con una que es diferente del resto. Un ángel caído del cielo que da por tierra con todas esas falsas habladurías machistas.

Esa mujer se convierte en el eje de nuestra vida. Y nos brinda la seguridad de un amor eterno e incondicional. Muchas veces durante la relación podremos pensar que si la dejáramos se moriría. Porque, por lo que dice y por lo que demuestra, somos lo más importante para ella.

Y lo creemos. Lo creemos fervientemente.

La ópera Rigoletto de Giuseppe Verdi fue estrenada en Venecia en el año 1851. Estamos hablando de más de un siglo y medio atrás.

Ya en esa época se podía escuchar en Rigoletto la más tarde «popular» canción napolitana «La donna é mobile». La misma nos decía que las damas son impredecibles e inestables, «qual piuma al vento» (como pluma al viento), y que no es recomendable confiar en que sus afanes o entusiasmos sean de larga duración.

Por lo tanto, eso de que las mujeres han cambiado recién ahora, que la emancipación femenina, que Internet y que las pelotas, es falso.

Las mujeres fueron siempre iguales. Sólo que los hombres no queremos terminar de darnos cuenta.

Siempre creemos haber encontrado la perlita diferente.

Diferente hasta que sople un viento. Y cuidado que con esto no quiero decir que sean malas. Simplemente son mujeres. Y las mujeres son así.

Cuando nos pica un tábano inmediatamente pegamos el grito, le aplicamos un golpe y seguidamente decimos: «Qué tábano hijo de puta». En realidad, el tábano no es un hijo de puta. Es simplemente un tábano. Y los tábanos pican. Picar está en su esencia. Así de simple. ¿Siempre te va a hacer mal una mujer?

No. No siempre.

Un día vas a encontrar una que no te va a dejar, que te va a aceptar como sos, una con la que te vas a casar, tener hijos, etc., etc.

Pero… el hecho de que a vos no te haya dejado, que no te haya hecho sufrir, ¿la hace diferente del resto de las mujeres?

No.

En el mismo momento en que se está casando con vos por ahí hay un ex novio borracho, llorando por ella en la barra de un bar.

«Se está casando… ahora mismo se está casando… pero me amaba… cómo puede ser…»

Y cuidado. Con libreta de matrimonio y todo seguirá siendo potencialmente «mobile, qual piuma al vento».

Te preguntarás de qué vale saber todo esto ahora, que la mujer que amas ya no está a tu lado.

La respuesta es simple: siempre es bueno conocer el origen de las cosas para poder manejar mejor el futuro. Ahora mismo hay científicos investigando el origen del universo. Perfeccionando la teoría del «Big Bang», que dice que hace mucho tiempo algo que no existía explotó en la nada. En fin…

Alguno podrá decir que la traducción literal de «mobile» es «movible».

Sí… sí…, también.

Capítulo 4: La mujer ideal

«Ninguna mujer puede ser diferente a las mujeres.»

«Mi novia es diferente.» Ese pensamiento suele ser el comienzo de muchos dolores de cabeza. Empezamos una relación haciéndonos a la idea de que la mujer que conocemos es un pan de Dios, diferente del resto e incapaz de hacer algo que no esté dentro del manual de la novia fiel, sincera y enamorada.

Y por supuesto no sólo nos hacemos a esa idea al comienzo sino que con el correr del tiempo la vamos afirmando aún más. ¿De dónde sacamos esa certeza? Muchos hombres eligen creer eso simplemente porque les agrada, porque les hace bien.

Y porque pensar lo contrario representaría un miedo muy grande, imposible de soportar.

Buscamos tener la seguridad de que nuestra novia nos querrá por siempre y no sería capaz de engañarnos. Tener en mente la posibilidad de un abandono o un engaño nos pondría directamente paranoicos.

De esa manera damos por sentada la veracidad de sus afirmaciones cuando nos habla de su amor eterno y de su innata incapacidad de ser infiel.

Ninguna mujer puede ser diferente a las mujeres.

Cuando un hombre idealiza a una mujer se mete en un callejón sin salida. En ocasiones, cuando quiere encontrar una explicación a una situación determinada, se comporta como una mosca rebotando contra un vidrio.

Vayamos a un ejemplo. Si te compras un reloj sumergible y la primera vez que te tiras a la pileta se te llena de agua, no podes quedarte sentado diciendo: «No puede ser, era sumergible». Si se te llenó de agua es porque el que te lo vendió te cagó, o vos no supiste comprar.

Es entendible que si durante un par de años estuviste convencido de que era sumergible y se lo mostraste a tus amigos diciendo con orgullo: «Miren mi reloj… es sumergible doscientos metros», ahora te sientas defraudado.

En ese caso tenes dos opciones: llevarlo a la relojería para que te lo arreglen y seguir usándolo para saber la hora fuera del agua o tirarlo a la mierda.

Seguir convencido de que era sumergible no es una opción. O al menos es un pensamiento que te deja en el callejón sin salida que mencionaba antes. Sobre todo si revisando las inscripciones del reloj te das cuenta de que en ningún lado decía «sumergible».

Con las mujeres la cosa es aún más compleja, porque relojes sumergibles hay. Mujeres diferentes de las mujeres, no.

La idealización de una mujer puede llegar a extremos insospechados:

—Marcela estaba de novia desde hacía dos años cuando nos conocimos. Lo nuestro fue amor a primera vista y comenzamos una relación en esas vacaciones. A los dos meses de regresar ella dejó a su novio y a partir de entonces vivimos un romance de película durante un año y medio. Ella es la mujer de mi vida. Hace un tiempo que la noto distante y la semana pasada me dijo que necesitaba un tiempo sola para ver qué sentía realmente por mí. Yo la conozco bien y sé que ella me quiere y que sería incapaz de engañarme… y bla, bla, bla —me dijo un día Eduardo.

¿Es posible que Eduardo tuviera en los ojos una venda tan grande que ni siquiera pudiera recordar que lo que Marcela le está haciendo ahora a él ya se lo había hecho a su ex novio? ¿De dónde saca Eduardo la «incapacidad» de ella de mentir?

Ésa es la imagen que Eduardo eligió hacerse de ella y que ahora lo pone a las puertas de una situación inexplicable:

«¿Cómo puede ser que ella haga algo que es imposible que haga?».

La respuesta a esta paradoja está en la idealización que él hizo de su novia.

Hay hombres que luego de que su pareja los ha sometido a las infidelidades y humillaciones más inimaginables continúan diciendo: «Ella es la mujer ideal, sé que no voy a conocer a otra como ella, sólo quiero encontrar la forma de recuperarla».

Tu novia es como es. No como vos querés que sea.

Volvamos al caso del reloj.

¿En qué momento estuvo el error? ¿En el momento de la compra? ¿En todo el tiempo en que sin ninguna garantía escrita viviste convencido de que era sumergible? ¿O en el momento de tirarse a la pileta?

El error estuvo sin dudas en toda la fase previa a la zambullida. En el convencimiento de que algo es lo que no es. De otra forma todo debería haberse resumido a un comentario del tipo: «Qué reloj de mierda… se me llenó de agua».

Una novia puede ser muy linda, puede hacer el amor bárbaro, puede ser muy buena con vos, puede demostrarte muchísimas veces su cariño, puede asegurarte de palabra, como un vendedor de relojes, que nunca va a dejarte, que no existe la posibilidad de que se fije en otro y que juntos van a tener una vida de cuento de hadas. Pero, como consejo, no dejes de leer la garantía para asegurarte de que todo lo que ella te dice, y que al mismo tiempo vos querés creer, sea cierto.

¿Cómo? ¿No viene con garantía escrita?

Caramba… mira vos.

Capítulo 5: El amor es ciego

«Estaba en la casa de mi novia y llamó por teléfono el novio», me escribió un día Pablo, un lector, vía e-mail. La mina lo había dejado por otro y él seguía en contacto. Tanto era así que la iba a visitar a la casa. Como todavía algunas veces tenían acercamientos sexuales en los que ella le daba esperanzas de que todo volvería a ser como antes, él no terminaba de asumir que ya no era la novia sino la ex novia. Y como ella ya estaba saliendo con otro, era lógico que sonara el teléfono de la casa y que quien estaba del otro lado del cable fuera «el novio de su novia».

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