Authors: David Brin
Milagro entre milagros, Charlie pareció conforme.
—De acuerdo, muy amable de su parte —murmuró—. Estoy seguro de que se lo agradecerás por mí. ¡Y dime! Cuando Keepiru esté conectado, ¿no podría localizar ese parásito intermitente que recibimos del robot? No me gusta, y está empeorando.
—Sí, señor. Se lo pediré.
El chimpancé se frotó el ojo derecho con el dorso de su peluda mano y bostezó.
—Escucha, Toshio —dijo—. Lo siento, pero en verdad necesito un descanso. ¿Te importa que terminemos con esto un poco más tarde? Te llamaré después de la cena y responderé entonces a todas tus preguntas. ¿Vale? De acuerdo. ¡Hasta luego!
Charlie se inclinó hacia adelante y la imagen holo desapareció.
Toshio se quedó un momento con la mirada clavada en el espacio vacío, algo aturdido.
¿Importarme? ¿Si no me importa? ¡No, señor, creo que no me importa en absoluto!
¡Esperaré aquí armado de paciencia, hasta que usted me llame o hasta que el cielo se derrumbe sobre mi cabeza!
Soltó un bufido. ¡Como si eso fuera a importarme!
Se levantó y le crujieron las articulaciones por haber estado tanto tiempo sentado con las piernas cruzadas.
Y yo que creía que era demasiado joven para esto. Ah, bueno. Se supone que un guardiamarina debe experimentarlo todo.
Miró hacia el bosque. Dennie estaba trabajando con los kiqui. ¿Debo molestar a Gillian, me pregunto? Es probable que esté preocupada por Tom, y es lógico. Esperábamos noticias suyas ayer por la mañana.
Pero tal vez quiera compañía.
Últimamente había empezado a interesarse por Gillian. Era del todo natural, por supuesto. Se trataba de una hermosa mujer mayor, como mínimo de treinta años, y según la mayoría de opiniones un poco más atractiva que Dennie Sudman.
No es que Dennie no fuera atractiva a su manera, pero Toshio no quería pensar en ella nunca más. Su rechazo implícito, ignorándolo cuando estaban a solas y otros detalles parecidos, le resultaba doloroso.
No es que Dennie dijera o hiciera algo ofensivo, pero se había vuelto muy taciturna últimamente. Toshio sospechaba que ella sentía la atracción que ejercía sobre él, y que reaccionaba con un exceso de frialdad. Se decía a sí mismo que aquello era una respuesta inmadura por su parte. Pero eso no le impedía sentirse herido.
Fantasear sobre Gillian era otra cuestión. Había tenido vergonzosos pero muy convincentes ensueños en los que él estaba allí cuando ella necesitaba que un hombre le ayudara a sobreponerse a su pérdida...
Probablemente, Gillian conocía sus sentimientos por ella pero no permitió que su comportamiento hacia él cambiara en absoluto. Era una reconfortante indulgencia y la convertía en objeto digno de su semisecreta adoración.
Puede ser tan sólo que yo esté muy confuso, desde luego, pensó Toshio. Intento ser analítico en un área donde no tengo casi experiencia, y mis propios sentimientos no dejan de inmiscuirse.
Desearía no ser sólo un muchacho torpe, y parecerme más al señor Orley.
Su fantasía se vio interrumpida por un irregular tono electrónico a sus espaldas: el transmisor volvía a la vida.
—¡Oh, no! —gimió Toshio—. ¡Todavía no!
La unidad empezó a escupir parásitos mientras el sintonizador intentaba captar una onda errática ordinaria. Toshio tuvo el salvaje deseo de abalanzarse sobre la cosa y darle una patada que la enviase a las tinieblas sin fin del pozo del árbol taladrador.
De pronto, surgió un ruido crujiente, un silbido ahogado por las interferencias.
Si (crujido) guardiamarinas
Venimos a agruparnos,
¿Quién podrá detenernos?
Y entre los guardiamarinas,
¿Quién puede volar
Como los calafianos?
—¡Akki!— gritó Toshio, corriendo a arrodillarse ante el transmisor.
Correcto otra vez,
Compañero de inmersión.
¿Recuerdas cómo
cazábamos langostas?
—¡Claro! ¡Ifni! ¡Desearía estar en casa haciéndolo ahora! ¿Qué sucede? ¡Tenéis problemas técnicos en el puente? No recibo imagen, y hay muchos parásitos. Creía que ya no estabas en transmisiones. ¿Y por qué hablas en ternario?
La necesidad
Es la (crujido) madre de algo,
Envío esto vía
Neuro-toma cerrada.
Ansioso, busco
Al suave Gran Tutor,
Con urgencia
Transmitir (crujido) una advertencia.
Los labios de Toshio se fruncieron mientras en silencio repetía para sí el mensaje,
«...suave Gran Tutor.» Eran pocos los humanos a quienes los fines dieran títulos como aquél. En ese momento, en la isla sólo existía un candidato.
—¿Quieres hablar con Gillian?
Con urgencia
Transmitir una advertencia.
Toshio parpadeó, y luego dijo:
—Voy a buscarla ahora mismo, Akki. ¡No cortes! Giró sobre sus talones y corrió hacia el bosque, llamando a Gillian con toda la fuerza de sus pulmones.
El cable monofilamento era casi invisible entre el limo y las piedras del fondo del océano. Incluso a la luz de la lámpara del arnés de Akki, apenas se reflejaba un ligero brillo tornasolado aquí y allá en medio de las rocas y sedimentos acumulados sobre las desiguales crestas.
El cable había sido diseñado para dificultar su detección; único modo seguro en que el Streaker podía comunicar con los dos grupos exteriores de trabajo sin revelar su posición.
Aunque iba equipado con los mejores instrumentos y sabía dónde mirar, Akki estuvo más de una hora buscando la línea con la isla. Mientras conseguía conectar a la línea su derivación neural, agotó más de la mitad del oxígeno de su respirador. Había perdido mucho tiempo preparando su salida de la nave, y ni siquiera estaba seguro de que su marcha hubiera pasado inadvertida. El taciturno electricista encargado del almacén de material no tenía que haberle discutido las órdenes cuando Akki le pidió un equipo respiratorio. Otro fin, libre de servicio en la sala de máquinas, le había seguido a distancia desde que salió del almacén de material, y Akki tuvo que escurrirse a través de la esclusa para quitarse al stenos de la cola. En menos de dos días un sutil cambio se había producido en la tripulación del Streaker. Se había instaurado una nueva línea de poder.
Los miembros de la tripulación que hasta entonces tuvieron poca influencia, ahora se abrían paso a empujones para ser los primeros en las filas de la comida, y adoptaban posturas corporales autoritarias mientras los otros se encaminaban a sus tareas con los ojos bajos y la cola caída.
El rango y la posición oficial no tenían nada que ver con ello, pues a bordo del Streaker tales cosas habían sido siempre informales. Los delfines prestaban más atención a las sutiles variaciones del poder que a la autoridad constituida.
Ahora, incluso el racismo parecía ser determinante. Un número desproporcionado de las nuevas autoridades pertenecía al subgrupo de los stenos.
Aquello era equivalente a un golpe de estado. De forma oficial, Takkata-Jim actuaba en nombre del inconsciente Creideiki hasta que se reuniera el concejo de la nave. Pero en las aguas del Streaker flotaba el sabor de una manada con un nuevo macho dominante.
Los más próximos al antiguo jefe estaban siendo apartados, y los amigos del nuevo nadaban a la vanguardia.
Akki encontraba esto totalmente ilógico y un poco repugnante. Le hacía ver que, bajo la tensión, incluso los más selectos fines de la tripulación del Streaker podían caer en los viejos modelos de comportamiento. Entendía ahora lo que querían decir los galácticos cuando afirmaban que trescientos años de elevación era poco tiempo para que una raza estuviese preparada para viajar por las estrellas.
Fue una toma de conciencia brutal, que hizo sentirse a Akki más pupilo de lo que nunca se había sentido en la mixta e igualitaria colonia de Calaña.
Pese a todo, el descubrimiento le ayudó en un sentido. Le daba una primaria justificación al acto que estaba realizando. Desde un punto de vista legal, abandonar la nave para contactar con Gillian Baskin en contra de órdenes específicas del comandante en funciones era un grave delito. Pero ahora, Akki tenía la sensación de conocer la verdad: era miembro de una tripulación de astronautas de pega. Salvo que se produjera una recuperación milagrosa de Creideiki, no había forma de salir de aquel lío sin la intervención de sus tutores.
Descartaba la competencia de Ignacio Metz, de Emerson d'Anite o incluso de Toshio en esta materia. Coincidía con Makanee en que su única esperanza era que la doctora Baskin o el señor Orley regresaran.
Por aquel entonces, había llegado a aceptar ya que Orley había desaparecido. Esta convicción, compartida por el resto de los tripulantes, constituía una de las razones por las que la moral se había derrumbado tras el accidente de Creideiki.
En un silencio absoluto, el cable transmitía directamente su tonalidad de alcance al nervio estato-acústico del guardiamarina, que empezaba a impacientarse por la tardanza de Toshio, que había ido a buscar a Gillian. La línea no había sido utilizada para otra cosa desde que Charles Dart dejara de usarla, y a cada segundo que pasaba aumentaba el riesgo de que el operador de a bordo detectase el eco de su aparato. Akki se las había arreglado para que resultara imposible recoger su conversación con Toshio, pero incluso el más torpe de los fines de transmisiones hubiera advertido a la larga los efectos secundarios de su intromisión.
¿Dónde están?, se preguntó. ¡Deben creer que me sobra aire! ¡Y este agua llena de metal me produce picores en la piel!
Akki ralentizó su ritmo respiratorio para recobrar la calma. Un poema didáctico Keneenk corrió por su mente.
Es «pasado» lo que un tiempo fue,
Vestigio llamado memoria...
En él, reside la «causa»
Del ahora.
Es futuro lo que será,
Imaginado, raramente visto...
En él, busca el «efecto»
Del ahora.
Es «presente» este ínfimo punto
Que pasa y sin cesar vacila...
Prueba es de la «farsa»
Del «ahora».
El pasado, el futuro y el presente estaban entre las nociones más difíciles de expresar en ternario. Aquel poema pretendía describir la causalidad tal como la concebían los tutores humanos y la mayoría de los otros sofontes, adaptándola a la visión cetácea de la existencia.
A Akki le parecía que estaba bastante claro. Sin embargo, se preguntaba por qué ciertos delfines de la Tierra tenían tantos problemas para captar esas nociones. Uno pensaba, imaginaba actos y sus consecuencias: consideraba los diferentes resultados posibles y la sensación que proporcionaban, ¡y luego actuaba! Y si el futuro seguía siendo incierto, se hacía lo mejor que se podía hacer, y se esperaba.
Así habían actuado los humanos durante la sucesión de siglos de orfandad e ignorancia. Akki no veía por qué era tan difícil para su gente, que fue educada de acuerdo con aquello.
—Akki. Soy Toshio. Ahora viene Gillian. Ha tenido que detenerse un momento por algo importante, así que yo me he adelantado. ¿Estás bien?
Akki suspiró.
En las profundidades,
Con el agujero soplador irritado,
Seré paciente
Pues tal es mi deber.
Como el cicloide
Gira sin...
—No cortes —gritó Toshio, interrumpiéndole en medio de un verso. Akki hizo una mueca. Toshio nunca desarrollaría el sentido artístico—. Aquí está Gillian —concluyó el guardiamarina—. Hasta luego, Akki, ¡cuídate!
Y tú también,
Compañero de vuelo e inmersión.
—¿Akki?
Era la voz de Gillian Baskin, muy lejana a causa de la debilidad del enlace, pero inmensamente satisfactoria de escuchar.
—¿Qué pasa, querido? ¿Puedes decirme lo que ocurre a bordo de la nave? ¿Por qué Creideiki no quiere hablar conmigo?
Akki nunca hubiera pensado que aquello fuese lo primero que le preguntaría. Por una razón u otra, había esperado que su primera pregunta sería sobre Tom Orley. Bien, si ella no abordaba aquel tema, no sería él quien lo hiciese.
Makanee,
Nuestra curadora,
Me envía a decirte
Que hay peligro.
Mudo, inerte
Yace Creideiki
Y en el Streaker
Palidece la estrella.
Y el sabor
Del atavismo
Llena las aguas.
El otro lado de la línea permaneció en silencio. No había duda de que Gillian estaba pensando en cómo formular su pregunta para que permitiera una respuesta en ternario carente de toda ambigüedad. Era un talento del que a veces Toshio carecía.
Akki levantó bruscamente la cabeza. ¿Había oído un ruido? No en la línea, sino en las aguas sombrías que le rodeaban.
—Akki —empezó Gillian—, voy a hacerte las preguntas para obtener respuestas a triple nivel. Pero, por favor, te pido concisión, incluso en detrimento de la riqueza artística.
Con gusto, pensó Akki. Con frecuencia se había preguntado por qué era tan difícil mantener una conversación en ternario sin dar rodeos con alusiones poéticas. Era su lengua materna, lo mismo que el ánglico, pero todavía se sentía frustrado por su resistencia a la concisión.
—Akki, ¿ignora Creideiki a los Peces del Sueño, los persigue o los alimenta?
Gillian le preguntaba si el comandante seguía en activo, o si, gravemente herido, derivaba inconsciente en un sueño de caza, o, peor aún, si había muerto. Gillian había ido directa al grano. Y Akki pudo responder con las ventajas de la brevedad.
Caza calamares
En las aguas más profundas.
¡Otra vez aquel ruido! Un rápido chasquido que no procedía de muy lejos. ¡Maldita obligación de mantener la toma neural conectada a los parásitos de aquella línea! Los chasquidos sonaban lo bastante cerca como para que no hubiera lugar a dudas. Había alguien buscándole por los alrededores.
—De acuerdo, Akki. Siguiente pregunta, ¿aplaca Hikahi a los espíritus con sus ritmos Keneenks, se hace eco de la lealtad de la manada o canta un silencio de ausencia?
El sonar delfiniano es algo altamente direccional. Akki sintió el lóbulo de un rayo sónico pasando sobre su cabeza que ni siquiera llegó a tocarle. Se pegó cuanto pudo al lecho del océano y procuró dirigir sus nerviosos chasquidos hacia las suaves arenas. Le habría gustado poder desplegar uno de los brazos de su arnés para agarrarse a una roca o a algo que le ofreciese estabilidad, pero temía que el leve sonido de los motores pudiera ser detectado.