Authors: David Brin
Súbitamente se produjo un agudo rugir de motores frente a ellos, y de la esclusa exterior emergieron en fila india tres trineos de energía blanca. Antes de que Dennie y D'Anite tuvieran tiempo de moverse, los aparatos viraron uno tras otro a su alrededor dejando tras ellos una efervescente estela de burbujas.
Detrás de cada una de las máquinas, atado por correas bajo una cúpula de plástico, se hallaba un delfín herido. Dos de ellos tenían unos terribles cortes en los costados, vendados toscamente. Dennie parpadeó de sorpresa al ver que uno de ellos era Hikahi, tercer oficial del Streaker.
Los trineos ambulancias se inclinaron bajo el eje central y se dirigieron hacia una abertura en la pared interior del gran cilindro. La joven rubia, que los había acompañado hasta allí, se agarró a una barandilla del último trineo y se dejó arrastrar. Con su mano libre apretó un monitor de diagnóstico sobre el costado de uno de los delfines heridos.
—No es extraño que Gillian tuviese tanta prisa. Ha sido estúpido por mi parte haberla retrasado.
—Oh, no te preocupes por eso —le dijo Emerson, sujetándola por el brazo—. Esas heridas no parecen necesitar la intervención de un cirujano humano. Creo que Makanee y los autodocs podrán ocuparse de todo.
—Pero puede haber daños bioquímicos... venenos... yo podría ayudarles.
Se volvió para irse, pero el mecánico la detuvo.
—Si hay cualquier cosa que Makanee y la doc-fem Baskin no puedan solucionar, ya te llamarán. Y no creo que quieras perderte nada nuevo relacionado con tu especialidad.
Dennie vigiló las ambulancias durante unos momentos, y luego asintió. Emerson tenía razón. Si la necesitaban, podrían localizarla en cualquier parte con una llamada por el intercomunicador, y un trineo iría a buscarla con mayor rapidez que si tuviera que valerse por sus propios medios. Siguieron los dos nadando hacia el enjambre de excitados cetáceos que se agolpaban en la esclusa exterior, y penetraron en la antecámara en medio de un torbellino de formas grises y burbujas efervescentes.
La esclusa de la proa del Streaker era la principal unión de la nave con el exterior. Su pared cilíndrica estaba recubierta por los nichos donde se guardaban las arañas, los trineos y demás aparatos que la tripulación podía necesitar en sus salidas. La proa contaba con tres grandes válvulas de aire.
Las zonas de babor y estribor de aquella inmensa sala estaban ocupadas por el esquife y la lancha. El morro de cada una de las pequeñas astronaves casi tocaba el diafragma que les franqueaba el paso hacia el exterior, hacia el vacío, el aire o el agua, según las circunstancias.
La popa del esquife se detenía justo ante la mampara posterior de aquella esclusa de veinte metros, pero la parte trasera de la lancha, mucho más larga, desaparecía en una especie de manguera que se adentraba en el laberinto de habitaciones y galerías del grueso casco cilíndrico del Streaker.
En la parte superior, estaba situada una tercera rampa desocupada. Algunas semanas antes, en la región que Creideiki había bautizado como las Syrtes, un extraño accidente había conducido a la pérdida de la canoa del capitán junto con diez miembros de la tripulación. Esta pérdida, ocurrida durante la investigación de la flota abandonada, era un tema raramente mencionado en las conversaciones.
Cuando otro trineo pasó junto a ellos, a menor velocidad que las blancas ambulancias de la enfermería, Dennie agarró el brazo de D'Anite. El aparato llevaba a remolque unos sacos verdes herméticamente cerrados. El estrechamiento en forma de botella de uno de sus extremos, y el acampanamiento del otro, revelaba su contenido.
No hay un saco más pequeño, pensó Dennie. ¿Se podría deducir de aquello que Toshio estaba aún vivo? Luego vio, por la esclusa de descontaminación, a un joven humano en traje de inmersión entre una multitud de delfines.
—¡Ahí está Toshio! —gritó, un poco sorprendida por la intensidad de su alivio. Se esforzó para hablar calmadamente—. ¿Y no es Keepiru el que está a su lado? —preguntó.
—Sí —asintió D'Anite—. Parece que se encuentran bien. Pero si mis cuentas no fallan, deduzco que Hist't ha chocado con una corriente celeste. ¡Qué asco de vida! Vámonos —el afectado acento de Emerson había desaparecido por completo, afligido por la pérdida de un amigo. Sondeó con la mirada a través de la multitud—. ¿Podrías encontrar una razón oficial para pasar entre ellos? La mayoría de los fines se apartarán de nuestro camino por costumbre. Pero Creideiki necesitará algo más. Él sopesará nuestras afirmaciones, tutores o no, y nos echará sin contemplaciones si imagina que nuestra presencia no sirve para nada.
Dennie lo estuvo pensando.
—Déjame a mí.
Penetró a empujones en el tumulto, presionando aletas aquí y allá, intentando abrir un pasillo entre aquella multitud. De forma espontánea, muchos de los fines se apartaron al ver a los dos humanos.
Dennie miró a su alrededor, a la masa estridente y ruidosa. ¿No tendría que estar allí Tom Orley? ¿No era él, con Hannes y Tsh't, quien había organizado el rescate? ¿Por qué no se le veía por ninguna parte? ¡Era necesario hablar con él lo antes posible! Toshio parecía estar extremadamente fatigado. Apenas salido de la descontaminación, se despojó lentamente de su traje de inmersión mientras hablaba con Creideiki. Pronto estuvo flotando desnudo, sólo con una mascarilla. Delgadas capas de piel sintética le recubrían el rostro, la garganta y las manos. Keepiru flotaba junto a él. El extenuado delfín llevaba un respirador, probablemente por prescripción médica.
De pronto, los espectadores que impedían la visión de Dennie empezaron a girar a su alrededor y se precipitaron en todas direcciones.
...bandas de torpes holgazanes
Cesen su vano espionaje!
¡Para que no les encuentren las redes de Iki
Sin trabajo ni ocupación!
La súbita dispersión de los cetáceos sorprendió a Emerson y Dennie, que vieron cómo la multitud disminuía en unos segundos.
—¡Y que no tenga que repetirlo! —reiteró Creideiki, persiguiendo con su voz a los marineros que huían—. Aquí no hay nada que hacer. ¡Mantened la mente clara y ocuparos de vuestro trabajo!
Una docena de fines permanecieron junto a Toshio y el capitán: sus ayudantes y el personal de la esclusa. Creideiki se volvió hacia Toshio:
—Adelante, pequeño cazador de tiburones, acaba con tu historia.
El joven se ruborizó ante los halagos de que era objeto. Se esforzó por mantener abiertos sus pesados párpados e intentó que su postura en la sinuosa corriente fuera la normal.
—Bueno... creo que eso es todo, señor. Le he contado lo que el señor Orley y Tsh't me revelaron sobre sus proyectos. Si la nave de los ETs les parece aprovechable, mandarán un trineo con un informe completo. En caso contrario, regresarán lo antes posible con lo que puedan salvar.
La mandíbula inferior de Creideiki trazó pequeños círculos con lentitud.
—Una apuesta muy arriesgada —comentó—. Por lo menos tardarán un día en llegar hasta la nave. Y pasarán aún más días hasta que podamos establecer contacto... —Un chorro de burbujas se elevó desde su agujero soplador—. Bueno, ahora descansa y luego nos encontraremos para la cena. Me temo que tu recompensa por haber salvado a Hikahi, y quizás a todos nosotros, no sea más que un interrogatorio al que posiblemente no te someterían ni nuestros enemigos.
Toshio sonrió con cansancio.
—Lo comprendo, señor. Será un placer para mí dejar que me arranque toda la información, si antes consigo comer algo... y permanecer seco durante un rato.
—De acuerdo entonces. Hasta luego. El capitán asintió y se volvió para marcharse.
Dennie estaba a punto de llamar a Creideiki, pero alguien se le adelantó.
—¡Comandante, por favor! ¿Puedo decir unas palabras?
Era una voz melodiosa perteneciente a un enorme delfín color gris moteado de una de las subrazas de los stenos. Llevaba un arnés civil desprovisto de los molestos colgadores y brazos manipuladores que utilizaba la tripulación regular. Dennie sintió la súbita necesidad de esconderse detrás de Emerson D'Anite. Dennie no había visto a Sah'ot entre la multitud hasta que habló.
—Antes de que se vaya, señor —murmuró el delfín con voz aflautada, pero con un tono completamente casual—, me gustaría pedirle permissso para ir a la isla donde encalló Hikahi.
Con un rápido movimiento de su aleta caudal, Creideiki se alzó al nivel de su interlocutor y se dirigió a él con escepticismo:
—Mira, Hablador-Con-Todas-Las-Razas, esa isla no es precisamente un bar de sardinas asadas, donde la poesía puede compensar los errores. ¿De dónde te viene, además, ese deseo de aventuras que nunca antes habías demostrado?
Sah'ot permaneció inmóvil unos instantes. A pesar de los motivos por los que detestaba al especialista civil, Dennie sintió un repentino arranque de simpatía hacia él El comportamiento de Sah'ot al negarse a ir con el equipo de vigilancia perdido en la flota abandonada no había sido admirable. Había actuado como una
prima donna
.
Pero los hechos le habían dado la razón. La canoa del capitán se había perdido junto con diez delfines de la tripulación, entre los que se encontraba el que fuera segundo oficial del Streaker.
Y todo aquel sacrificio sólo había servido para recoger un tubo de tres metros de largo construido de un extraño metal completamente corroído por las lluvias micrometeóricas a lo largo de miles de milenios. El propio Thomas Orley fue quien lo recuperó. Gillian Baskin se hizo cargo luego de la reliquia, que desde entonces nadie más había visto; al menos eso creía Dennie. A duras penas compensaba la pérdida que habían sufrido, fuera cual fuese su valor.
—Comandante —insistió Sah'ot dirigiéndose de nuevo a Creideiki—, creo que hay un asunto que ni siquiera Thomas Orley podrá examinar a fondo. El ha abandonado la isla para investigar la nave de guerra colisionada, pero la isla todavía tiene interés para nosotros.
¡Aquello no era justo! ¡Dennie se disponía a hacer la misma petición! Para ella era un acto profesional, una confirmación de sus derechos...
—Honestamente, comandante —prosiguió Sah'ot—, después de nuestro deber de escapar de esta trampa y servir al clan de las especies terrestres, ¿cuál es la responsabilidad más importante que ha caído sobre nosotrosss?
Creideiki parecía desconcertado. Obviamente, hubiese querido morderle la espina dorsal a aquel delfín que osaba enfrentársele de aquella manera. Sin embargo, Sah'ot le había agarrado con un arpón de doble filo... la mención de la palabra «deber» y el misterio con que la había rodeado. El capitán agitó su cola, emitiendo a la vez una serie lenta de chasquidos de sonar de amplio espectro, como si fuera el tic-tac de un reloj. Sus ojos se endurecieron y ensombrecieron.
Dennie no pudo esperar a que el comandante decidiera entre resolver el enigma o encerrar a Sah'ot en una celda.
—¡Los aborígenes! —gritó la joven.
Creideiki volvió su mirada hacia Dennie. La muchacha se ruborizó al sentir que el campo de sonido analítico del fin la envolvía. Sabía que las ondas penetrarían hasta el interior de sus vísceras y que descubrirían hasta lo que había desayunado. Creideiki la atemorizaba. Estaba lejos de sentirse tutora frente al poderoso y complejo cerebro que se ocultaba detrás de aquella amplia frente.
El comandante efectuó un brusco giro y se acercó a Toshio, nadando.
—¿Todavía conservas los artefactosss que Thomas Orley seleccionó, joven cazador?
—Sí, señor, yo...
—Antes de retirarte, por favor, entrégaselos a la bióloga Sudman y al intérprete Sah'ot.
Cuando hayas descansado, recógelos de nuevo junto con el informe de los especialistas.
Yo mismo los examinaré durante la cena.
Toshio asintió, y Creideiki se giró de nuevo para encararse a Dennie.
—Antes de que conceda el permiso, deberás tener un plan. Te daré algo de ayuda técnica, y deberás regresar a la nave al menor signo de peligro. ¿Puedes aceptar estas condiciones?
—Bueno... sí... Necesitaremos un cable monofilamento para enlazar con el ordenador de la nave, y...
—Esto háblalo con Keepiru antes de que se vaya a descansar. Te ayudará a definir lo que es compatible con los imperativos de orden militar.
—¿Keepiru? Pero si yo creía... —y, levantando los ojos hacia el joven delfín, Dennie se tragó rápidamente las palabras para evitar la grosería que había estado a punto de pronunciar. Llevando en silencio su respirador, el piloto parecía más desgraciado que nunca.
—Tengo mis razones, fem. Mientras estemos inmovilizados, Keepiru no tiene ninguna utilidad como piloto. Puedo sustituirlo en su trabajo y ser yo el agente de conexión... si es que acepto sus condiciones.
Ante la atención que le estaba prestando Creideiki, Keepiru arqueó el lomo y desvió la mirada. Toshio tendió la mano hacia él para palmearle. También esto era una novedad.
Nunca hasta entonces había visto Dennie el menor gesto de amistad entre ellos.
Los dientes de Creideiki brillaron a la luz de la esclusa.
—¿Algún otro comentario?
Todos guardaron silencio.
El comandante batió la aleta caudal y luego silbó la frase terminal de conversación. Se arqueó y se alejó nadando rápidamente, mientras sus ayudantes seguían su estela.
Keepiru esperó a que estuviera lejos de ellos para dirigirse a Dennie y a Sah'ot:
A vuestro servicio, me encontraréis
En mis habitaciones, flotando, respirando,
Después de ver descansar a Toshio...
Toshio sonrió cuando Dennie se acercó a él a darle un abrazo. Luego se dio la vuelta para alejarse nadando, con el brazo sobre el lomo de Keepiru, manteniendo el lento avance del extenuado fin.
Justo en aquel momento se abrió uno de los tubos ascensores que circulaban por el interior del casco, y una forma azul y amarilla fue proyectada fuera. Un alegre tintineo llenó la sala mientras el segundo guardiamarina de la nave pasaba en vuelo rasante por encima de Keepiru y el joven antes de empezar a trazar círculos cada vez más cerrados a su alrededor, parloteando excitado.
—¿Crees realmente que Toshio tendrá la oportunidad de irse a descansar? —preguntó Emerson a Dennie.
—No, si Akki quiere conocer toda la historia antes de ir a cenar con el comandante.
Dennie envidiaba la amistad que unía a Akki y a Toshio, intensa y firme como la luz de una estrella. Observó al muchacho mientras reía a carcajadas, esforzándose por mantener alejado a su amigo, hasta que desaparecieron en el interior del tubo.