Atravesando el vestíbulo, la despensa, el comedor, la sala y el dormitorio me voy encontrando con frascos de perfumes pertenecientes a Natalia, unas tijeras con funda de cuero y un billetero del poeta, además de pinturas y un retrato de Zhukovski con la siguiente dedicatoria: «Al discípulo vencedor del maestro vencido en el excepcional y solemne día en que dio fin a su poema
Ruskin y Liudmila
, 182o, a 26 de marzo, Viernes Santo». Pero, de entre todas las estancias, el despacho es el eje central. Era el
sanctasanctórum
del escritor. Para Pushkin la casa empezaba y acababa en su lugar de trabajo. Recién casado y habiendo tomado la decisión de trasladar el domicilio de Moscú a San Petersburgo, Pushkin le escribe a un amigo solicitándole ayuda para encontrar un lugar en donde haya «fundamentalmente» un despacho separado del resto de las habitaciones. Sus contemporáneos lo recuerdan como «una gran sala con una larga mesa toda cargada de papeles en el centro y estanterías con libros a lo largo de las paredes». La estancia que ahora contemplo es casi cuadrada. Contiene cuatro estanterías con libros. Tres están apoyadas sobre las paredes y una cuarta divide el espacio en dos ambientes. La mesa de escritorio es amplia, cómoda, con cajones a ambos lados y el holgado sillón se sitúa a la altura de esta medianera. A un lado se encuentra el sofá rojo de piel donde murió desangrado y una mesa con libros; mientras en el otro lado hay una mesilla, un pequeño sillón y diversos bastones. Mientras escribía o leía miraba hacia una pared cuya mitad estaba ocupada por una de esas estanterías. Del resto colgaban retratos de amigos, un cuadro grande con un paisaje caucásico regalado por el pintor Nicanor Chernetsov titulado
Vista del Darial tomada desde el camino que lleva de Tiflis a Vladicducaso
y el sable que le regalaron en el Cáucaso. En la hoja estaba inscrito el lugar y la fecha: «Arsrum, a i8 de julio de 1829». El propietario, en
Viaje a Arsrum
, contó que el conde Paskévich le había ofrecido un sable turco. Lo guardó en memoria de su peregrinar «por los desiertos de la conquistada Armenia». Pushkin tenía que mirar de lado para contemplar el patio interior y dejarse entretener por las voces y los movimientos de las caballerías y las personas. Al asomarme yo ahora, es él quien me contempla inmóvil desde el centro. La estatua de pie alarga la mano derecha, mientras sostiene en la izquierda una chistera. El abrigo lo lleva desabrochado, dejando al aire el resto del atuendo. A las espaldas, encima de una chimenea, hay dos candelabros y un reloj parado justo en la hora de su muerte. Apoyados aquí y allá hay un cortapapeles de marfil que perteneció a su madre, una campanilla de bronce, un anillo con esmeralda y un reloj de bolsillo. Sobre el escritorio se apoyan libros cerrados y abiertos, manuscritos y cartas. Está el plano levantado por Zhukovski antes de que la viuda alzase los bienes, así como los boletines que él mismo redactó sobre la salud del poeta. Otros tres objetos llaman la atención: un abrecartas, una campanilla y el tintero. El abrecartas es de marfil y perteneció a la madre. La campanilla de bronce, profusamente trabajada, parece una pequeña cúpula catedralicia. El tintero está decorado con la figura de un negro apoyado sobre un ancla delante de uno de los recipientes. Nashchokin se lo envió, en el año 1831, con esta nota: «Te envío a tu antepasado con unos tinteros que se abren y nos hablan de que ha sido un hombre
a double vue»
. Aquí y allá se esparcen por el despacho otros objetos curiosos. Hay una muy interesante colección de bastones, entre ellos, uno de nogal con pomo de amatista; otro de marfil, y aquél con el botón del chaleco de Pedro I incrustado en el pomo, herencia de su bisabuelo Abraham Aníbal, a quien el zar protegió. El embajador de Rusia en Constantinopla, en el año 1706, lo había comprado a un tratante de esclavos. Luchó como general bajo las órdenes de Pedro el Grande. En él se inspiró Pushkin para su novela inconclusa
El negro de Pedro el Grande
, en la que seguía trabajando cuando falleció. A Pushkin le gustaba rodearse de retratos suyos y de amigos como Zhukovski o Danzas, compañero del Liceo. A este último le tocó el triste destino de actuar como padrino en el duelo. El resto de la iconografía amical está compuesta por retratos de Dahl, escritor y médico; Viázemski, poeta y crítico; Turguéniev o Nikolái Arendt médico cirujano. Primero, a Pushkin herido de muerte, lo vio el doctor Scholz, luego los otros médicos: Sadler, Spasski, Arendt y Salomón.
El despacho está excesivamente cargado de objetos, muchos de los cuales, con toda seguridad, estaban distribuidos en otros lugares en vida de su ocupante. Da la sensación de que no sólo quiere ser éste un espacio de homenaje al heroico poeta, sino también a todos aquellos otros amigos que sufrieron y padecieron con él los instantes finales de su corta y dura existencia. Zhukovski describió así el despacho: «a) sofá en que ha muerto Pushkin; b) su mesa grande; c) el sillón, en que se sentaba para trabajar; d) estanterías con libros». Zhukovski fue quien llamó a un escultor para realizar la mascarilla mortuoria; le pidió ayuda al zar para solventar las deudas y ofrecer un subsidio a la viuda y a los huérfanos, cosa que hizo el déspota, además de proteger a Danzas para que no fuera duramente castigado por haber participado en el acto prohibido; y, quizá, a cambio de todo esto, se ocupó de censurar la correspondencia del poeta. Benckendorff le comentó a Zhukovski que aquellas cartas «que pudieran hacer daño a la memoria del finado le fueran entregadas». ¿Cuántas se conservaron? ¿Cuántas desaparecieron?
Pushkin nunca se separó de sus libros. Los trasladó a San Petersburgo en doce carros. No en vano, de joven, había aprendido en el Liceo el valor de la lectura. Pushkin, camino de sus exilios o a la búsqueda de mejores destinos, nunca prescindió de esta compañía. Lo acompañaron, por ejemplo, al Cáucaso, a Ahrsum, la primera edición rusa de
Ivanhoe
de Walter Scott, así como otros títulos de Shakespeare o Dante. El poeta era un gran bibliófilo. Por donde pasaba recorría las librerías buscando ejemplares raros y gastando su escaso dinero. Leía sin parar y lo hacía a una gran velocidad. Y leía no sólo literatura, sino también libros de otras disciplinas: historia, política, antropología, heráldica, geografía, economía, ajedrez o memorias. Por eso la biblioteca de Pushkin es muy importante no sólo para conocer los gustos y las influencias del poeta, sino también para saber cuál era el mundo editorial de su tiempo. Es la biblioteca de un lector, de un coleccionista de piezas raras y valiosas, y de un escritor que la usó como herramienta de trabajo para su propia labor de creación. Una de las rarezas bibliográficas es
El viaje desde San Petersburgo a Moscú
de Alexander Radíshchev. Su primera edición fue quemada por Catalina II en el año 1790, en Petersburgo. Tan sólo se salvaron una docena de ejemplares, entre ellos, el de Pushkin, quien escribió en la portada: «Ejemplar que estuvo en la policía secreta. Pagados doscientos rublos». Pero el más antiguo libro de la biblioteca es una
Divina Comedia
de Dante, editada en París en el año 1596. Son dos tomos de pasta estampada en oro. En el primero está acuñado el antiguo blasón del primer poseedor. En total la biblioteca del poeta suma unos cinco mil volúmenes escritos en catorce idiomas. Pushkin hablaba griego, latín, francés, alemán, inglés, italiano y español. Vertió de estas lenguas al ruso obras de algunos de los más importantes autores: Homero, Shakespeare, Goethe. Amaba la literatura española y divulgó entre sus conciudadanos el mito de Don Juan Tenorio a través de
El convidado de piedra
de Tirso de Molina. La biblioteca estaba perfectamente ordenada y siempre lista para encontrar el volumen requerido. Había cuarenta y dos libros de Voltaire y otros varios de Shakespeare, Montaigne, Heine, Hoffman, Byron o Gógol. Disponía de cuatro volúmenes de Pedro Calderón de la Barca. Algunos escritores como, por ejemplo, Heine, estaban prohibidos y sus obras fueron compradas a escondidas. Hay ejemplares regalados por sus creadores con extensas y halagadoras dedicatorias. Existen muchas publicaciones hemerográficas de la época, como la revista
El contemporáneo
, donde se reunieron Zhukovski, Baratinski, Gógol y el mismo Pushkin, tratando de abrirse camino entre la poderosa y omnipresente literatura oficial.
En este último domicilio terminó de redactar la novela
La hija del capitán
. La última hoja del manuscrito está fechada el 19 de octubre del año 1836. El original de
La nevasca
que se inicia con un poema de Zhukovski: «Por los montes vuelan los caballos / aplastando la nieve profunda… / de pronto a lo lejos se divisa / un Templo de Dios solitario. / Entonces empieza la nevasca…», es otra novela corta también firmada por las mismas fechas. En una nota escribió: «El Canto X, quemado». El 19 de octubre del año 1830, el fuego devoró el décimo capítulo de
Eugenio Oneguin
, el último, el capítulo decembrista. Eneste despacho siguió trabajando en el voluminoso borrador de la
Historia de Pedro I
. El último año de su vida transcurrió de manera dispersa en cuanto a su actividad literaria, escribió poemas de tono filosófico, prosa histórica, artículos de crítica literaria: y trabajó en sacar adelante
El contemporáneo
. Pushkin, que se sentaba en un sillón Voltaire, con el respaldo un poco inclinado hacia atrás, tomó del autor francés que tanto amaba la siguiente frase: «El verdadero puesto del escritor está en su despacho. Independencia y autorrespeto —solos, únicamente ellos— pueden elevarnos sobre las pequeñeces de la vida y las tormentas del destino». ¿Cómo podía aislarse el escritor del padre, el escritor del marido, o el escritor del amigo de sus amigos? Pushkin sostuvo una lucha continuada por robarle tiempo al día y así proseguir con una obra literaria en permanente desarrollo. El día anterior a la celebración del duelo, sentados en estos mismos sillones, Pushkin y Turguéniev, recién llegado de París, charlaban amigablemente e intercambiaban ideas y materiales. Turguéniev le pasó originales para
El contemporáneo
y le entregó datos históricos nuevos que él había investigado en los archivos de los embajadores franceses en la Rusia de Pedro I, para incorporarlos a la
Historia de Pedro I
, en la que estaba trabajando el poeta.
La mañana del duelo, Pushkin la pasó dedicado a la elaboración de un nuevo número de la revista que debía aparecer en el mes de marzo de 1837. Zhukovski contó que, ese día tan aciago, el futuro duelista se levantó alegre, trabajó en la revista y escribió una carta a la autora de la
Historia de Rusia para niños
. Luego recibió a Danzas y comenzó a vestirse. Salió de la casa y cogió un coche de punto a la una de la tarde. Fue a la cafetería Wolf y Bérenger, en la esquina de la Perspectiva Nevski con el canal Moika, donde de nuevo se encontró con su amigo Danzas, el futuro padrino. Pushkin llegó primero y esperó. Danzas, en un trineo tirado por dos caballos, pasó por la armería de Kurakin a recoger las pistolas que el poeta había elegido previamente. Las colocó en el trineo y se acercó a la cafetería. Eran las cuatro de la tarde cuando Pushkin tomó el último sorbo de limonada y ambos salieron a la calle. En el trineo se dirigieron hacia el puente Troitski, sobre el Chórnaya Rechka, el río Negro). El lugar elegido era un bosque en la finca del comandante de la Fortaleza. Eran las cinco de la tarde. Todo estaba nevado. Había varios abedules y un pequeño conjunto de pinos. Pushkin cayó al primer disparo de D'Anthes. Parecía muerto pero se levantó y, en francés, gritó que todos volvieran a sus puestos pues aún le tocaba a él disparar. Lo hizo de mala manera y apenas rozó la bala a su oponente, que cayó al suelo. Pushkin creyó haberlo herido y lo celebró con un «¡Bravo!». La bala perforó levemente el brazo derecho, con que se cubría el pecho, y chocó contra un botón que sujetaba los pantalones a uno de los tirantes. La suerte lo salvó. No así a Pushkin, que sangraba sin parar. Lo llevaron a su casa. Su lecho de muerte se instaló precisamente aquí, en el despacho. Yo aún continúo en él, mientras grupos de personas pasan y pasan a todo correr sin el respeto suficiente. En el diván, estuvo desangrándose varias horas sin que los médicos pudieran hacer nada para curarlo. Recibió en tal estado a sus familiares y amigos más íntimos. Zhukovski comentó que su mirada estaba perdida entre los libros de la biblioteca. El momento más memorable y trágico se produjo en la noche del 27 al 28. Pushkin, perdida ya toda esperanza y en medio de grandes sufrimientos, mandó llamar a su esposa —hasta entonces había preferido mantenerla alejada— y a sus hijos. Los niños dormían y fueron despertados: «En cada uno se fijó en silencio; fue posándoles la mano en la cabeza, santiguándolos y despidiéndolos con un débil movimiento de brazos», según relató Zhukovski. A cada uno de los amigos les solicitó el favor de encargarse de algún asunto pendiente. Por ejemplo, a Danzas le pidió solventar las deudas. Conocida la noticia, la casa fue invadida de gente. Querían saber cuál era el estado del moribundo. Para calmarlos se colgaron a la entrada boletines informativos. Finalmente, tras casi dos días de lenta agonía, Pushkin falleció a los treinta y siete años de edad. Durante el régimen soviético se ocultaron algunos aspectos de la muerte del poeta nacional. Según Turguéniev y otros amigos, Pushkin aceptó recibir los sacramentos una vez que el zar se lo pidió. Otros confirman este hecho pero se lo atribuyen a la voluntad del enfermo. Parece ser que al zar le preocupó más la salvación de su alma que la de su cuerpo.
Vuelvo a mirar la estancia y reparo, una vez más, en los objetos diseminados. Me impresiona el sillón sobre el cual se desangró. ¿Estaba echado hacia delante o hacia atrás? De nuevo un grupo de estudiantes rusos interrumpe mis elucubraciones con sus risas y murmullos. ¿Un santuario como éste debe estar abierto a una masa incontrolable de público? ¿Entienden el significado de todo esto? Salgo desolado a la calle y me encamino al café literario de la Perspectiva Nevski, siguiendo la orilla del Moika. Este paseo lo dio muchas veces Pushkin, viendo los mismos edificios que voy mirando. El café está justo en el cruce de ambas calles. Es muy reconocible porque hay un muñeco del poeta sentado a una mesa, escribiendo, junto a una cristalera de la entrada. Al abrir la puerta me encuentro con una joyería que comparte el espacio con una floristería. El café está en un piso. La figura de Pushkin, de tamaño natural, no comparte sus días con los clientes de la cafetería sino con los de la joyería. Debe ser curioso trabajar en un lugar así con esa inquietante presencia. Cuando estuve había una joven dependienta. Quizá una Natalia Goncharova contemporánea. Estos tres establecimientos compartidos están situados en un bello edificio realizado por Vasili Stásov en el año 1815. Muchos otros artistas y escritores pasaron por él, entre ellos, Dostoievski y Lérmontov. Este último estaba convencido de que la muerte de Alexander había sido provocada por el zar. El novelista siguió la misma suerte del poeta, muriendo incluso a una edad más joven (1814-1841).