Los viajes de Tuf (16 page)

Read Los viajes de Tuf Online

Authors: George R. R. Martin

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

BOOK: Los viajes de Tuf
10.49Mb size Format: txt, pdf, ePub

Tuf recorrió varios kilómetros de pasillo. Como conductor, era metódico y cauteloso. Se detenía en cada encrucijada, miraba a derecha e izquierda y sopesaba las posibles opciones antes de actuar. Se desvió por dos veces, en parte obedeciendo a la lógica y en parte al más puro capricho, pero, normalmente, iba por los pasillos más anchos. En una ocasión detuvo el vehículo y bajó de él para explorar una hilera de puertas que le parecieron interesantes. No vio nada digno de mención y no encontró a nadie. De vez en cuando, Caos se removía en su regazo.

Y de pronto vio a Rica Danwstar.

Haviland Tuf detuvo su vehículo en el centro de una gran intersección. Miró a la derecha y pestañeó varias veces. Miró a la izquierda y luego, con las manos sobre el estómago, se quedó quieto viendo cómo ella se le acercaba lentamente.

Rica se detuvo a unos cinco metros de distancia. —¿Dando un paseo? —le dijo. En la mano derecha llevaba su ya familiar aguijón y en la izquierda una serie de tiras que llegaban hasta el suelo.

—Ciertamente —dijo Haviland Tuf—. He estado muy ocupado durante un tiempo. ¿Dónde se encuentran los demás?

—Muertos —dijo Rica Danwstar—. Fallecidos. Se han ido. Han sido eliminados del juego y nosotros dos somos los últimos, Tuf. La partida se acaba.

—Una situación muy familiar —dijo Tuf con voz átona.

—Ésta es la última partida, Tuf —dijo Rica Danwstar—. No habrá otra. Y esta vez gano yo.

Tuf acarició a Caos y no le respondió. —Tuf —dijo ella con voz amistosa—, en todo este asunto tú eres el único inocente. No tengo nada contra ti. Coge tu nave y márchate.

—Si con ello se hace referencia a la Cornucopia de Mercancías Excelentes a Bajos Precios —dijo Haviland Tuf—, ¿me está permitido mencionar que sufrió graves daños y que aún no han sido reparados?

—Entonces, coge alguna otra nave.

—Creo que no lo haré —dijo Tuf—. Mi reclamación en cuanto a la propiedad del Arca quizá no sea tan fundada como la de Celise Waan, Jefri Lion, Kaj Nevis y Anittas. Pero si me dices que todos ellos han fallecido, tengo la seguridad de que resulta tan fundada, al menos, como la tuya.

—No del todo —dijo Rica Danwstar, alzando su arma—. Esto le da ventaja a la mía.

Haviland Tuf contempló al gatito que tenía en el regazo. —Que ésta sea tu primera lección sobre la dureza del universo —le dijo en voz alta—. ¿De qué sirve la justicia y el juego limpio cuando uno de los bandos tiene un arma, en tanto que el otro no? La violencia brutal lo gobierna todo y la inteligencia y las buenas intenciones son pisoteadas sin piedad–. Miró a Rica Danwstar y dijo: –Señora, debo reconocer su ventaja, pero me veo obligado igualmente a protestar. Los miembros de nuestro grupo ya fallecidos me admitieron en esta empresa, dándome el derecho a una parte igual de los beneficios, antes de que abordáramos el Arca. Que yo sepa, nunca se hizo una proposición similar en lo tocante a su persona y ello me otorga una ventaja legal. —Alzó un dedo—. Lo que es más, pienso argumentar que la propiedad es algo que viene con el uso y con la habilidad para ejercer dicho uso. Para proceder del modo más adecuado posible, el Arca debería estar al mando de la persona que ha demostrado el talento, el intelecto y la voluntad de utilizar lo más efectivamente posible sus múltiples capacidades. Afirmo que yo soy tal persona.

Rica Danwstar se rió. —Oh, ¿de veras?

—Ciertamente —dijo Haviland Tuf, cogiendo a Caos y levantándole para que Rica pudiera verlo—. Contemplad mi prueba. He explorado esta nave y he logrado dominar los secretos de la técnica de clonación de los desaparecidos Imperiales de la Tierra. Resultó ser una experiencia tan impresionante como embriagadora y estoy impaciente por repetirla. De hecho, he decidido abandonar la grosera llamada de la profesión mercantil, por la más noble de ingeniero ecológico. Tengo la esperanza de que no tengáis la intención de interponeros en mi camino. Tened la seguridad, señora, de que os devolveré a ShanDellor y me ocuparé personalmente de que se os abone hasta la última fracción de la paga prometida por Jefri Lion y por los demás.

Rica Danwstar meneó la cabeza con incredulidad. —Tuffy, no tienes precio —dijo. Dio un paso hacia adelante, haciendo girar el aguijón en su dedo—. ¿Crees entonces que tienes derecho a poseer la nave porque puedes usarla y yo no?

—Ésa es exactamente la razón de mi teoría —dijo Tuf aprobadoramente.

Rica rió de nuevo. —Ten, no me hace falta esto —le dijo con voz alegre, y le arrojó el arma.

Tuf extendió la mano y la cogió al vuelo. —Al parecer mi reclamación acaba de verse fortalecida, tan inesperada como decisivamente. Ahora me es posible amenazar con el uso de este arma.

—No lo harás —replicó ella—. Reglas, Tuf. Tú siempre juegas siguiendo las reglas. Yo soy la que siempre prefiere darle una patada al tablero de juego —extendió la mano en la que llevaba el manojo de tiras—. ¿Sabes qué he estado haciendo mientras que tú creabas un gatito clínico?

—Obviamente, no —dijo Haviland Tuf.

—Obviamente —repitió Rica con voz sardónica—. He estado en el puente, Tuf, jugando con el ordenador y aprendiendo prácticamente todo lo que necesito saber sobre el ClE y su Arca.

—Ya —pestañeó Tuf.

—Ahí arriba hay una gran pantalla —dijo ella—. Puedes considerarla como un gran tablero de juego, Tuf. He estado observando cada movimiento. Las piezas rojas erais tú y los demás. También yo era una pieza roja. Y las piezas negras, las bioarmas, como gusta de llamarlas el sistema, aunque yo prefiero llamarlas monstruos. Es más corto y no tan pomposo.

—Sin embargo, es una palabra cargada de connotaciones —dijo Tuf.

—Oh, ciertamente. Pero vayamos al asunto principal. Atravesamos la esfera defensiva e incluso logramos manejar la defensa de plagas, pero Anittas logró que le mataran y decidió vengarse un poco, por lo cual dejó sueltos a los monstruos utilizados para la segunda línea defensiva. Y yo me quedé sentada ahí arriba y estuve viendo cómo las piezas negras y las rojas se perseguían mutuamente. Pero faltaba algo, Tuf. ¿Sabes qué era?

—Sospecho que se trata de una pregunta retórica —dijo Tuf.

—Ciertamente —le imitó Rica Danwstar y se rió—. ¡Faltaban las piezas verdes, Tuf! El sistema estaba programado para representar a los intrusos en rojo, a sus propias bioarmas en negro y al personal autorizado del Arca en verde. Naturalmente, no había puntos verdes y eso me hizo empezar a meditar, Tuf. Estaba claro que los monstruos eran una defensa a utilizar en último extremo, claro, pero... ¿había sido concebida para utilizarla sólo cuando la nave era un pecio abandonado?

Tuf cruzó las manos sobre su vientre. —Pienso que no. La existencia de esa pantalla y sus capacidades de información, implican la existencia de alguien que pudiera observarla. Aún más, si el sistema estaba codificado para mostrar al personal de la nave, a los intrusos y a los defensores monstruosos, de forma simultánea y en varios colores, entonces debe tomarse en consideración la posibilidad de que los tres grupos mencionados estuvieran a bordo y en acción al mismo tiempo.

—Sí —dijo Rica—. Y ahora, la pregunta clave.

Haviland Tuf vio que algo se movía detrás de ella en el corredor.

—Mis disculpas pero... —empezó a decir.

Rica le indicó que callara con un gesto impaciente.

—Si estaban dispuestos a soltar esos horrores enjaulados que poseían para repeler a un ataque en una situación de emergencia, ¿cómo podían evitar que sus propios hombres murieran ante ellos?

—Un dilema interesante —admitió Tuf—. Siento grandes deseos de conocer la respuesta a dicho enigma, pero me temo que deberé posponer tal placer. —Se aclaró la garganta y añadió—. No siento el menor deseo de interrumpir tan fascinante discursos pero con todo me siento obligado a señalar que...

El suelo se estremeció.

—Sí —dijo Rica sonriendo.

—Me siento obligado a señalar —repitió Tuf—, que un dinosaurio carnívoro de más bien gran tamaño acaba de aparecer en el corredor y que en estos momentos intenta sorprendernos, aunque no lo hace demasiado bien.

El tiranosaurio lanzó un rugido.

Rica Danwstar no se inmutó. —¿De veras? —dijo y se rió—. No esperarás realmente que me deje sorprender por el viejo truco de «hay un dinosaurio a tu espalda». Esperaba algo mejor de ti, la verdad.

—¡Protesto! Soy totalmente sincero —Tuf puso en marcha el motor de su vehículo—. De ello da fe la rapidez con que he activado este aparato para huir del avance de la criatura. ¿Cómo es posible tanta suspicacia, Rica Danwstar? Estoy seguro de que el estruendoso caminar de la bestia y su rugido deben resultar perfectamente audibles.

—¿Qué rugido? —dijo Rica—. No, Tuf, seamos serios. Te estaba explicando algo muy importante. La respuesta es que olvidamos una pequeña pieza del rompecabezas total.

—Ciertamente —dijo Tuf. El tiranosaurio se abalanzaba sobre ellos a una velocidad alarmante. Estaba de bastante mal humor y sus rugidos hacían difícil oír las palabras de Rica Danwstar.

—El Cuerpo de Ingeniería Ecológica era algo más que una fábrica de clones, Tuf. Eran científicos y militares, así como ingenieros genéticos de primera categoría. Podían recrear las formas de vida de centenares de mundos y darles la chispa vital en sus cubas, pero eso no era todo lo que podían hacer. También podían juguetear con el DNA, cambiar esas formas de vida, ¡diseñarlas nuevamente para que se adecuaran a sus propósitos!

—Por supuesto —dijo Tuf—. Pido excusa pero me temo que debo salir huyendo de este dinosaurio. —El reptil se encontraba ahora a unos diez metros detrás de Rica y de pronto se detuvo. Su cola golpeó la pared y el vehículo de Tuf se estremeció ante el impacto. De sus fauces brotaban chorros de saliva y sus pequeñas patas delanteras arañaban el aire con frenesí.

—Sería una grave descortesía —dijo Rica—. Verás, Tuf, ahí está la respuesta. Esas bioarmas, esos monstruos, fueron mantenidos en estasis durante mil años y puede que aún más tiempo. Pero no eran monstruos normales. Habían sido clonados para un propósito especial, para defender a la nave contra los intrusos, y habían sido manipulados genéticamente para ello y sólo para ello. —El tiranosaurio dio un paso y luego otros dos. Ahora se encontraba justo detrás de ella y su sombra cubría por entero el cuerpo de Rica, sumiéndolo en las tinieblas.

—Manipulados, ¿de qué modo? —le preguntó Haviland...

—Pensaba que jamás me harías esa pregunta —dijo Rica Danwstar. El tiranosaurio se inclinó hacia adelante, rugió y luego, abriendo su enorme boca, rodeó con sus fauces la cabeza de Rica—. Psiónica —dijo ella desde el interior de la boca del reptil.

—Ciertamente —dijo Haviland Tuf.

—Una simple capacidad psiónica —anunció Rica desde el interior de la boca del tiranosaurio. Extendió la mano y le quitó algo de entre los dientes, emitiendo un leve ruido de repugnancia—. Algunos de esos monstruos carecían prácticamente de cerebro, eran todo instinto. Se les dio una aversión instintiva básica y a los monstruos más complicados se les hizo controlables mediante la psiónica. Los instrumentos de control eran simples identificadores psi: unos aparatos pequeños y muy lindos parecidos a diademas. Lo único que hace es obligar a ciertos monstruos a que me rehuyan y a otros a que me obedezcan. —Sacó la cabeza de la boca del dinosaurio y le dio una Sonora palmada en la mandíbula—. Abajo, chico —le dijo.

El tiranosaurio rugió de nuevo y agachó la cabeza. Rica Danwstar desenredó cuidadosamente el manojo de tiras y éste resultó ser un arnés que empezó a colocar encima del dinosaurio.

—Le he estado controlando durante toda nuestra Conversación —le dijo a Tuf en tono despreocupado—. Yo le llamé para que viniera. Tiene hambre. Se ha comido a Lion, pero Lion era más bien pequeño, ya estaba muerto y no ha comido nada más desde hace mil años.

Haviland Tuf miró el aguijón que tenía en la mano. En esos momentos le pareció aún peor que inútil y, además, no era un buen tirador.

—Me encantaría fabricar para él un clon de estegosaurio.

—No, gracias —dijo Rica mientras terminaba de ajustar el arnés—, ahora no se puede dejar la partida. Querías jugar, Tuffy, pero me temo que has perdido. Tendrías que haberte ido cuando te ofrecí esa oportunidad. Vamos a examinar nuevamente tu reclamación, ¿quieres? Lion, Nevis y los demás te ofrecieron una parte, sí, pero ¿de qué? Me temo que ahora vas a recibir una parte completa, lo quieras o no. Una parte completa de lo mismo que consiguieron ellos. Así queda liquidado tu argumento legal y en cuanto a tu pretensión basada en la utilidad superior —le dio otra palmada al dinosaurio y sonrió—, creo haber demostrado que puedo utilizar el Arca de un modo más efectivo que tú. Baja un poquito más. —El reptil se inclinó todavía más y Rica Danwstar se instaló en la silla de montar que había sujetado a su cuello. ¡Arriba! —le ordenó secamente y el reptil se incorporó.

—Por lo tanto, dejamos a un lado moralidad y legalidad, volviendo nuevamente a la violencia —dijo Tuf.

—Me temo que así es —dijo Rica desde lo alto de su tirano lagarto. El reptil avanzó lentamente, como si ella estuviera probando un mecanismo aún no muy familiar—. No digas que no he jugado limpiamente, Tuf. Tengo al dinosaurio pero tú tienes mi aguijón. Puede que, con suerte, consigas dar en el blanco. De ese modo, los dos estamos armados. —Se rió—. Sólo que yo estoy armada, bueno, hasta los dientes.

Haviland Tuf, sin moverse, le arrojó su arma. Fue un buen lanzamiento y Rica, con un pequeño esfuerzo, pudo cogerla.

—¿Qué sucede? —le dijo—. Te rindes.

—Tantos escrúpulos sobre el juego limpio me han impresionado —dijo Tuf—. No deseo jugar con ventajas de ningún tipo. Dado que la argumentación expuesta tiene su fuerza, me inclino ante ella. Ahí hay un animal —acarició a su gatito—, y aquí, en mis manos, también hay uno. Ahora ya tienes un arma. —Puso en marcha su vehículo y salió de marcha atrás de la intersección de pasillos, rodando velozmente por el que tenía detrás suyo, a la máxima aceleración de la que era capaz el motor yendo en aquel sentido.

—Como desees —dijo Rica Danwstar. El juego había terminado y ahora sentía una cierta tristeza. Tuf estaba haciendo girar su vehículo para huir normalmente y no marcha atrás. El tiranosaurio abrió su enorme boca y la saliva fluyó sobre sus dientes de medio metro de longitud. Su rugido nacía de un hambre feroz, que había empezado por primera vez hacía un millón de años y, rugiendo, el reptil se lanzó sobre Tuf.

Other books

Pierced Love by T. H. Snyder
In the Air Tonight by Stephanie Tyler
Bad Guys by Anthony Bruno
The Oracle of Dating by Allison van Diepen
Yes Man by Wallace, Danny
As Nature Made Him by Colapinto, John
Night Gate by Carmody, Isobelle