El resto de la sala se completa con dos librerías donde se colocan ordenadamente la colección completa de los «textos legales» y a ambos lados del ventanal lateral, en simetría, dos lámparas de pie y las banderas de España y de la Unión Europea. Tras la ministra de Igualdad, dos mesas adornadas con faldones, sobre las que descansan más libros y un retrato de Sus Majestades los Reyes, flanqueando la doble puerta que comunica con la sala contigua, donde esperan el ayudante del presidente y el personal cualificado que atenderá a los miembros del Gobierno en caso de ser requeridos. Además, en esta sala, el Ejecutivo tomará un tentempié al terminar la reunión.
Otros dos grandes ventanales, situados frente a la puerta, proporcionan luz a la sala, en la que se dan cita, quizá, los cuadros más emblemáticos de todo el complejo presidencial: siete obras firmadas por Miró y que cuelgan de estas paredes desde la presidencia de José María Aznar, por su expreso deseo. Admirarlas es todo un privilegio.
Por último, y como detalle anecdótico, citar un pequeño cuarto insonorizado, con las paredes forradas de corcho, que ha quedado como reliquia de otros tiempos, en los que los ministros se encerraban para hablar por teléfono y mantener así la privacidad de sus conversaciones. Hoy, en la era de los móviles, ya no se utiliza por razones obvias.
La documentación que maneja el Ejecutivo en el Consejo de Ministros consta de dos partes bien diferencias, distribuidas en dos índices: el rojo y el verde, según el criterio previo de la Comisión General de Secretarios de Estado y Subsecretarios, que se reúne todos los miércoles en sesión preparatoria del Consejo de Ministros del viernes siguiente. Es lo que nosotros denominamos «decisiones en colores».
El índice verde está compuesto por los asuntos que no tienen objeción alguna, en los que se ha llegado a un consenso definitivo y que serán estudiados por el Gobierno en primer lugar. Cabe la posibilidad de que pasen en «verde condicionado» cuando queda algún pequeño detalle por subsanar. En la mayoría de los casos, se trata de condicionantes de tipo económico impuestos por Hacienda. El índice rojo está formado por los asuntos que deben ser debatidos directamente por el Ejecutivo. Unas veces, por falta de acuerdo entre Ministerios; otras, para que todo el Gabinete conozca en qué se está trabajando y aporten su visión. Los anteproyectos de Ley, los proyectos de Real Decreto Legislativo y los Reales Decretos Leyes, los nombramientos de altos cargos y algunos informes que los Ministerios presentan figuran siempre en este índice.
En infinidad de ocasiones, los medios de comunicación vuelven a la carga, una y otra vez, respecto a los gastos que el mantenimiento y las remodelaciones de la Presidencia del Gobierno llevan consigo. Es verdad... Pero sin olvidar que una organización tan compleja como esta requiere de una constante puesta a punto, pero también proporciona cantidad de puestos de trabajo indirectos, creando riqueza desde el interior de esta miniciudad que repercute después en el exterior.
Recientemente, se ha acometido una importante remodelación del edificio INIA, sede del Ministerio de la Presidencia, el más grande del complejo. La limpieza y restauración de sus fachadas, cuya construcción data de 1958, la puesta a punto de ascensores, cuadros eléctricos, redes de saneamiento, medidas antiincendio, obras de adecuación del Centro de Proceso de Datos, santuario informático del Ministerio, etc. En fin, que la factura se acercaba a los cuatro millones de euros, pero el gasto no parece necesitar extraordinaria justificación.
A lo largo de 2006, el Departamento de Seguridad de la Presidencia del Gobierno decidió acometer una serie de medidas tendentes a reforzar la seguridad del complejo, funcionando también como sistemas para el control horario de los funcionarios y facilitando información precisa sobre el número y la identidad de las personas que en cada momento se encuentran en el interior.
Después de los años transcurridos, la conclusión que se deriva de cuantos cambios han tenido lugar en materia de seguridad es que la solicitud de explicaciones al respecto es tarea inútil. Las decisiones del Departamento de Seguridad «van a misa» y los trabajadores decimos «amén» a cuantas normas se nos imponen en tal sentido.
Es importante recordar, según la información publicada en el número 318 de la revista Seguritecnia, que «el complejo de La Moncloa es un espacio perimetrado de veinte hectáreas, que cuenta con casi nueve mil elementos de seguridad que se encuentran operativos diariamente en un 99,8%, distribuidos en trece edificios». Sin duda, una gran organización que funciona con precisión.
Con periodicidad casi certificada, cuando llega el verano, los medios de comunicación reavivan la manida polémica en torno a las vacaciones de los presidentes y si deben ser ellos mismos o el Estado, quien se encargue de correr con los gastos. El morbo aumenta cuando el inquilino de La Moncloa es nuevo y novedosas las costumbres familiares. Después de un par de años, desciende mucho el interés.
Tras hacerse público el viaje privado que realizó el presidente Zapatero junto con su esposa, hijas y suegra a Londres, utilizando un Falcon de la Fuerza Aérea Española, se destapó la caja de los truenos al conocerse los planes para el descanso veraniego de la familia en el Palacio de La Mareta en Lanzarote.
Hussein de Jordania mandó construir este palacio a finales de los años setenta, pero el monarca hachemita no llegó a hospedarse nunca en La Mareta, a pesar de sus frecuentes visitas a la isla. Sin embargo, uno de sus hijos la escogió para pasar su luna de miel.
Después, el rey Hussein cedió la residencia a su amigo el rey Juan Carlos y el inmueble pasó a formar parte del Patrimonio Nacional a finales de la década de los ochenta. Numerosas personalidades internacionales se han alojado en este lugar. El primero, el ex canciller alemán Helmut Kohl, durante la cumbre hispano-alemana celebrada en Lanzarote en mayo de 1992. En agosto del mismo año, pasó tres semanas en La Mareta el ex presidente de la URSS, Mijail Gorbachov, y su esposa Raisa, quienes efectuaban largas caminatas bordeando la costa.
La Familia Real también ha utilizado sus instalaciones como lugar de descanso. La primera vez, en abril de 1993, tras la muerte del conde de Barcelona. En diciembre de 1999, el Rey y su familia regresaron a Lanzarote para pasar juntos la Navidad y recibir el año nuevo, pero el 2 de enero de 2000 fallecía en La Mareta la madre del Monarca, doña María de las Mercedes. Como dato curioso citaremos la presencia aquel día en el palacio de José María Aznar y Ana Botella, que estaban invitados a almorzar.
La Mareta debe su nombre al lugar en el que fue construida. Allí existía una mareta, una especie de aljibe sin techar o depósito excavado en el suelo que servía para recoger las aguas de lluvia de la zona y dar de beber a los animales que pastaban en el lugar. Y es que Lanzarote está llena de maretas.
El palacio está orientado al sur y emplazado al abrigo del litoral, lo que convierte este enclave en una excelente zona de pesca. De hecho, es habitual ver a numerosos pescadores que, a lo largo de la costa que bordea la residencia o en pequeñas embarcaciones, faenan en estas aguas.
La Mareta fue diseñada por el artista canario César Manrique y cuenta con dos piscinas, embarcadero, helipuerto y una cancha deportiva, además de un búnker de seguridad por si surgiera cualquier problema.
Con anterioridad a las siguientes vacaciones, Sonsoles Espinosa se desplazó en varias ocasiones a la isla con el fin de supervisar las obras de acondicionamiento y mejora planeadas para la residencia, lo que elevó al cielo los gritos de un sector de la opinión pública. Como consecuencia, las vacaciones tendrían de nuevo como destino Doñana y, en esta ocasión, los gritos en el cielo los ponían las hijas del presidente, teniendo en cuenta que el Coto es la antítesis del ambiente marchoso que reclama la gente joven en verano.
Sonsoles Espinosa es, fundamentalmente, una madre de familia, pero su imagen personal difiere bastante del canon que impone su estatus y su papel como esposa de un primer ministro europeo. Para empezar, es muy alta y esbelta, por lo que, a priori, no es fácil que pase desapercibida. Luce un peinado moderno y un corte de pelo masculino y asimétrico, con un tono rubio muy adecuado a sus facciones, marcadas y angulosas, que además le proporciona un aspecto fresco y juvenil. Tal vez la primera impresión sea dura, pero en cuanto sonríe y pronuncia las primeras palabras, es una mujer adorable, cálida y sencilla.
Desde que conoció a su marido, su vida no ha sido fácil. Nació en Ávila en 1961, y su padre, Rafael Espinosa Armendáriz, militar, fue destinado a León, donde se trasladó con su familia cuando Sonsoles era muy pequeña. Aunque es licenciada en Derecho, siempre ha sentido pasión por la música. Dio clases de flauta en un colegio privado de León, formando parte al mismo tiempo del prestigioso coro universitario de la ciudad.
Su traslado a Madrid fue duro y supuso el cambio de la placidez de la vida de provincias por el ajetreo de la capital. Los políticos lo llevan implícito en el sueldo, pero sus familias pagan a veces un alto precio, dejando en el camino trabajo y afectos. Esto es lo que le pasó a Sonsoles Espinosa, que se centró en sus hijas y en el canto para superar su pseudomelancolía. En Madrid comenzó haciendo sustituciones como soprano en el coro del Teatro Real y, más tarde, la contrató el coro de RTVE. Ahora, además, practica con asiduidad el submarinismo y la natación, actividades que, al parecer, convienen a las sopranos, porque aumentan la capacidad pulmonar. Además, el matrimonio, siempre que sus obligaciones se lo permiten, disfruta perdiéndose en el monte de El Pardo para practicar senderismo o jooging. Un coche les traslada hasta el lugar, en mañanas salteadas, cuando la zona está tranquila, lejos de la vigilancia de La Moncloa, pero al abrigo de las miradas de periodistas y curiosos.
Dicen que en la noche electoral del 14-M, Sonsoles lloró al ver a un palmo de sus narices la prueba fehaciente de que su marido sería el siguiente presidente del Gobierno, teniendo que asumir sin remedio lo que se le venía encima. Puedo asegurar que, a pesar del tiempo transcurrido, no ha cedido un palmo en su celo por proteger su intimidad y en arañar horas a las jornadas de su esposo para seguirlas viviendo en familia.
José Luis y Sonsoles forman una magnífica pareja y, en las fiestas navideñas o en cualquier otra ocasión en que, fuera de las cámaras, hemos compartido una cerveza y un rato de charla, son constantes entre ellos las miradas y los gestos. Inconscientemente, el presidente coge a su esposa por el hombro y le susurra un comentario al oído, haciéndole reír, y ella se cuelga de su brazo mientras continúan la charla interesándose por la salud de algún compañero que se recupera de alguna dolencia o preguntan a alguna de las empleadas por su nieto que acaba de nacer. ¡Increíble..., les cabe todo en la memoria!
¿Y Laura y Alba? Ambas son los ojitos derecho e izquierdo de su padre, de quien saben que consiguen lo que quieren. Durante estos años han pasado de la niñez a la adolescencia, con cambio de ciudad y de colegio en dos ocasiones, y puedo asegurar que esto aquí no es nada fácil. La mayor, Laura, se parece más a su padre, por su tez morena y su cabello más oscuro. Es una adolescente típica, en una edad típicamente difícil, aficionada a la cultura japonesa, a sus videojuegos, series y cómics. La pequeña, Alba, tiene el aspecto de su madre, con su mismo pelo rubio, pero las facciones y la expresión de la cara son también del padre. ¡Y los ojos...! Si unimos las fotografías de padre e hijas y tapamos todo menos los ojos, no hay forma de saber de quién se trata.
Las niñas son las mejores amigas, comparten aficiones y viajes. Juntas pasaron un verano en Londres para seguir un curso intensivo de inglés, como tantos adolescentes españoles, y disfrutaron especialmente en un desfile del Día del Orgullo Gay en Madrid, participando de la fiesta desde la carroza del PSOE.
Son unas muchachas dulces y alegres que nunca han dado que hablar, ni motivos de queja por parte del personal con el que habitualmente se relacionan. Como último apunte, añadir que uno de los ordenanzas más antiguos del Palacio, Murillo, cumplió la edad reglamentaria para la jubilación y entre todos los compañeros organizamos una pequeña fiesta de despedida, con el consiguiente reloj de regalo y una gran tarjeta, en la que todos firmamos con una breve dedicatoria. La de las hijas del presidente decía algo así: «Gracias, Murillo, por ser tan simpático y amable y abrirnos la puerta del coche todos los días. Ya no tendrás que hacerlo y el último día nosotras te abriremos la puerta a ti. Muchos besos. Laura y Alba».
A raíz de los atentados del 11-M de Madrid, continuación de los de Nueva York y Washington, y los que vendrían después: Londres, Bali, Casablanca, etc., era evidente que el mundo marchaba por un camino que no auguraba sino destrucción, venganza, aumento del racismo y la xenofobia, y una confrontación entre dos mundos que parecía dominar la política global en los albores del siglo XXI.
El 21 de septiembre de 2004, el presidente español propuso, ante la 59.ª Asamblea General de la ONU, una alianza entre Occidente y el mundo árabe y musulmán que combata eficazmente el terrorismo internacional por otro camino que no sea el conflicto bélico.
La iniciativa incluía como puntos fundamentales la cooperación antiterrorista, la corrección de las desigualdades económicas y el diálogo intercultural. Antes de que la ONU se pronunciara, la propuesta consiguió, desde el lado islámico, el patrocinio del primer ministro de Turquía, Tayyip Erdogan, añadiendo además el respaldo de una veintena de países de Europa, Latinoamérica, Asia y África.
El 20 de octubre de 2005, las Naciones Unidas proclamaron una resolución en la que se llamaba a la comunidad internacional a hacer un mayor esfuerzo por la paz y el diálogo entre civilizaciones. El I y el II Foro de la Alianza se celebraban respectivamente en Madrid y Estambul, como capitales promotoras de la iniciativa. En la primera, es oportuno destacar las ofertas de la reina Noor de Jordania y la jequesa qatarí Mozah Bint Nasser al Missned, con el compromiso por parte de ambas de aportar cien millones de dólares para realizar diversos proyectos de la organización.
En la capital turca participaron ochenta y tres países y diecisiete organismos internacionales, pero la estrella indiscutible fue el flamante presidente de Estados Unidos, Barack Obama.