Los momentos y sus hombres (34 page)

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Authors: Erving Goffman

Tags: #Sociología

BOOK: Los momentos y sus hombres
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1)

P. Bourdieu: «L’invention de la vie d’artiste»,
Actes de la recherche en sciences sociales,
núm. 2, marzo 1975, pág. 91.
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2)

L. Boltanski: «Erving Goffman et le temps du soupgon»,
Information sur ¡es sciences sociales,
12, 3, 1973, págs. 127-147.
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3)

Empleamos aquí la noción de hábito en el sentido de «sistemas de esquemas generadores de prácticas y de esquemas de percepción de estas prácticas» (P. Bourdieu:
Questions de sociologie,
Éditions de Minuit, París, 1984, pág. 135).
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4)

J, M. Cuddihy:
The Ordeal of Cmlity, Freud, Marx and Lévi-Strauss and the Jewish Struggle with Modernity
(Basic Books), Nueva York, 1975; (Beacon Press), Boston, 1987.
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5)

íbid.,
pág. 29.
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6)

L. Flem:
Freud et ses patients
(Hachette), París, 1986; (Le Livre de Poche), París, 1987.
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7)

Ibid.,
pág. 122.
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8)

La historia de la emigración ucraniana al Canadá está notablemente bien documentada. Me he servido en especial del enorme: M. H. Marunchak:
The Ukminian Canadians: A History
(Ukrainian Academy of Arts and Sciences), Winnipeg, 2.a ed., 1982; y de la obra, más concisa, de J. Petryshyn y L. Dzubak:
Peasants in the Promised Land: Cañada and the Ukrainians, 1891-1914
(James Lorimer), Toronto, 1985.
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9)

Datos sacados de: Petryshyn y Dzubak,
op. cít.,
pág. 68. La pequeña ciudad de Dauphin, fundada por Pierre de la Vérendrye en 1741, sigue siendo conocida hoy por su colonia y sus fiestas ucranianas (véase
Encyclopedia canadiand
).
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10)

Cita de Petryshyn y Dzubak,
op. cit.,
pág. 93,
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11)

Cita de D. Hymes: «On Erving Goffman»,
Theory and Society,
vol. 13, núm. 5, sept. 1984, pág. 625.
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12)

El
Canadian Jewish Yearbook
de 1939 recoge las cantidades del censo nacional de 1931: 61 cabezas de familia que se declaran judíos en Dauphin y 17.632 en Winnipeg.
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13)

Francés Goffman proseguirá su carrera en N.Y. y en Hollywood. La hemos visto hace poco en 7
terciopelo Azul,
película de David Lynch.
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14)

Informaciones proporcionadas por H. S. Ferns:
Readingfrom Left to Right: One Man's Poiitical History
(University of Tbronto Press), To- ronto, 1983, págs. 12 y 45.
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15)

Sobre este punto, véase V. A. Tbmovic: «Institutionalization of Sociology in Canada: The Case of 42 English Language Universitíes», relación al X Congreso Mundial de Sociología, México, 16-22 agosto 1982, pág. 16.
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16)

El National Film Board había sido fundado en mayo de 1939 para «mostrar el Canadá a los canadienses». Bajo la dirección del inglés John Grierson desde octubre de 1939, llegó a ser un gran centro de producción de documentales que superan, con mucho, su función primera de «películas de propaganda» o «películas de guerra» (véase G. Evans:
John Grierson and the National Film Board.
The Politics of Wartime Propaganda.
University of Toronto Press, Toronto, 1984).
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17)

Auténtico. Como parte integrante del Imperio británico, el Canadá está en guerra desde 1939. Pero el alistamiento es voluntario todavía, como en 1914-1918. A partir de 1941, el servicio de tierra se hace obligatorio. Y después de Puerto Perla, cuando la guerra se hace palpable, el Gobierno canadiense convoca un referéndum (abril 1942) pidiendo autorización a la población para enviar hombres en servicio activo fuera de sus fronteras. Aceptan todas las provincias, salvo Quebec. Se encuentra un compromiso, que el Gobierno aplica a todo el país: los estudiantes universitarios de la primera mitad de su clase quedarán exentos del servicio activo...
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18)

Ni Stuart Legg, director de producción, ni lady Elton ni Tom Daly, sus primeros colaboradores, ni Beth Bertram, directora de personal, se acuerdan siquiera del nombre de Goffman, Doy las gracias a estas personas, que han contestado amablemente a mis preguntas. Agradezco también a Gary Evans que me proporcionase las direcciones de Stuart Legg, Tom Daly y Alan Adamson y que, además, respondiese largamente a mi petición de informaciones.
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19)

Cantidades ofrecidas por P. Morris:
The National Film Board of Cañada: the War Years. A Collection of Contemporary Ardeles and a Se- lected Index of Productions
(Institut du film canadien), Ottawa, 1965.
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20)

Alam Adamson, carta a Y. W., 3 julio 1987. El historiador del N.F.B. Gary Evans abunda en el mismo sentido: «Sobre la base de lo que yo sé de la atmósfera del Film Board en la época, no habría sido raro que Goffman viese las películas que embalaba, porque todo el mundo era libre de ver las películas, en montaje o terminadas, no cubiertas por el secreto militar, supuesto que tuviese acceso a una moviola o a una sala de proyección» (carta a Y. W., 21 abril 1987).
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21)

Debo la primera formulación de esta hipótesis a Ray Birdwhistell, que fue uno de los primeros maestros de Goffman en Toronto (véase abajo).
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22)

Véase H. H. Hiller:
S. D. Clark and the Development of Canadian Sociology
(University of Toronto Press), Toronto, 1982, pág. 14.
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23)

Véase C. W. M. Hart y A. R. Pilling:
The Tiwi of North Australia
(Holt, Reriehart and Winston), Nueva York, 1960.
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24)

Sobre la carrera y la obra de Ray Birdwhistell, me permito remitir al lector a mi «Introduction»,
La Nouveiie Communication
(Éditions du Seuil), París, 1981, págs. 61-78.
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25)

En «Entrevista con Erving Goffman», pág. 207 de la presente obra.
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26)

Sobre la historia del departamento de Antropología de la Universidad de Chicago, véase el soberbio documento realizado por G. W. Stoc- king Jr,:
Anthropology at Chicago: lYaduton, Discipline, Department
(The University of Chicago Library), Chicago, 1979.
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27)

Sobre la carrera de W. Lloyd Warner, véase B. B. Gardner: «Lloyd Warner (1898-1970)»,
American Socioiogist,
vol. 5, núm. 4, 1970, págs. 384-385, así como G. W. Stocking Jr.,
op. cit.,
pág. 25.
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28)

W. L. Warner y P. S. Lunt:
The Social Life of a Modern Commu- nity;
W. L. Warner y L. Strole:
The Social Systems of American Ethnic Groups;
W. L. Warner y J. O. Low:
The Social Systems of the Modern Fac- tory. TheStrike:A Social A nalysLs;
W. L. Warner:
TheLivingand theDead. A Study of the Symbolic Life of Americans
(Yale University Press), New Haven, 1941-1959.
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29)

Véase W. L. Warner, M, Meeker y K. K. Eells:
Social Class in America. A Manual of Procedure for the Measurement of Social Status
(Science Research Associates), Chicago, 1949. Véase, sobre el color de las cortinas, B. F. Junker:
Room Compositions and Life Styles. A Sociologicai Study of Living Rooms and Other Rooms in Contemporary Dwellings
(University of Chicago, PhD. Dissertation, Sociology), 1954.
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30)

Véase L. Zakuta:
A Protest Movement Becalmed, A Study ofChan- ge in the CCF
(University of Toronto Press), Toronto, 1964 (véase sobre todo el capítulo 5: «Major Party: Ascent 1942-1945»). Describe el entusiasmo entre los intelectuales S. M. Lipset: «Socialism and Sociology», en I. L. Horowitz (comp.):
Sociological Self-Images. A Collective Portrait
(Sage), Beverly Hills, 1969, págs. 150-151.
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31)

Me baso en el artículo de J. M. Stephen Peeps: «A B. A. for the G. I... Why?»,
History of Education Quarterly,
vol. 24, núm. 1, invierno 1984, págs. 513-525.
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32)

Ni que decir tiene que, a pesar de la flexibilidad del sistema, los doscientos estudiantes absorven a estos profesores, que les ofrecen una dedicación más que plena. Según dirá Everett Hughes: «Recibimos una enorme avalancha de estudiantes al final de la guerra. En un momento determinado, me encontré en quince comisiones de tesis a la vez. Era la multitud de la posguerra, una multitud magnífica; trabajaban tan duro que nos hacía correr como locos» (Lyn H. Lofland, comp.: «Reminiscences of Clas- sic Chicago: The Blumer-Hughes Tklk»,
Urbart Life,
vol. 9, núm. 3,1980, págs. 251-280; pág. cit., 258).
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33)

J. Gusfield: «My Life and Soft Times», en B. Berger (comp.):
So
-
ciological Lives
(University of California Press), Berkeley, en preparación.
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34)

Para ser más exactos, debemos precisar que R. Jeffrey es filósofo (profesor de Princeton) y, J. Carlin, jurista. Podríamos añadir fácilmente otros nombres a este círculo (que, debe recordarse, nunca fue cerrado, sino que siempre dependió de las idas y venidas de cada uno, entre 1947 y 1954): Hans Mauksch, Eliot Freidson, Bernard Meltzer, Kurt y Gladys Lang, etc.
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35)

H. S. Becker, entrevista con Y. W., 31 mayo 1985.
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36)

La obra de Gustav Ichheiser debería redescubrirse, como también su trayectoria «típica» de intelectual vienés exiliado y nunca reconciliado con el mundo. Hay que leer su reseña de
La Question juive
de Sartre en el
American Journal of Sociology
(1949): es de una violencia extraordinaria. La mayoría de sus artículos están recogidos en
Appearances and Realities
(Jossey-Bass), San Francisco, 1970.
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37)

G. Ichheiser: «Misunderstandings in Human Relations: A Study in False Social Perception»,
American Journal of Sociology,
LV (supl.), 1949.
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38)

Kenneth Burke es un monumento nacional estadounidense casi desconocido en Europa. Su obra es enorme, como la crítica que ha provocado (véase W. H. Rueckert, comp.:
Critical Responses to Kenneth Burke (1924-1966)
[University of Minnesota Press], Mineápolis, 1969). Entre las obras más conocidas, hay que citar
Permanence and Change
(New Republic), Nueva York, 1935,2.a ed. corr., 1954;
A Grammar of Motives
(Pren- tice Hall), Nueva York, 1945;
y A Rhetoric of Motives
(Prentice Hall), Nueva York, 1950. Entre la multitud de obras sobre Burke, destaca
Communica- tion and Social Order
(Oxford University Press), 1962, de H. D. Duncan, que por mucho tiempo fue su mejor exégeta, especialmente en Chicago hacia 1950. Hoy nonagenario, Burke sigue escribiendo, recibiendo y hablando em público.
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39)

Sobre la historia del curso «Social Sciences II», véase J. Gusfield: «My Life and Soft Times», art. cit.; J. Gusfield: «The Scholarly Tensión: Gradúate Craft and Undergraduate Imagination», relación expuesta con ocasión del 40° aniversario del curso «Ciencias Sociales II», Chicago, noviembre 1982; M. Schudson: «A Ruminating Retrospect on the Liberal Arts, the Social Sciences, and Social Sciences II», inédito, s.a. Agradezco a X Gusfield y a M. Schudson que me hiciesen llegar sus textos.
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40)

H. S. Becker:
Writing for Social Scientists
(University of Chicago Press), Chicago, 1986, pág. 95.
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41)

Hay grandísima cantidad de obras sobre la «escuela de Chicago», es decir, la primera generación de docentes y estudiantes (años veinte y treinta). Pero no hay casi nada sobre los años después de 1945. Por el momento, hemos de contentarnos con las referencias siguientes: R. Faris:
Chicago Sociology 1920-1932
(University of Chicago Press), Chicago, 1970; J. Carey:
Sociology and Public Affairs: The Chicago School
(Sage), Nueva York, 1975; Fr. H. Matthews:
Quest for and American Sociology: Ro- bert E. Park and the Chicago School
(McGill-Queens University Press), Montreal, 1977; y M. Blumer:
The Chicago School of Sociology
(University of Chicago Press), Chicago, 1984. Sobre los artículos, véase L. Kurtz:
Evaluating Chicago Sociology, A Guide to the Literature, with an Annotated Bibliography
(University of Chicago Press), Chicago, 1984. Hay una colección de textos sobre la escuela de Chicago en lengua francesa: Y. Graf- meyer e I. Joseph (comps.):
VÉcole de Chicago. Naissance de I'écologie urbaine
(Aubier-Champ), París, 1979; (Aubier-Montaigne), 1984. Uíf Han- nerz:
Explorer la ville
(Minuit), París, 1983, ofrece también una buena exposición de la escuela de Chicago (capítulo 2: «Ethnographes á Chicago», págs. 36-83), aunque orientada esencialmente desde el punto de vista de la sociología urbana; lo mismo que ocurre con J. Rémy y L, Voyé:
La Ville et l’Urbanisation
(Duculot), Gembloux, 1974, cap. 6, págs. 156-192. En cambio, N. Herpin: «L’Interaction, la déviance et la théorie des jeux»,
Les Sociologues américains et le Siécle
(PUF), París, 1973, cap. 5, págs. 65-98, cita la escuela de Chicago desde el punto de vista de la desviación.
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42)

Son palabras de Lee Rainwater: «The Sociologist as Naturalist», en I. L. Horowitz (comp.):
Sociological Self-Images: A Collective Portrait, op. cit.,
pág. 96: «Retrospectivamente, lamento el efecto de la desgraciada tradición de Chicago de rivalidad y de división entre los profesores. La consecuencia, desde el punto de vista del estudiante, no era una dialéctica entre opiniones concurrentes, sino más bien una serie de abismos».
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