La Silla del Águila (35 page)

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Authors: Carlos Fuentes

Tags: #Ensayo

BOOK: La Silla del Águila
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¡Válgame dios! ¡Una Presidenta negra y un Presidente catalán!

Te envío copias de estos documentos, cariño santo. Guardo los originales en mi oficina del Congreso, sellados y sólo abiertos en caso de violencia contra mi persona. Probabilidad remota, si me proteges tú, con tu cariño y tu comprensión. No, no creo que deba aceptar tu proposición de matrimonio. Si quieres que sea tu Evita Perón, lo seré sin tener que dormir bajo el mismo techo que tú, precisar un probador de comida como la familia Borgia o imaginarme en una película de Hitchcock cada vez que me doy un regaderazo.

No, más vale seguir como estamos, amigos cariñosos, conspiradores secretos, amantes discretísimos.

Déjame decirte, Nicolás. Nada deseo más que ser la compañera de un hombre político cuyas pasiones personales no me tocan. Yo te salvo de los peligros del amor. Conmigo no tienes que fingir, como lo hacías con tu Dulcinea de tepetate doña María del Rosario Galván.

Es difícil llegar al poder sabiendo que el ejercicio sereno y objetivo del mismo es imposible. Lo avasallan la pasión, el placer, el dolor, el amor, el miedo. Sabes, me impresiona enormemente la cantidad de conocimientos y experiencia que has logrado acumular en tu vida, viniendo de donde vienes. Con razón te la pasas citándome a tus filósofos griegos. "El poder es un esclavo arrollado por todo lo demás." ¿Protágoras? Bonito nombre. Si tuviéramos un bebé juntos...) Pero yo vivo para mi propio destino y los años que me toque vivir. Vieras que no tengo veleidades dinásticas, como tu amigo Vidales el "Mano Prieta" y sus Nueve Hijos Malvados. ¡A ver cómo te las arreglas con él!

Yo no tengo que habérmelas con la temible intimidad conyugal. No necesito a un hombre. Pierdo mi independencia. Te dilapido en la intimidad, tú me entiendes...

¿Protágoras Valdivia Tardegarda? ¿O Protágoras Lavat a secas? Son nombres de película cómica con Joaquín Pardavé. Allí tienes un nombre: Pardavé. No ¡Nicolás Lavativa!

Conmigo no corres ese peligro. Yo te protejo de toda asechanza, Nicolás. Te protejo de los demás y te protejo de ti mismo.

Me gusta tu manera fría, expedita, sabia, de hacerme el amor. Dicen que todas las mujeres jóvenes son bellas. Yo no. Creo que he aprendido a suplir mi falta de belleza con talento y hacer que mi personalidad sea más atractiva que mi fealdad. Quiero que me envidien mi personalidad, no mi cara.

Y tú, ¿guapo? ¿Quién es realmente guapo a la hora de desnudar su alma y confrontar su verdad, su secreto, su transgresión?

Qué bueno que tú y yo no tenemos intimidad que recordar. No tenemos momentos compartidos, risas, confidencias, arrumacos. Todas esas tonterías. Lo que tenemos es política.

Lo que tenemos es la decisión de mantenernos en el poder más allá de los tres años que te otorga la ley. Tres años. Suficientes, si nos manejamos bien, para reformar la Constitución y permitir la reelección. Suficientes, si continuamos actuando con energía legalista y flexibilidad práctica. Escogiendo bien a las víctimas propiciatorias. Que son Galván y Herrera. (No sé si suena a razón social o a pareja de tira cómica.) Manteniendo la fachada de una gran seriedad, de una gran confiabilidad. Pisa con cuidado, Nicolás. Date cuenta de que el ridículo ha destruido más gobiernos latinoamericanos que la ineptitud o el crimen.

Una bruja mexicana descubriendo en su jardín los huesos de un diputado desaparecido sólo para que el peritaje los atribuyera a un abuelito de la pitonisa o algo así. (Hace tanto tiempo...) Un brujo argentino decidiendo los actos de una bailarina de cabaret elevada a la Presidencia. (Hace mil años.) Presidentes argentinos, brasileños, peruanos, exhibiendo públicamente sus conflictos matrimoniales. Presidentes ecuatorianos bailando rock y hulahoop en público alrededor del miembro viril de un gringo capado por su leonina Judith quiteña.

Y como trasfondo real, la corrupción gigantesca, los préstamos internacionales que acaban en cuentas suizas, las campañas de intimidación, las torturas, los Vladimiros y sus vladivideos... ¿Cómo va a ser respetable la América Latina? ¿Cómo evitar el escarnio, el escándalo, el repudio, el ridículo?

Con la discreción, señor Presidente. Con la libertad y la democracia. Con el horizonte abierto a la oportunidad. Con la gran consigna del más grande genio político de la era moderna, Bonaparte: Carreras abiertas para todos.

Se puede tener un origen turbio. Si quiere usted consolarse tras de leer esta desconsolada carta de su amiga consolada siempre por la verdad, le agrego dos fichas policiales a las que aquí consigné:

SCHICKELGRUBER ADOLF, llamado "Hitler". Nacido en Braunau, Austria 1889. Participa cabo Gran Guerra. Vagabundo calles Viena. Acogido Asilo para Destitutos. Se une grupos de choque extrema derecha. Asciende con encendida retórica anti-judía y antimarxista. Participa golpe cervecería Munich 1923. Juzgado por traición y condenado a dos años de cárcel en prisión de Landsberg, donde escribe
Mein Kampf
Obsesionado superioridad raza aria y eliminar parásitos judíos.

DJUGASHVILI IOSIV VISSIARONOVICH, llamado "Stalin", "Koba", "Soso". Nacido en Gori, Georgia, 1879. Encarcelado Irkutsk 1903, Campo de Volgoda, 1908. Asalta Banco del Estado, Tiflis, 1907. Pronuncia discursos antisemistas. Califica a judíos de "Judas circuncidados".

No abundo en los sórdidos detalles de las posteriores carreras de estos dos tiranos. Me basta recordar ahora sus orígenes no sólo bajos, sino criminales, para puntualizar: no fueron obstáculo para su ascenso. Les bastó fabricarse una nueva personalidad. ¿Iba a dominar a Alemania y al mundo un vagabundo llamado Schickelgruber? ¿Iba a dominar a Rusia y al mundo un asaltante de bancos llamado Koba? ¿Iba a ser Presidente de México el pequeño hampón catalán Nico Salvat?

Sí, se puede tener un origen turbio. La banda presidencial es como un detergente. Pule, limpia y da esplendor. La Silla del Águila eleva, es cierto, pero "nadie puede sentarse más alto que su propio culo". No es usted peor, señor, que Menem o Fujimori. Y ya ve usted de qué bajos fondos emergieron Hitler y Stalin, y tuvieron más poder que el soñado por usted, señor Presidente. Mucho más.

Pero tuvieron cuidado de eliminar a quienes les abrieron el camino del poder. Los co-conspiradores de Hitler en el
putsch
de Munich. Los camaradas comunistas de Stalin tras la muerte de Lenin y a pesar de las advertencias de éste ("El camarada Stalin ha concentrado poderes sin límites entre sus manos y no estoy seguro de que los emplee bien."). Ya ve usted por qué no tomaré nunca una ducha en su baño.

Bueno. Pamplinas, como decían las abuelitas. Pelillos al viento, señor Presidente. La mera neta es que la política es una cena de bárbaros. Cada azteca le entierra un puñal a su vecino tlaxcalteca y viceversa. Tú y yo, sentaditos nomás en los tronos alejados del banquete y viendo desde arriba a nuestras tribus de Atilas aborígenes que se matan entre sí. Tú y yo, apóstoles de la mesura y la mediación, mi querido Nicolás.

Mesura, Nicolás. Si quieres ganarte un enemigo, demuéstrale que eres más inteligente que él.

Discreción, Nicolás. No permitas que tus indispensables actos de autoridad ilegal se conviertan en noticia de prensa.

Modestia, Nicolás. Que sólo nos satisfaga lo mejor.

El poder es una terrible suma de deseos y represiones, de ofensas y defensas, de ocasiones perdidas o ganadas. Llevemos la aritmética secreta de nuestra contabilidad. Que no se nos convierta en noticia —te repito— lo que debe permanecer secreto. Aunque el secreto sea relativo. Es estúpido pensar que lo que le pasa a uno no le pasa a nadie más. Cada cosa que sucede le está sucediendo al mismo tiempo a millones de seres. No lo olvides. Protege el secreto. Pero recuerda nuestra fuerza. Somos humanos y nos parecemos a todos. Nuestros presidentes, nuestros secretarios de Estado, lo olvidan con frecuencia. Pero somos políticos porque no nos parecemos a nadie. ¡Que miserable consuelo! ¡Qué irritante paradoja —o parajoda, como decía uno de nuestros rústicos prohombres!

Inevitablemente, provocarás envidia. Todos quieren gozar de la intimidad del Presidente porque todos quieren gozar de sus privilegios. Ahora nos toca actuar solos, querido. Convertirlo todo en ventaja. Pero mucho cuidado con nuestras debilidades. Te lo repito como mujer. Sabes que las mujeres se odian y aprenden a disimular sus odios. Pero los hombres se quieren y aprenden a disimular sus simpatías. Nuestras virtudes son nuestras debilidades, en ambos casos.

Hay un hombre que te quiere tanto, que hasta te quiere matar. Y tú lo quieres tanto que no te atreves a matarlo. Jesús Ricardo Magón.

Decídete, Nicolás. En esto no te puedo aconsejar. La política es la actuación pública de pasiones privadas. ¿Puede haber política pública sin pasión privada? ¿Necesito a estas alturas repetirte el ABC de tu tocayo florentino?

Es más seguro ser temido que ser amado.

El amor se rompe cuando deja de convenirnos.

El miedo, en cambio, nunca nos abandona.

El príncipe debe ser temido sin incurrir en el odio de su pueblo.

Mide tus palabras. Que de tus labios no escape nada que no sea entendido como caridad, integridad, humanidad, rectitud y piedad. Los pueblos juzgan más por lo que ven que por lo que entienden.

Mide tus palabras. Mussolini, al principio de su gobierno, habló mal del último diputado independiente que quedaba, Mateotti. Sus allegados —sus lambiscones— lo oyeron y mataron al diputado. Se consolidó la dictadura fascista. Por descuido verbal. ¡Qué sabio era Obregón cuando dijo: "Un Presidente no habla mal de nadie."

Ten listas tus palabras finales, Nicolás. "Luz, más luz" en un extremo. "Después de mí, el diluvio", en el otro. La palabra del humanista y la palabra del monarca. Pero no termines como el pobre arriba citado Álvaro Obregón, el mejor militar de la historia de México (¡cómo no lo tuvimos en 1848 en vez del cojo traidor Santa Anna!), Obregón el vencedor de Pancho Villa, el brillante estratega y político, asesinado en un banquete por un fanático religioso en el momento en que alargaba la mano pidiendo,

—Más totopos...

Más totopos. Evita que estas sean tus palabras lapidarias. ¿Por qué mataron a Obregón? Porque quiso reelegirse. Obra de manera que, si ganas, puedas decir "Luz, más luz" y si pierdes, "Después de mí, el diluvio." Pero nunca, nunca digas "Más totopos." Me desilusionarías. Te vería de vuelta en los barrios bajos de Marsella. Te repetiría esta cita de Bernanos sobre Hitler: México ha sido violado por un criminal mientras dormía.

Elimina a tu totopo, Nicolás. Mi información está completa. El agregado militar de la Embajada de México en Francia en 2011 era el general Mondragón von Bertrab. Él te dio los papeles. Él te inventó la biografía. Él falsificó los documentos. Todo está en mi caja de seguridad en el Congreso.

Has eliminado a los totopillos. Tácito de la Canal. Andino Almazán. La Pepa su mujer. El general Cícero Arruza. El Anciano del Portal. La llorona de los cementerios veracruzanos, la monterrellena Dulce de la Garza. Y el mismísimo fantasma de esta ópera, Tomás Moctezuma Moro. Quedamos tú y yo, Nicolás. Y una sombra sobre nuestras vidas. El general Mondragón von Bertrab.

Tenemos que actuar rápido. ¿No por mucho madrugar amanece más temprano? Será cierto para un panadero. Un político tiene que madrugar desde la noche anterior. O lo madrugan a él. Y a ella.

Y no pongas en duda mi discreción. Todo lo dicho queda entre nosotros. Como dice el dicho, entre gitanos no se lee la buenaventura. Yo no creo nada de esos informes sobre ti. Son puras invenciones. Yo te tengo confianza. No doy crédito a tus enemigos. Son meras suposiciones. Y si salen a la luz, culpamos de desacato y calumnia a María del Rosario Galván y a Bernal Herrera. Recuerda lo que decía el ex César León a sus enemigos:

—No te voy a castigar. Te voy a desprestigiar.

Cuenta con mi fidelidad. Y no dejes de medir la relación costo-engaño.

66

General Mondragón von Bertrab a Nicolás Valdivia

Por la razón misma de que ya no es imprescindible, te escribo esta carta. Adivinarás por lo mismo que mi motivo no es comunicar, sino dejar asentado. Todos te han hablado de mi formación militar en escuelas de alta exigencia intelectual. La Hochschule der Bundeswehr de Alemania es excelente en este sentido. Nadie sale de allí sin haber leído a Julio César y a Von Clausewitz, claro, pero también a Kant para aprender a pensar y a Schopenhauer para aprender a dudar. También es excelente el H. Colegio Militar de México. Si en Alemania aprendes a emular victorias, en México te enseñan a asimilar derrotas.

Que nadie se engañe, sin embargo. Hay los Arruza, es cierto. Son sobrevivientes del México bárbaro del pasado —o anuncios de la barbarie por venir—. Viven en el subsuelo de nuestro país.

La oficialidad mexicana culta es otra cosa, pero es tan real como la oficialidad salvaje. En toda relación humana hay un combate entre la verdad y la mentira. Sería imposible contestar la pregunta ¿qué es verdad, qué es mentira? si no aplicamos criterios absolutos y criterios relativos. Por ejemplo, en los cursos de estrategia militar es indispensable aprender a dudar de la información que recibes.

¿Conoces un viejo corrido de la Revolución, Valentín de la Sierra?:

El coronel le pregunta,

¿cuál es la gente que guías?

Son ochocientos soldados

que trae por la sierra Mariano Mejía.

¿Cierto o falso? ¿Debe el coronel en cuestión aceptar la confesión del oficial capturado o ponerla en tela de juicio? ¿Cómo va a saber la verdad? Ésta puede ser terca, reservada, como el mismo corrido cuando dice, Valentín, como era hombre, de nada les dio razón...

De manera que Valentín no da razón y el otro dice que son ochocientos hombres al mando de Mariano. Ah, pero Valentín, para que rime su cuarteto, añade algo aún más despistante,

Yo soy de los meros hombres

que han inventado la Revolución...

¿Qué hace el oficial con toda esta información? Si le cree a la versión de "Mariano" debe comprobarla o se expone al fracaso. O puede interpretar el silencio de "Valentín" como ocultamiento de la verdad o mentira de "Mariano". Pero "Valentín" le da un sesgo ideológico inapresable a la información: él es de los meros hombres que "han inventado la Revolución".

Verdadera o falsa, la información debe significar algo. El pobre oficial que hace las preguntas puede suponer que la verdad "Mariano" es objetiva en el sentido de usar una proposición determinada para hablar de otro, el tal "Mariano Mejía". Pero "Valentín de la Sierra" no hace lo mismo. Habla de la proposición misma: él es de los meros hombres que han inventado la Revolución.

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