Read La reliquia de Yahveh Online
Authors: Alfredo del Barrio
John esperó a que todos se sirvieran un té y se acomodaran en sus asientos para empezar a leer unas notas que sacó de uno de los bolsillos de su pantalón de gruesa lona.
—Bueno, voy a empezar a leer los jeroglíficos expuestos en los murales de la primera pared, la que examinamos en primer lugar y que refería la presentación de Sheshonk ante Osiris, Thot y Anubis para que estos dioses pesasen su alma en la balanza.
El teniente Osman desconocía casi completamente los detalles de la antigua mitología egipcia, pero intentaría no preguntar nada, no quería interferir en las discusiones técnicas. Aunque escucharía encantado la disertación; total, él teóricamente estaba montando guardia en el campamento, le vendría bien pasar la noche en compañía.
John ya había ordenado sus papeles y se disponía a empezar a leer mientras los demás le aguardaban con un silencio atento, solamente quebrado por el soplo ocasional del aire golpeando las lonas.
¡Oh poderoso Osiris!
Sentado en la barca de Ra recorro la negra noche
Para penetrar en la región de la duración ilimitada,
Para resucitar con la nueva luz del horizonte.
Te presento un corazón exento de cualquier reproche.
¡Oh poderoso Osiris!
"El alma que quiere vivir" es el nombre de mi barca.
"El terror de los demonios" es el nombre de mis remos.
"Ruta de Orión" es el nombre de mi timón.
"Hálito de vida"es el nombre de mis velas.
"Vigor después de muerto" es el nombre de mi puerto.
¡Oh poderoso Osiris!
Que las corrientes de las pasiones no dificulten mi navegación,
Que despeje la niebla que me aprieta y me rodea.
He recorrido las sendas del Más Allá,
He rechazado a los cocodrilos de los muertos,
Los que comen carne de cadáveres,
Los que se sacian de excrementos.
Conozco todas las palabras de poder,
Conozco todas las ocultas cosas.
A todos los espíritus malignos he derrotado,
A todos he llamado con sus nombres verdaderos.
Mis buenos actos me descubren lo venidero,
Mis pecados no me mantendrán aprisionado,
En un mar de fuego oscuro sin futuro,
En un tiempo que no sabe decir fin.
¡Oh poderoso Osiris!
La Puerta Secreta, el Camino Invisible, se muestra ante mí.
Mi barca ha arribado al Portal de la Vida Eterna.
He escapado del Mundo Inferior a un Plano Superior,
He salido de las Tinieblas y no quiero volver a ellas.
Permíteme pasar y que el juicio disponga su inicio,
La Pesada de las Palabras me concederá la dicha plena.
Todos los días de mi vida yo respeté las leyes del Dios-Sol,
Mis decretos estuvieron en armonía con los mandatos de Maat.
Llego ante ti puro, con el corazón ligero de maldades,
Concédeme entrar y recorrer con mi barca el Nilo Celeste.
¡Oh poderoso Osiris!
Déjame contemplar la Plena Luz del Día.
Déjame hollar los senderos de los Abismos de los Cielos.
Déjame explorar el firmamento junto a los espíritus.
Comer lo que ellos comen,
Vivir lo que ellos viven,
Saber lo que ellos saben.
Ofréceme refugio en el tiempo sin límites.
Asígname un sitio donde nunca se llore.
Déjame resucitar como tú lo hiciste una vez.
Déjame volver a nacer a la Plena Luz del Día.
John cogió aliento. Todos le miraban expectantes, como si les debiera una explicación por los versos que acababa de declamar, pero no se le ocurría qué tipo de comentario sería más conveniente. Alí le sacó del apuro.
—No me suenan estos fragmentos, aunque son claramente una variación bastante insólita del viaje que hace el alma antes de llegar a Osiris y su presentación posterior a esta misma deidad.
Osama se había prometido no intervenir pero no pudo cumplir su juramento. Estaba francamente intrigado con lo del tránsito del alma y, además, cualquier cosa que le diese información sobre la tumba podía ser útil para incrementar la seguridad.
Cuando deseamos una cosa nunca faltan argumentos para engañarnos a nosotros mismos, somos nuestro más crédulo público.
—¿Qué viaje es ese? —preguntó el militar tímidamente.
Marie fue la que le contestó.
—Cuando el difunto era amortajado y encerrado en su tumba, su alma resucitaba y debía emprender un peligroso itinerario en un barco celeste, recorrer un mar oscuro que simbolizaba la noche, el tiempo en que Ra, el sol, está oculto.
—Ese mar estaba plagado de demonios —siguió Alí—, que intentaban apoderarse del alma del muerto y encadenarla en esa especie de infierno oceánico.
Marie, algo molesta por la interrupción del conservador, prosiguió con sus explicaciones. Era un tema que siempre le gustaba exponer a los neófitos.
—Solamente conociendo las palabras de poder, las palabras de potencia, se conseguía mantener a raya a las ánimas, que generalmente eran espíritus caídos que no habían conseguido superar la prueba de la balanza.
—De la prueba de la balanza sí había oído hablar —reconoció Osama.
—Sí —se volvió a adelantar Alí—, cuando se llega a la puerta de la sala del juicio, que también hay que abrir con una fórmula secreta, se pasa a un salón donde Osiris y otros 42 jueces asisten al examen del corazón del difunto. Si está libre de pecado, o sea, si el órgano pesa menos que la pluma de Maat, entrará en el paraíso.
La francesa aprovecho que Alí tomaba aire para recuperar la palabra que el egipcio le había sustraído por segunda vez.
—Y, si no pasa la prueba, un monstruo devorará el corazón del finado, pasando su alma a agitarse con las olas del fatídico piélago, el mismo que hacía un momento había tenido que atravesar.
—Simbólicamente —ahora era John el que hablaba—, el viaje del fallecido era el mismo que efectúa el sol cada día. Cada crepúsculo, el astro rey se introduce en un mundo de tinieblas, de donde tiene que resurgir o resucitar cada amanecer. Los antiguos egipcios creían que todas las almas tenían que remedar el mismo viaje si querían renovarse y recuperar la luz que habían perdido con la muerte.
—¿Y qué tipo de paraíso tenían los egipcios? —preguntó Osama un poco consternado por si estaba haciendo perder demasiado tiempo a los arqueólogos, aunque éstos parecían encantados de responderle cualquier duda.
—Pues el muerto se traslada a un nuevo plano existencial de libertad absoluta — Marie había vuelto a ser la más rápida en responder—. Se convierte en un ser con los mismos poderes que los dioses, es libre de realizar cualquier acto y de visitar los tres mundos: el Cielo, la Tierra y el Mundo Inferior, ya libre de asaltos por parte de los entes desgraciados que penan y deambulan por allí.
—No es muy diferente de lo que musulmanes o cristianos entendemos por paraíso e infierno —dedujo Osama.
—Pues no —dijo John—, parece que todos los paraísos son iguales, felicidad plena y ausencia de dolor. Lo contrario es el averno.
Alí y Marie no añadieron nada más. Osama tampoco tenía más preguntas que hacer, en ese mismo instante pensaba si su alma pasaría con éxito la prueba de Osiris.
John se sirvió más té y procuró dar un largo trago a la reconfortante bebida. Desechó el folio que acababa de leer y cogió otra hoja, se disponía a recitar la segunda inscripción de la sala de columnas, la que cubría la pared donde estaban enclaustradas las quince momias de gatos y donde aparecían Thot y Bastet luchando con la serpiente gigante y sus deletéreas acólitas.
Afuera el aire golpeaba cada vez más frecuentemente las paredes de la tienda, aunque sin demasiada fuerza.
—Bien —anunció John—, voy a leer los jeroglíficos de la pared de los felinos.
¡Oh Bastet, calma las penas de mi alma!
Aparta de mí las cosas que aborrezco,
Extingue a los entes de nombres innombrables,
Usa tu ciencia oculta contra todo lo abominable,
Devuelve a los seres mágicos a su Mundo Inferior,
Obstruye el manantial de tan mefítico vapor.
El valor de tu ánimo destruye lo que detesto,
Tú magia es poderosa en todo el universo.
Quiebra la columna dorsal de impuras vértebras
De los hijos de seres coronados de serpientes.
Arranca las escamas, duras como el sílex,
De los que viven arrastrando el funesto vientre.
¡Oh Bastet, salva del horror a mi alma!
Huye serpiente de tiempos antiguos,
Mal inclemente de alivios exiguos.
Retírate bestia de lengua ponzoñosa,
Ansia de angustia, fatiga desdeñosa.
Escapa demonio de cola de escorpión,
Torpe quelonio forrado de repulsión.
Retrocede reptil de cabeza triangular,
Vuelve a tu cubil, desastre crepuscular.
¡Oh Bastet, calma los dolores de mi alma!
Escóndeme de mis enemigos.
Amargor sobre amargor
Expelían sus pócimas.
Nubes sobre nubes Salían de sus brebajes.
Muerte sobre muerte
Causaban sus venenos.
Conviértelos a todos
En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
¡Oh Thot, escucha mi voz!
Despójame de este veneno,
Sálvame de esta agonía,
De esta noche sin noche,
De este día sin día.
Sé que por ti yo no muero,
Ojo de todos los Mundos,
Por eso no desespero.
¡Oh Thot, atiende mi voz!
Que ningún mal me derrote,
Thot en tu casa de la luna,
Amo del tiempo que transcurre.
Thot me cura, Bastet me cuida,
Con ellos evitaré la dura caída.
Thot da vida a mis ejércitos,
Sabe el secreto de la inmortalidad.
Thot escriba de todo lo divino,
Eres el que penetra en las palabras.
Thot conocedor de los ritmos del Orbe,
Eres el que acaba con todo lo dañino.
¡Oh Thot, siente mi voz!
Mide tu poder con el mío, gracias a ti yo vivo.
Conviérteme en estable e inmutable,
Que los gusanos no invadan mi cuerpo,
Que la Nada me sea siempre ajena.
Dime el camino de la Mansión Escondida,
Sálvame del derrumbamiento de los Astros,
Déjame partir del ayer para alcanzar el hoy,
Te lo pido por los dos cuernos de tu luna,
Déjame existir como la persona que soy.
A John jamás le había atraído leer en público y siempre había odiado las exposiciones obligatorias, invariablemente ante todos los alumnos, de las monografías y trabajos de su etapa universitaria. Sin embargo, ahora parecía muy metido en su papel de rapsoda. Había algo de él en los versos, porque las palabras, aunque eran de Sheshonk, siempre llevan briznas del que las transcribe. Tampoco había podido quitarse de la cabeza, mientras estaba traduciendo, que Marie también estaría presente en la disertación, quizá por eso se había sentido tan inspirado.
La francesa parecía seguir con ganas de comentar y glosar cada línea que leía John, por eso fue la primera en decir algo.
—Ahora me explico para qué quería Sheshonk tantos gatos, debía tener un miedo atroz a las mordeduras de serpiente por lo que se deduce de estos himnos.
—Quizá tuvo algún mal encuentro con alguna víbora a lo largo de su vida — comentó Alí.
—No —dijo Marie concluyente.
—¿No? —preguntó el recién censurado Alí.
—No, no lo creo —empezó a explicar Marie—, es decir, no sé si fue atacado por serpientes o tortugas. Lo que quiero señalar es que reinando Sheshonk en Bubastis, capital de la Dinastía XXII, y siendo Bastet diosa tutelar de la ciudad, los sacerdotes oficiantes de su culto debían estar muy bien considerados dentro de las jerarquías de las clases altas. Es posible que por eso se le dedicara este fresco a la diosa felina.
—Es otra teoría —convino Alí.
—Las instituciones eclesiásticas de esa ciudad solicitarían una presencia testimonial en la tumba de su señor y la mejor manera de personificarlos sería presentando a Bastet salvaguardando al faraón del ataque de una miríada de demonios serpientes —amplió Marie, aunque ni ella misma estaba muy convencida de la hipótesis que acababa de exponer.
—¿Y el mural de abajo? —discrepó Alí—. Se ve claramente como Thot, el dios lunar de la medicina, está curando a una larga fila de lo que parecen los soldados o mercenarios del ejército de Sheshonk. No puede ser casualidad, además los textos hablan claramente de una amenaza que tiene que ver con alguna clase de veneno.
—No pudo ocurrir que los adversarios del faraón dispusieran y utilizaran alguna clase de poción o toxina contra sus tropas —dijo de pronto Osama.
Todos dirigieron la vista al teniente. El militar egipcio se quedó quieto, creyó que debía una disculpa dada la persistencia de las miradas de sus compañeros y, sobre todo, su silencio. Aunque el silencio de John era distinto, él parecía reconcentrado, parecía querer cazar alguna idea que había alumbrado su inteligencia en una fracción de segundo anterior, justo con la afirmación de Osama, pero el pensamiento se había vuelto a apagar y ocultar rápidamente en las profundidades de su mente.
—Perdón, no quería inmiscuirme en sus deliberaciones —se disculpó el teniente.
—¡No, no, qué va! —salió Alí a su rescate—. Es una explicación magnífica, la verdad es que concuerda estupendamente con el sentido literal del pasaje y con las imágenes de la pared, incluso el texto da a entender que el propio faraón resultó envenenado en algún momento de su vida.
—Yo siempre he mantenido que la mejor explicación normalmente es la más sencilla —matizó una escéptica Marie—, estas fórmulas ceremoniales abundan a lo largo y ancho del
Libro de los Muertos
y no tienen por qué cimentarse en hechos que hubieran ocurrido en la realidad.
—Eso es cierto —apoyó Alí—, recuerdo que en otras tumbas se han encontrado encantamientos contra los enemigos, contra los demonios…
—Y contra las serpientes —finalizó Marie—. La verdad es que estos fragmentos no emplean argumentos demasiado revolucionarios, aunque no recuerdo haber leído estos versos en concreto en ningún otro sitio.
—Bueno, la verdad es que yo no recuerdo ningún tipo de rima, siempre había examinado estos textos en prosa pura y dura —desaprobó Alí, aunque más que una protesta parecía una muestra de asombro ante la pericia de John a la hora de traducir.