La piel del tambor (21 page)

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Authors: Arturo Pérez-Reverte

BOOK: La piel del tambor
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—Hay quien piensa —su tono era de confidencia incrédula; algo así como entre tú y yo, fíjate, vaya idea tonta— que
Vísperas
es usted.

—No diga gilipolleces.

—No lo son. Al menos da el perfil físico: edad, estudios, intereses, — se apoyó de nuevo en el borde de la mesa, con las manos en los bolsillos—. ¿Cómo anda de informática?

—Como todo el mundo.

—¿Y esas cajas de disquetes?

El vicario parpadeó dos veces:

—Es privado. Usted no tiene derecho.

—Por supuesto —Quart alzaba las manos con las palmas vueltas hacia arriba, conciliador, para demostrar que no ocultaba nada en ellas— Pero dígame una cosa… ¿Dónde está el ordenador que maneja?

—No creo que eso tenga importancia.

—Pues se equivoca. La tiene.

El gesto del padre Óscar había ganado en firmeza; ya no parecía un jovencito humillado.

—Oiga —enderezaba la espalda en el asiento y sus ojos sostenían la mirada de Quart—. Aquí se está librando una guerra y yo elegí mi bando. Don Príamo es un hombre bueno y un hombre honrado, y los otros no. Es cuanto tengo que decir.

—¿Quiénes son los otros?

—Todo el mundo. Desde la gente del banco hasta el arzobispo —ahora sonreía por primera vez. Una mueca esquinada, rencorosa—. Incluyo a quienes lo mandan a usted de Roma

A Quart todo aquello le daba lo mismo, pues no era de los que se conmueven por insultos a la bandera. Suponiendo que Roma mese su bandera.

—Bueno —respondió, objetivo— Cargaremos eso a la cuenta de sus pocos añnos. A su edad es más acusado el sentido dramático de la vida. Y resulta fácil encandilarse con las causas perdidas y

las ideas.

El vicario lo miró con desprecio.

—Las ideas me convinieron en sacerdote —parecía preguntarse cuales eradlas de Quart— Y en cuanto a las causas perdidas, Nuestra Señora de las Lágrimas no está perdida, aún.

—Pues si alguien vence en esto, no será usted. Su traslado a Almería…

Se irguió un poco más el joven, heroico:

—Cada uno paga su dignidad y su conciencia. Quizá mi precio sea ése.

—Bonita frase —ironizó Quart—. Dicho de otro modo, tira por la ventana una brillante carrera… ¿De veras merece la pena?

—¿De qué sirve al hombre ganarlo todo si pierde su alma? — el vicario miraba a su interlocutor con agudeza, como si el argumento fuese aplastante—. No me diga que olvidó esa cita.

Quart reprimió sus ganas de echarse a reír ante las gafas empañadas del otro.

—No veo relación —dijo— entre su alma y esta iglesia.

—Hay muchas cosas que no ve. Iglesias más necesarias que otras, por ejemplo. Tal vez por lo que encierran en ellas, o simbolizan. Hay iglesias que son trincheras.

Sonreía Quart para sus adentros. Recordaba al padre Ferro utilizando idéntica expresión durante la entrevista en el despacho de monseñor Corvo.

—Trincheras —repitió.

—Sí.

—Cuénteme de qué pretenden defenderse.

El padre Óscar se levantó dolorido, sin apartar los ojos de él, y luego dio unos pasos con dificultad en dirección a la ventana. Allí descorrió las cortinas, dejando entrar el aire y la luz.

—Defendernos de la Santa Madre Iglesia —dijo por fin, sin volverse—. Tan católica, apostólica y romana que ha terminado traicionando su mensaje original. Con la Reforma perdió la mitad de Europa, y en el siglo xvm excomulgó a la Razón. Cien años más tarde perdió a los trabajadores, que comprendieron que estaba del lado de los amos y los opresores. En este siglo que termina está perdiendo a la juventud y a las mujeres. ¿Sabe qué va a quedar de todo esto?… Ratones correteando entre bancos vacíos.

Se quedó callado unos instantes, inmóvil. Quart lo oía respirar.

—Defendernos sobre todo —prosiguió el vicario— de lo que usted viene a traer aquí: la sumisión y el silencio —ahora miraba los naranjos de la plaza con aire obstinado—. En el seminario comprendí que todo el sistema se basa en las formas; en un juego de ambición y claudicaciones. En nuestro oficio nadie se acerca a nadie que no sea útil para promocionarlo. Desde bien jóvenes elegimos un profesor, un amigo, un obispo que nos ayuden a prosperar —Quart escuchó su risa queda, entre dientes; ya no había nada de juvenil en el aspecto del padre Óscar—. Yo creía que un sacerdote sólo realiza cuatro clases de inclinación ante el altar, hasta que conocí a expertos en todo tipo de inclinaciones. Yo mismo era uno de ellos, destinado a la imposibilidad de dar a la gente el signo que nos exige, sin el que caen en manos de quirománticos, astrólogos y mercachifles del espíritu. Pero al conocer a don Príamo comprendí qué es la fe: algo independiente, incluso, de que Dios exista. La fe es el salto a ciegas hacia los brazos de alguien que te acoge en ellos… Es el consuelo frente al miedo y al dolor incomprensibles. La confianza del niño en la mano que lo saca de la oscuridad.

—¿Y se lo ha contado a mucha gente?

—Claro. A todo el que me quiere oír.

—Pues me parece que va a tener problemas.

—Ya los tengo, como usted sabe mejor que nadie. Pero no lo lamento. Aún no he cumplido veintisiete años, y supongo que podría empezar en cualquier oficio, en otra parte. Pero voy a quedarme, y a pelear allí donde me manden… —le dirigió a Quart una mueca larga y desagradable, muy insolente— ¿Y sabe una cosa?… He descubierto mi vocación de cura incómodo.

Con la cabeza hundida en el respaldo de cuero negro del sillón, Pencho Gavira contemplaba la pantalla de su ordenador. El mensaje estaba allí, infiltrado en el archivo del correo interno:

Lo despojaron de sus vestiduras y sobre su túnica echaron suertes, mas no pudieron destruir el templo de Dios. Porque la piedra que desecharon los arquitectos es la piedra angular. Ella guarda memoria de quienes fueron arrancados de nuestra mano.

De paso, para divertirse un rato, el intruso había añadido un virus inofensivo, una molesta bolita de ping—pong que rebotaba en los cuatro lados de la pantalla, multiplicándose por dos cada vez hasta que, al encontrarse una y otra, estallaban con un efecto de hongo nuclear y volvía a empezar toda la secuencia de nuevo. A Gavira no le preocupaba mucho, pues podía ser limpiado con facilidad; el departamento de informática del banco trabajaba en ello, revisando de paso la eventual existencia de otros virus ocultos de efectos mucho más destructores. Lo inquietante era la facilidad con que el agresor —un empleado del banco o un hacker bromista— había inoculado su bolita saltarina, y la extraña referencia evangélica que, sin duda, tenía que ver con la operación de Nuestra Señora de las Lágrimas.

En busca de consuelo, el vicepresidente del Cartujano apartó la vista del ordenador para mirar el cuadro colgado en la pared principal del despacho. Era un valiosísimo Klaus Paten, adquirido hacía poco más de un mes con el conjunto de valores e inmuebles del Banco de Poniente. El viejo Machuca era poco amigo del arte moderno —lo suyo eran Muñoz Degrain, Fortuny y cosas así—, de modo que Gavira se lo había autoadjudicado como botín de guerra. En otros tiempos los generales se adornaban con banderas capturadas al enemigo, y el Klaus Paten era más o menos eso: el estandarte del ejército vencido, una superficie azul cobalto de 2,20 x 1,80 con un trazo rojo y otro amarillo cruzándola en diagonal, titulada
Obsesión n.° 5
, bajo el que se reunió durante los últimos treinta años el consejo de administración del banco recién absorbido por el Cartujano. El citado consejo se hallaba a aquellas alturas disperso, cautivo y desarmado; y el Poniente, la única entidad financiera que había hecho sombra al Cartujano en Andalucía, borrado del mapa para siempre jamás, tras una quiebra técnica de la que Gavira era despiadado artífice. El Poniente, una institución de tipo familiar con clientela de pequeños cuentacorrentistas rurales, carecía del toque imprescindible para diferenciar entre lo que permite ganar dinero y evitar perderlo; algo necesario en los tiempos que corrían. Así que me diame una sene de golpes de mano e infiltraciones en la polaca de su competidor Gavira lo había empujado hasta un camppo m a nado. el intento de lanzar una supercuenta única insoportable para su estructura financiera, con el resultado de la contaminación del pasivo y la fuga de su clientela tradicional. Después de aquello el Poniente cayó en picado, y allí estaba Gavira con su mas ancha sonrisa y los brazos abiertos, dispuesto a echar un^ mano al colega en apuros. La mano había ido directamente a la yugular, con una campaña de acoso y derribo camuflada tras avales. prestamos y buenas intenciones que habían degenerado en una salvaje limpieza étnica de carácter casi balcánico. A su término. el Banco de Poniente no era más que un nombre y algunos inmuebles donde.estaban.endeudados hasta los ceniceros de los pasillos; la absorción fue inevitable, y el presidente de la institución familiar tuvo que elegir entre pegarse un tiro o aceptar un pequeño puesto honorífico en el consejo de administradón del Cartujano. Había optado por lo segundo, y todo eso confería el carácter de símbolo incontestable a la presencia del Klaus Paten frente a la mesa de Pencho Gavira, en la planta noble del edificio del Arenal. Aquello era un despojo glorioso. Un trofeo para el vencedor.

Vencedor
. Gavira moduló la palabra casi en voz alta. pero una arruga de preocupación le partía el ceño cuando volvió a mirar la pantalla de ordenador, llena de bolitas que rebotaban en todas direcciones, justo en el momento en que dos de ellas tropezaban desencadenando la deflagración nuclear. Bum. De nuevo otra bohta solitaria inicio el ciclo. Exasperado, Gavira giró dentó ochenta grados el sillón para volverse hacia el enorme ventar que se abría sobre la ribera del Guadalquivir. En su mundo, en e campo de batalla de mueres o matas por el que caminaba en busca de fortuna, era necesario el mismo movimiento continuo de esa bolita punetera. Detenerse equivalía a sucumbir, como el tiburón herido que se torna vulnerable al ataque de otros escualos. El viejo Machuca, con su calma habitual y aquella oscura retranca tras los párpados entornados desde los que acechaba a la vida, se lo había dicho una vez: «Lo tuyo es igual que ir en una bicicleta; si dejas de pedalear, te caes». Pencho Gavira, por su propia naturaleza, estaba destinado a pedalear sin descanso, imaginando nuevos senderos, atacando sin tregua a enemigos reales o molinos de viento fabricados ex profeso. Cada revés lo salvaba con una fuga hacia adelante; cada victoria incluía en sí misma un nuevo combate. Y de ese modo, el vicepresidente y director general del Banco Cartujano iba construyendo la complicada tela de araña de su ambición. Algo cuyo objetivo último conocería cuando llegase a él, si es que alguna vez llegaba.

Tecleó en el ordenador para salir del correo interno, y tras marcar su clave secreta penetró en el archivo privado al que sólo él tenía acceso. Allí, a salvo de intrusos, estaba un informe confidencial que sí podía ponerlo en apuros: el trabajo de una agencia privada de información económica, realizado por cuenta de un grupo de consejeros opuestos a que Gavira sucediese a Octavio Machuca en la presidencia del Cartujano. Aquel informe era un arma letal, y los conspiradores se proponían sacarlo de la chistera en la reunión prevista para la semana próxima; pero ignoraban que Gavira, mediante el pago de una suma considerable, había logrado hacerse con una copia:

SB Confidencial.

Resumen investigación interna B.C. asunto P.T. y otros.

—A mediados del pasado año se observó un incremento anormal de los activos del Banco, y consiguientemente de las deudas interb anearías apreciadas en los meses anteriores. La vicepresidencia (Fulgencio Gavira está, además, investido de todas las facultades salvo las indelegables) sostuvo que dichos incrementos se producen principalmente por financiaciones a Puerto Torga y sus accionistas, pero que se trataba de operaciones puntuales y transitorias a punto de regularizarse con la venta inminente de la sociedad Puerto Targa a un grupo extranjero (San Qafer Alley, de capital saudí), lo que produciría importante plusvalía para los accionistas y alta comisión para el Cartujano. La venta ha conseguido la oportuna autorización de la Junta de Andalucía y del Consejo de Ministros.

—Puerto Targa es una sociedad con un capital social original de 5.000.000 de pesetas, cuyo objeto es la creación, en una zona protegida próxima a la reserva ecológica del Parque Doñana, de un campo de golf y una urbanización de chalets de lujo con puerto deportivo. Las dificultades administrativas para la construcción en zona protegida fueron reciente e inesperadamente levantadas por la Junta de Andalucía, que hasta hace poco venía oponiéndose frontalmente al proyecto. El 78% de las acciones de la sociedad fue comprado por el Banco a instancias de la vicepresidencia (Gavira), tras una ampliación que elevó su capital hasta 9.000 millones de pesetas. El 22% restante quedó en manos de particulares, y existen fundadas sospechas de que la sociedad H.P. Sunrise, radicada en San Bartolomé (Antillas francesas), que se quedó con un importante paquete, podría estar relacionada con el propio Fulgencio Gavira.

—El tiempo ha transcurrido sin que la venta de Puerto Targa se haya formalizado todavía. Pero mientras tanto se han seguido incrementando los riesgos. Por suporte, la vicepresidencia ha seguido afirmando que este incremento observado viene motivado en parte por liquidaciones de intereses, descuento de papel y financiación pura, pero que la venta de acciones se realizará deforma inminente, y ésta operaría la importante rebaja de riesgos esperada. La investigación, sin embargo, demostró que el incremento de los riesgos observado se debía a partidas deliberadamente ocultas en su día, que afloraban a requerimiento de la investigación hasta totalizar la cantidad de 20.028 millones de pesetas, de los que sólo 7.020 correspondían a la operación Puerto Targa. Aun así, la vicepresidencia sigue afirmando que la materialización de la compra por Sun Qafer Alley de las acciones de Puerto Targa normalizara la situación.

—Tras llevar a cabo la pertinente investigación, se ha podido deducir que Puerto Targa es una sociedad que, tras una compleja operación de ingeniería financiera a base de sociedades radicadas en Gibraltar, se encuentra, desde su nacimiento y en la actualidad, financiada casi en su totalidad por el Banco Cartujano, extremo éste que ha permanecido oculto a la mayor parte de los miembros del Consejo de Administración. Podría decirse que fue creada prácticamente para, en primer lugar, registrar un beneficio ficticio en el anterior balance del Banco Cartujano al hacer figurar como ingresos los 7.020 millones de la compra de la sociedad, que en realidad el Banco se pagó a sí mismo al autovenderse Puerto Targa a través de las empresas pantalla gibraltareñas. Y el segundo objetivo era, con las plusvalías producidas cuando se realizara su venta posterior a Sun Qafer Alley, sanear el balance del Banco. Es decir: tapar el «agujero» de más de 10.000 millones producido en el Banco Cartujano por la gestión de la actual vicepresidencia y lastre derivado de anteriores gestiones.

—La venta, que según la actual vicepresidencia triplicaría el valor actual de la sociedad, no se ha realizado todavía, y se ha dado como nueva fecha para ésta mediados o finales del presente mes de mayo. Es posible que, como afirma la vicepresidencia, la operación Puerto Targa normalice la situación interna. Pero, de momento, lo que sí puede establecerse es que la ocultación sistemática de la verdadera situación prueba hasta ahora un claro «maquillaje» en las cuentas de resultados del Banco Cartujano. Eso significa que durante el último año se ha ido ocultando al Consejo de Administración la situación de riesgos y la carencia de resultados positivos así como numerosos errores de gestión e irregularidades aunque en justicia no todo sea imputable a la gestión de la actual vicepresidencia.

—Como argucias de esa ocultación pueden señalarse: frenética búsqueda de nuevos y costosos recursos, contabilidad falsa con transgresión de las normas bancarias, y un riesgo calificable de temerario que, sin la materialización de la esperada venta de Puerto Targa a Sun Qafer Alley (anunciada en unos 180 millones de dolares), puede producir un descalabro de gravísimas consecuencias para el Banco Cartujano, así como un escándalo público que merme considerablemente su prestigio social entre un acáonaríado hecho de pequeños accionistas de carácter conservador.

—En cuanto a las irregularidades directamente achacables a la actual vicepresidencia, la investigación ha detectado una carencia general del sentido de la austeridad, con importantes sumas pandas a profesionales y particulares sin la debida justificación documental (incluyendo a personas e instituciones públicas, con casos que pueden definirse directamente como sobornos), así como la intervención de la actual vicepresidencia en negocios con clientes y la posible, aunque no probada, percepción de determinados veneficios y comisiones.

—Por todo lo expuesto, y aparte las irregularidades de gestión detectadas, resulta evidente que el fracaso de la operación Puerto Torga pondría al Banco Cartujano en graves dificultades. Resulta asimismo preocupante el posible efecto negativo que el conocimiento délas operaciones realizadas por esa vicepresidencia en torno a la iglesia de Nuestra Señora de las Lágrimas y el conjunto de la operación Puerto Torga podría tener en la opinión pública y en la dientelo tradicional del banco, dase media de carácter conservador y a menudo católica.

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