Read La noche de Tlatelolco Online

Authors: Elena Poniatowska

Tags: #Historico, Testimonio

La noche de Tlatelolco (39 page)

BOOK: La noche de Tlatelolco
6.5Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

• Manuela Garín de Álvarez, matemática y profesora de las Facultades de Ingeniería y Ciencias de la
UNAM
.

Una mujer descalza

cubierta la cabeza con un rebozo negro

espera que le entreguen a su muerto.

22 años, Politécnico:

un hoyo rojo en el costado

hecho por la M-1

• Juan Bañuelos.

No quisiéramos vernos en el caso de tomar medidas que no deseamos, pero que tomaremos si es necesario; lo que sea nuestro deber hacer, lo haremos; hasta donde estemos obligados a llegar llegaremos.

• Gustavo Díaz Ordaz, Presidente de la República, Cuarto Informe Presidencial, 1o. de septiembre de 1968.

Recuperar lo que se perdió en las sombras de esa noche de Tlatelolco es vital para el país. Volver los soldados a los cuarteles; vaciar las cárceles de prisioneros y purgar el ánimo es el mandato de esta hora negra. Nadie gana en esta contienda en la que naufraga México.

• Francisco Martínez de la Vega, «¿Hacia dónde va nuestro país?»,
El Día
, 8 de octubre de 1968.

Todos creíamos que íbamos a salir a las setenta y dos horas y nos empezamos a desesperar cuando no nos soltaron. Allí pasamos diez días con sus noches. De los nervios, del miedo, yo dormía rete que mal. Había un señor a quien le tocó una litera en la mera entrada —este señor trabajaba en la Pepsi-Cola— y como casi no dormía me contó que luego en las noches, como a las tres de la mañana, pasaban unos oficiales con una lámpara de mano, de litera en litera buscando a uno del Consejo. Me imagino que como ya nos tenían fichados a todos, entonces les llevaban nuestras fotos a los que ya habían aprehendido del Consejo y me imagino que les preguntaban: «A ver, dinos, ¿a quién conoces de éstos de aquí? ¿Quiénes están metidos en esto?». En una ocasión nos metieron a todos al baño y apagaron las luces del dormitorio, nada más quedó la luz del baño donde estaban los oficiales y empezaron a llamarnos de a uno por uno y el oficial preguntó:

—¿A ti dónde te agarraron?

—No, pues en Tlatelolco…

—¿Y qué andabas haciendo allá?

—No, pues fui al mitin…

—¿A qué horas te agarraron? ¿Antes o después de la bala cera?

—No… pues… este… después.

—¿Ya te hicieron la prueba de la parafina?

—No.

—Ándale, ya vete a dormir… Te la vamos a hacer mañana. Deberían habértela hecho como a todos los demás.

Y así nos fueron pasando de a uno por uno. Pero después se rumoraba que allí atrás, donde estaba oscuro, estaba Sócrates que andaba viendo a ver si reconocía a alguno. Cuando pasábamos al baño, uno de los oficiales nos agarraba la cara, nos volteaba de un lado, luego de otro, y cuando entró un maestro de la Vocacional 5, a ése sí, a él lo detuvieron: “A ver, maestro, espérese tantito…

—Sí —le dice el oficial—, tú eres de la Coalición de Maestros…

—No —contestó—, no sé nada…

—Bueno, ¿has ido a alguna manifestación, a algún mitin?

—Sí, sí he ido.

—¿Y te has encontrado allí a compañeros?

—Sí, pues es una cosa muy natural que se encuentre uno a compañeros.

—¿Y cómo sabes si alguno de esos compañeros no te delató?

—No, pues no sé nada… Tal vez sea una equivocación.

—Bueno, pues ya vete a descansar y si en el transcurso de la noche escuchas tu nombre es mejor que vayas haciendo tu rezo, porque a los de la Coalición los van a tronar.

Entonces el maestro fue a darle a un ingeniero que estaba allí un retrato de su chamaca y le dijo que si le sucedía algo que por favor avisara a su casa. Luego nada más se acostó a descansar. Pero después cada vez que abrían la puerta todos nos parábamos a ver. Él seguía en su litera descansando para tratar de controlarse.

• Ignacio Galván, de la Academia de San Carlos.

Comprendo que el gobierno no podía permitir bajo ningún concepto que los disturbios estudiantiles prosiguieran estando tan cerca las Olimpiadas. Los ojos del mundo estaban puestos en México. ¡Había que detener a los estudiantes a como diera lugar, pasara lo que pasara! En Europa, muchos turistas empezaron a cancelar sus reservaciones; los estudiantes comprometían con sus bravatas y sus motines los Juegos Olímpicos, querían aprovechar una Olimpiada de carácter internacional para sus fines personales, sus peticiones absolutamente locales. La presencia de corresponsales extranjeros siempre al acecho de periodismo sensacionalista y amarillista los azuzó, les dio alas. A ellos tenían que demostrarles que eran muy «machos»; invitarlos a presenciar manifestaciones, hacerlos participar en sus mítines… Comprendo muy bien la acción del gobierno mexicano y en su lugar quizá no hubiera tenido más remedio que hacer lo mismo.

• Daniel Guían, director de Seguros Marítimos, visitante francés en las Olimpiadas.

Y uno, alarmado y dolido intensamente por los sangrientos sucesos repetidos en el conflicto estudiantil no puede menos que preguntarse si hay compromiso diplomático, si hay evento deportivo que valga la muerte de mexicanos; y si puede desenvolverse una fiesta de pacifismo cuando golpea la violencia cruenta.

• Alberto Domingo, «La cruenta cólera tuvo su festín»,
Siempre
!, no. 799, 16 de octubre de 1958.

Lo que pasa es que los estudiantes querían robarle cámara a la Olimpiada.

• Lola d’Orcasberro, visitante de Francia a las Olimpiadas.

Si están matando estudiantes para que haya Olimpiada, mejor sería que ésta no se realizara, ya que ninguna Olimpiada, ni todas juntas, valen la vida de un estudiante.

• Un atleta italiano, miembro de la Delegación Italiana a los XIX Juegos Olímpicos,
Ovaciones
, 3 de octubre de 1968.

Todo se preparó con tanto cuidado, se gastó tantísimo dinero, no se ha escatimado detalle alguno; hasta en los boletos para cada evento deportivo prevalece el buen gusto; los letreros indicativos, los folletos y programas, los carteles, el diseño de los trajes de las edecanes, de los anuncios, hasta de los globos; la puntualidad con la que se verifica cada evento, la magnífica organización, por eso duele y duele mucho que los XIX Juegos Olímpicos estén teñidos de sangre.

• Beatriz Colle Corcuera, especialista en artes gráficas, dibujante.

Desatada la balacera, el ejército actuó como si estuviera sofocando un levantamiento armado, no un mitin estudiantil. Las aprehensiones rebasaron el millar y medio y el trato a los detenidos fue más desconsiderado y duro: muchas personas —de uno y de otros sexos— fueron desnudadas, arrojadas contra la pared, mantenidas largo tiempo en pie y con los brazos en alto. Una fotografía de un matutino del jueves 3 muestra a un grupo de soldados que, sonrientes, cortan el cabello a un joven detenido, en acto tan injustificado como vejatorio.

• Alberto Domingo, «La cruenta cólera tuvo su festín»,
Siempre
!, no. 799, 16 de octubre de 1968.

La ropa sucia se lava en casa. Los estudiantes querían lavar la suya frente a los delegados olímpicos del mundo entero y aprovechar su presencia para inmiscuirlos en la política interna del país.

• Douglas Crocker, conservador de museo, visitante norteamericano en las Olimpiadas.

Nosotros nunca dijimos que queríamos boicotear la Olimpiada. El 14 de septiembre el oficial mayor de Gobernación, en un escrito, nos hizo saber que en el caso de que nuestra intención fuera amenazar con actos que pudieran impedirla o estorbarla, el gobierno haría uso de los recursos legales de que dispone para que la Olimpiada pudiera efectuarse. Nosotros siempre declaramos que no estábamos en contra de la Olimpiada. Incluso el 29 de agosto hicimos un manifiesto que se publicó el 30, en
El Día
, diciendo que nuestro Movimiento no tenía relación alguna con la próxima Olimpiada y que no deseábamos entorpecer una actividad de carácter internacional.

• Gilberto Guevara Niebla, del
CNH
.

En una ocasión, cuando ya estábamos agotados (ya te hemos platicado que las sesiones del
CNH
duraban hasta diez horas), Ayax Segura Garrido sacó un manifiesto y propuso su publicación para el día siguiente. Dijo que su escuela lo pagaría. Pedimos que lo leyera —no olvides que eran las cinco de la mañana— y, en cuanto escuchamos las primeras frases lo dimos por aprobado. El texto se refería a un acuerdo anterior del
CNH
que ya se había discutido y aprobado semanas antes. Se trataba de señalar ante la opinión pública que no estábamos contra la celebración de los Juegos Olímpicos. Pero el manifiesto de Ayax añadía que barreríamos la ciudad, serviríamos de guías, lavaríamos vidrios y lustraríamos zapatos, o casi. Esa parte fue la que no se leyó. Y no se leyó porque yo me paré y dije: «Compañeros, ese manifiesto lo aprobamos hace tres semanas, no vamos a discutirlo otra vez. Que salga». Y que sale. Que lo voy leyendo al otro día, impreso en los periódicos y se me pusieron los pelos de punta. Llegué a la asamblea decidido a recibir una paliza. Y la recibí. ¡Pues claro que la recibí! Los muchachos estaban indignados y con justa razón. Primero pensé en inventar alguna mentira, alguna justificación; pero finalmente me decidí por platicarles cómo había estado la sesión del Consejo y cómo habíamos aprobado semejante barbaridad. Si me creían, bien, y si no pues ni modo. Después de oírme quedaron conformes con mi autocrítica.

• Luis González de Alba, del
CNH
.

Nosotros no estábamos en contra de la Olimpíada en cuanto a fenómeno deportivo, pero sí en cuanto a fenómeno económico. Somos un país demasiado pobre y la Olimpiada significaba una sangría económica irrecuperable por más que se dijera lo contrario. López Mateos contrajo ese compromiso con fines exhibicionistas que no correspondían para nada a nuestra realidad.

• Gustavo Gordillo, del
CNH
.

Será interesante… concentrar todas las filípicas que recibieron, de consejeros y tutores naturalmente oficiosos, los estudiantes que manifestaron sus inconformidades. Esos serenísimos y regañones adultos, tan partidarios del orden indiscriminado impuesto por represiones violentísimas, tan conmovedoramente saturados de un patriotismo sublime, han olvidado, como era de esperarse, reconocer la actitud del movimiento estudiantil y de sus apaleados y agredidos directores, ante el compromiso olímpico. Atentos a señalar errores, excesos y su docilidad ante «oscuros intereses extranjeros», esos impecables Catones han pasado por alto la actitud juvenil, de tregua olímpica, para no hacerla de irresponsables «aguafiestas».

• Francisco Martínez de la Vega, (En la esquina), «La serenidad de los Inconformes»,
El Día
, 23 de octubre de 1968.

El gobierno sensible a las presiones de 25,000
businessmen
y técnicos norteamericanos presentes en México decidió reaccionar empleando la mano fuerte. No pensó que corría el riesgo de vaciar el estadio al llenar las cárceles.

• Albert Paul Lentin,
Le Nouvel Observateur
, lunes 7 de octubre de 1968.

¿Qué, así se dialoga en México? ¿A balazos? ¡Por lo visto Pancho Villa sigue haciendo de, las suyas!

• Andrew Fulton, comerciante, visitante norteamericano a los XIX Juegos Olímpicos.

Yo estimo que el diálogo se estableció y que el señor Presidente de la República contestó en su informe a todos los seis puntos planteados por el llamado
CNH
e incluso tocó otros temas de interés básico y de gran trascendencia. Seguramente el más importante de ellos es el de la reestructuración de la educación superior en México.

Así es que el diálogo se estableció y desde la más alta tribuna de México en medio de gran solemnidad y con el mayor público posible —en lo inmediato y a través de la televisión y la radiodifusión y después por la prensa nacional— el señor Presidente intervino en el diálogo en la forma ya conocida, contestando a todos los puntos planteados.

• Luis Echeverría Álvarez, Secretario de Gobernación, «Declaraciones del Secretario de Gobernación: El Diálogo con los estudiantes lo estableció Díaz Ordaz en su Informe del 1o. de septiembre», Rubén Porras Ochoa,
La Prensa
, 3 de octubre de 1968.

¿Murieron líderes del
CNH
en Tlatelolco? Eso es lo peor, la gente inocente.

• Álvaro Monroy Magaña, ebanista.

Para aquellos que creían sinceramente en un avance serio de las instituciones democráticas y que solamente veían ciertas omisiones y errores en el sistema político y social de México, los sucesos de Tlatelolco los llevaron a una revisión completa de sus valores fundamentales.

• Elena Quijano de Rendón, maestra normalista.

Un muchacho que andaba descalzo le preguntó a uno de los soldados presos en el Campo Militar número 1 que si no tenía unas chanclitas y él le consiguió unas botas, pero le pidió mucho dinero. Entre todos nos cooperamos para comprarle las botas a ese muchacho que no tenía un centavo. Entonces él nos dijo:

—Compañeros, en agradecimiento a todos ustedes les voy a bailar el Jarabe Tapatío.

Nos pusimos a tararear: Tarará, tarará, tararara, tarará, tarará, tararara, tarará, tarará, tararara, tarará, tarará, tarará… Y él bailaba allí el zapateado.

• Ignacio Galván, de la Academia de San Carlos.

La prueba más evidente de que existe una profunda crisis educativa es que todos nuestros gobernantes, que en su gran mayoría son egresados de centros de enseñanza superior, son ineptos e ignorantes.

• Raúl Álvarez Garín, del
CNH
.

«Pues yo nada más fui por curioso». «Pues yo nada más fui por curioso». ¡Estúpidos, es lo único que saben decir! ¡Ya ven, por andar de curiosos, a dónde vinieron a dar!

• Un oficial a los sesenta detenidos del dormitorio en el Campo Militar número 1.

Como nos estaban tomando las huellas digitales y éramos muchos me puse a platicar con un soldado. Él alegaba:

—No, ya ven, ustedes no saben ni a qué le tiran. ¿A poco les gustaría tener un régimen como el del Che Guevara? ¿A poco les gustaría el Che Guevara pa’ presidente?

—Pues no.

Yo, por no perjudicarme, le daba por su lado. Pensé: De buey me pongo a discutir con éste.

—No, pues ustedes están mal. ¿Por qué quieren al Che Guevara pa’ presidente?

Pensé: Pues este señor se ve que no sabe que el Che Guevara ya se murió. Por lo visto a los soldados, no les enseñan nada.

BOOK: La noche de Tlatelolco
6.5Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Forever Black by Sandi Lynn
Survivors by Z. A. Recht
On His Turf by Jennifer Watts
Mayan Blood by Theresa Dalayne
Dark Screams, Volume 1 by Brian James Freeman
Valentine Surprise by Jennifer Conner
Intimations by Alexandra Kleeman