La noche de Tlatelolco (22 page)

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Authors: Elena Poniatowska

Tags: #Historico, Testimonio

BOOK: La noche de Tlatelolco
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El 2 de octubre de 1968 no estaba de servicio en nuestra crujía el sargento Mares, un viejo buena gente que no nos encerraba a las diez de la noche como había ordenado el director del penal; consecuentemente nos «apandaron» (encerraron) cuando se dio el toque de silencio. Estábamos ya dormidos los cuatro presos que ocupábamos la celda número 3 cuando escuché: «De la Vega, señor De la Vega…», era una voz que trataba de pasar inadvertida para los demás, palabras dichas casi en secreto. Al sentarme en la litera oí que abrían la puerta y vi entrar a un celador:

—Oiga, señor De la Vega, ¿está despierto?

—Sí, dígame.

—Le vengo a avisar que están matando a muchos estudiantes en Tlatelolco.

—¿Qué?

—Que se armó la bronca en Tlatelolco y mataron a muchos estudiantes.

—¿Quién se lo dijo?

—Me enteré ahorita que venía a una suplencia, nomás no le vaya a decir a nadie que yo le vine a avisar, porque me corren.

—Muchas gracias, descuide.

Me quedé pensando que no valía la pena despertar a mis compañeros de celda para informarles de algo que a mí me parecía uno de tantos y tantos rumores que llegaban hasta nosotros, además, NO PODÍAN matar a los muchachos en un mitin al cual todos iban pacíficamente, eso NO PODÍA ocurrir. Volví a dormirme.

A las siete de la mañana del 3 de octubre salí a formarme como todos los días; no bien salí de la celda cuando caí en un mar de confusión, eran todos los camaradas de la crujía que se comunicaban unos a otros lo que ya todos conocemos. Cuando me lo dijeron me sentí culpable por no haber creído a mi espontáneo informante, por no haber gritado en ese momento: ¡SALGAN DESPIERTEN!

Y bien, así me enteré de lo que ocurrió en la Plaza de las Tres Culturas aquel 2 de octubre de 1968 a las seis de la tarde. Siento que después de esa fecha no soy el mismo de antes; no podría serlo.

• Eduardo de la Vega y de Avila, miembro del Partido Comunista.

Agarramos por el Periférico. Por las ventanillas de atrás vimos un poco del Bosque de Chapultepec. «Mira, estamos en Chapultepec», luego los focos de colores de la Montaña Rusa, el aviso en la primera cima para advertir que no saquen la cabeza, y abajo en la carretera los letreros indicativos que señalan la próxima desviación… Luego Palmas, Molino del Rey… «Mira bien la calle —me dijo Pablo en voz baja—, porque quién sabe cuando vuelvas a verla». Entramos al viaducto congestionada por el tráfico de esa hora; las calles se hicieron más oscuras, más pobres. Pasamos un puente y nos detuvimos ante la puerta principal de Lecumberri.

• Luis González de Alba, del
CNH
.

Las paredes de mi celda son planchas de fierro unidas con remaches.

• Eli de Gortari, filósofo, preso en Lecumberri.

Al caer preso yo había sufrido un proceso terrible: ocho meses de huir, de esconderme, de vivir aislado, solo y mi alma, de no ver a mis amigos ni a mis seres queridos con la frecuencia necesaria para sentirme medianamente satisfecho en mi necesidad de dar y recibir afecto. No acepté salir del país porque entendía, entiendo, que mi lucha está aquí. Tenía prendas de dignidad en la prisión que no podía abandonar sin menoscabo de la mía. Así que decidí luchar por la liberación de todos mis compañeros presos y caí preso.

• Heberto Castillo, de la Coalición de Maestros, preso en Lecumberri.

El día 3 de enero de 1969, a las 11 horas fui detenido en el interior de la Cárcel Preventiva, por un pelotón de la vigilancia sin que éste tuviese orden de aprehensión alguna. Me encontraba en ese penal en calidad de defensor del procesado Gerardo Unzueta Lorenzana. A las 13 horas del mismo día fui llevado al patio del penal, en donde me hicieron subir a un coche ocupado por unos desconocidos, los que resultaron ser agentes de la Dirección Federal de Seguridad. Me vendaron los ojos y me secuestraron llevándome a un hotel del cual desconozco ubicación y nombre.

En ese hotel fui amenazado, intimidado, insultado y golpeado por no aceptar declarar lo que dicha policía quería. Después de permanecer parte del día y la noche en ese hotel me trasladaron a una casa ubicada fuera de los límites de la ciudad de México. Me vendaron y tiraron en el piso del coche en que me transportaban. Ahí estuve cuatro días incomunicado y secuestrado con una vigilancia policiaca muy estrecha. A los cuatro días me llevaron a otra casa, en la misma forma que la vez anterior. Al día siguiente, es decir, el 8 de enero de 1969, me cambiaron de esta última casa a la Cárcel Preventiva del DF. Está por demás decir que este último traslado lo hicieron en la misma forma que en las veces anteriores.

El 10 de enero fui declarado formalmente preso junto con otros compañeros, con Antonio Pérez Sánchez, Salvador Ruiz Villegas, Roberta Avendaño y Ana Ignacia Rodríguez, quienes sufrieron las mismas vejaciones cuando fueron detenidos y secuestrados. Se nos declaró formalmente presos y acusados de 10 delitos y sentenciados a 16 años de cárcel el pasado 12 de noviembre. Esto es en síntesis el episodio de una parte de mi vida como revolucionario.

• Rodolfo Echeverría Martínez, miembro del PC, preso en Lecumberri.

—¿Me pueden llevar al baño?

Me pusieron en la cabeza una como capucha (después vi que era una funda sucia) y a tientas y a tropezones me llevaron. En cuando me sentí sola me quité la funda y la venda. Era un reducido, sucio y pobreto WC que no tenía ninguna ventana ni nada que me pudiera dar un indicio de dónde estaba. Me vi al espejo y me dije: «Ahora sí, ya te pescaron y te arruinaste
Titita
». Como el agente tocó en la puerta me volví a colocar mi venda y mi funda y salí. El agente me llevó de nuevo a la primera habitación y otro agente me dijo:

—¿No quiere acostarse?

—No gracias.

—Ándile, hay un catre.

—Un catre —dije— ¡no me aguanta!

—Sí como no, mire tiéntelo.

Lo toqué y aunque no me pareció muy seguro me acosté. Empecé a oír que abrían paquetes y uno de ellos me dijo:

—¿No quiere una galletita?

—Bueno…

Y a tientas tomé una y me la comí debajo de la funda. Al poco rato otro me dijo:

—¿No quiere un café?

—No gracias.

—Ándele.

—Bueno, ya que insiste.

Me dijo:

—Párese y quítese la venda.

Me paré y me quité la venda, y así sin previo aviso y sin pose me tomaron fotos de perfil y de frente. Vi que mis cuidadores eran tres, uno joven como de 21 o 22 años,
El Güero
, hijo de un capitán de grupo, otro moreno, gordito y muy conocedor del ambiente universitario, en especial de Medicina, posiblemente antiguo jugador de «fut americano» y otro señor ya grande como de cincuenta años que guisaba rico
El Capi
. Volví a tenderme en el catre, me dieron una cobija y a dormir se ha dicho hasta las nueve de la mañana que desperté.

• Roberta Avendaño Martínez,
Tita
, delegada de la Facultad de Leyes ante el
CNH
.

Uno empieza a saber lo que es un gobierno, se da cuenta de lo que es, cuando este gobierno lanza los tanques a la calle.

• Alfonso Salinas Moya, de la Escuela de Odontología de la
UNAM
.

—¿Dices que el gobierno nos ayudará, profesor? ¿Tú conoces al gobierno?

—Les dije que sí.

—También nosotros lo conocemos. Da esa casualidad. De lo que no sabemos nada es de la madre del gobierno.

Yo les dije que era la Patria.

• Juan Rulfo. «
Luvina
», en
El llano en llamas
, Fondo de Cultura Económica.

En la cárcel hemos conocido la solidaridad en su verdadera dimensión; estudiantes, maestros y distintas personas constantemente nos la manifiestan. Personalmente me siento orgulloso y agradecido de la actitud de mis compañeros de la Facultad de Ciencias. No han dejado un momento de manifestarnos su presencia en distintas formas. A lo largo de dos años creo que nunca me he sentido realmente «separado» de mis compañeros.

• Gilberto Guevara Niebla, del
CNH
.

Leo mucho. Tomo apuntes. He leído, por ejemplo, el
México: riqueza y miseria
de Alonso Aguilar y Fernando Carmona y recogí unos datos pavorosos, que además se refieren al año de 1967… Si sólo fuera por esto, tendría sentido nuestra lucha, por estas cifras que ofrecen una imagen desgarradora de nuestro país. Mire: más de un millón de personas que sólo hablan dialectos indígenas; alrededor de 2 millones de campesinos sin tierra; más de 3 millones de niños de 6 a 14 años que no reciben ninguna educación; 4.6 millones de trabajadores que, entre 1948 y 1957, pretendieron internarse ilegalmente en los Estados Unidos; cerca de 5 millones de mexicanos que andan descalzos y aproximadamente 12.7 millones que en general no usan zapatos; más de 5 millones de familias cuyo ingreso mensual es inferior a mil pesos; alrededor de 4.3 millones de viviendas y 24 millones de personas que en ellas viven, que carecen del servicio de agua; más de 8 millones que no comen carne, pescado, leche o huevos; y más de 10 millones que no comen pan; casi 10 millones de trabajadores no agremiados; cerca de 11 millones de analfabetos. ¿Para qué más datos? Éstos bastan para darnos cuenta de qué pobres somos y cómo se necesita luchar.

• Ernesto Olvera, profesor de Matemáticas de la Preparatoria 1 de la
UNAM
.

Estoy convencido de que el futuro de este país pertenece a jóvenes de mi generación.

• Gilberto Guevara Niebla, del
CNH
.

Culpar de manera contundente al gobierno mexicano es quizá nuestra tendencia más natural y fácil. Toda acción de mano dura que llega a los extremos resulta siempre condenable. Aun en el supuesto de que alguien sea culpable y merecedor de una reprimenda o de un severo castigo, nada justifica el convertirlo en mártir. El martirologio exculpa al más criminal. Convierte al acusado en acusador y al juez y al ejecutor en criminales.

• Fernando Madero Hernández, maestro de la Preparatoria 1 de la
UNAM
.

¿En dónde están ahora los 21 del Consejo Universitario que resolvieron apoyar el pliego petitorio estudiantil, los que estimularon a los jóvenes, los respaldaron buscando más bien su popularidad personal, los que los obligaron en cierta forma a jugar al héroe? ¿No están acomodadísimos en el régimen, en ese mismo régimen que criticaban y que ayudaban a los muchachos a impugnar? ¿Acaso no salieron agradecidos del despacho del Procurador del Distrito porque él los orientó y les ayudó a interpretar adecuadamente los sucesos de 1968? Según los 21, las sabias palabras del Procurador coadyuvaban a encauzar a la juventud universitaria.

• Nicolás Hernández Toro, de la Facultad de Ingeniería de la
UNAM
.

El licenciado Carlos Pinera renunció ayer al puesto de subdirector de la penitenciaria de Santa Marta Acatitla, que desempeñó durante año y medio.

El licenciado Pinera fue designado director general de la Oficina de Relaciones Públicas de la Universidad Nacional Autónoma de México.


Excélsior
, «Nuevo Director de Relaciones en la Universidad», sábado 9 de noviembre de 1968.

¿Es culpable la clase intelectual de todo lo ocurrido? En el fondo sí es culpable, del mismo modo que fueron culpables los pensadores y los intelectuales de la Independencia, de la Reforma y de la Revolución de 1910. Ellos son los que piensan, los que se informan, los que enseñan, los que transmiten las ideas filosóficas, los conocimientos y las corrientes del pensamiento contemporáneo. La lucha de todos los intelectuales del mundo actual contra la desigualdad, la injusticia la rigidez de los sistemas autoritarios, la enajenación del hombre.

• Fernando Benítez José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Vicente Rojo. Editorial de «La Cultura en México», número 350, para el 30 de octubre de 1968,
Siempre
!

He venido a ver a los presos políticos y seguiré viniendo cuantas veces me dejen entrar. ¿Me estoy enfrentando al gobierno, pregunta usted? Si alguien me dice y me comprueba que estoy cometiendo algún delito, seré el primero en reconocerlo pero nunca he sabido que sea delito visitar presos, hombres privados de su libertad y sometidos a humillaciones, vejaciones y sufrimientos… Dije una misa el 2 de octubre por los muertos de Tlatelolco, en Cuernavaca, y pedí que el 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe, se leyera una homilía que le envié a todos los párrocos hablando sobre el acontecimiento nacional de la injusticia y falta de comprensión que se comete para con los presos que estuvieron involucrados en los sucesos del conflicto estudiantil del año pasado.

No ha habido resolución del caso hasta ahora y desde antes de ayer noventa presos están en huelga de hambre.

Solidaricémonos, hermanos, como cristianos, ante el sufrimiento y desesperanza de nuestros hermanos: los presos mismos, sus padres, sus familiares y sus compañeros.

Tomemos conciencia de nuestra común responsabilidad en la promoción o en la decadencia del bien común. Todos somos responsables, en efecto, y no podemos permanecer indiferentes y excusarnos ante el sinnúmero de abusos en la administración de la justicia, abusos que se hacen más notorios cuando se trata de los débiles y marginados económica, social o políticamente.

Tales abusos han engendrado y engendran muchas inconformidades, particularmente entre los jóvenes
.

• Conversación con el doctor Sergio Méndez Arceo, Obispo de Cuernavaca, frente a la cárcel de Lecumberri, en diciembre de 1969, reproducida en
Siempre
!, número 863, para enero 7 de 1970.

Le escribí a José Revueltas pidiéndole los nombres de los presos políticos para que los párrocos rueguen por ellos. Por lo menos, esto sirve para crear conciencia, una conciencia nacional.

• Doctor Sergio Méndez Arceo, Obispo de Cuernavaca.

Puedo declararles a ustedes que en toda mi actuación me ha movido el convencimiento de que no puedo abandonar a mis hermanos los hombres sin dar un signo válido de que el cristiano en cuanto tal debe condenar cualquier forma de injusticia,
particularmente cuando la injusticia se hace institución
, y se impone aun a los mismos hombres que la cometen. Llevamos años de tolerar muchas injusticias en nombre del mantenimiento del orden, de la paz interior, del prestigio exterior.

• Doctor Sergio Méndez Arceo, «Mensaje de Navidad, 1969», trasmitido por radio desde Cuernavaca.

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