La morada de la Vida (25 page)

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Authors: Lee Correy

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: La morada de la Vida
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El protocolo había sido una de las preocupaciones de Kirk. ¿Cuál de los grupos debía llegar primero? ¿Y cuál último? ¿Implicaría el orden de entrada un determinado rango para cada grupo?

Spock llegó a la solución más lógica. Básicamente no había protocolo alguno para conducir la situación, sólo lógica, a la que el vulcaniano era de lo más adepto. Una vez Spock hubo explicado su propuesta, ni siquiera McCoy pudo resistirse a hacerlo objeto del más elevado de todos los elogios.

—Lógico, Spock. Brillantemente lógico.

Spock se limitó a levantar la ceja derecha, porque aquello era verdaderamente un halago insólito en el doctor de la nave.

Kirk se vistió con el uniforme de gala de la Flota Estelar, al igual que lo hicieron Spock, McCoy y Scott, cuyos uniformes eran formales y similares para indicar que aquélla era considerada una conferencia de nivel extremadamente elevado, pero con diferencias que señalaban la unidad en la diversidad existente entre los miembros de la Federación de Planetas Unidos. Y los cuatro oficiales de la Flota Estelar irían visiblemente armados, no con las armas de fuego mercanianas, sino con sus pistolas fásicas que ahora eran reconocidas por los mercanianos como armas tremendamente superiores a las de la Morada.

Spock escoltó al primer procurador Lenos. McCoy acompañó al guardián uno Pallar. Y Scott marchó junto a Thallan, de los Pares de la Técnica. Así escoltados, los tres mercanianos se encontraron simultáneamente por vez primera a bordo de la
Enterprise
, en el turboascensor que los llevaría hasta el nivel 11.

Como se había previsto, la atmósfera en la que se intercambiaron los primeros saludos dentro del turboascensor fue distante pero puntillosamente correcta al estilo mercaniano, incluso entre Pallar y Lenos. Sin embargo, los tres mercanianos reconocieron que se estaba observando un alto protocolo, algo que ahora sabían que formaba parte de la Federación tanto como de la Morada. Los mercanianos conocían y comprendían aquel protocolo, a pesar de que les resultaba extraño.

Los escoltados líderes fueron recibidos en el nivel 11 por el capitán James T. Kirk, vestido con uniforme de gala. Al cabo de algunos segundos, llegó el otro turboascensor con los restantes tres miembros de cada grupo mercaniano, cada grupo acompañado por un solo escolta de protocolo de la división de seguridad, ataviado con uniforme de gala. No obstante, la escolta de protocolo no abandonó el turboascensor, cuyas puertas se cerraron tras haber dejado a los tres grupos mercanianos.

La reunión había sido coreografiada con la misma precisión de un ballet clásico. Los tres grupos de mercanianos se hallaron sentados en círculo, unos frente a otros.

Pero antes de que se pronunciara palabra alguna, el himno de la Federación de Planetas Unidos retumbó desde los traductores del techo de la sala de conferencias. Simultáneamente, Kirk y sus oficiales se pusieron firmes y se encararon con el sello de la FPU.

Fue un espectáculo cargado de emotividad y ceremonia… y deliberadamente orquestado por parte de los oficiales de la Flota Estelar, que lo habían planificado cuidadosamente. Los grupos de mercanianos sabían desde el mismo principio que aquella conferencia era suya, pero que había una alta organización, la FPU, que los observaba. Y, tras los resúmenes a los que había asistido cada grupo por separado, todos ellos sabían qué era la FPU. Los mercanianos probablemente no comprendían el significado del himno, porque habían escuchado la música sólo ocasionalmente durante las reuniones informativas, pero sin duda entendían de buenas maneras, diplomacia y protocolo debido a su armada y cortés sociedad.

El si los mercanianos aceptaban o no la realidad de la Federación de Planetas Unidos, era algo que todavía estaba por verse, en opinión de Kirk.

Cuando la música dejó de sonar, Kirk permaneció de pie. —Les doy la bienvenida a los grupos representantes de Mercan, la Morada de la Vida, a la
USS Enterprise
de la Flota Estelar de la Federación de Planetas Unidos —comenzó con tono formal—. Nos sentimos honrados de albergar esta conferencia que es de vital importancia para la reorganización de la estructura de la civilización de la Morada. Estamos a disposición de ustedes para cualquier tipo de asistencia. Si así lo solicitaran, estamos dispuestos a proporcionarles el consejero que escojan entre nosotros cuatro para que actúe como moderador de su reunión. No obstante, dado que la reunión concierne a los asuntos de la Morada, nos vemos obligados a declinar el actuar en forma alguna para conducir su conferencia o proporcionar de cualquier otra forma una dirección activa para sus deliberaciones. Tienen graves problemas que deberán resolver entre ustedes… y las soluciones de los mismos deberán ser aquellas a las que ustedes lleguen por sí mismos porque serán ustedes y su pueblo de la Morada quienes tendrán que vivir con esas soluciones y sus consecuencias, a partir de entonces. Por favor, procedan cuando lo deseen.

Los mercanianos se miraron silenciosamente entre sí durante un prolongado momento después de que Kirk se hubiera sentado. Luego, Pallar se puso de pie.

—Yo hablaré en privado con mis gentes de la Morada —le dijo a Kirk—. Tengo entendido que, hasta el momento, ninguno de los miembros de la Federación de Planetas Unidos habla nuestro idioma. Si es ese el caso, sean tan amables como para apagar sus aparatos de hablar. Si comprenden nuestro idioma, les solicito que los cuatro abandonen la sala de conferencias junto con la ordenanza Janice Rand, con el fin de que podamos hablar en privado.

—No hemos tenido tiempo de aprender su idioma, Pallar. Apagaremos nuestros unidades de traducción de idiomas hasta que nos indique su deseo de que volvamos a encenderlas —replicó Kirk, tendiendo una mano para apagar el traductor que le colgaba del cuello mediante una cadena, como un medallón—. Caballeros —les ordenó a sus oficiales, por favor, apaguen sus traductores.

Pallar volvió a sentarse inmediatamente, y entre los doce mercanianos comenzó una cortés y tranquila conversación. Kirk estaba preocupado. No había previsto aquello.

—¿Qué ocurre, capitán? —quiso saber Scott—. ¿Por qué le parece que pueden querer discutir algo en privado?

—No lo sé —respondió Kirk con nerviosismo en la voz—. Ordenanza Rand, ¿hay guardias de seguridad en estado de alerta, por si acaso?

—Sí, capitán —replicó ella—. Cuatro de ellos están en el turboascensor detenido en este nivel, tras las puertas cerradas. Estoy en comunicación con ellos.

—Muy bien. Caballeros, supongo que sus pistolas fásicas están en modo paralizador, por lo que pueda ocurrir.

—Capitán —intervino Spock en voz baja—. No creo que ése sea un acto ilógico por parte de ellos. Es la primera vez que estas personas tienen que encararse las unas con las otras y hablar con el fin de encontrar una solución. Yo sugeriría que su solicitud de privacidad es un acto destinado a salvar las apariencias por su parte. No desean que conozcamos sus debilidades: la inexperiencia en la negociación y el compromiso políticos y diplomáticos.

—Estoy de acuerdo con el análisis de Spock —agregó McCoy.

—Espero que estén en lo cierto —les replicó Kirk. —No existe ninguna otra explicación lógica —le recordó Spock.

—¡Spock, de vez en cuando las cosas no siguen un curso lógico! —intervino Scott, que sonaba extrañamente parecido al doctor McCoy—. Las únicas cosas que siempre se comportan de acuerdo con la lógica son los aparatos de ingeniería; ¡ésos sí que son racionales! ¿No ha aprendido aún que los humanoides no son racionales?

—Sí, lo he aprendido, señor Scott —replicó Spock con serenidad—. Los seres humanos, por ejemplo, no son seres racionales; son seres razonadores.

—¡Nunca sé cuándo he sido o no insultado por usted! —masculló Scott.

—Por otra parte, los mercanianos son más parecidos a seres humanos con un trasfondo vulcaniano —continuó Spock, imperturbable como siempre—. Su discusión privada es racional.

—Continúo sospechando problemas —admitió Scott.

De pronto, Pallar volvió a ponerse de pie y, mediante gestos, les solicitó a los oficiales de la Flota Estelar que volvieran a encender los traductores.

—Debemos pedirles disculpas por solicitar la privacidad —comenzó el guardián uno—, pero nos resultan completamente ajenos el protocolo y la forma de conducir una reunión de este tipo. Por ese motivo, los doce solicitamos la asistencia de los representantes de la Federación de Planetas Unidos. A pesar de que se niegan a dirigirla, han declarado que nos ayudarán y aconsejarán. ¿Es eso correcto?

Kirk asintió con la cabeza y, puesto que no estaba seguro de que Pallar comprendiera aquel gesto, agregó:

—Es correcto, guardián uno.

—Muy bien. Nos sentiremos muy honrados y estaremos en gran deuda con ustedes si se avinieran a prestarnos dicha asistencia y consejo. El grupo de la Técnica solicita que el ingeniero Montgomery Scott se una a ellos en calidad de consejero, mientras que los procuradores desean que el comandante Spock se siente entre ellos. Los guardianes solicitamos que el doctor McCoy nos aconseje y asista. La totalidad de los tres grupos solicitamos que sea el capitán James Kirk quien presida nuestra reunión en calidad de moderador.

Simultáneamente, los doce mercanianos se pusieron de pie, echaron sus asientos hacia atrás para ampliar el círculo, y dejaron espacios en los que los oficiales de la Flota Estelar pudieran colocar sus sillas.

—Ésa es una solicitud muy insólita —comenzó Kirk.

—Ésta es una reunión muy insólita —agregó Thallan.

—Y las circunstancias son únicas —comentó Lenos.

—No les pedimos que violen su código de la Primera Directriz y la Orden General Número Uno —continuó Pallar—. Ustedes nos han ofrecido su asistencia. Nosotros la solicitamos de la forma que creemos que más puede ayudarnos.

Aquél era un giro completamente nuevo en la reunión, y la ponía en una perspectiva completamente diferente por lo que a Kirk respectaba. Lo colocaba en situación de presidir la reunión, puesto que él había intentado evitar desde el principio. Y colocaba a sus oficiales en la difícil posición de tener que aconsejar a los grupos mercanianos. No era en absoluto la forma en que Kirk hubiera querido ver desarrollarse la conferencia. Se veía una vez más en el papel de conquistador, y eso no le gustaba.

Por otra parte, lo habían solicitado los propios mercanianos después de consultarlo privadamente entre sí. No era de extrañar que el guardián Pallar pidiera que se les permitiera discutir en privado; el guardián uno había temido que los otros grupos pudieran no estar de acuerdo, y eso hubiera sido considerado por los mercanianos como un insulto hacia los oficiales de la
Enterprise
.

Pero ¿por qué se habían puesto de acuerdo tan rápidamente sobre aquel punto, dado que sólo habían tardado menos de cinco minutos? ¿Y por qué la reunión estaba desarrollándose tan tranquilamente desde el principio mismo? ¿Por qué no surgían más objeciones por parte de las diferentes facciones? ¿Por qué no había ninguna discusión obvia? ¿Y por qué se habían puesto de acuerdo los mercanianos —y habían insistido—, en que los oficiales asumieran un papel tan activo en las conversaciones?

—Concedo en actuar como moderador de la reunión, posición desde la que no me veré obligado a imponerles a ustedes mis propias características culturales —replicó Kirk con cautela—. Sin embargo, no puedo hablar por mis oficiales. Depende de cada uno de ellos el que acepten aconsejar y asistir a los grupos mercanianos que los han solicitado. Pero, antes de que yo les interrogue al respecto, por favor, respondan a una pregunta… y no teman hablar con la verdad, porque no me consideraré ofendido por una respuesta sincera. ¿Por qué solicitan que intervengamos para aconsejarlos y asistirlos en el restablecimiento de su organización cultural, cuando saben que nosotros creemos que deben hacerlo por ustedes mismos?

Pallar fue el primero en hablar.

—Nosotros, los guardianes, no hemos tenido que hacer esto nunca antes de ahora. No sabemos cómo hacerlo. Hasta ahora habíamos discutido algunos asuntos con los procuradores, pero hemos sido siempre nosotros quienes hemos dado las directrices definitivas, a pesar de que esas directrices pudieran estar basadas en las recomendaciones de los procuradores.

—No sabemos por dónde comenzar —continuó el primer procurador Lenos—. Somos como niños que acaban de llegar a la edad de aprender.

—Nosotros nunca previmos que la aterradora responsabilidad de tener que reorganizar nuestra civilización, recaería sobre nuestros hombros —agregó Thallan—. En la Técnica sólo estábamos interesados en llegar a la verdad respecto a nosotros mismos y el universo. No previmos en ningún momento que nuestro papel se haría importante hasta el punto de ser llamados a gobernar de hecho la Morada.

—¿Pero a qué se debe el repentino acuerdo de cooperar? —se preguntó Kirk en voz alta.

—¿No era eso lo que usted quería cuando convocó esta reunión y cumplió con el protocolo como lo ha hecho? —le preguntó Pallar a su vez.

—Por supuesto, pero no pensaba que se pondrían ustedes de acuerdo en ponerse de acuerdo tan rápidamente como lo han hecho —admitió Kirk.

Thallan le dedicó la amplia y dentuda sonrisa de los mercanianos.

—Ah, de la misma forma en que nosotros una vez los subestimamos a ustedes, James Kirk, nos ha usted subestimado ahora a nosotros.

—Es la única forma racional de abordar el problema para llegar a una solución —señaló Lenos—. La otra forma de abordarlo es la lucha… y no hemos luchado durante mucho tiempo. Y yo realmente no quiero luchar, como comentamos una vez, James Kirk.

—Y dado que es la única forma racional de abordar la situación, ¿creyó usted que nosotros seríamos menos racionales que ustedes, los humanos y los vulcanianos, cuando se nos presentaran datos irrefutables? —comentó Pallar—, admitiendo aquel hecho. Luego miró a Scott, Spock y McCoy—. Vengan, únanse a nosotros. Tenemos mucho trabajo que hacer. No será fácil. No siempre estaremos de acuerdo los unos con los otros durante el proceso de buscar una solución. Pero necesitamos y deseamos su ayuda porque ustedes, en sus propias culturas, han solucionado algunos de los problemas con los que nos enfrentamos. Puede que no adoptemos sus soluciones, pero queremos saber cómo y por qué llegaron a ellas.

—Será para mí un honor ayudarles a trabajar en dirección a una solución lógica —les dijo Spock.

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