—Está usted en lo correcto. Incluidos los vulcanianos. Hacen falta muchos años para conseguir el control total de las emociones, incluso en el caso de los vulcanianos. Muy pocos maestros vulcanianos consiguen alcanzar la racionalidad lógica completa en sus procesos de pensamiento, incluso después de la larga y ardua prueba del
Kolinahr
—admitió Spock. Vaciló durante un momento, como si sintiera grandes reticencias a reconocer algo de orden personal, incluso ante un amigo tan íntimo como Jim Kirk, el único ser humano que podía ser su
t'hy'la
—. Abrigo la esperanza de que algún día pueda retornar a Vulcano y estudiar bajo la dirección de los maestros para alcanzar esa total racionalidad del pensamiento lógico… cuando regresemos.
Kirk se puso de pie.
—Spock, usted tiene exactamente lo que yo corría el peligro de perder: ¡La esperanza! ¡No si volvemos, sino cuando volvamos! ¡Yo estaba comenzando a perder la esperanza!
—Lo siento. Ésa es la herencia humana de mi madre que se hace visible a través de mí —se disculpó Spock.
—Pero yo necesité que usted me recordara que es uno de los puntos fuertes del ser humano —le replicó Kirk—. Me había quedado sin opciones, Spock. Sólo veía dos caminos abiertos ante mí.
Una vez más, la ceja derecha del primer oficial se alzó.
—¿Y usted cree que son…?
Kirk los contó con los dedos.
—Uno: Dado que teníamos unas probabilidades tan pobres de poder reparar el motor hiperespacial, yo podía ordenar que la tripulación fuera transferida a la superficie de Mercan, donde podríamos pasar el resto de nuestras vidas, quizá trabajando para conseguir reparar el motor, quizá simplemente esperando a la nave estelar de la Federación que indudablemente nos seguiría la pista y encontraría este sistema prófugo. Dos: Ya he violado la Primera Directriz, así que podría continuar por ese camino e intervenir hasta un grado aún mayor en lo que estoy seguro de que se convertirá en una guerra civil entre los guardianes y los procuradores en un bando, y la gente de la Técnica en el otro. La segunda opción nos proporciona una débil probabilidad de llegar eventualmente a reparar el motor hiperespacial, si respaldamos a las gentes de la Técnica en el derrocamiento del status quo… Y ganaremos con nuestras armas avanzadas. ¡Pero el daño, Spock! ¡El daño que sufriría la cultura de Mercan es un precio que ni siquiera yo, un no mercaniano, estoy dispuesto a pagar!
Kirk guardó silencio. Spock continuaba mirándolo con expectación. Cuando vio que Kirk no continuaba, le formuló una pregunta.
—¿Por qué ha pensado que sólo tenemos esas dos opciones?
—Son las únicas que puedo prever con la información de que dispongo en este momento.
—Existen más —afirmó Spock, con tono de absoluta indiferencia—. Y cuando se considera cualquier actividad futura, se tiende ante uno un árbol de decisiones que se ramifica constantemente… y ese árbol de decisiones tiene más ramas que las dos que usted acaba de mencionar, Jim.
—¿Tiene usted algo que agregar? —quiso saber Kirk. Aquélla era tal vez la conversación privada más larga que había mantenido jamás con el taciturno primer oficial.
—Sí, así es. Hay dos puntos que han formado parte de nuestro entrenamiento y educación dentro de la Flota Estelar —señaló Spock—. El primero de ellos se lo he visto aplicar a usted en numerosas ocasiones: Uno no capitula hasta que no está absolutamente seguro de que no existen más alternativas. Creo que el teniente William Burrows de la antigua Armada de los Estados Unidos, el oficial al mando de otra
USS Enterprise
en 1813, dijo: «La bandera nunca debe ser tomada». El segundo punto es algo que yo le he visto inculcar en los oficiales jóvenes de esta nave, y es igualmente importante: No tomar ninguna decisión respecto a las acciones futuras hasta que, y a menos que, sea absolutamente necesario hacerlo. Si me perdona por llamar su atención al respecto, Jim, yo detecto que probablemente usted ha descuidado ambas directrices…
Kirk no replicó durante un largo momento.
—Tiene razón, Spock —dijo finalmente.
—Se nos asignó esta misión teóricamente como descanso —se apresuró a proseguir Spock—. Estábamos todos exhaustos cuando comenzamos… y no dispusimos del tiempo ni de las circunstancias adecuadas que se preveía que nos permitirían volver al tipo de estado de alerta del que normalmente somos capaces. En pocas palabras, Jim, creo que el doctor McCoy confirmará sin duda el hecho de que usted y muchos otros miembros humanos de la tripulación están aún fatigados… un factor físico y psicológico que ha tenido un efecto definitivo sobre los actos de usted…
—¿Y usted no está también exhausto?
—No, no lo estoy. Como ya sabe, soy capaz de una resistencia mayor que los humanos.
—De acuerdo, Spock, ya veremos por lo que respecta al punto de vista de McCoy… a pesar de que le agradezco que haya llamado mi atención al respecto. Estoy seguro de que podré hablarlo con él, en cuanto Bones se aparte de la enfermería —observó Kirk—. ¿Cuáles cree usted que son nuestras opciones en el momento presente?
—Consideremos los hechos —dijo Spock, pertinaz—. Independiente de lo que hagamos a partir de ahora, ya hemos provocado cambios irrevocables en la cultura y el estilo de vida de Mercan. Por lo tanto, la Primera Directriz ya no tiene ni significado ni peso en el caso que tenemos entre manos. No puede ser lógicamente considerada una restricción válida.
—Es verdad. Es una desgracia pero es verdad.
—Quizá no sea una desgracia. Esa valoración podría ser prematura. Eso depende de cómo se maneje a los mercanianos —señaló Spock—. El segundo hecho es el de que los mercanianos tienen una civilización bastante avanzada y técnicamente competente. Según mis propias valoraciones, basadas en el trabajo realizado con Thallan y Othol desde que llegaron a la nave, debo informarle que son adaptables, inteligentes, y al menos tan avanzados en muchos terrenos como lo era la casi totalidad de los miembros actuales de la Federación en el momento en el que contactaron con y se unieron a ella.
—He percibido eso en los miembros de la Técnica que transferimos a bordo —admitió Kirk—; pero usted no ha intentado tratar con los guardianes ni los procuradores, Spock. Son tan tercos y aferrados a las tradiciones como cualquiera de las clases de sumos sacerdotes o castas militares con las que nos hemos tropezado.
—Quizá. Pero también he pasado algún tiempo con el primer procurador Lenos. Llegó a bordo como un hombre muy confundido cuyo sistema de valores se vio completamente destruido por la
Enterprise
y el hecho físico de que nosotros no proveníamos de la Morada de la Vida —señaló rápidamente Spock—. Necesitaba ayuda… al igual que los otros miembros de la patrulla de procuradores que han estado detenidos desde que llegaron a la nave. A causa de la remota similitud de mi apariencia y la de ellos, se acercó a mí.
—Eso puedo comprenderlo, Spock. Nosotros debemos ser como pigmeos para ellos.
—No es más que una cuestión de ectomorfismo —dijo Spock—. Su militarismo realmente no tiene nada de militar. Guarda un ligero parecido con la filosofía romulana. No se trata simplemente de un método que emplea la aplicación de la fuerza física para mantener las tradiciones, las reglas, los códigos y las ordenanzas; es un sentido del deber que usted y yo comprenderemos fácilmente, la obligación, asumida libremente, de guardar, evitar el daño, rescatar y socorrer, además de actuar en nombre de los guardianes.
Kirk pensó en aquello durante un rato porque había despertado un recuerdo profundamente soterrado, algo que se había dicho una vez en la Academia de la Flota Estelar durante una discusión sobre la historia paramilitar. ¡Ah, sí! ¡El teniente Robert Henley! «Debe usted recordar —le había dicho el historiador militar—, que no todas las organizaciones militares, paramilitares o policiales tienen necesariamente que ser instrumentos de aplicación de la fuerza física destinada a obligar a determinadas acciones mediante la coerción. Pueden ser como el modelo clásico sobre el que se basa la mayor parte de la Flota Estelar: la antigua Guardia Costera de Estados Unidos…»
—¿Entonces piensa usted que es posible trabajar con Lenos? —quiso saber Kirk.
—Es absolutamente probable.
Aquél era un nuevo giro de la situación, advirtió Kirk. Tal vez, si la casa de los procuradores se unía a la Técnica, podría obligarse a los guardianes a… ¡No, eso no resultaría! Kirk quería que establecieran una forma modificada de la cultura estable que originalmente habían fundado al llegar a Mercan… aunque sin el importante factor pararreligioso de la inestabilidad de Mercaniad.
—Estabilidad —musitó Kirk.
—¿Señor?
—Deben estructurar un sistema que les proporcione el mismo tipo de estabilidad que tenían hasta ahora, Spock.
—Estoy de acuerdo, capitán. Como todos los humanoides, son básicamente una raza no violenta. En Vulcano, exorcizamos las emociones para superar nuestra naturaleza violenta; los mercanianos la han ritualizado en su código de duelo. Dado que el factor desestabilizante ha sido externo, es decir nuestra llegada accidental hasta aquí, quizá el factor estabilizante pueda ser también de naturaleza externa —sugirió Spock.
—¿El ingreso como miembros de la Federación?
—Precisamente, capitán.
—¿Pero están realmente preparados para ello? ¿Los guardianes… los procuradores…?
—Vulcano ingresó en la Federación en condiciones similares, capitán —le recordó Spock—. ¡Uno de los motores que impulsaron ese ingreso fue el deseo por ambas partes de intercambiar una información valiosa que no podía obtenerse por otros medios!
—Spock —dijo Kirk quedamente—, no sabe usted cuánto valoro nuestra relación y las aportaciones lógicas que me hace cuando tengo que tomar una decisión…
—Es mi… deber, capitán.
—¿Tiene alguna recomendación que hacerme respecto a la situación actual?
—Capitán, yo no estoy cualificado en asuntos de diplomacia interplanetaria…
—Maldición, Spock —lo reconvino suavemente Kirk—. Estoy pidiéndole más de esas aportaciones lógicas suyas. Spock no replicó de inmediato.
—El parlamento parecería ser lo más adecuado —dijo finalmente—. Un intercambio de información es siempre un buen comienzo para cualquier negociación…
—Hummm… Spock, ¿y suponiendo que los guardianes no quieran hablar con nosotros?
—En ese caso, capitán, podría verse obligado a asumir de mala gana el papel de dictador benevolente…
—¿Un Hernando Cortés? Olvídelo, Spock. Sería incapaz de desempeñar ese papel.
—¿Qué le parece Douglas MacArthur, señor?
Antes de que Kirk pudiera responder a esto, sonó el timbre de la puerta.
—¿Quién es? —preguntó Kirk, obviamente irritado por el hecho que se produjera una interrupción en aquel preciso momento, cuando había establecido una afinidad tan insólita y útil con Spock.
—El doctor McCoy, capitán. ¿Se encuentra bien? Su intercomunicador no funciona.
Kirk suspiró.
—Entre, Bones.
La puerta se deslizó a un lado y McCoy avanzó hasta el interior. Cuando la puerta se deslizaba para volver a cerrarse, el oficial médico vio a Spock.
—Lo siento. No tenía intención de interrumpir una conferencia, caballeros. —Luego observó atentamente a Kirk—.¿Se encuentra bien, Jim?
—Cansado, y por lo demás funcional, Bones. Perturbado y frustrado, tal vez, por el curso de los acontecimientos, pero eso forma parte de este trabajo.
—Será mejor que venga conmigo a la enfermería y me deje hacerle una revisión por los posibles efectos colaterales de la exposición a esos rayos hiper–Berthold.
—¿Se ha producido algún problema al respecto con alguno de los otros miembros de nuestra partida de descenso, Bones? —quiso saber Kirk.
—Hasta ahora, no. Pero me gustaría hacer un seguimiento de los cuatro que lo integrábamos.
—Cúrese primero usted mismo, Bones. Yo tengo algunos auténticos problemas con Mercan —le espetó Kirk al oficial médico, e inmediatamente lamentó haberlo hecho.
—¡Bueno! La fatiga le ha provocado un poco de irritabilidad… según mi opinión facultativa —observó McCoy.
—Bones, si ha venido aquí para comprobar mi estado de salud, ya tiene su diagnóstico —le dijo secamente Kirk.
—Eso no era más que una parte de los motivos que me han traído a verle, Jim —admitió el médico de la nave—. Ya sé que la situación social de los mercanianos le inquieta; pude verlo cuando estábamos en el planeta. —Señaló un informe que llevaba en la mano derecha—. Ahora dispongo de una buena cantidad de datos biológicos, gracias a Delin… Y, Jim, si Delin es un ejemplo del nivel de inteligencia y conocimientos técnicos de Mercan, esta gente serán unos miembros muy eficaces de la Federación. Verá, saben algunas cosas sobre la bioingeniería en las que nosotros ni siquiera habíamos pensado aún.
—Ya sospechaba algo así —comentó Spock, alzando esta vez la ceja izquierda.
—De acuerdo, Bones, hágame un resumen. ¿Quiere hacerlo aquí o en la sala de conferencias?
—Oh, aquí ya estaremos bien.
—Muy bien, informe.
—Jim, los mercanianos son tan humanoides que nosotros podríamos cruzarnos con ellos —anunció Bones McCoy—. Exactamente igual que con los vulcanianos.
—También me esperaba eso —observó Spock.
—¿Y qué clase de lógica lo llevó a esa conclusión, Spock? —quiso saber McCoy.
—Bones, no importa. Si estamos tan cerca de los mercanianos a nivel biológico, ¿dispone de algún dato que pueda indicarnos su herencia básica? —preguntó Kirk—. En otras palabras, ¿ha podido determinar por los análisis de sangre de qué lugar pueden haber procedido originalmente?
—Bien, vayamos por partes; los corpúsculos sanguíneos no cuentan toda la historia, en este caso —prosiguió McCoy—. Delin nos ha permitido practicarle biopsias y nos ha dejado realizar un examen médico completo, incluyendo exploraciones internas. Existe un parecido definitivo con la estructura genética vulcaniana, a pesar del hecho de que existen pocas semejanzas superficiales del ADN. Cuando estuvimos en Mercan, tuve la sensación de que los habitantes eran más vulcanianos que humanos, cosa que son a pesar de las sutiles diferencias genéticas y de estructura interna. Por lo tanto, los mercanianos no proceden de la misma cepa básica que los seres humanos. En la matriz humanoide galáctica, probablemente ocupan una posición que está entre los vulcanianos y los humanos, pero están mucho más próximos al grupo vulcaniano–romulano. Una cosa es segura: los mercanianos van a crear una gran confusión dentro de la xenoantropología. Le aseguro, Jim, que esto ha sido para mí tan frustrante como emocionante. Con todos mis respetos, Spock, creo que los mercanianos son más bien como vulcanianos humanizados.