Read La lucha por la verdad Online
Authors: Jude Watson
Adi asintió un tanto en desacuerdo.
—La niña podría estar donde dicen los Guías. Quieren mantenernos alejados de ella. Eso no quiere decir que vayan a hacerle daño. No podemos entrar en acción sin saber si la niña está en peligro.
Qui-Gon sabía que la niña no estaba a salvo. ¿Por qué, si no, iban a preocuparse tanto los padres? Pero no lo dijo. Adi Gallia y él tenían que funcionar como un equipo.
Adi siguió pensando.
—Nuestra misión también consiste en demostrar a Kegan las ventajas de una alianza galáctica. Somos promotores de la paz. Lo único que digo es que tenemos que ir con pies de plomo.
—Nos estamos diciendo cosas que ya sabemos —dijo Qui-Gon impaciente—. Vamos a llamar a Obi-Wan y a Siri por los intercomunicadores.
Activó su intercomunicador, pero Obi-Wan no respondió. Adi hizo lo mismo con el suyo, pero tampoco obtuvo respuesta de Siri.
—Quizás están en una situación en la que es mejor no contestar —sugirió Adi—. Les dijimos que se mezclaran con la población nativa y no dijeran que eran Jedi.
—Cierto —admitió Qui-Gon—. Lo intentaremos más tarde. Mientras tanto, la excusa de encontrarles nos permitirá buscar a O-Lana. Vamos al Círculo Médico.
Fueron de una clínica a otra y mirando en las guarderías. Nadie les detuvo. Con sus bastas túnicas y los sables láser escondidos, podían pasar por keganitas nativos.
—Si pudiéramos acceder a los archivos... —dijo a Adi en voz baja.
—Eso implicaría la violación del sistema de seguridad —dijo ella negando con la cabeza—. Una falta grave de conducta.
—Pero es la única manera —discutió Qui-Gon—. Es evidente que han escondido a la niña.
—Deberíamos seguir buscando —dijo Adi con firmeza.
A Qui-Gon le costó eliminar su frustración. La cooperación entre Jedi era un elemento añadido. Era como les enseñaban a interactuar, pero ¿qué pasaba cuando había desacuerdo?
—Un poco más —dijo él.
Ella levantó una ceja. Alta y autoritaria, con la piel dorada oscura y marcas azules en la cara, Adi Gallia era conocida por poder controlar a un grupo de estudiantes jóvenes alborotadores con sólo una mirada. Qui-Gon no se iba a dejar intimidar tan fácilmente.
—¡Ahí estáis! —escucharon la voz chirriante de O-Rena a sus espaldas—. ¿Habéis encontrado a vuestros jóvenes asistentes? Qué raro que estéis buscando en el Círculo Médico.
—Los jóvenes Jedi se interesan por todas las facetas de la sociedad —respondió Adi sin alterarse.
—¿Y cómo va la búsqueda de O-Lana? —dijo Qui-Gon—. Qué raro que tres personas hayan desaparecido en una mañana.
—Hemos puesto a otro equipo a trabajar en el problema —dijo V-Haad rápidamente—. O-Vieve y V-Tan pensaron que era lo mejor.
—Quizá deberíamos hablar con vuestros Guías Benevolentes —dijo Qui-Gon—. Queremos su permiso para buscar en los archivos de Kegan.
V-Haad ya estaba negando con la cabeza.
—Haríamos cualquier cosa por los Jedi, pero las audiencias con V-Tan y O-Vieve tienen que solicitarse con semanas de antelación. Están muy ocupados.
—Pero vosotros habéis dicho que les acabáis de ver —señaló Adi.
—Es cierto —dijo O-Rena con las coloradas mejillas oscureciéndose—. Somos Guías de alto nivel, ¿sabéis?
—Yo creo que vosotros podréis conseguir que nos reciban —dijo Qui-Gon con firmeza—. ¿Vamos juntos o nos indicáis el camino?
Su tono dejaba claro que no aceptaría un no por respuesta. O-Rena y V-Haad asintieron sin mucho convencimiento.
—Por supuesto, estamos al servicio de los Jedi... Qui-Gon imitó la falsa sonrisa de los Guías.
—Entonces llevadnos.
—Sigo sin sentir las piernas —susurró Siri.
Obi-Wan podía escuchar el miedo en su voz.
—Se te pasará —le aseguró él—. Pero dentro de unas horas.
Llevaban viajando un tiempo. Habían dejado atrás la ciudad. Desde su posición en el suelo del deslizador, Obi-Wan podía ver un pedazo de cielo. No había visto más deslizadores a su alrededor durante kilómetros, sólo las copas de los árboles meciéndose con la suave brisa. La temperatura estaba bajando. Quizá se dirigieran a una mayor altitud.
Por fin, los motores redujeron la marcha y el deslizador se detuvo. La puerta de Obi-Wan se abrió y el joven fue arrastrado fuera violentamente. Sus piernas estaban demasiado débiles para sostenerle y se cayó al suelo. Siri fue arrojada a su lado.
—Yo pensaba que los niños eran venerados en Kegan —dijo Obi-Wan con la mejilla en el barro.
Alguien le puso la bota sobre la cabeza y su cara se hundió aún más en el barro.
—No me respondas. Sabes perfectamente que no ir a clase es un acto criminal en Kegan. Ya eres mayorcito para ser castigado por ello.
—¡Pero no somos keganitas! —protestó Siri.
—Ya he oído todas las excusas. Callaos de una vez.
—Somos de otro planeta. Estamos de visita —insistió Siri furiosa—. Quita la bota de la cabeza de mi amigo.
La bota abandonó la cabeza de Obi-Wan y se colocó sobre el hombro de Siri.
—Claro que sí —dijo el hombre.
Ya basta
, pensó Obi-Wan. Intentó levantarse, pero el electropunzón había hecho su trabajo. Sabía que no iba a recuperar la movilidad en los brazos y las piernas al menos en unas horas, y que no iba a poder utilizar su sable láser de forma efectiva hasta pasado ese tiempo. Además, le habían ordenado que no revelara a los keganitas que era un Jedi. Obi-Wan intentó rodar hasta Siri, pero no podía moverse. Contempló impotente cómo aumentaba la presión de la bota sobre el hombro de Siri, hundiendo su cara en el barro.
—¿No te he dicho que no me respondas? —preguntó el hombre.
Siri apretó los dientes. Sus intensos ojos azules relampagueaban. Escupió el barro que tenía en la boca, pero no respondió.
—¡V-Tarz! —resonó una voz a sus espaldas.
El aludido le quitó la bota a Siri de los hombros. Obi-Wan vio a otro hombre acercándose, que llevaba la misma túnica azul marino de cromotela que V-Tarz.
—¿Qué hacen esos estudiantes en el suelo? —preguntó el segundo hombre.
—Se están resistiendo a la captura —respondió V-Tarz.
—No hay necesidad de emplear la fuerza física —dijo el otro hombre—. Ya hemos hablado antes de esto. El Aprendizaje funciona con amor, no con miedo. Llévales a clase.
Obi-Wan fue puesto en pie. El muchacho apretó las rodillas para no caerse. Siri hizo lo mismo.
—Pero nosotros no somos keganitas —protestó Obi-Wan ante el segundo guardia, que parecía más amable—. Estamos de visita.
La mirada oscura del segundo guardia pasó de Obi-Wan a Siri.
—Nadie viene de visita a Kegan. Tres marcas por mentir —se dio la vuelta—. Llévales a clase.
V-Tarz les amenazó con el electropunzón.
—Ya habéis oído a V-Brose. Moveos.
—Es el momento de escapar —susurró Siri a Obi-Wan mientras atravesaban tambaleándose el patio, con los músculos como si estuvieran hechos de flan.
—¿Bromeas? No duraríamos ni cinco metros —le dijo Obi-Wan entre dientes—. Tenemos que esperar a que se pase el efecto del electropunzón. Averiguaremos dónde estamos y llamaremos a Qui-Gon y Adi Gallia.
—Tú déjame a V-Tarz cuando salgamos de aquí —farfulló Siri.
—Eso no es propio de un Jedi —dijo Obi-Wan con desaprobación—. V-Tarz no es nuestro enemigo, sino un mero obstáculo en nuestra misión.
—Ese "obstáculo" acaba de hundir la cara de dos personas indefensas en el barro —respondió Siri—. ¿Qué necesitas para que sea un enemigo, Obi-Wan?
Su conversación se detuvo abruptamente cuando V-Tarz les empujó contra una pared. Unas manos recias cachearon a Obi-Wan. V-Tarz extrajo el sable láser de Obi-Wan y lo contempló.
—¿Qué es esto?
Obi-Wan se puso tenso. Por muy débil que estuviera, no podía perder su sable láser sin pelear.
—Sólo es un dispositivo para calentar las manos —dijo Siri.
V-Tarz lo volvió a colocar en el cinturón de Obi-Wan. —Entonces no lo necesito. ¿Qué es esto...?
Había encontrado el intercomunicador de Obi-Wan. Lo sacó de su bolsillo y luego cogió el de Siri.
—No los vais a necesitar —dijo V-Tarz, levantándolos para verlos—. Parecen nuevos —dijo contemplándolos—. Vuestros padres deben de trabajar en el Círculo Técnico para tener intercomunicadores como éstos —se los metió en el bolsillo con una sonrisa de placer. Obi-Wan temió que lo siguiente que requisara fueran sus electrobinoculares.
—Por última vez, cabeza de melón, no somos keganitas —soltó Siri.
V-Tarz levantó el electropunzón. Obi-Wan se puso tenso. Otro golpe dejaría a Siri fuera de combate durante mucho tiempo.
En un saliente sobre ellos descansaba el busto tallado de una mujer de aspecto sereno. Obi-Wan invocó a la Fuerza. El busto se arrastró hasta el borde de la cornisa y cayó. No golpeó a V-Tarz por milímetros y chocó contra el suelo, deshaciéndose en pedacitos de mármol. V-Tarz miró a su alrededor sin poder creerlo.
Una puerta se abrió junto a ellos. Una mujer keganita sacó la cabeza. Tenía el pelo recogido tras las orejas de forma severa y llevaba una túnica marrón lisa sobre unos pantalones negros.
—¡V-Tarz! ¿Que pasa? Estoy intentando dar una clase —su mirada cruzó por el busto roto—. ¡Has roto a O-Vieve!
—Se ha caído, O-Bin —dijo V-Tarz—. Un desgraciado accidente. Pero aquí tienes dos estudiantes. Vigílalos como sólo tú sabes hacerlo. Son problemáticos.
O-Bin miró con frialdad a Siri y a Obi-Wan. Luego sonrió. Obi-Wan sintió un escalofrío. La sonrisa era tan siniestra como la de O-Rena y V-Haad.
—No tenemos alumnos problemáticos en el Aprendizaje —dijo O-Bin—. Venid.
Con tal de no estar cerca de V-Tarz, Obi-Wan y Siri siguieron a la maestra por la puerta de duracero hacia la clase. El portón resonó al cerrarse y un pestillo automático bloqueó la salida.
Estudiantes vestidos con túnicas grises se sentaban en bancos largos a lo ancho de la habitación, una fila tras otra. Había pequeñas pantallas que se elevaban del suelo hasta la altura de los ojos de los niños. Los alumnos estaban sentados rectos y con las manos a los lados. Lo único que se movió fue sus ojos cuando miraron a Obi-Wan y a Siri.
—Creo que ha habido un error —dijo Siri a O-Bin—. No somos keganitas. Somos...
Obi-Wan oyó unas risitas entre los niños. Un alumno delgado, con una melena rubia que le llegaba por los hombros, le miró con simpatía y volvió los ojos a su pantalla. O-Bin se dio la vuelta y, sonriente, clavó la mirada en las filas. La habitación estaba en completo silencio.
—Sentaos —dijo a Siri y Obi-Wan.
—Pero no somos... —comenzó a decir Obi-Wan.
—Sentaos —la sonrisa no desapareció de su rostro—. Poneos las túnicas de aprendizaje —y les dio dos túnicas.
Obi-Wan y Siri intercambiaron miradas. ¿Deberían seguir resistiéndose o era mejor, de momento, seguir la corriente? Teniendo en cuenta las órdenes de Qui-Gon, Obi-Wan se puso la túnica. Siri hizo lo mismo.
El mismo chico delgado se apartó a un lado para hacerles sitio. Obi-Wan y Siri se sentaron. Dos pantallas se izaron frente a ellos.
La maestra les miró, con los dedos posados sobre su datapad.
—Nombres, por favor.
—Obi-Wan Kenobi —dijo Obi-Wan—. De Coruscant.
—Tres marcas por mentir —dijo O-Bin sonriendo—. Y una más por no decir tu nombre completo.
—¡Ése es mi nombre completo! —protestó Obi-Wan.
—Tres marcas por mentir —dijo O-Bin—. Veo que ya tenías tres de antes. Eso son... diez marcas. A ver, ¿Clase?
—Las marcas revelan la confusión del Guía Interior —cantaron los alumnos al unísono.
—V-Obi está confuso —dijo la maestra, asintiendo—. Su Guía Interior está revuelto. Depende de todos nosotros ayudarle a que contribuya al Bien General.
La clase asintió solemnemente.
—¿Hemos venido al Planeta Rarito? —susurró Siri a Obi-Wan.
—Dos marcas por hablar. ¿Cómo te llamas? —dijo la maestra a Siri.
—Siri...
—Una marca por no dar tu nombre completo, O-Siri —dijo la maestra—. Todos tenemos una letra antes de nuestro nombre, que compartimos con otros. Eso demuestra nuestro compromiso con el Bien General. ¿Clase?
—Todos somos únicos, pero nadie es mejor que nadie. Eso es el Bien General —recitó la clase.
—Esto es la locura general —murmuró Siri.
—Tres marcas por hablar tras haber sido advertida, O-Siri —dijo O-Bin—. Volvamos a la lección.
La pantalla de Obi-Wan se puso azul. Aparecieron unas letras.
"VIAJAR AL NÚCLEO INTERIOR ES PELIGROSO. EL PRIMER OBSTÁCULO ES EL SISTEMA DELA-CRIX."
Obi-Wan frunció el ceño. Conocía el sistema Delacrix. Habían pasado por él de camino a Kegan. Qui-Gon había dicho que era un sistema floreciente con varios planetas en órbita alrededor de tres soles. Todos sus mundos comerciaban en armonía y acababan de unirse al Senado Galáctico.
—¿Quién sabe por qué el sistema Delacrix es peligroso? ¿O-Iris?
—El sistema Delacrix es peligroso porque está controlado por piratas —dijo una niña pelirroja casi susurrando—. Su tercer sol es una nova perpetua, así que puede derretir los motores de las naves que pasan cerca. Los piratas desvían el tráfico a los bordes exteriores del sol para forzar los aterrizajes.
Obi-Wan se quedó mirando a la pequeña totalmente atónito. Todo lo que había dicho era falso.
Observar sin interferir
, había dicho Qui-Gon. Si mantenía la boca cerrada, podía aprender.
Justo cuando Obi-Wan decidió mantener la boca cerrada pasara lo que pasara, Siri habló.
—¡Pero eso no es verdad! —protestó.
—No te he preguntado a ti, O-Siri —dijo O-Bin con severidad—. Si deseas hacer una pregunta, toca la pantalla.
Siri tocó la pantalla.
Los labios de O-Bin estaban tensos cuando sonrió y se volvió hacia ella.
—¿Sí, O-Siri?
—El sistema Delacrix no está controlado por piratas —dijo Siri.
—Eso no es una pregunta —dijo O-Bin. Se puso roja—. Dos marcas.
—Y su sol no es una nova perpetua —añadió Siri—. Es un sistema pacífico con un comercio floreciente.
—Tres marcas —la sonrisa de O-Bin era forzada—. Eso hace un total de once marcas. Has superado al cabezota de tu compañero.
—Venga, Obi-Wan —murmuró Siri sin mover los labios—. Échame una mano.
Obi-Wan suspiró. Tocó su pantalla.
—¿Pregunta, V-Obi?