Read La lucha por la verdad Online
Authors: Jude Watson
—Bienvenidos, visitantes Jedi —dijo la mujer con amabilidad. Era de mediana edad, con el rostro ancho y el pelo gris rizado que enmarcaba sus coloradas mejillas como si fuera una esponjosa nube—. Somos los Guías de la Hospitalidad, y estamos aquí para mostraros nuestro mundo y asegurarnos de que estéis cómodos. Yo soy O-Rena y él es V-Haad.
Su compañero sonrió y se inclinó ante ellos. Era alto y algo calvo, y sus ojos eran de un marrón cálido.
Los Jedi se inclinaron a su vez, y Qui-Gon les presentó.
—Fuimos llamados por dos de vuestros ciudadanos. La pareja más joven dio un paso adelante.
—Yo soy V-Nen, y ella es mi mujer O-Melie —dijo el hombre—. Somos los padres de O-Lana.
La mujer les contempló y bajó la mirada. Parecía nerviosa, al igual que su marido. Sin duda estaban preocupados por la prueba que iba a pasar su hija.
—La niña está en su vivienda —dijo V-Haad—. Os llevaremos hasta allí. Seguidnos, por favor.
Los Jedi siguieron a los Guías y a los padres hasta un deslizador un tanto desvencijado. Obi-Wan nunca había visto un modelo tan antiguo que siguiera en uso. Se preguntó si podría arrancar.
El motor propulsor se encendió con un chirrido preocupante, pero el vehículo funcionaba a la perfección. Mientras avanzaban por el desigual terreno, Obi-Wan contempló el paisaje con curiosidad. Viajaban por una carretera central sin asfaltar que discurría a lo largo de un muro bajo. Al otro lado del muro se distinguían edificios abovedados. Los deslizadores aparcados junto a ellos parecían tan viejos y desvencijados como el que les llevaba a ellos.
—Sólo hay una ciudad en Kegan, y nosotros somos sus guardianes —exclamó O-Rena por encima del ruido del motor—. El resto del planeta se utiliza para el cultivo y la cría de animales. Hay grandes zonas de espacio abierto. Ahora estamos pasando por el Círculo Técnico. Kegan se divide en círculos por cada área de trabajo. El Círculo Técnico lleva al Círculo de Información, que a su vez conduce al Círculo de Estudio, que lleva al Círculo del Jardín, y así. Todos rodean al Círculo de Reuniones, en el que celebramos nuestros encuentros. Ahora nos dirigimos al Círculo de Viviendas.
Una sombra pasó sobre ellos y Obi-Wan miró hacia arriba. Un skyhopper zumbó sobre sus cabezas. Era un modelo antiguo que él no conocía.
—Quizá te asombre que nuestros transportes sigan funcionando —le dijo V-Haad con una risita—. Aquí, en Kegan, no destruimos, reutilizamos. Nuestro Círculo Técnico es experto en mantener la vieja tecnología en funcionamiento. No necesitamos los últimos modelos.
—¿Tenéis sistema monetario? —preguntó Adi Gallia con interés.
V-Haad negó con la cabeza.
—Somos una economía de trueque. Todo pertenece al Bien General. Tal vez hemos renunciado a las grandes fortunas, pero no tenemos criminalidad. Prefiero vivir en paz y seguridad que con preocupación sobre mis hombros.
—Parece una buena filosofía —admitió Qui-Gon—. ¿Tenéis sistema de gobierno?
—Tenemos a los Guías Benevolentes, V-Tan y O-Vieve —dijo O-Rena—. Fueron los primeros en crear una nueva forma de vivir aquí en Kegan. Tienen un Círculo de Consejeros, pero, más que gobernar, guían. Todos somos tenidos en cuenta. Todo se ajusta al Bien General.
Obi-Wan tuvo que admitir que, al menos en apariencia, el sistema parecía funcionar. Quizás el hecho de que Kegan fuera un planeta pequeño y con una población mínima era lo que evitaba que tuvieran conflictos con otros mundos. Al paso de la nave, la gente levantaba las cabezas para sonreír y saludarles con la mano. Todos parecían ocupados y felices.
Pero, aun así, Obi-Wan notó algo raro.
—No hay niños —dijo a los Guías.
—Los niños son un bien precioso aquí —le dijo O-Rena—. La educación es muy importante. Se les envía al colegio cuando son muy pequeños para aprender y explorar. Ah, ahí está el Círculo de Viviendas.
V-Haad condujo la nave a través de una grieta en la pared y la llevó hasta un recinto en el que había unos cuantos deslizadores viejos aparcados. Luego se dirigieron hacia uno de los numerosos edificios abovedados que rodeaban el centro formando una espiral. Cada uno estaba conectado al siguiente.
V-Nen abrió la puerta y se hizo a un lado para que pudieran entrar. La pequeña sala estaba amueblada de forma sencilla pero agradable, con asientos bajos repletos de cojines.
Qui-Gon se volvió hacia V-Haad y O-Rena.
—Gracias por traernos hasta aquí. Nos gustaría examinar a solas a la niña con sus padres.
—Ah, claro, entendemos vuestros procedimientos —dijo V-Haad.
—Pero, aunque lo sentimos mucho, no podemos seguirlos —añadió O-Rena—. O-Melie y V-Nen nos han pedido que nos quedemos. Les ponen nerviosos los extraños.
Qui-Gon miró a los padres con amabilidad.
—No hay nada por lo que ponerse nervioso. Lo único que haremos será deciros si vuestra hija es sensible a la Fuerza. Si así fuera, os explicaríamos lo que significa y lo que, si lo deseáis, puede hacerse al respecto.
V-Nen y O-Melie se miraron. O-Melie tragó saliva.
—Queremos que los Guías de la Hospitalidad se queden. V-Haad y O-Rena sonrieron.
—¿Lo veis? No debéis pensar en nosotros como ajenos a esta casa —se apresuró a asegurarles O-Rena—. Todos en Kegan formamos parte de la misma familia. ¿No es cierto, O-Melie?
—Sí —dijo O-Melie.
De pronto, las sonrisas de O-Rena y V-Haad parecieron congelarse en sus rostros. Era como si lo que tuvieran dentro no coincidiera con su amabilidad. Una ligera sensación de alerta recorrió a Obi-Wan. Había aprendido a confiar en ella.
Algo no iba bien. Las cosas no eran lo que aparentaban ser. V-Haad y O-Rena parecían haberles dado la bienvenida, pero a Obi-Wan le daba la sensación de que no les gustaba que los Jedi estuvieran allí. En absoluto.
Qui-Gon no se fió de V-Haad ni de O-Rena desde el primer momento. A pesar de sus amplias sonrisas, emitían una sensación de malestar que él no podía atribuir al hecho de no estar acostumbrados a los extraños. Y ¿por qué había Guías de la Hospitalidad en un planeta que no permitía visitantes?
A pesar de todo, el Maestro asintió, respondiendo a su actitud amable con la suya propia.
—Por supuesto que podéis quedaros, si V-Nen y O-Melie así lo desean —dijo.
—Hay una excepción para cada regla —dijo Adi afable, porque también sabía que era mejor no agravar la situación insistiendo.
—Iré a por O-Lana —dijo O-Melie rápidamente—. La está cuidando una vecina —salió apresuradamente de la habitación.
Volvió al cabo de un momento con un fardito en los brazos. La niña tenía casi un año. Contempló a Qui-Gon con una mirada brillante e inquisitiva. Él le dio un dedo. Ella lo agarró, se lo llevó a la boca y lo mordisqueó suavemente.
—Ah —dijo Qui-Gon—. Ya veo —estudió a la niña unos minutos, evaluando sus reacciones y expresiones, y finalmente asintió.
—¿Ya habéis llegado a vuestra conclusión? —preguntó O-Rena con una sonrisa un poco tensa.
—Sí, así es —respondió Qui-Gon—. Definitivamente, tiene hambre.
O-Melie y V-Nen sonrieron aliviados.
—O-Yani le dará de comer —sugirió O-Rena—. Así podremos hablar.
—O-Yani es la cuidadora de esta parte del asentamiento —explicó V-Haad a los Jedi—. Hay una en cada Círculo de Viviendas para que los padres puedan trabajar o tener tiempo para sí mismos. Nuestros cuidadores son escogidos entre los más sabios y mejores.
O-Melie cogió a la niña de los brazos de Qui-Gon y se fue a otra habitación.
Con tan sólo una rápida mirada a Adi, Qui-Gon supo que su colega Maestra había confirmado lo mismo que él: que O-Lana era sensible a la Fuerza. Pero el nivel de sensibilidad era algo que necesitaban más tiempo para concretarse.
—Sentémonos —sugirió Adi—. Mientras la niña come, podemos explicaros por qué hemos venido de tan lejos para verla.
O-Melie y V-Nen se sentaron frente a los Jedi en un banco con cojines. V-Haad se sentó a un lado de la pareja y O-Rena al otro.
Como si estuvieran vigilándoles
, pensó Obi-Wan.
—Si O-Lana es sensible a la Fuerza, sus poderes serán más visibles a medida que crezca —comenzó Qui-Gon—. Estos poderes han de ser alimentados y orientados. En caso contrario, la niña podría acabar confundida y asustada.
V-Nen y O-Melie se acercaron a los Jedi en su asiento, mirándoles fijamente.
—Nadie tiene miedo en Kegan —dijo O-Rena con firmeza.
—El Bien General es fuerte —añadió V-Haad—. O-Lana tendrá el apoyo de todos nosotros.
Adi tomó la palabra.
—El Templo de Coruscant es un sitio en el que los niños sensibles a la Fuerza pueden aprender no sólo a controlar su don, sino a dejar que les guíe y les conecte a todas las cosas.
V-Haad asintió sonriendo.
—¡Eso es excelente! La Orden Jedi parece algo maravilloso. Nosotros tenemos guías aquí que nos enseñan a conectar.
Adi se movió en la silla, impaciente. Qui-Gon intervino con rapidez.
—Si O-Lana es una niña especial...
—Ah, me veo obligada a interrumpir —dijo O-Rena con la sonrisa emanando afabilidad hacia Qui-Gon—. O-Lana es especial, claro; pero igual que lo son los demás keganitas. V-Tan y O-Vieve nos han enseñado a todos que el Guía Interior es poderoso en todos nosotros. Nadie es mejor que nadie.
—Nosotros no decimos que O-Lana sea mejor —dijo Adi. Qui-Gon podía percibir la impaciencia que ella luchaba por contener—. Estamos diciendo que la Fuerza la distinguirá. La senda Jedi le enseñará a conectar con la galaxia y con otros seres.
V-Haad sonrió.
—¡Ahora lo entiendo! Una senda sabia y justa, estoy seguro, pero O-Lana no necesitará esto. Aquí, en Kegan, cada Guía Interior se une y forma el Bien General. Sería un error retirar a O-Lana del Círculo del Bien General, ya que el Círculo se vería reducido y O-Lana crecería pensando que es especial. Esto contradice el consejo de los Guías.
V-Haad y O-Rena sonrieron y asintieron. Lentamente, V-Nen y O-Melie asintieron también.
Qui-Gon comprendió la frustración de Adi. V-Nen y O-Melie parecían muy interesados, pero no se les daba la oportunidad de reaccionar. En lugar de eso, eran los Guías de la Hospitalidad los que reaccionaban y hablaban. Ésa era exactamente la razón por la que los Jedi preferían estar con los padres a solas.
Él sabía que, a pesar de sus interjecciones, V-Haad y O-Rena no habían escuchado ni una palabra de lo que les habían dicho los Jedi. No habían hecho preguntas sobre la senda Jedi, ni sobre las capacidades de O-Lana. Si de ellos dependiera, la niña no saldría jamás de Kegan.
Qui-Gon se concentró en V-Nen y O-Melie.
—Si O-Lana es sensible a la Fuerza, tenéis que entender perfectamente lo que eso significa. Podrá mover objetos o prever acontecimientos antes de que ocurran. Esas cosas pueden asustar a un niño pequeño.
—No en Kegan —dijo O-Rena alegremente—. Nuestros Guías Benevolentes, por ejemplo, O-Vieve y O-Tan, tienen visiones. Hemos aprendido a confiar en ellas. Sus visiones del futuro han guiado el presente, creando el Bien General.
Qui-Gon intercambió una mirada breve con Adi. Tenían que alejar a los padres de los Guías. Eso estaba claro. Pero también tenían que tener en mente la orden de Yoda. No podían trastornar el planeta. Tenían que respetar la forma de hacer las cosas que tenían en Kegan.
Los Guías de la Hospitalidad se levantaron de repente.
—Ha sido una reunión excelente —dijo V-Haad—. Ha sido un placer oír hablar de la maravillosa senda Jedi.
—Y estamos seguros de que estáis cansados por el viaje —añadió O-Rena—. Os llevaremos a las habitaciones que hemos dispuesto para vosotros. Ya habrá tiempo para seguir hablando.
—A no ser que tengáis que iros —dijo V-Haad—. Sabemos lo importantes que son los Jedi.
—Podemos quedarnos todo el tiempo que quieran V-Nen y O-Melie —dijo Adi firmemente.
—Tengo una petición —dijo Qui-Gon—. Nos gustaría ir andando. Es cierto que hemos hecho un largo viaje y nos gustaría estirar las piernas y ver más de vuestro bello planeta.
Los dos Guías de la Hospitalidad intercambiaron miradas ante lo inesperado de la petición.
—Claro —dijo O-Rena, un tanto reacia, pero en su tono amable de siempre—. Si eso es lo que deseáis...
—Así es —dijo Qui-Gon firmemente—. Y, por supuesto, disfrutaremos de la compañía de V-Nen y O-Melie. Nos dará la ocasión de conocernos mejor.
Los Guías no podían negarse. V-Nen y O-Melie fueron a pedirle a la vecina que siguiera cuidando a O-Lana.
—La niña está dormida —dijo O-Melie en voz baja cuando volvió—. Nos gustaría pasear con vosotros.
Los Guías, O-Melie y V-Nen salieron. Con la excusa de ajustarse la túnica, Qui-Gon se volvió hacia Obi-Wan y Siri.
—Cuando salgamos, separaos y perdeos por ahí —dijo en voz baja—. No os dejéis ver. Los Guías os buscarán. Evitadles. Emplead el tiempo para reunir información sobre Kegan. No causéis trastornos ni alteraciones. Recordad, observad sin intervenir. No reveléis que sois Jedi.
Obi-Wan y Siri asintieron, con el gesto alerta.
Qui-Gon vio la preocupación en el rostro de Adi y pensó que lo entendía. Iban a causar trastornos. Mínimos, y, en opinión de Qui-Gon, que merecían la pena; pero Adi podía no estar de acuerdo. No estaba acostumbrado a pedirle a otro Jedi la aprobación de sus decisiones. Esperó, mirándola, para ver si tenía algo que objetar.
Mientras esperaba, Qui-Gon volvió a preguntarse por qué Yoda había enviado dos equipos al planeta. ¿Habrían enviado a Adi para controlar su tendencia a seguir sus instintos y quebrantar las normas? ¿Estaba ella ahí para vigilar cómo trabajaban juntos Qui-Gon y Obi-Wan?
Y si ella no aprobaba su sugerencia, ¿qué haría él?
Pero Adi asintió.
—Espero que salga bien —murmuró mientras salía a la radiante luz del sol.
—Decidme, V-Haad y O-Rena —comentó Qui-Gon mientras paseaban por las calles de Kegan—. Veo que habéis resuelto muchos problemas que a otros planetas les quedan por resolver. ¿Por qué no van los keganitas a otros mundos para compartir su conocimiento?
—No tenemos necesidad de hacerlo —dijo V-Haad—. Tenemos todo lo que necesitamos para llevar una buena vida. Y viajar puede ser peligroso. La galaxia es un lugar violento. Si viajáramos, animaríamos a otros a que vinieran aquí. Eso podría traer el peligro a Kegan. No podéis negar que hay violencia en la galaxia.