La lista de los doce (21 page)

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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Policíaco

BOOK: La lista de los doce
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El gigante negro le soltó un puñetazo y lo mandó volando a la cabina de mando, como si de una muñeca de trapo se tratara.

A continuación lo cogió con una facilidad pasmosa y le dijo:

—Has entrado por esa ventana. Ahora saldrás por ella.

Y, sin pestañear siquiera, el soldado lanzó a Shane Schofield por las ventanas rotas de la cabina del Hércules.

3.6

En el compartimento de carga, a rebosar de partículas, Aloysius Knight (que estaba atacando a las fuerzas enemigas, lanzándoles los
shuriken
…) se giró para ver dónde estaba Schofield…

… En el mismo instante en que este era arrojado por la ventana.

—Joder —musitó Knight. Al igual que él, Schofield llevaba un paracaídas, así que estaría bien, pero su repentina desaparición no ayudaba a los cálculos de aquella pelea.

Knight habló por el micro de su radio.

—¡Schofield! ¿Está bien?

Una voz golpeada por el viento respondió:

—¡Aún sigo aquí!

Visto desde el exterior, el Hércules seguía surcando el aire a veinte mil pies, debajo del avión cisterna… solo que en esos momentos una diminuta figura pendía de su morro cónico.

Schofield se aferraba al morro del avión mientras el viento lo golpeaba con fuerza. A veinte mil pies sobre el resto del mundo pero, gracias a su Maghook, magnéticamente sujeto al avión de transporte militar.

Su atacante (el hombre del IG-88 cuyo alias era, como no podía ser de otra manera, Rocko) estaba asomado por una de las ventanas de la cabina.

Entonces Rocko volvió al interior y reapareció con una Colt del calibre 45 que debía de haber estado guardada en la cabina y que, por tanto, no se había visto afectada por la detonación de las granadas adhesivas de Knight.

—¡Joder, mierda! —gritó Schofield cuando el primer disparo le pasó rozando la cabeza.

Había confiado en que Rocko diera por sentado que se había precipitado a una muerte segura y volviera al interior del avión, dándole así a Schofield la oportunidad de volver a subir y entrar por las ventanas de la cabina.

Pero no…

Así que Schofield hizo lo único que podía hacer.

Sacó el Maghook de Gant de la funda, apuntó con él por debajo del morro del avión, lejos de la línea de fuego de Rocko, y se aferró a él de manera tal que en esos momentos pendía de la parte inferior del avión de transporte.

Habló por el micro de cuello, activado por voz.

—¡Knight! ¡Sigo en la partida! ¡Necesito que abra una puerta externa para mí!

En el interior de la bodega, Knight esquivó un cuchillo volador y lanzó uno de sus
shuriken
al pecho de uno de los tipos de traje.

Había oído a Schofield. Vio el botón de control rojo que abría la rampa de la bodega y le lanzó un
shuriken
.

¡Zas!

Impactó en el botón y, con un leve zumbido, la rampa trasera del compartimento de carga del Hércules comenzó a abrirse.

—¡Muy bien, capitán! ¡La rampa está abierta! —dijo la voz de Knight por el auricular de Schofield.

Schofield avanzó todo lo rápidamente que pudo por la parte inferior del Hércules con ayuda de los dos Maghook, magnetizando uno y desmagnetizando el otro de manera alterna y a continuación balanceándose de uno a otro cual crío, recorriendo así los veinte metros del vientre del avión en dirección a su rampa trasera, en esos momentos abierta.

El viento accedió por la rampa trasera a la bodega, haciendo que las partículas adhesivas suspendidas en el aire formaran remolinos. Una ventisca interior.

En el interior del compartimento de carga, Knight llegó hasta Gant.

—Estoy aquí para ayudarla —dijo sin un instante que perder mientras le cortaba con un cuchillo las esposas de plástico que le apresaban las muñecas.

En ese momento, dos manos de color lo agarraron y lo lanzaron hacia atrás.

Rocko.

El enorme soldado del IG-88 golpeó a Knight contra un lateral del Humvee. El cuchillo de Knight salió volando.

El líder del IG-88, Cowboy, salió de su posición a cubierto, en el lado derecho del Humvee.

—¡Sus gafas! —gritó.

Rocko le soltó un salvaje puñetazo que partió el puente de las gafas de cristales tintados de Knight, y también su nariz. Las gafas se le cayeron, exponiendo sus ojos a la luz.

—¡Aaaah! —Knight cerró fuertemente los ojos.

Otro puñetazo de Rocko lo dejó inconsciente.

—¡Póngalo delante del coche! —dijo Cowboy mientras quitaba las sujeciones del Humvee y se colocaba al volante—. Las rodillas delante de los neumáticos.

Rocko hizo lo que se le ordenó: colocó el cuerpo inerte de Knight pegado a las ruedas del Humvee y se apartó.

Cowboy encendió el motor y pisó el acelerador.

El Humvee se precipitó hacia delante, directo a las rótulas de Knight.

Y Cowboy sintió un leve y oportuno bache cuando el Humvee pasó por encima del cazarrecompensas y se chocó contra el lateral de una de las cajas.

3.7

—¡Maldita sea, joder! —gritó Rocko.

—¿Qué? —gritó Cowboy.

—¡El otro ha vuelto!

Ninguno de los británicos había visto a Schofield regresar al Hércules.

Ni Cowboy ni Rocko ni el hombre trajeado de la Inteligencia británica que quedaba con vida.

No lo habían visto subir a la bodega tras el Humvee por la rampa trasera, aferrado a sus Maghook.

Ni tampoco lo habían visto avanzar sigilosamente por el lado derecho del Humvee y cruzar por delante de este, sacando de allí a Aloysius Knight… al mismo tiempo que arrastraba al soldado del IG-88 que quedaba hasta colocarlo delante del vehículo en marcha, haciendo que lo atropellara a él y no al Caballero Oscuro.

Schofield y Knight se dieron de bruces contra la pared lateral de la bodega, justo al lado de Gant.

Knight tenía los ojos fuertemente cerrados. Schofield ni siquiera se detuvo a tomar aire.

Cortó las esposas de plástico de Gant y le dio el cuchillo.

—Hola, nena. Te eché de menos en Afganistán. ¡Vamos! Ayúdame con el general.

El general Weitzman seguía sobre el capó del Humvee con las muñecas esposadas a los espejos del coche.

Gant le quitó un manojo de llaves al soldado atropellado y encontró la que abría las esposas.

Mientras tanto, Schofield se puso en pie justo cuando, a su lado, Cowboy emergía de la puerta del conductor mientras, al mismo tiempo, en el extremo delantero del vehículo, el tipo del MI6 desclavaba el cuchillo incrustado en la caja de madera.

Un sándwich poco apetecible.

Schofield extendió los brazos en ambas direcciones y disparó sus Maghook de manera simultánea. En aquella atmósfera impregnada de partículas adhesivas solo podría efectuar un disparo con cada uno.

Disparó.

El primer gancho no alcanzó a Cowboy, pero tampoco era su intención. Impactó en la puerta blindada que estaba abriendo. Desde tan cerca, el Maghook tronó al chocar contra ella, cerrándola, golpeando a Cowboy y metiéndolo de nuevo en el interior del coche.

El hombre trajeado del MI6 recibió en el pecho el impacto del otro Maghook. Se encorvó, con las costillas rotas, y se precipitó hacia la caja que tenía detrás.

Por su parte, Gant estaba soltando la mano izquierda del general Weitzman. La muñeca le quedó libre.

—Vale —dijo—. La otra muñeca. Al otro lado…

Pero al otro lado del Humvee estaba…

Rocko.

Allí. Inmóvil. Cerniéndose sobre el cuerpo tendido de Weitzman.

Schofield apareció al lado de Gant y se quedó mirando fijamente a Rocko.

—Ocúpate del general —dijo sin apartar los ojos del gigante soldado—. Y estate atenta a mi señal.

—¿Qué señal?

Pero Schofield no respondió. Simplemente se acuclilló y sacó dos
shuriken
de Knight de un cuerpo. Al otro lado del Humvee, Rocko hizo lo mismo.

Entonces los dos caminaron hasta el área tras el Humvee, un espacio reducido que daba a la rampa de carga, desde la que se divisaba el cielo azul.

Permanecieron el uno frente al otro durante un instante (el alto y corpulento Rocko; el menudo y más proporcionado Schofield), cada uno de ellos blandiendo dos afilados
shuriken
.

Y los lanzaron.

Destellos plateados, el sonido metálico de afiladas cuchillas.

Rocko lanzó un
shuriken
, Schofield lo esquivó.

Mientras Schofield y Rocko peleaban en la parte trasera del compartimento de carga, Gant soltó la muñeca derecha de Weitzman, pero dejó la esposa abierta unida al espejo lateral. Ayudó a bajar al suelo a Weitzman.

Mientras, el general murmuraba incoherencias:

—Oh, Dios, el código… el código universal… vale, vale, existe, pero solo algunas personas lo conocen… Se basa en un principio matemático… y, sí, se introdujo con el Kormoran, pero hubo… hubo también otro proyecto involucrado… Camaleón…

Schofield y Rocko seguían moviéndose en la parte posterior de la bodega mientras sus
shuriken
volaban y chocaban.

Llegaron al lado derecho del Humvee, donde estaban Gant y Weitzman. Schofield encabezaba la marcha, desplazándose hacia atrás, esquivando los
shuriken
de Rocko.

—¡Gant! —gritó Schofield—. ¿Preparada para la señal?

—¡Sí! ¿Cuál es?

—¡Esta!

Y entonces Schofield placó el siguiente golpe de Rocko y, con gran rapidez, cambió su peso y golpeó la mano del gigante que blandía el
shuriken
contra el capó del Humvee, justo al lado de la esposa abierta que instantes antes había retenido a Weitzman.

—¡Ahora!

Gant respondió al instante, se tiró al capó del Humvee y cerró la esposa alrededor de la muñeca de Rocko.

Rocko se quedó helado.

¡Estoy esposado al espejo lateral del Humvee
!

Schofield se arrojó al suelo junto al general Weitzman.

—Señor, ¿se encuentra bien? —preguntó mientras se acercaba a él.

Pero el general seguía balbuceando:

—Oh, no… no fue solo el proyecto Kormoran… También estaba el Camaleón… Oh, Dios, Kormoran y Camaleón juntos. Barcos y misiles. Todo encubierto. Dios… Pero el código de desactivación universal cambia cada semana. En este momento, es… el sexto… oh, Dios mío, el sexto m… m… mercen… mercen…

De repente, un silbido. El destello del acero. Y a continuación la cabeza del general se convulsionó y una línea roja apareció en su cuello…

… Y entonces Schofield vio que la cabeza del general Ronson H. Weitzman se separaba de su cuerpo.

La cabeza cayó al suelo y rodó hasta detenerse junto a los pies de Schofield. Tras una decapitación, la cabeza humana aguanta con vida otros treinta segundos. Así, el rostro sin cuerpo de Weitzman se quedó mirando de manera horripilante a Schofield desde el suelo. Sus párpados pestañearon unos instantes antes de que, gracias a Dios, sus músculos faciales se relajaran finalmente y la cabeza quedara inerte.

Schofield se volvió para alzar la vista y vio al segundo de Larkham, el apuesto y joven Cowboy, al otro lado del Humvee, blandiendo un machete de filo largo del que en esos momentos goteaba sangre fresca.

Sus ojos eran los de un demente, sedientos de sangre. Se dispuso a abalanzarse sobre Schofield con el machete…

… Justo cuando una mano le agarró la muñeca por detrás y la golpeó contra el capó del Humvee, haciendo que el machete saliera disparado de su mano, al mismo tiempo que su sigiloso atacante cerraba la otra esposa alrededor de la muñeca de Cowboy.

Cowboy se volvió: era Aloysius Knight, de pie, tras él, con un nuevo par de gafas con cristales de color ámbar.

—No ha estado mal, Cowboy. Ha recordado mi talón de Aquiles.

A continuación Knight cogió el machete y sonrió al asesino del IG-88.

—Yo también recuerdo el suyo. Su incapacidad para volar.

Entonces Knight se dirigió a la puerta del conductor del Humvee, se inclinó y metió la marcha atrás.

Asintió a Schofield y Gant.

—Apártense.

Cowboy y Rocko, esposados a ambos lados del Humvee, miraban horrorizados a Knight.

—Adiós, chicos.

Y, tras eso, Knight clavó el pedal del acelerador al suelo del coche con el machete.

El Humvee salió despedido hacia atrás, hacia la rampa trasera abierta.

El vehículo alcanzó el final de la rampa y luego se quedó un instante inclinado hacia abajo antes de precipitarse a una caída de veinte mil pies.

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