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Authors: John C. Wright

Tags: #Ciencia-Ficción

La Edad De Oro (48 page)

BOOK: La Edad De Oro
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Helión no se levantó del asiento, pero habló con voz vibrante: —Hago esta oferta a mi colega. Si él desea cuestionar mis motivaciones, con gusto pondré una copia de mi mente en los canales públicos para que cualquiera pueda inspeccionarla, siempre que él también exponga su mente y sus motivaciones. Luego podremos decidir quién tiene la motivación más pura.

Un murmullo de risas llegó desde los bancos. Gannis se aplacó, visiblemente incómodo.

—No, por cierto, sólo hablaba teóricamente.

Nabucodonosor alzó la maza y anunció los resultados de la votación:

—Notables y dignatarios del Colegio, mis estimaciones muestran que el público se sentiría irritado si Faetón fuera castigado por tener acceso a sus recuerdos, siempre que de veras haya sido atacado, y que tuviera causa razonable para sospechar que su memoria lo ayudaría a explicar ese ataque, a defenderse o defender a otros contra ataques futuros. Varios cientos de miles de individuos se ofrecen para ayudar a exponer al delincuente, y millones más ofrecen tiempo y antigramos para este esfuerzo. Muchos de los que observan este proceso ya han prometido colaborar. Por otra parte, el fervor público se volvería con igual vehemencia contra Faetón si se tratara de una falsa alarma. La misma fuerza de carácter que vuelve a la Ecumene Dorada intolerante ante la violencia la torna igualmente implacable contra quienes intentan manipular esa rectitud con fines propios.

—Si Faetón sufrió un ataque insensato por parte de un delincuente —dijo Emphyrio—, la prudencia requeriría que él examinara todos sus recuerdos, sellados o no, para descubrir la causa del ataque. No podemos condenarlo por esto.

—¿Qué es más importante, ser justos o parecer justos? —preguntó Sócrates—. Al conservar los recuerdos sellados, tal como prometió, Faetón habría mantenido la apariencia de justicia. Pero el delincuente que lo amenazó a él podría amenazar a otros, y por tanto no habría sido justo tratar de mantenerse en la ignorancia acerca de una cuestión tan importante.

—¡Pero la sola idea de un homicidio en una sociedad con nuestras tradiciones y nuestro modo de vida es inconcebible! —exclamó Viridimagus Solitaire de la Escuela de la Mansión Verde.

Ullr Selfson-Primero Lifrathsir de la Escuela Pagana Nórdica era un ex Taumaturgo que había amasado su fortuna creando mundos de historia alternativa destinados a parahistoriadores, incluido el espantoso e insidioso Mundo de la Mente Terráquea Tiránica Oscura. Él, más que nadie, sabía cuan frágiles eran la paz y la prosperidad de la Ecumene Dorada; su mundo de pesadilla se había extrapolado a partir de cambios históricos mínimos.

—No es inconcebible. Si los neptunianos están dispuestos a enviar a Diomedes Parcial en una misión que habría sido suicida de no ser por nuestra caridad, quizás estén dispuestos a arriesgar o amenazar otras vidas. Quizás el ataque sólo estaba destinado a alarmar a Faetón para que abriera sus recuerdos sepultados. Francamente, de ser Faetón yo habría hecho lo mismo. Me gustaría preguntar a Faetón si sus recuerdos le dieron alguna pista sobre la identidad y naturaleza del atacante.

—En Lakshmi —dijo Nausícaa de la Mansión Eceo—, el Colegio examinó qué cosas se someterían a la amnesia. Recuerdo que sólo se cubrió información acerca de la nave estelar. Quizás ésta sea otra pista que apunta a los neptunianos. Todos conocemos su gran interés en la
Fénix Exultante.

Casper Semihumano Calderero del Parlamento de Fantasmas se levantó. Era autor de matrices educativas famosas por su fría lógica cuando estaba en su cuerpo humano, y por su pasión e impulso inusitadamente vividos cuando fue descargado a una matriz electrofotónica. Estaba vestido como el dueño de una plantación de Carolina, con chaqueta blanca y sombrero de paja.

—¡Hermanos! ¿Debemos andarnos con interminables rodeos sin que nadie haga la pregunta central? Si Faetón sufrió tamaño ultraje, ¿por qué no lo dijo en cuanto se inició esta reunión? No es Faetón sino Sabueso, sí, Sabueso, quien dice que Faetón fue atacado. ¿Por qué Faetón calla?

Desde la llegada de Sabueso, Faetón había escuchado con aflicción, pues sabía que no debía contar a los Exhortadores nada que pudiera ser oído por el enemigo que Atkins estaba investigando, tratárase de Scaramouche o de otro. Por otra parte, Radamanto (cuya inteligencia superaba la de Faetón en cuatro órdenes de magnitud) le había aconsejado expresamente que revelara la información. El enemigo, en definitiva, sabía que Faetón sabía que había sufrido un ataque. Y al revelar los detalles de ese ataque no revelaría necesariamente nada sobre su reunión con Atkins.

Pero Radamanto podía estar corrompido por la civilización de virus atacantes cuando dio ese consejo…

En tal caso, ¿su testimonio acerca del ataque beneficiaría al enemigo, formaría parte de su plan? ¿Cuál era el plan del enemigo? Sin duda se relacionaba con la
Fénix Exultante.
¿Cómo?

Faetón hizo una mueca de disgusto. Quizá se había criado demasiado cerca de las mentes mecánicas para su propio bien. Había confiado demasiado en mentes más rápidas que la suya para resolver todos los acertijos y enigmas. Y su mente quizá no tuviera celeridad suficiente para descifrar este complicado enigma mientras él comparecía en juicio.

Y había otra pregunta pertinente y relevante. Quizás él estuviera dispuesto a sacrificar su carrera o su vida para proteger la Ecumene Dorada del desastre. Todos los hombres decentes, en todas las épocas, hacían esos sacrificios por su patria o sus ideales. ¿Advertir al enemigo sobre la investigación de Atkins constituía un desastre para la Ecumene Dorada o sólo un inconveniente para Atkins? Sufrir exilio y muerte por su civilización era una cosa. Sufrir exilio y muerte por la conveniencia de Atkins era otra.

Este razonamiento lo decidió: él ignoraba la importancia del secreto, pero conocía la importancia de la
Fénix Exultante.

—No hablé antes —dijo— porque Atkins me pidió que no lo hiciera. Pero ahora que Sabueso ha hablado, de nada me sirve guardar silencio. Existe un enemigo entre nosotros, que quizá nos observe en este mismo momento. Sospecho que es un enemigo de otra estrella.

En pocas palabras, Faetón describió el ataque de Scaramouche en la escalinata del mausoleo de Estrella Vespertina, el virus desestructurador que se había introducido en su espacio mental, barriendo las defensas Caritativas y tratando de propagarse por la Mentalidad.

Un profundo silencio se hizo en la cámara. Faetón vio escepticismo e incredulidad en los rostros que lo rodeaban. La chispa de esperanza moría en los ojos de Helión. Gannis sonreía sin reservas.

Mesalina Segunda Estrella Vespertina de la Mansión Estrella Vespertina sugirió:

—Tenemos muchos monitores y nanomáquinas en la zona, circuitos de observación ecoquímica en el aire y el suelo, incluyendo monitores que observan los caballos que hay cerca de nuestro mausoleo. No había ningún neptuniano; no había un segundo maniquí traído de nuestra sala de espera. Faetón estaba solo.

Un supervisor de información de alto nivel de la Composición Caritativa se levantó.

—El bien común requiere un profundo intercambio de información. Hemos examinado los diarios y registros que rodean los momentos que describe Faetón. Él cerró su yelmo dentro de una de nuestras cajas públicas, cortando las conexiones y causando daños menores a nuestros contactos y líneas. En cuanto al resto de su testimonio, nada más se refleja en nuestras memorias o registros. —Hizo una pausa dramática y continuó—: Caballeros del Colegio, no hubo ataque. Nosotros estábamos allí. Lo habríamos visto.

—El virus atacante tuvo éxito —dijo Faetón—, y pudo haber alterado vuestras memorias.

Algunas miradas de impaciencia se transformaron en expresiones de tedio y desdén.

—Con todo respeto —dijo el supervisor Caritativo—, esa edición requeriría que el virus sorteara sesenta y cuatro puestos de infoseguridad de nuestra mente colectiva, y alterase cuatro conjuntos de registros: el original, el de seguridad, los ordenadores de consciencia y el monitor de control de tráfico de datos. Como nuestros registros se guardan en sendas analógicas asociativas y no en un sistema lineal, el virus habría tenido que examinar cada registro, incluso cada pensamiento, y hacer todo esto mientras suprimía las alarmas de flujo de consciencia de cada miembro del grupo de intereses local de nuestra mente colectiva. Suponiendo que se requieren dos unidades de información para alterar una unidad (una para identificar y otra para falsificar), estimamos un volumen de ochocientos sesenta y tres mil millones de segundos de inteligencia. Sólo un sofotec es capaz de semejante hazaña.

—El virus atacante fue construido y guiado por un sofotec —dijo Faetón.

Se oyeron risas incómodas. ¿Un sofotec que intentara un homicidio?

—Sé que parece absurdo —dijo Faetón—. ¿Creéis que no lo sé? Pero creo que se llama Nada, que no era uno de nuestros sofotecs ni formaba parte de la comunidad de la Mente Terráquea. Es una mente del espacio exterior. ¡Tiene que serlo!

Un sordo silencio llenó la cámara. Las miradas de desdén habían cambiado. El desdén era algo que se concedía a los iguales, hombres que uno despreciaba pero que eran hombres cuerdos. Ahora las expresiones eran de lástima. Tsychandri-Manyu no necesitaba un instinto aguzado para comprender que el ánimo de la cámara había vuelto a cambiar. Era obvio.

—Caballeros, todos conocemos la conducta errática y frenética de los que se enfrentan al exilio. Piensan que no les hará daño intentar cualquier cosa que pueda evitarles su destino. En definitiva, ¿qué les importa si mienten, engañan o falsean, si no vivirán el tiempo suficiente para sufrir las consecuencias de sus artimañas? ¿Por qué perdemos el tiempo con esto? Me gustaría pasar nuevamente a la cuestión de la duración del exilio de Faetón. Propongo que sea permanente y absoluto, de modo que no se le vendan ni siquiera alimentos, servicios básicos, refugio ni tiempo informático.

Hubo un bullicio de asentimiento, y muchas voces reclamaron la votación definitiva.

—La moción de finalizar el debate y pasar a la votación está planteada y aprobada —dijo Nabucodonosor.

—¡Mi hijo no es un embustero! —exclamó Helión con voz tenante, poniéndose de pie. Los susurros murieron.

—Helión —dijo Nabucodonosor—, tu comentario está fuera de lugar.

—Faetón dice la verdad —insistió Helión—. Un Gris Plata no puede mentir y no miente. Y no hay Gris Plata más sincero que él.

—Interpretaré tu comentario como una moción para iniciar un debate sobre la cuestión de votar o no —dijo Nabucodonosor—. ¿Alguien la secunda?

—Yo secundo la moción —dijo Gan-Siete Lejos-Gannis de Júpiter—. Radamanto está a mano. A fin de cuentas, Faetón es un Gris Plata, y tiene circuitos de lectura de memoria profunda. ¿Un examen noético no revelaría al instante la verdad del asunto? Es el procedimiento estándar en estos casos. No es preciso impacientarse.

La voz de Helión llegó suavemente al oído de Faetón. Ésta era otra violación de los protocolos que comprometían a todos los presentes.

—Sólo di las palabras «lo juro» y tendremos la verdad —dijo su padre.

Pero Faetón guardó silencio.

—¿Hay algún problema, Faetón? —preguntó Nabucodonosor—. ¿Tienes alguna razón para negarte a admitir un examen noético? Si deseas que examinemos tus pensamientos, por favor abre un canal noético profundo.

Faetón sentía suspicacia. Gan-Siete Lejos-Gannis formaba parte de la céntuple mente Gannis que viajaba entre Júpiter y Neptuno como factótum de negocios. ¿Por qué ansiaría que Faetón fuera vindicado? El hecho de que Lejos-Gannis tuviera lazos estrechos con los neptunianos quizá no fuera motivo de sospecha. Pero quizá tuviera lazos con Jenofonte.

Y el virus enemigo que buscaba la mente de Faetón bien podía estar al acecho. Faetón había abierto canales sensoriales, cinestésicos y somáticos entre su cerebro y la Mentalidad para proyectar una autoimagen en la cámara ficticia que Helión había creado. Por el momento nadie tenía acceso directo a sus memorias, estructuras profundas o pensamientos. Si abría un canal noético, en cambio, sería vulnerable al virus.

Faetón se preguntó si la tecnología del atacante le permitiría matarlo y reemplazarlo por una mente parcial que se creyera Faetón pero fuera leal a los objetivos o deseos del enemigo. Era una idea escalofriante.

Quizá ya lo hubieran hecho. ¿Cuántos Exhortadores habrían sido reemplazados por títeres del enemigo…?

—El sofotec Nada aún puede tener un virus desestructurador en la Mentalidad Numénica —dijo Faetón—. Si tiene un diseño tan avanzado que puede burlar a todos vuestros custodios y guardias sin ser detectado, no quisiera abrir mi cerebro desprotegido a ningún canal de estructura profunda de la Mentalidad.

Varios Exhortadores lanzaron una carcajada. Otros sonrieron. Epiraes Septarco Leonado de la Casa Leonada, uno de los aliados de Tsychandri-Manyu, exclamó:

—Si el honorable Faetón quiere presentar excusas débiles, por lo menos que sean divertidas. Me cuesta suspender mi incredulidad.

Sabueso Sofotec alzó la mano.

—Comprendo que no soy miembro del Colegio, pero me gustaría hacer una sencilla sugerencia. Que Faetón envíe una copia de la información de su mente a un canal público; emisión solamente, sin recepción. Ningún impulso externo podrá alcanzarlo, y este virus que él teme, sea real o no, no lo afectará. Entretanto, vosotros podéis examinar la copia pública a gusto. ¿Qué os parece?

Faetón experimentó una tibia sensación de placer. Irguió la espalda. Un nudo de tensión acida en el que no había reparado se distendió súbitamente en su estómago. La sugerencia de Sabueso era muy sensata. Pronto el Colegio vería que él decía la verdad, y confirmaría la existencia de la amenaza interestelar. El Colegio ya había votado: si Faetón decía la verdad, sería exculpado. Quedaría libre para regresar a su vida y su sueño. La
Fénix Exultante
lo esperaba, las estrellas lo esperaban, y ya nada se interpondría en su camino.

Faetón congeló la escena y salió del Sueño Profundo. Despertó en su armadura, acurrucado en la tibia negrura de la caja pública Caritativa. El circuito del casco envió imágenes de los detectores oculares a su nervio óptico; veía las luces indicadoras y los puntos oníricos de los controles y los signos inscritos en el interior del casco. Su pensamiento envió órdenes al interfaz del traje.

El forro negro de su armadura pudo nanomanufacturar un cristal de datos (Faetón descargó el calor residual como un chorro de vapor en el entorno líquido donde flotaba) y llenó este cristal con sus recuerdos.

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