—Cada una de tus palabras te muestra como un egocéntrico. ¡Aun ahora, cuando estás en la miseria, rechazas una fortuna inimaginable! ¿Pretendes servir a una causa más alta o un ideal refinado, cuando toda la sociedad, toda la civilización, se te opone? ¿Cómo puedes estar tan seguro?
Faetón sonrió despectivamente y sacudió la cabeza.
—Deberías preguntar, en cambio, qué causas tengo para dudar. Cada vez que hago una pregunta, se me responde con mentiras, ilusiones y amnesia. No son las armas propias de los hombres honestos. Tú las usas. La implicación lógica no es precisamente que soy yo quien está equivocado.
—¿No nos concedes el beneficio de la duda?
—Por cierto. Forzando la generosidad de mi imaginación, estoy dispuesto a concebir la posibilidad de que todos sois cobardes en vez de canallas.
—No obstante, aceptaste el acuerdo de Lakshmi. Ahora procuras soslayarlo. ¿Esto es honesto?
—No he visto ese presunto acuerdo, no lo recuerdo y no conozco sus condiciones. ¡La versión de mí que aceptó es la versión que tú y los tuyos borrasteis! Si lo he infringido, procura entablarme juicio. De lo contrario, métete en tus propios asuntos.
—Nadie afirma que se haya infringido el acuerdo, sólo que se ha soslayado. —La quimera hizo un gesto delicado con una mano—. Procuras burlar la intención del acuerdo, aunque respetes sus condiciones.
—¿A qué te refieres?
—Un acto puede ser deshonroso, aunque sea legal.
—Es verdad, pero me sorprende que tengas la frescura de decírmelo a la cara.
Dos cabezas pestañearon confundidas. La serpiente sacó la lengua.
—¿Frescura?
—Hipocresía sería una palabra mejor —dijo Faetón—. O impertinencia. Osas decirme que es deshonroso que yo soslaye un acuerdo que tú no sólo has soslayado sino infringido e ignorado.
—No hemos violado ninguna ley.
—¡Ja! El acuerdo era que todos olvidaran lo que yo había hecho. Pero hasta ahora no he encontrado una sola persona que no lo recuerde. ¿Todos los Pares están por encima de la ley, o sólo Helión, Gannis y tú? No, perdón. Rueda-de-la-Vida también hace caso omiso del acuerdo. Fue ella quien detectó mi presencia en Lago Destino e informó a Helión.
—Las estipulaciones del acuerdo concedían una excepción a los Pares. Tenemos acceso a los recuerdos editados cuando afectan la defensa de nuestros intereses y proyectos, o cuando hay otras razones de necesidad pública.
—¿Y yo no tengo acceso, aunque necesite esos recuerdos para defender mis intereses en un juicio?
—La cláusula de excepciones no te incluye. No negociaste tal cosa.
Faetón pensó que quizá ésta fuera otra pista del propósito de su yo original.
—Estoy más confundido que nunca ante este supuesto acuerdo —dijo sin embargo—. En el mejor de los casos, parece mal confeccionado. Si no queríais que yo investigara mi pérdida de memoria, una vez que descubriera que había perdido mis recuerdos, ¿por qué no incluisteis esa estipulación en el convenio?
—Con franqueza, la idea de que sentirías curiosidad por tus recuerdos faltantes nunca se comentó seriamente. Las cláusulas del acuerdo se redactaron con cierta premura.
—Pero los abogados sofotec que prepararon el acuerdo habrán expuesto probabilidades predictivas de cada desenlace posible. Tienen que haber previsto posibles problemas. Para eso están los sofotecs.
—No participó ningún sofotec.
—¿Qué? ¿A qué te refieres? Pensé que Nabucodonosor Sofotec asesoraba a los Exhortadores.
—Nabucodonosor tenía una extensión presente en Venus, pero rehusó ayudar a los Exhortadores en esta causa. El Colegio de Exhortadores actuó sin asistencia sofotec, y preparó el acuerdo por su cuenta.
Faetón calló un instante. No sabía cómo tomar esto. ¿El famoso Nabucodonosor Sofotec se había negado a asesorar a los Exhortadores? ¿Negado?
Según los archivos de memoria que le había mostrado Dafne, ella había hablado con Helión en una pausa de cordura en medio de la repetición eterna de su inmolación. En ese diálogo, Helión estaba descontento porque Aureliano no cooperaba con el acuerdo de Lakshmi.
El mismo archivo también le había mostrado aquel recuerdo de Dafne (cuando ella abandonaba el concurso de tejesueños) en el que Aureliano Sofotec criticaba a los Exhortadores. Aureliano había hablado del intento de amnesia colectiva con jocundo desprecio.
Y la Mente Terráquea, cuyo tiempo era tan precioso que rara vez hablaba con nadie, se había dignado hablarle a él, pidiéndole que permaneciera fiel a sí mismo. No era lo que se diría a alguien para contentarlo con recuerdos falsos.
¿En qué se había basado él —la versión olvidada de él— cuando accedió al acuerdo de Lakshmi? ¿Por qué se había sentido tan seguro? Una sensación semejante a una luz comenzó a surgir en él. No pudo contener una sonrisa.
—Dime, querida composición, tu estructura impide que ocultes pensamientos de una parte de ti a otras partes, ¿verdad?
—Hay ciertas jerarquías mentales que controlan el flujo de información interna. Pero las composiciones son democráticas e isonormales.
—La Trascendencia de diciembre, cuando todas las mentes humanas disponibles se reunirán para decidir lo que se deba decidir acerca del próximo milenio… es sólo otra forma de composición, ¿verdad? Una composición temporal…
—Si piensas usar la Trascendencia como tribuna para denunciar a los Pares ante el resto de la humanidad, me temo que quedarás defraudado. Aunque no hay controles oficiales sobre los flujos de información, hay controles informales, controles sociales. Pocos prestan atención a los desvaríos de un paria; la atención de todos se concentrará en aquellas personas que son cruciales para la atención pública.
—En otras palabras, los Pares. Tú acabas de ofrecerme un lugar crucial en la Trascendencia, presuntamente el lugar de Helión. Si rehuso, pues, él será honrado haciendo que muchedumbres de visitantes inunden su cerebro.
—Lo expresas toscamente. Sus pensamientos, sueños y visiones se henchirán para abarcar a vastos públicos.
—Y en sus pensamientos está el conocimiento de lo que yo hice. De modo que si estoy en el público… —Faetón sonrió aún más.
La quimera se quedó quieta, como aturdida. Luego empezó a encogerse. Evidentemente el icono ya no era el centro de atención de la mente colectiva. La Composición Caritativa era consumida por pensamientos de mayor prioridad.
Faetón no dejaba de sonreír.
—Quizá Nabucodonosor se negó a asesorar a los Exhortadores porque lo que ellos planeaban era estúpido —continuó—. Contraproducente. Los Pares no podían resistir la tentación de abrir los recuerdos prohibidos. En definitiva, para defenderos necesitabais saber qué había hecho yo, ¿verdad? Para impedir que lo descubriera nuevamente, ¿verdad?
»Si editáis vuestros recuerdos de nuevo, con el propósito de ocultar vuestros pensamientos antes de diciembre, tendré las manos libres y podré seguir investigando mi pasado sin ataduras ni oposición. Existen pruebas en abundancia, incluidos ciertos registros que no se pueden alterar ni modificar legalmente, como los asientos financieros o los contratos de propiedad. Si yo gasté mi fortuna, en alguna parte debe constar qué compré con ella.
«Podéis hacerme olvidar lo que hice, pero no podéis fingir que nunca sucedió. Ésa es la paradoja, ¿verdad? En última instancia, cada parte de la realidad está conectada lógicamente con cada una de las demás. Mientras yo no colabore con mi autoengaño, no podéis mentirme. No podéis rechazar una parte de la realidad sin rechazar toda la realidad.
Faetón, viendo la perplejidad de la quimera, no pudo contener una carcajada.
—¡Ahora entiendo por qué mi versión pasada no se intimidó ante este espantoso acuerdo de amnesia! Su fracaso es inevitable, como el fracaso de todo sistema que no se base en la realidad. Mi victoria está asegurada, y siempre lo estuvo. Sólo debo esperar hasta diciembre sin abrir la caja.
—Tu plan suena lógico.
—Gracias.
—Pero la lógica no es predominante en los asuntos humanos.
Faetón rió desdeñosamente.
—Estos comentarios son los que me llevan a esa certeza mía que antes te intrigaba. La lógica es predominante en todas las cosas.
—Entonces, ¿por qué aceptaste el acuerdo de Lakshmi? Si el peligroso proyecto que tanto te obsesionaba hubiera sido tu mayor preocupación, no habrías aceptado. Quieres creer que tu yo anterior confiaba en la Trascendencia de diciembre para recobrar sus recuerdos perdidos. Tus recuerdos han desaparecido durante dieciocho o diecinueve meses. ¿Por qué?
Faetón frunció el ceño con disgusto.
—Quizá sólo necesitaba unas vacaciones, o…
—Esperabas eludir las penas impuestas por los Exhortadores por tu conducta negligente. Pensabas que podías inducirlos arteramente a olvidar tus ofensas por un tiempo. ¿No es el mismo tipo de engaño que acabas de condenar por ilógico?
—Bien, yo… —Faetón se preguntó cuál sería el propósito de su yo anterior.
—¿Algo impide al Colegio de Exhortadores, una vez que recuerde tu negligencia, condenar públicamente el mismo proyecto que condenó antes, y por las mismas razones? No, Faetón, pretendes ser un individuo aislado, separado del mundo, de la sociedad, y capaz de desafiarlos. Pero cuando esa separación cobró realidad, fuiste tú, Faetón, quien no pudo aceptar qué era la realidad.
—¿A qué te refieres?
—Fuiste tú quien indujo a tu esposa a entrar en un delirio permanente, equivalente al suicidio.
—¡No, no puedo aceptar eso!
—¡Extraño comentario! Se debe asumir que no te propones rechazar la realidad, ya que has criticado ásperamente a quienes lo hacen —dijo la cabeza humana con leve ironía.
—¿Esto significa que hay un plan para recobrar a tu esposa? —exclamó la cabeza de águila.
—La Composición Caritativa no carece de compasión —murmuró la cabeza de cobra—. Tampoco carece de recursos.
Faetón se quedó tieso.
—¿Qué estás insinuando? —murmuró con voz grave.
—Vivimos en una sociedad cruel y despiadada. Se arroja a la calle a quienes no pagan sus cuentas domésticas. Se borran las mentes registradas que no pueden pagar el alquiler de su espacio informático cerebral. Se desconecta y se arroja a la realidad a quienes quedan atrapados en los paisajes oníricos y no pueden pagar los honorarios que exige ese servicio.
»La Composición Caritativa ofrece manipular el mercado de valores mediante la alteración de los hábitos de compra de ese porcentaje de la población que incluye a nuestros miembros, y valerse de negociaciones, adquisiciones y otras maniobras financieras para apropiarse de las compañías en las que estaban invertidas las acciones de Dafne, o arruinar el valor de esas acciones. El sofotec Estrella Vespertina actúa como agente de inversiones para Dafne; una entidad muy lista y muy capaz en otros campos, pero carente de los recursos que pueden aportar los Siete Pares.
Era verdad. Tan sólo en lo concerniente a bienes de consumo, la Composición Caritativa controlaba una décima parte del producto industrial bruto del mundo humano.
—Cuando Dafne esté en bancarrota —dijo la quimera—, Estrella Vespertina la expulsará de su féretro de sueños al mundo real. Ella será incapaz de enfrentarse a una realidad que ha borrado de su memoria. Quizá no tenga competencia legal para dirigir sus propios asuntos. En virtud de vuestro circuito de comunión matrimonial, compartes la titularidad de algunas de sus propiedades intelectuales, incluida su plantilla de personalidad. En ese punto, quizá puedas insertar legalmente un bloque de memoria temporal para editar todos los recuerdos y cambios de personalidad recientes; esto no constituiría una modificación o alteración de personalidad. Simplemente la devolverías al estado en que estaba antes de suicidarse ilusoriamente. Tendrá el derecho legal, una vez que vuelva a sus cabales, de abrir sus recuerdos editados y regresar a la demencia. Pero tú estarás presente. Tendrás la oportunidad de persuadirla de vivir en la realidad.
Faetón calló. Abría los ojos con sorpresa.
—Tu proyecto olvidado —continuó la quimera— es lo más importante en la vida para ti. Si accedes a interrumpir toda investigación de tu pasado, la Composición Caritativa te ayudará del modo en que hemos descrito para que tu esposa regrese a la realidad y a la cordura. Deberías acceder no sólo porque recibirás el beneficio personal de su amor y gratitud, una vez que ella esté restaurada, sino también porque es tu deber. Eres su esposo. Tu juramento nupcial exige que la salves.
«Puedes llamar a la central Caritativa desde cualquier anexo público. Te dejaremos meditar tu respuesta.
Y la quimera desapareció.
¿Vacilaba por cobardía o por prudencia? Sentía el impulso de correr a la agencia Caritativa más próxima y arrojarse a sus pies, rogando, sollozando, accediendo al instante a cualquier cosa que se requiriese para recobrar a su esposa de su espantoso exilio, su muerte viviente de engaño constante.
También sentía el impulso, más cauto, de profundizar en su investigación.
La Composición Caritativa no había mentido. En el presente muy pocas personas intentaban mentir, aparte de los neptunianos; era demasiado fácil ser sorprendido por sofotecs omniscientes, demasiado fácil que los hombres honestos confirmaran sus declaraciones mediante la exhibición pública de sus registros mentales. Pero la gente podía equivocarse, o incurrir en juicios exagerados (aunque sinceros) de valor relativo. La Composición Caritativa podía juzgar que algo era «difícil» o «imposible» cuando no lo era.
¿Era imposible que Faetón despertara a su esposa atrapada en el paisaje onírico? ¿Imposible? Tenía que estar seguro. Tenía que verificarlo por su cuenta.
Faetón tendió la mano hacia el disco amarillo, el icono que flotaba en el cristal de la superficie de la mesa, el canal de comunicaciones. Le llevaría sólo un momento telepresentarse ante el sofotec Estrella Vespertina, que tenía a su cargo el cuerpo de su esposa. Pero no deseaba que lo observaran más; estas intrusiones en su vida comenzaban a fastidiarlo. Mientras tendía una mano, gesticuló con la otra para cerrar la ventana del balcón. Un panel cubrió el paisaje, y los sonidos, luces y movimientos del exterior se extinguieron.
Faetón se sobresaltó. De pronto reinaba un silencio total y absoluto. Los paneles no se habían deslizado ni movido para cerrarse; habían aparecido súbitamente. No había señales, susurros ni ruidos más allá de los paneles, como los que habría provisto una escena Gris Plata, para mantener la ilusión de tres dimensiones y de coherencia de los objetos. La mano de Faetón estaba cerca de la mesa. Aún vacilaba.