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Authors: John C. Wright

Tags: #Ciencia-Ficción

La Edad De Oro (20 page)

BOOK: La Edad De Oro
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Faetón miró el suelo, hirviendo de emoción. Vio las enmarañadas redes de la ley en el mosaico. Leyes destinadas a proteger al inocente. Pero aun en esta época había cosas que nadie podía alterar.

—Fue el desastre solar, ¿verdad? —dijo Faetón.

—El resumen destinado al demandado declara, y nadie lo objeta, que cuando Helión irradió su información cerebral desde su cuerpo, de la Plataforma Solar a la Estación Polar de Mercurio, las tormentas solares distorsionaron la señal. Sólo se recobró parte de su mente, suficiente para formar un diario parcial de esos últimos acontecimientos, pero no para reconstruir su personalidad intacta. El hombre a quien llamas Helión es una reliquia de Helión, que se grabó una hora antes, como copia de seguridad automática, cuando las tormentas iniciaron su erupción desde el núcleo. La pregunta planteada ante el tribunal es si la reliquia tiene similitud suficiente con la versión inicial para formar continuidad de identidad, y por tanto para ser considerada el mismo individuo a ojos de la ley.

—¿Conque la única diferencia entre las dos versiones es de una hora? ¡Ridículo! El Helión que vive ahora, Helión Reliquia, debe de ser indistinguible del original, Helión Primo.

—Quisiera que la Curia note que la otra parte —dijo Gannis con voz insolente— admite y estipula la continuidad de identidad entre mi cliente y Helión Primo.

—Faetón no está bajo juramento ni está calificado para formular semejante opinión —dijo el cubo central—. Pasamos por alto el comentario.

Faetón miró a la Curia y a Gannis con desconcierto.

—Pero, ¿cuál es mi reclamación sobre la fortuna de Helión? La ley establece que al perecer el cuerpo de un hombre, su registro numénico despierta y continúa su vida.

—Me gustaría que el tribunal tenga en cuenta que la otra parte acaba de estipular que concuerda con el alegato de mi cliente —dijo Gannis.

—Faetón hacía una pregunta relacionada con sus apelaciones anteriores en esta causa, las cuales no recuerda. No está bajo juramento y no está atestiguando. Pasamos por alto el comentario, y solicitamos que no desperdicies el tiempo de este tribunal con mociones frívolas. ¿Está claro?

—Muy claro, señorías —murmuró Gannis.

El cubo central se dirigió a Faetón.

—En tiempos anteriores, cuando la ciencia del registro numénico no estaba tan desarrollada, los registros eran más costosos y se hacían con menos frecuencia.

—La causa seminal de
Kaino contra Sheshsession
sentó el precedente —dijo el cubo izquierdo—. En esa causa, el demandado se enamoró y estuvo casado varios años desde su último registro numénico, cuando pereció en un accidente espacial. Cuando su reliquia despertó, la querellante le requirió que retomara las obligaciones matrimoniales de su antecesor, y se sometiera a una reestructuración emocional para que se le inocularan las pasiones faltantes. El fallo fue que si un sofotec razonable no podía prever, basándose en un análisis de estructura profunda del predecesor, qué haría la reliquia, se consideraría que la reliquia tenía otra personalidad y era un individuo aparte. Los cambios deben ser básicos y medulares para la filosofía, estilo mental y valores centrales de la personalidad, y no sólo cambios frívolos o superficiales.

—Este argumento se modificó en
Ao Xelepec Primo contra Kes Xelepec Segundo
—dijo el cubo derecho—. En esa causa, un Taumaturgo neptuniano hizo un registro numénico, pero luego adoptó la estructura cerebral de un Invariante. Luego editó una importante sección de su memoria, despertó a la neuroforma Taumaturga, y sostuvo que la reliquia Taumaturga era la auténtica versión de sí mismo, y que él ya no era responsable de cumplir ciertos contratos y obligaciones que había contraído previamente. Su argumento fue refutado, pero el registro numénico fue emancipado como individuo independiente. El dictamen es que si el cambio de personalidad desde la última grabación es tan grande que la reliquia ya no entiende los pensamientos o motivaciones del predecesor, la reliquia es un individuo aparte a ojos de la ley. Sin embargo, si el cambio está dentro de una gama que la reliquia podría sufrir previsiblemente, se presume continuidad de la individualidad.

—¿Durante esa hora, entonces, el Helión que se quedó en la estación hizo algo que el Helión de la Tierra ya no entiende ni valora? —preguntó Faetón.

—Tal es la reclamación que has presentado ante este tribunal. Sostienes que, durante esa hora de emergencia, Helión sufrió una epifanía considerable, o cambio permanente de personalidad. Has sostenido que no es el mismo hombre.

—Pero, ¿por qué reclamaría yo, de todos modos, la posesión de las propiedades de Helión?

—Hay leyes aún más antiguas, fechadas en la época en que la muerte era un suceso común. Según estas leyes, si un hombre muere sin un testamento bien redactado, sus posesiones pasan a sus herederos. Helión Primo tenía los derechos de propiedad de tu secuencia genética, y grandes partes de tu personalidad y tu mente fueron construidas sobre plantillas de su personalidad. La antigua ley te consideraría su hijo, y por tanto su heredero. Esas leyes no se han revocado. Todavía tienen fuerza y efecto.

Sólo entonces Faetón comenzó a comprender el monto de la fortuna y las propiedades que había en juego. Helión poseía la Plataforma Solar. Era quizás el mayor proyecto de ingeniería jamás emprendido. Cada persona que se beneficiara con la prolongación de la expectativa de vida útil del Sol, o cuyas propiedades electrónicas o electromagnéticas fueran salvadas de los daños causados por manchas o erupciones solares, tenía una deuda de gratitud con Helión. Y eso incluía a todos los habitantes de la Ecumene Dorada. Si todos ahorraban unos segundos o minutos de moneda temporal de sus primas de seguro por los actos de Helión, el dinero ahorrado se le debía. Dados los miles de millones de habitantes del sistema solar, esos pocos segundos por persona equivalían no ya a años, sino a décadas de tiempo informático.

Sería la mayor fortuna que nadie (excepto Orfeo Miríada Averno) hubiera controlado jamás.

—Me someteré al examen —dijo Faetón.

—Está hecho. Tenemos los registros mentales abiertos en nuestro canal privado para inspección del tribunal. ¿Los letrados tienen algún alegato final antes que fallemos sobre la suficiencia legal de la identidad de Faetón?

—¡Ciertamente! —exclamó Gannis con cierto deleite—. Notamos una gran diferencia de conducta entre el Faetón de antes y después de las ediciones de memoria de Lakshmi. El modo en que vive y actúa ahora no se parece en nada al modo en que vivía y actuaba antes. Va a fiestas frívolas; no tiene aficiones peligrosas ni socialmente inaceptables. Señorías, observad cuánto tiempo dedicó Faetón a su obsesión. ¡Años y siglos! Ahora es diferente. No es la misma persona. Lo relevante, señorías, es que la sociedad de la Ecumene Dorada no lo aceptaría si pensara que es el mismo de antes. Él no se considera la misma persona.

—Soy la misma persona —afirmó Faetón.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Gannis.

Faetón no supo responder.

—Faetón no está sometido a careo —dijo el cubo central—. Si presentas un alegato final, dirige tus comentarios a los magistrados.

—Señorías —dijo Gannis—, ansiamos oír la respuesta de Faetón a una importante pregunta que puede ser decisiva en esta causa. ¿Él se considera la misma persona que sembró tanto furor y terror en la Ecumene Dorada? Si es esa persona, ¿está dispuesto a enfrentarse a las penas por sus actos? Esas penas incluyen la expulsión y el ostracismo. Señorías, en aras del interés público, sostengo que la fortuna de Helión no debe estar al servicio de los descabellados planes de Faetón, que derrocharía dicha fortuna, y que Faetón, si es el auténtico Faetón Primo, está destinado a una muerte desagradable y solitaria. Y si no es Faetón Primo, el dinero no le pertenece. Pido a sus señorías que soliciten el testimonio de Faetón en este asunto. Sin duda su opinión es crucial. Sin duda no se lo puede considerar el Faetón Primo si no cree que lo es.

Faetón se volvió hacia Gannis.

—Esto es ridículo. Yo soy quien soy.

—Suplico la indulgencia del tribunal —dijo Gannis—. ¿Puedo tener una palabra aparte con Faetón? Quizá podamos negociar un arreglo.

La Curia indicó su asentimiento. La impalpable sensación de presión y tensión procedente de los cubos se desvaneció, como si durmieran o dirigieran su mente a cosas distantes.

Gannis se acerco a Faetón.

—¡Ridículo, en verdad! —murmuró—. Estás empeñado en usar la ley para robar el dinero de Helión. Sabes que Helión todavía es Helión; una hora de memoria perdida no representa una diferencia importante. ¡Vamos! Olvida el pasado; olvida este necio pleito que has iniciado. Ni siquiera recuerdas por qué lo iniciaste. Y aunque la Curia avale tu reclamación, la opinión pública te condenará. Es tu última oportunidad para una vida feliz y normal. ¡Piénsalo! ¿De veras crees que Helión ha muerto? ¿De veras crees que tus amigos y tu familia no te odiarán si continúas con esta farsa? Es tu última oportunidad de retirarte con elegancia.

Gannis se acercó más y apoyó la mano en el hombro de Faetón.

—¡Vamos! Aunque ahora no lo recuerdes, antaño fuimos amigos y socios. Yo construí esa armadura que usas. No te deseo ningún mal; me opongo a ti por tu propio bien. Sí, por tu propio bien. Has olvidado qué es lo que te conviene. Este tribunal puede fallar o no a tu favor. Si falla contra ti, serás Faetón Reliquia, y tu vida continuará en su actual estado de felicidad. Si falla a favor tuyo, a ojos de la ley serás el mismo hombre que causó tantos estragos en nuestro paraíso; esto puede darnos el derecho, según el acuerdo de Lakshmi, de expulsarte y exiliarte. ¿Es lo que quieres? Piensa con cuidado, Faetón. Sí recapacitas, comprenderás que en verdad no sabes lo que quieres.

¿Gannis tenía razón? En verdad Faetón no sabía y no recordaba por qué hacía esto.

Pero Faetón recordó que la Mente Terráquea le había pedido que fuera fiel a sí mismo. Quizá no supiera qué quería decir. Pero si él —su yo pasado y olvidado— había entablado este pleito, no le correspondía ponerle fin. ¡Ojalá Radamanto estuviera ahí para asesorarlo! Faetón se volvió hacia el tribunal.

—¡Señorías!

Una sensación de austera consciencia, como una presión sutil en el aire, manó de los cubos.

—Habla.

—Exijo la presencia de mi abogado.

—Radamanto no puede representarte en este asunto.

—Mi abogado es Monomarcos de la División Legal de la Mente Oeste.

—Ah, sí. Espera un momento mientras abrimos más canales y nos reorganizamos. Monomarcos tiene una elevada capacidad intelectual, y debemos reconfigurarnos para permitir el ingreso de gran cantidad de espacio mental activo.

El calor hizo titilar la pared que estaba a espaldas de Faetón. Las nanomáquinas construían algo con cegadora velocidad. Un cubo de plata de menos de un metro de lado atravesó la pared, irradiando calor blanco. Faetón estaba protegido por su armadura. Gannis tuvo que retroceder, cubriéndose el rostro con el codo.

—Aquí estoy —dijo una nueva voz.

10 - El veredicto

El cubo blanco habló:

—Faetón, quizá no seas consciente de que ya has gastado las diez mil horas de tiempo informático que pagaste en mi cuenta. El interés acumulado en la cuenta temporal ha producido otros cuarenta y cinco segundos de tiempo mental, el cual estoy obligado a dedicar a tus asuntos; después quedaré en libertad y no aceptaré más contratos tuyos. Ya he deducido un método para permitirte prevalecer, pero usaré otro método, y alcanzaré otro resultado, según desees tan sólo prevalecer en este caso, o alcanzar aquellas metas que la versión más vieja de ti, la versión que olvidas, la versión que me fabricó, prefería. Escoge. Te quedan treinta segundos.

—Las metas de él —respondió Faetón sin vacilar—. Quiero alcanzar el sueño que me obligaron a olvidar.

—¡Gannis! Mi cliente está dispuesto a permitir que este asunto se postergue por noventa días, pero sólo con dos condiciones. Primero, debes aceptar personalmente que las deudas que mi cliente contrajo con tu empresa metalúrgica quedan canceladas; ya no eres su acreedor. Segundo, debes estipular que tu cliente es ahora la reliquia y no el segundo de Helión, y actualmente no comparte continuidad de memoria con el Helión que pereció en la Plataforma Solar. A cambio estipularemos que mi cliente, Faetón Primo, es la reliquia del Faetón que aceptó el acuerdo de Lakshmi. La oferta sólo tendrá validez durante quince segundos.

—Pero sí… —empezó Gannis.

—¡Gannis! La Mente Centenaria de la cual eres miembro puede predecir los resultados de las determinaciones de la Curia tan bien como yo. Sabes que sin esa postergación tu causa está perdida. Diez segundos.

El rostro de Gannis cobró el aire frío y distante propio de un Sinoético comunicándose con su mente superior. El Gannis real, la mente centenaria que supervisaba los muchos cuerpos y personalidades parciales del grupo Gannis, había decidido hablar directamente.

—Aceptaremos si tu cliente firma una confesión judicial de cualquier violación del acuerdo de Lakshmi.

—Convenido. Seis segundos.

—Entonces aceptamos.

—¡Espera, Monomarcos! —dijo Faetón al mismo tiempo—. ¿No acabas de perder mi pleito?

—Silencio. Señorías, declaro poseer las facultades legales para representar a Faetón Primo Radamanto, y en tal condición aquí expongo su testamento, por él confeccionado, y entregado a mí para exponerlo en caso de que se declarase su deceso legal. El testamento nombra a mi cliente actual. Faetón Reliquia, heredero de su sucesión, incluidas propiedades, personalidad, privilegios, asistencias y soportes; pero expresamente nos negamos a asumir las deudas del Faetón difunto.

—¡Alto, un momento! —gritó Gannis.

—El testamento de Faetón Primo obra debidamente en nuestras actas —dijo la Curia.

—Monomarcos —dijo Faetón—. ¿Qué sucede?

El cubo ardiente lo ignoró.

—También pedimos a este tribunal que extienda el reconocimiento de la continuidad matrimonial de aquella versión a ésta. Estipulo, en nombre de ambas versiones de mis clientes, que ambos están de acuerdo.

—El tribunal no considera necesario ese requerimiento. Una estipulación establecida como parte de una negociación no es reconocida como presentación de pruebas. Y ahora, si no hay más cuestiones ni objeciones, el tribunal declarará un receso hasta la declaración de Helión, y levantará la sesión.

BOOK: La Edad De Oro
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