La canción de Troya (69 page)

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Authors: Colleen McCullough

Tags: #Histórico, #Bélico

BOOK: La canción de Troya
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Traté de evocarlo como cuando estaba en Troya pero había demasiada sangre, una neblina mortal. Al final logré recordarlo pero tan sólo de un modo, con la piel ungida al salir del baño y brillantes los dorados ojos porque me miraba a mí, a su hijo pequeño.

Sin importarme que pudieran verme llorar, regresé al carro y subí junto a Automedonte.

—Regresemos a las naves, amigo de mi padre. Volvamos al hogar —le dije.

—¡Al hogar! —repitió con un suspiro el fiel Automedonte, que había zarpado de Áulide con Aquiles—. ¡Al hogar!

Troya quedaba atrás envuelta en llamas, pero nuestros ojos sólo veían los destellos saltarines del sol sobre un mar de color de vino que nos atraían hacia la patria.

Epílogo:
El sino de algunos supervivientes

A
gamenón
regresó a Micenas sano y salvo, ignorando totalmente que su esposa Clitemnestra había usurpado el trono y se había casado con Egisto. Tras acoger cortésmente a Agamenón, la mujer lo convenció para que tomara un baño y, mientras él chapoteaba alegremente, lo asesinó con el hacha sagrada. Luego mató a su concubina Casandra, la profetisa.

A
Orestes
, hijo de Agamenón y Clitemnestra, lo sacó subrepticiamente de Micenas Electra, su hermana mayor, temerosa de que Egisto matara al muchacho. Éste, cuando creció, vengó a su padre asesinando a su madre y a su amante. Pero aquélla era una solución condenada al fracaso, pues, aunque los dioses exigían venganza por su padre, condenaron a Orestes por parricidio y éste enloqueció.

Según la tradición latina se supone que
Eneas
huyó de la ciudad de Troya en llamas cargando al hombro con su anciano padre Anquises y el Paladión ateniense bajo el brazo. Embarcó y concluyó su periplo en Cartago, al norte de África, donde la reina Dido se enamoró ciegamente de él. Cuando volvió a zarpar, la soberana se suicidó.

Eneas desembarcó entonces definitivamente en la llanura latina del centro de Italia, combatió en una guerra y se instaló allí. Su hijo Julo, habido con la princesa latina Lavinia, se convirtió en el rey de Alba Longa y fue antepasado de Julio César. Sin embargo, la tradición griega rechaza todo esto. Según ella, Eneas fue tomado como rehén por Neoptólemo, hijo de Aquiles, que obtuvo su rescate de los dárdanos, y luego se instaló en Tracia.

Andrómaca
, viuda de Héctor, le correspondió como botín a Neoptólemo. Fue su esposa o concubina hasta que él murió y le dio por lo menos dos hijos.

Antenor
, junto con su esposa la sacerdotisa Teano y sus hijos, quedó en libertad a la caída de Troya. La familia se instaló en Tracia, o según otros en la Cirenaica, al norte de África.

Ascanio
, hijo de Eneas habido con la princesa Creusa, se quedó en Asia Menor cuando su padre marchó con Neoptólemo y con el tiempo llegó a reinar en el trono de una Troya mucho más reducida.

Diomedes
se vio desviado de su rumbo y naufragó en la costa de Licia, en Asia Menor, pero sobrevivió. Por fin llegó a Argos, donde se encontró con que su esposa había cometido adulterio y había usurpado el trono con su amante. Diomedes fue derrotado y desterrado a Corinto e intervino en una guerra en Etolia. Pero, al parecer, no lograba instalarse. Su última residencia estuvo localizada en la ciudad de Luceria, en Apulia, Italia.

Hécuba
acompañó a Ulises, a quien había sido concedida, al Quersonese tracio, donde sus perpetuos aullidos lo aterraron de tal modo que la abandonó en la playa. Compadecidos de ella, los dioses la transformaron en una perra negra.

Helena
participó en todas las aventuras de Menelao.

Idomeneo
se enfrentó al mismo problema que Agamenón y Diomedes. Su esposa usurpó el trono de Creta y lo compartió con su amante, que expulsó a Idomeneo. Entonces se instaló en Calabria, Italia.

Casandra
, la profetisa, en su juventud había rechazado las propuestas de Apolo, quien, como represalia, la maldijo: profetizaría siempre la verdad pero nunca le darían crédito. Primero fue otorgada a Áyax el Pequeño, pero se la arrebataron cuando Ulises juró haberla violado ante el altar de Atenea. Agamenón la reclamó para sí y se la llevó a Micenas consigo. Aunque ella seguía insistiendo en que allí tan sólo les aguardaba la muerte, el soberano no hizo caso de sus palabras. La maldición de Apolo se mantenía: fue asesinada por Clitemnestra.

Áyax
el Pequeño naufragó en un arrecife cuando retornaba a Grecia y pereció ahogado.

Se dice que
Menelao
perdió el rumbo en su viaje de regreso. Llegó hasta Egipto (con su esposa Helena), visitó muchos países y permaneció en aquella zona durante ocho años. Por fin regresó a Lacedemonia el mismo día en que Orestes daba muerte a Clitemnestra. Menelao y Helena reinaron en Lacedemonia y fijaron las bases del futuro estado de Esparta.

Menesteo
no volvió a Atenas. En su camino de regreso aceptó reinar en la isla de Melos y se quedó allí.

Neoptólemo
accedió al trono de Peleo en Yolco pero, tras luchar con los hijos de Acasto, dejó Tesalia para vivir en Dodona, Épiro. Más tarde fue asesinado mientras saqueaba el santuario de la pitonisa de Delfos.

Néstor
regresó a Pilos rápidamente y llegó sano y salvo. Pasó el resto de su longeva existencia gobernando Pilos en paz y prosperidad.

Como su oráculo doméstico había previsto,
Ulises
estaba condenado a no regresar a Ítaca durante veinte años. Al salir de Troya erró de un lado a otro del Mediterráneo y tuvo muchas aventuras con sirenas, brujas y monstruos. Cuando llegó a Ítaca se encontró su palacio invadido por los pretendientes de Penélope, deseosos de usurpar su trono casándose con la reina. Pero ella conseguía retrasar su destino insistiendo en que no se casaría hasta que hubiera concluido de tejer su propia mortaja, y cada noche deshacía lo que había tejido el día anterior. Con la ayuda de su hijo Telémaco, Ulises mató a los pretendientes y después vivió felizmente con Penélope.

Filoctetes
fue expulsado de su reino de Hestaiotis y decidió emigrar a la ciudad de Crotón en la Italia lucana. Se llevó consigo el arco y las flechas que pertenecieron a Heracles.

Epílogo de la autora

L
as fuentes de la leyenda de Troya son numerosas. La
Ilíada
es una de tantas, en ella se narran tan sólo los hechos de cincuenta y tantos días de una guerra que -en ello coinciden todas las fuentes- se prolongó durante diez años. El otro poema épico atribuido a Homero, la
Odisea,
también facilita mucha información sobre la guerra y los que combatieron en ella. Las restantes fuentes suelen ser fragmentarias y comprenden a Eurípides, Píndaro, Higinio, Hesíodo, Virgilio, Apolodoro de Atenas, Tzetzes, Diodoro, Sículo, Dionisio de Halicarnaso, Sófocles, Herodoto y muchos más.

La fecha del importante saqueo de Troya (se produjeron varios) suele considerarse en torno al año 1184 a. J.C., época de gran agitación en el extremo oriental del mar Mediterráneo debido a desastres naturales tales como terremotos y a la migración de nuevos pueblos, tanto en aquella zona como de una parte a otra de ella. Las tribus empujaban hacia el sur desde la cuenca del Danubio en Macedonia y Tracia y los pueblos griegos colonizaban las costas de la moderna Turquía a lo largo del Egeo y del mar Negro. Estos movimientos convulsivos fueron los sucesores de tempranas migraciones y los precursores de otras, y continuarían hasta tiempos relativamente recientes. Dieron lugar a muchas de las tradiciones más ricas inherentes a la historia de Europa, Asia Menor y la cuenca del Mediterráneo.

Las pruebas arqueológicas comenzaron con los descubrimientos de Heinrich Schliemann en Hirsalik, Turquía, y de sir Arthur Evans en Cnossos, Creta. Parece caber poca duda de que se libró una batalla entre los griegos aqueos y los habitantes de Troya (también llamada Ilium). Es casi seguro que fue entablada para dominar los Dardanelos, ese estrecho vital que comunica los mares Negro (Ponto Euxino) y Mediterráneo (Egeo), porque el control de los Dardanelos (el Helesponto) implicaba el monopolio del comercio entre los dos contingentes acuáticos. Algunos productos de vital necesidad eran difíciles de conseguir, en especial el estaño, sin el cual el cobre no podía ser convertido en bronce.

Pero mientras el comercio, la economía y la necesidad de sobrevivir fueron probablemente las raíces de la guerra, nadie puede prescindir de los atributos más legendarios, desde Helena hasta el Caballo de Troya.

La mayoría de los personajes mantienen sus nombres en versión griega. Algunos, como Helena y Príamo, son sobradamente conocidos por las versiones de los clásicos. Otros se conocen actualmente asimismo por la versión latina de sus nombres, como Hércules (Heracles), Venus (Afrodita), Júpiter (Zeus), Ulises (Odiseo), Hécuba (Hécabe), Vulcano (Hefesto) y Marte (Ares).

Pese a la existencia de las tablillas de barro (Lineal A, Lineal B, etc.) descubiertas en Pilos y en otras excavaciones micénicas, los pueblos del Egeo de fines de la Edad del Bronce no eran instruidos en el sentido que nosotros damos a esta palabra. La capacidad de escribir, tan notable por las desdeñosas referencias de Ulises a las «listas de tenderos» (las tablillas lineales se expresaban en una versión griega), no aparecen mucho antes del siglo VII a. J.C.

Las monedas pertenecen asimismo al siglo VII a. J.C, por lo que el dinero en sí no existía, aunque se utilizaban como instrumentos de trueque el oro, la plata y el bronce.

Para indicar las medidas he escogido términos como talento, leguas, pasos, codos, dedos y cazos. Aunque en épocas muy posteriores una legua consistía en unos seis kilómetros, para los fines de este libro podía ser considerada como un kilómetro y medio. El paso era doble y medía aproximadamente metro y medio. Se discute si el codo se extendía desde el mismo hasta la muñeca, hasta los nudillos de un puño cerrado o hasta las puntas de los dedos. Para los fines de este libro, se supone que el codo medía unos trescientos setenta y cinco milímetros. Distancias menores se consideraban por el ancho del dedo medio (unos veinte milímetros). Un talento era la carga que un hombre podía transportar en su espalda: unos veinticinco kilogramos. El grano era una medida líquida, se supone que el recipiente utilizado para cargarlo contenía un litro. Los años probablemente se calculaban por los ciclos de las estaciones mientras que el mes se medía por la luna, tal vez de luna nueva a luna nueva. Las horas, minutos y segundos se desconocían.

Licenciada en Medicina por la Universidad de Sydney, trabajó como neuróloga en el Hospital Royal North Shore de Sydney. Marchó a Inglaterra trabajando cuatro años en el Gran Ormond Street Hospital de Londres, y de allí fue a Estados Unidos para trabajar como investigadora y profesora en la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale en New Haven. Mientras trabajaba, comenzó a escribir, publicando por primera vez en 1974, y como consecuencia del éxito obtenido, abandonó su profesión para dedicarse exclusivamente a la escritura, fijando residencia en la isla de Norfolk. Varias de sus novelas, han sido llevadas al cine, y la que le dio fama, El pájaro espino, fue llevada a televisión como serie. Es miembro de la Academia de las Ciencias de Nueva York y de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia.

Sus novelas, son de corte histórico y romántico.

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