Read James Potter y La Maldición del Guardián Online
Authors: George Norman Lippert
—Qué pena —dijo la forma de Tabitha.
—Si tú lo dices.
Llegaron a un resplandor en una hondonada. Emanaba de una linterna enganchada a un poste. Cerca de ella, un hombre encorvado estaba sacando tierra de una tumba. Se enderezó mientras se acercaban, contemplándolos con una fría mirada evaluadora, como si los estuviera esperando.
—¿De quién es esta tumba? —preguntó la forma de Tabitha.
El chico suspiró, y súbitamente James lo reconoció.
—Mía —contestó Albus, volviéndose hacia la figura de Tabitha. Por fin James lo vio bien bajo el brillo de la linterna. Parecía tener diecisiete o dieciocho años, guapo pero cetrino, delgado, como si no se alimentara desde hacía días—. Sabías que este día llegaría —dijo, sacando su varita mágica de la túnica—. Todos los bandos han sido escogidos. Él presiente que estás aquí; ya viene, volando como el viento. Pero hay algo que debes hacer antes.
Y Albus entregó a la forma de Tabitha su varita mágica.
Aún sabiendo que era un sueño, James intentó gritar, advertir a Albus, pero sus labios no le obedecieron. No podía hacer nada más que observar. La forma de Tabitha alzó la varita mágica de Albus, apuntándola al cielo. Ella inhaló y sus hombros temblaron, como si llorara. Entonces, sin previo aviso, se produjo un destello de luz verde y un silbido horroroso. El hombre encorvado de la pala miró primero, luego la forma de Tabitha. Albus no levantó la mirada. Por fin, James descubrió que podía mirar hacia arriba. Extendiéndose por el cielo había una forma brillante. Era un enorme cráneo verde, con la boca abierta. De la boca del cráneo salía una maliciosa serpiente, su mandíbula desencajada y amenazadora. El fantasmagórico brillo de la Marca Oscura iluminaba todo el cementerio. En una de las lápidas más cercanas, James vio su nombre y el de su hermana. Su sangre se heló aunque sabía que eran los nombres de sus abuelos fallecidos.
Se oyó un fuerte chasquido, y otra figura apareció, con la varita mágica lista y apuntando.
—¡Alto! —gritó la figura, y James pensó que la voz le sonaba extrañamente familiar—. ¡Vosotros dos! ¡Sé que crees que tienes que hacerlo, pero éste no es el camino! ¡Albus, no tiene porque terminar así!
—Hazlo —dijo Albus, pero James no sabía si estaba hablando con el recién llegado o con la figura de Tabitha.
—¡No! —gritó el recién llegado, y había un deje de desesperación en su voz—. ¡Hay más en camino y ellos no perderán el tiempo con palabras! ¡Sólo tenemos unos segundos! ¡Albus, no seas tonto!
—Lo siento —dijo Albus, aún mirando a la figura de Tabitha. Asintió lentamente con la cabeza hacia ella. Ella bajó la varita mágica, apuntándola hacía él.
El recién llegado avanzó, gritando el nombre de la forma de Tabitha, rogándole.
—¡Por favor, no! ¡Tú no eres esta en realidad!
—Tienes razón, James —dijo tranquilamente la forma de Tabitha, casi con tristeza—. A partir de esta noche seré conocida por un nombre completamente distinto.
Se produjo un grito ensordecedor y un destello de luz verdosa, que lo arrasó todo. James cayó en aquella luz, luchando por mantener el sueño, pero éste se quebró como un cristal, como una escena vislumbrada en un espejo hecho pedazos.
Despertó, jadeante y sudoroso. Se sentó en la cama, con el corazón latiéndole con fuerza. La cicatriz fantasmal de su frente latía con tanta fuerza que pensó que se le partiría el cráneo. Se llevó la mano a la frente, siseando entre dientes. Después de un minuto, el dolor empezó a remitir, pero muy lentamente. Cuando pudo obligarse a sí mismo a hacerlo, James se giró para sentarse sobre un costado de la cama. Abrió su cartera en la oscuridad y escarbó en el interior, buscando su pluma y un pedazo de pergamino. Por fin, justo cuando el sudor en su cuerpo empezaba a enfriarse al aire de medianoche del dormitorio, se inclinó sobre la mesita y garabateó tres nombres y un lugar. Se quedó mirando fijamente lo escrito a la luz de la luna. No tenía sentido. Probablemente era una tontería. Sólo había sido un sueño, y de ningún modo como los otros sueños inducidos por la cicatriz fantasmal. Pero estaba mal de una forma fundamental y muy preocupante. Por razones que no podía admitir, sentía que era importante recordarlo.
Por fin, temblando, James se volvió a meter bajo las mantas. No tenía idea de qué hora era. Mañana sería la función oficial de El Triunvirato, y después de eso, la última semana de clases. En algún lugar ahí afuera, quizá no muy lejos, el Guardián estaba merodeando, esperando a su anfitrión humano. Y aquí, dentro de estas mismas paredes, estaba la anfitriona, preparándose para la tarea que la haría digna. Y de algún modo, James estaba destinado a impedir que tal cosa sucediera. La batalla de tu padre ha acabado, había dicho la dríada, la tuya empieza. No eran palabras reconfortantes, pero eran las palabras que resonaban una y otra vez en su cabeza, siguiéndolo mientras se adentraba, lentamente, en un descanso intermitente y sin ensueños.
Cerca, Scorpius Malfoy yacía despierto, observando, sin hablar ni moverse. Cuando estuvo seguro de que James se había vuelto a dormir, se deslizó fuera de su cama. Cruzó la habitación, de puntillas, pasando por delante de la ventana y lanzando su sombra sobre James. Scorpius se inclinó cuidadosamente, bizqueando. No llevaba las gafas, pero la luz de la luna era muy brillante y pudo ver las palabras escritas por James. Las miró con el ceño fruncido, inmóvil bajo la luz de la luna. Por fin, Scorpius, se encaminó de vuelta a su cama.
Al contrario que James, no durmió el resto de la noche.
—¡Hoy es el gran día! —proclamó Noah, dejándose caer en un asiento al lado de James en la mesa del desayuno—. Come “Treus”. No querrás desmayarte en el escenario, ¿verdad? Después de todo, tú no tienes suplente.
James gruñó. Las mesas parecían inusualmente llenas esta mañana ya que algunas de las familias que planeaban acudir a la actuación habían llegado la noche anterior. El padre de Ralph, Denniston Dolohov, estaba sentado con él en la mesa Slytherin, sonriendo inciertamente al ruidoso gentío. Los propios padres de Noah se sentaban a la cabeza de la mesa Gryffindor con Steven, su hermano.
—¿No deberías estar sentado con tu familia? —preguntó James gruñón.
—Mala suerte, compañero —dijo Noah sensatamente, dándose golpecitos en la nariz—. Se supone que nadie de la familia debe verte antes de la actuación. Es la tradición, ¿no?
Sabrina sacudió la cabeza, haciendo rebotar la pluma que llevaba sujeta a su cabello pelirrojo.
—Estás pensando en las bodas, imbécil. Los novios y las novias no deben verse el uno al otro.
—¿Bueno, de dónde crees que han sacado esa idea? —preguntó Noah masticando un bocado de tostada—. ¿Después de todo, que es una boda sino un espectáculo de la vida real?
—No estás nervioso, ¿verdad, James? —preguntó Sabrina, ignorando a Noah.
—Puede ser, un poco —admitió James—. Quiero decir, nunca pensé que llenaríamos el anfiteatro. Ha venido mucha más gente de la que creía. Parece que todas las familias van a estar ahí, ¿no?
—Mi madre viene —dijo Sabrina, asintiendo—. Y mi tío Hastur. Él estudió en Hogwarts hace casi 100 años y ésta será la primera vez que regresa.
Graham elevó la voz:
—Mis padres vienen, aunque yo sólo sea un paje. Sólo tengo una frase, pero ellos actúan como si fuera la estrella de todo el espectáculo.
—Ojalá fueras la estrella del espectáculo —dijo James, desplomándose sobre sus brazos cruzados.
—¿Alguien tienen un poco de miedo escénico? —preguntó Rose alegremente, sentándose en un asiento enfrente de James.
—Le ha dado fuerte —dijo Noah, dando un leve codazo a James—. A este paso, será inútil cuando abran el telón. ¡Puede que tenga que interpretar los dos papeles! Por suerte estoy a la altura.
—La lucha a espada de Treus y Donovan puede ser un desafío —sugirió Graham, bizqueando pensativamente.
En un esfuerzo por cambiar de tema, James preguntó:
—¿Dónde está Petra hoy? ¿Sus padres vienen?
—La he visto en la sala común esta mañana —contestó Noah—. Parecía como si aún estuviera trabajando en sus frases. Estaba estudiando algo bastante arduamente. No la interrumpí. Supongo que su familia viene, pero no ha hablado mucho de eso.
—Ayer le pregunté si sus padres venían. —Sabrina asintió con la cabeza—. Dijo que los vería esta noche. Será guay conocer a las familias de todos, ¿no creéis? La única otra ocasión en que los vemos es en el andén nueve y tres cuartos, y siempre muy apresuradamente.
—Sí —dijo Graham, poniendo los ojos en blanco—. No hay nada que me guste más que al que las abuelas de todos me pellizquen las mejillas.
—Si al menos tus mejillas no fueran tan ricas y rubicundas —dijo Noah, inclinándose sobre la mesa. Graham lo apartó, frunciendo el ceño.
James tuvo dificultad para concentrase en sus clases. De hecho, con tantos padres y familiares llegando a lo largo del día, pocos profesores parecían esperar mucho de sus aulas. Sin embargo, James se alegraba de la distracción. Intentó concienzudamente tomar apuntes durante la clase de Adivinación a pesar del hecho de que la profesora Trelawney parecía fruncir el ceño a todo lo que no fueran demostraciones prácticas.
—La Adivinación es un instinto, no un estudio, señor Potter —trinó ella, deteniéndose junto a su mesa y golpeándola con una uña larga y púrpura—. Su trabajo es perfeccionar la habilidad latente dentro del brujo dotado, no solamente repetir técnicas y teorías. Liberaos de vuestros límites y permitíos ver verdaderamente. ¿Qué destino adivina para sí mismo en las octocartas?
James parpadeó hacia Trelawney, luego miró a las cartas octogonales en la mesa delante de él.
—Oh, veo ésta, la que tiene una estrella —dijo, sacando una carta al azar—. Las estrellas representan dolor, y hum… Navidad. Significa que voy a ser atropellado por un camión las próximas navidades, pero que no moriré, sólo me quedaré muy, muy malherido —miró a Trelawney otra vez, evaluando su respuesta—. Probablemente moriré semanas después, en el hospital… hum… ¿cierto?
La cara de Trelawney pasó a mostrar una sonrisa perpleja y le alborotó el cabello indulgentemente.
—Te esfuerzas demasiado, querido. Sacaste una estrella porque eso es lo que serás esta noche. —Trelawney suspiró vagamente y se encaminó a la parte delantera del aula—. Pocos lo saben, pero yo fui una artista bastante dotada en mi juventud. Todavía hoy hay quienes hablan de mi actuación como cantante en la producción de Hogsmeade de El Espectáculo de los espectáculos de la increíble Ahazrial. Desgraciadamente, me sometí a la agobiante llamada de vidente y profesora, restringiendo así mi carrera en los escenarios. Sin embargo, estoy enteramente convencida, de que su actuación de esta noche, señor Potter, será un placer sublime e impresionante. Ya lo he previsto. —Sonrió a James, con sus ojos ridículamente magnificados por las enormes gafas.
James miró de reojo a Ralph, cuyo rostro estaba pálido y preocupado, tal como James se sentía. Teniendo en cuenta el historial de predicciones de la profesora Trelawney, su seguridad acerca del espectáculo de esa noche era todo menos reconfortante.
Durante el resto de la tarde, James no pudo evitar recitar sus frases una y otra vez en su cabeza. Estaba muerto de miedo de tropezar en el escenario y olvidar completamente hasta la última palabra. No le ayudaba que todo el mundo pareciera pensar que debería estar disfrutando del alboroto. Mientras se movía por los pasillos, incluso los estudiantes mayores le sonreían y le daban golpecitos en el hombro, deseándole buena suerte y diciéndole “rompe una varita”.
Vio a su madre y su hermana fugazmente después de la cena, en su camino al anfiteatro. Acababan de llegar al castillo, habían tomado el tren de Londres. Lily tenía los ojos muy abiertos, tan enamorada del castillo y del ajetreo de los estudiantes que apenas reparó en su hermano mayor. Por otra parte, su madre parecía casi imposiblemente orgullosa de James.
—Oh, te has convertido en un hombre —dijo, cepillándole los hombros y enderezándole la corbata—. Estarás simplemente maravilloso, James. No estás nervioso, ¿verdad?
—Entre los que me dicen que lo haré bien y los que me preguntan si estoy nervioso —dijo James suspirando— me pregunto por qué me apunté para este papel.
Ginny chasqueó la lengua.
—Te apuntaste porque sabías que podrías hacerlo, y obviamente, todos están de acuerdo. Ahora sólo intenta relajarte. No te harás ningún favor preocupándote.
—Para ti es fácil decirlo —rezongó James.
—En efecto, lo es —estuvo de acuerdo Ginny, sonriendo a su hijo—. Porque al contrario del resto de personas de aquí, yo sé exactamente de lo que eres capaz, James. Relájate, recordarás esta noche el resto de tu vida. Intenta disfrutar del momento.
James asintió.
—¿Has traído los Omniculares?
—Tu tío Ron los tiene —contestó Ginny, poniendo los ojos en blanco—. Ha insistido en grabar la actuación. Le he dicho que podía, si dejaba que Hermione lo ayudara. Se han detenido en Hogsmeade para encontrarse con George, Angelina, y Ted. Deberían llegar dentro de aproximadamente una hora, y te traerán una pequeña sorpresa.
James se había olvidado de cuántos de sus familiares y amigos estarían entre el público. Sintió otra punzada de miedo nervioso, pero la acalló. Sinceramente, ahora que el momento ya casi había llegado, se sentía un poco mejor acerca de la actuación. De una manera u otra, se terminaría pronto. Después de la función, la profesora Curry había organizado algo llamado “fin de fiesta” en el Gran Comedor, con montones de cerveza caliente y pudín. Todo el reparto y el equipo estarían allí junto con sus familias. Era un alivio saber que en menos de dos horas, James también estaría allí, comiendo tarta y felicitando a Petra, Noah y al resto por el fin de la actuación. Pensando en eso, James dejó a su madre y hermana, diciéndoles que las vería después. Ginny sonrió y asintió, despidiéndolo.