Read James Potter y La Maldición del Guardián Online
Authors: George Norman Lippert
—¿Qué más no nos has contado? —exigió James, avanzando hacia Scorpius.
Scorpius apartó la mirada impacientemente.
—Mira, todo lo que sé es que este no es el plan que me habían explicado. No conozco los detalles, pero sé que algo va mal. Cuanto más nos quedemos aquí discutiendo, en más peligro se encontrará tu hermana. ¿Entiendes?
James entrecerró los ojos.
—Tú debes ser Scorpius —intervino Zane, extendiendo la mano—. He oído hablar mucho de ti. Yo soy Zane. Puede que tenga que maldecirte luego, así que creí que sería mejor hacer las presentaciones y acabar de una vez con eso.
Ralph puso los ojos en blanco impacientemente.
—¡Vamos! ¡Vayamos al Gran Comedor! Allí es donde fue tu madre con todo el mundo. Podemos ayudar en la partida de búsqueda.
—No —dijo James, todavía mirando a Scorpius—. Sólo nos queda un lugar en el que mirar, ¿no? El baño de las chicas del segundo piso, donde Henrietta vio por última vez a Tabitha.
Rose frunció el ceño.
—¿Por qué iba a estar allí?
—Yo me pregunté lo mismo cuando Henrietta lo dijo —respondió James, ya dirigiéndose hacia allí pasillo abajo—. Pero entonces recordé: allí es donde vive Myrtle la Llorona.
—¿Myrtle la Llorona? —repitió Zane—. ¿Quién es?
—Oh, un fantasma residente —explicó Rose—. Vive en el baño porque allí fue donde la mataron hace décadas.
Zane arrugó la cara mientras caminaba.
—¿Murió en el retrete? Eso parece realmente improbable, ¿no?
—Es complicado —respondió Rose pesadamente—. No es sólo un baño. Es también un portal a... a... —Rose jadeó—. ¡James, eso es!
James se volvió a mirarla sobre el hombro, asintiendo con la cabeza.
—Henrietta dijo que Tabitha estaba allí hablando consigo misma en el espejo, utilizando algún tipo de lenguaje extranjero.
Los ojos de Rose se desorbitaron.
—¡Por supuesto! ¡El Linaje hablaría Parsel, igual que Voldemort! ¡Podría abrir la Cámara de los Secretos incluso aunque lleve cerrada y sellada tantos años! ¡Ahí debe ser donde ha llevado a Lily!
—He estado viendo ese lugar en mis sueños todo el tiempo —dijo James—. ¡Si al menos lo hubiera reconocido antes!
—¡Eh! —llamó de repente una voz, haciéndolos saltar a los cinco en el acto. James se giró, esperando ver a Merlín saliendo a zancadas de entre las sombras, con su báculo listo. En vez de eso, dos figuras surgieron corriendo de la oscuridad, una pequeña y flaca y otra alta y desarreglada.
—¡Albus! —chilló Rose—. ¡Ted! ¿Eres tú?
—Sí —jadeó Ted—. Me envía tu madre, James. Está enferma de preocupación por todos vosotros.
—Y yo he venido más que nada porque me escabullí cuando mamá no estaba mirando —proclamó Albus—. No podía quedarme allí sentado sin hacer nada.
—¿Ted, cómo nos has encontrado? —preguntó Zane, frunciendo el ceño.
Ted exhaló un profundo suspiro.
—Tengo habilidades... —se golpeó ligeramente la nariz—. Habilidades de hombrelobo, si debes saberlo. Entre el jabón de Rose y las pastillas de menta del bolsillo de Ralph, sois una panda tan fácil de olisquear como un Grindylow muerto.
—Dile a mamá que vamos a buscar a Lily —dijo James, enderezándose—. Sabemos dónde está y quién la tiene.
—¿De veras? —replicó Ted seriamente—. Eso es bastante asombroso considerando que tu tía y tus tíos están ahora registrando el castillo entero buscándola. ¿De qué va esto?
—Es largo de explicar —dijo Rose—. Sólo pasad el mensaje. Vamos a traerla de vuelta.
—De eso nada —dijo Albus, sacudiendo la cabeza—. Es mi hermana también. Si sabéis donde está, yo también voy.
—¡Albus, es Corsica quien la tiene! —exclamó James.
—¿Tabitha Corsica ha cogido a Lily? —intervino Ted—. ¿Por qué iba a hacer eso? ¿Estáis seguros?
—Estamos seguros —respondió Ralph, asintiendo con la cabeza—. Y no tenemos mucho tiempo.
—¿A qué estamos esperando entonces? —dijo Albus sombríamente—. No me importa quién la tenga. Aclararemos los detalles después de recuperarla, ¿vale? ¡Vamos!
El grupo caminó enérgicamente a lo largo del pasillo, ahora corriendo a todo tren. Cuando se alinearon para subir las escaleras, James oyó a Ted a su espalda, hablando en cortos estallidos.
—Lo siento, Ralph... todo eso de intentar arrancarte el brazo...
—Está bien —jadeó Ralph—. No pasa nada...
—Estaba furioso... —siguió Ted— ...Petra y yo... cuando hablamos ese día... simplemente todo volvió a surgir de nuevo... ya que ella está pasando por... algo muy parecido...
James interrumpió.
—¿Qué quieres decir, Ted? Creía que los dos estabais hablando de porque rompiste con ella.
Alcanzaron la parte alta de las escaleras y Rose dobló una esquina, dirigiéndose hacia el baño.
—¿Yo? —dijo Ted—. ¿Quién te ha dicho eso? Ella rompió conmigo hace meses. Creí que todos lo sabían.
—¡No! —dijo James—, todos pensamos que había ido a Hogsmeade ese día para intentar que volvierais a estar juntos!
—¿Creíais que era de eso de lo que estábamos hablando? —Ted rió secamente—. Para nada. Hablábamos de sus padres. Yo creía que todos lo sabíais. Visteis el paquete que le enviaron del Ministerio, ¿no?
James estaba a punto de responder cuando Rose se giró, empujando la pesada puerta del baño de las chicas del segundo piso. Entró a la carrera, seguida de Ralph y Scorpius. Un destello rojo surgió de repente a través del umbral y hubo un grito. James tiró hacia abajo de Zane mientras se agachaba. Otro rayo atravesó el aire en lo alto. Ted se lanzó a través del umbral, rodó y aterrizó sobre una rodilla, con la varita extendida y apuntando.
—¡Alto! —gritó.
James todavía estaba agachado en la puerta abierta del baño. Alzó la cabeza y vio a Ralph tendido inconsciente en el suelo de azulejos. Tabitha Corsica estaba de pie sobre él en medio de la habitación, sonriendo sin humor. Su cabello estaba echado a un lado y sus ojos salvajes. Tenía un brazo alrededor del cuello de Rose, tirando de la chica más pequeña hasta casi levantarla del suelo. Con una mano, apuntaba su varita a la sien de Rose.
—¡Bueno! —exclamó Tabitha ácidamente—. Esto parece una fiesta. No esperaba a tantos de vosotros, ni tan pronto, pero no es como si no estuviera preparada, ¿no?
—¡Tabitha! —dijo Scorpius, adelantándose, con la varita extendida—. ¿Qué estás haciendo?
—Como si no lo supieras, Scorpius Malfoy —chilló, riendo un poco—. ¡Puede que yo deba preguntarte lo mismo! Cuando vi que acompañabas a este pequeño cortejo, admito que me cuestioné tus intenciones.
—Así no es como se supone que iba a ser —dijo Scorpius, dando otro paso adelante—. Nunca accedí a un secuestro.
—¡Tu abuelo sabía que no tendrías estómago para hacer lo que esta noche realmente requería, Scorpius! Desde ese pequeño servicio que llevaste a cabo el verano pasado, has sido simplemente un peón. ¡Tu propio abuelo me lo dijo!
—¿Qué servicio? —exigió James, poniéndose en pie y sacando su propia varita—. ¿De qué está hablando, Scorpius?
—¡James, agáchate! —exclamó Ted, sin apartar los ojos de Tabitha—. ¡Retroceded todos mientras podáis!
—James —murmuró Rose, intentando apartarse retorciéndose de la varita de Tabitha—, ¡vete!
—¡Cuéntales, Scorpius! —ordenó Tabitha, reafirmando su apretón sobre el cuello de Rose—. ¡Cuéntales lo "amigo de confianza" que eres! ¡Diles cómo has estado jugando con todos como si fueran tontos!
La varita de Scorpius temblaba en su mano mientras la apuntaba. Miró de reojo a James, con ojos brillantes y asustados.
Tabitha rió de nuevo.
—Podrías hacerte a ti mismo un favor, James Potter, preguntándote cómo sabía cuántos veníais y exactamente cuándo. Pregúntate cómo estaba tan bien preparada para vuestra llegada. ¿Puedes suponerlo? ¡Creo que incluso tú puedes!
Fue Albus quien respondió, hablando sobre el hombro de James.
—¡Tú tienes el Mapa del Merodeador! —dijo, a la vez sorprendido y decepcionado—. Pero Tabitha, ¿por qué?
—Oh, mi querido Albus, lo importante no es "por qué", sino "cómo" —replicó Tabitha—. Verás, Lucius Malfoy tenía un ladrón bastante bueno a su servicio. ¿No, Scorpius?
Scorpius sacudió la cabeza furiosamente, interrumpiéndola.
—¡Muy bien! ¡Cállate, Corsica! Si insistes, yo lo contaré. ¡Fui yo quien cogió el Mapa y la Capa! ¿Contenta? —Bajó la varita y se giró hacia James, con la cara torturada—. Mira, mentí. Fui yo. Iba con mis padres el día del funeral de tu abuelo. Les dije que esperaría en el coche, pero... no fue exactamente eso lo que hice. Cuando se fueron, salí a escondidas del coche y me colé en la casa. Encontré la habitación de tus padres y busqué tan rápidamente como pude. Robé el Mapa del Merodeador y la Capa de Invisibilidad, todo por orden de mi abuelo. ¡Tienes que entenderlo, James, estaba confuso! ¡Quería impresionar a mi abuelo y probarme a mí mismo como un Malfoy y un Slytherin! Quería demostrarle que era mejor que mi padre cambiacapas. ¡Pero no esperaba que condujera a esto! ¡Lo juro!
James estaba completamente atónito. Sin aliento, preguntó:
—¿Y el muñeco?
Scorpius ya no pudo seguir sosteniendo la mirada de James. Dejó caer los ojos y asintió.
—Eso no era parte del plan. El abuelo no sabía nada de él. Lo vi en la mesilla y pensé que podía ser útil. Creí que impresionaría a mi abuelo. Y lo hizo, oh, sí. Tenía grandes planes para el muñeco, aunque no funcionó exactamente como él quería.
—¡Sabía que eras una rata! —gritó Albus, empujando hacia adelante—. ¡Te olí a una milla de distancia!
James contuvo a su hermano y, asombrosamente, Albus se dejó contener.
—¿Pero por qué nos hablaste de Tabitha? —preguntó James—. ¿Por qué nos mostraste los recuerdos del Pensadero?
—¡No respondas a eso, Scorpius! —dijo Tabitha—. Basta de charla. Es hora de que el auténtico trabajo de esta noche comience. ¡Todos atrás! O Weasley muere. Si creéis que es un farol, ya lo pensaréis mejor cuando ella esté muerta en el suelo y yo haya descendido a la Cámara. ¡Vamos!
—¡Tabitha, eres tan ilusa como mi abuelo! —gritó Scorpius furiosamente—. ¡Suéltala! ¿Qué crees que estás haciendo?
—¡Hago el trabajo para el que fui creada! —gritó Tabitha, pinchando con su varita la sien de Rose—. ¡Mil años de planes han conducido a esto! ¡Soy el filo de la hoja de la venganza! ¡Soy la mano del equilibrio! ¡Yo soy el Linaje de Voldemort!
—¿Tú? —se mofó Scorpius, adelantándose atrevidamente, sin ni siquiera alzar la varita—. ¡Si crees eso, estás tan engañada como lo estaba yo! Ambos debimos saber que mi abuelo no contaría a nadie todo su plan. ¡Baja la varita y suéltala!
—¡Nooo! —aulló Tabitha, y pareció arrugarse. Sus ojos eras salvajes y punzantes—. ¡Yo soy el Linaje! ¡Es mi deber descender a la Cámara de mi antepasado! ¡Soy la anfitriona del Guardián!
—No lo eres —declaró Scorpius firmemente—. Si lo fueras, habrías podido abrir la Cámara por ti misma. Pero no puedes, ¿verdad? No importa cuan duro lo intentaste. ¡Porque no hablas Parsel! ¡No eres más que una distracción conveniente! Por eso mi abuelo quiso que les mostrara los recuerdos y les hiciera creer que el Linaje eras tú: ¡para distraerlos del auténtico Linaje!
—¡NOOOOO! —gritó Tabitha de nuevo, cerrando los ojos y arrugándose. Su varita vaciló y aflojó el agarre sobre Rose. De repente, impulsivamente, apuntó su varita hacia Scorpius.
—¡Avada Kedavra! —gritó, con la cara retorcida de rabia. Una luz verde hizo erupción de su varita.
Scorpius se abalanzó, girando instintivamente a un lado, como habían practicado en el Club de Defensa. El rayo de luz verde le falló por centímetros, golpeando la pared a su espalda y haciéndola explotar en pedazos. La maniobra de Scorpius le hizo perder el equilibrio, sin embargo, y se golpeó la cabeza con fuerza con el borde de un lavabo al caer. En ese momento, James vio la boca de Rose apretarse y cómo pateaba hacia atrás, conectando con la pantorrilla de Tabitha. El aullido de rabia de la chica más alta se convirtió en grito de dolor y se tambaleó. Rose se agachó bajo el brazo de Tabitha y Ted saltó hacia delante. Capturó a Tabitha cuando se caía, pero la lucha se había acabado completamente para ella. Tabitha soltó su varita y se dejó caer sentada en el suelo, deslizándose a través de los brazos de Ted.
—¿Está bien? —gritó Rose, acercándose de un salto a Scorpius.
—Si no está muerto —anunció Albus, entrando a zancadas en la habitación y apuntando su varita—, yo lo mataré.
James apartó gentilmente a su hermano del chico que sangraba sobre el suelo.
—Atrás, Al. Puedes ocuparte de él luego. Creo que se recuperará.
Hubo un gemido y Ralph se sentó, frotándose la frente.
—¿Qué ha pasado? —gimió—. ¿Estoy muerto?
—Tabitha te Aturdió —respondió Zane, ayudando a Ralph a levantarse—. Alégrate de que eso fuera todo. Hace un rato perdió la chaveta.
—Yo soy el Linaje —sollozaba Tabitha—. ¡He sentido la mano guía del Señor Tenebroso! ¡Se me prometió! ¡Mis padres serán vengados! ¡Nadie más tiene lo que se requiere! ¡Soy la única huérfana que queda dentro de estas paredes! ¡Debo ser yo!
Ted miró agudamente a Tabitha.
—¿Qué has dicho?
—¡Soy la única huérfana que queda, Ted Lupin! —gritó, alzando los ojos furiosamente hacia él—. Ahora que tú has abandonado este lugar, ¡tenía que ser yo! Las profecías dejan claro que un huérfano será el anfitrión del Guardián. ¡Mis padres murieron hace muchos años! ¡Y Lucius Malfoy me lo confirmó! ¡Me habló de cómo el Ministerio mató a mi padre, y mi madre murió cuando yo nací!
Ted estaba sacudiendo la cabeza lentamente.
—Eso no es cierto —dijo. Miró fijamente a James, con la cara grave—. Entonces ninguno lo sabéis, ¿no? Asumí que os lo había contado, ya que me lo dijo a mí.
James sacudió la cabeza.
—¿Quién? ¿Decirnos qué?
—Ese día en Hogsmeade —respondió Ted—. Tenía que hablar conmigo porque acababa de averiguar lo de sus padres. Quería hablar con alguien que hubiera pasado por el mismo tipo de pérdida. No lo sabía hasta que llegó el paquete. Fue mucho para ella... averiguar tanto, tan rápido...
—¿Petra? —dijo James, adelantándose—. ¿Quieres decir el paquete de su padre?
Ted frunció el ceño y sacudió la cabeza.
—James, no era de su padre. Lo enviaba el Ministerio. Eran las pertenencias de su padre. Se las legó a ella cuando murió en Azkaban hace años. Cuando cumplió diecisiete, el Ministerio se las entregó. Ella ni siquiera sabía que había estado encarcelado. Entre viejas camisas y zapatos, había una nota. Estaba dirigida a la hija que nunca conoció. Le decía que creía que los guardias pronto le matarían, pero que no podía hacer nada para evitarlo. Creían que estaba protegiendo a sus antiguos empleadores mortífagos, pero no era cierto. No conocía a ninguno de ellos; nunca le dijeron sus nombres ni les mostraron sus caras. Quería que Petra supiera que habría entregado a sus jefes si hubiera podido, y que... bueno, que la quería, y que lamentaba no haber estado nunca ahí para ella.