Read James Potter y La Maldición del Guardián Online
Authors: George Norman Lippert
—¡Desmanius! —grito Rose, apuntando con su varita, pero estaba demasiado oscuro para apuntar bien. El rayo rojo golpeó el suelo delante de la criatura, iluminándolo por un instante. James vio dientes desnudos a lo largo de un hocico estrecho y ojos brillantes, terribles.
—¡Es un lobo! —gritó, gateando hacia atrás. El lobo respondió a su voz con un fuerte gruñido. Se encogió, agachándose cerca del suelo, y entonces saltó. James se cubrió la cara, protegiéndose de los dientes y las garras, pero en lugar de ser destrozado a golpes por la bestia, fue lanzado brutalmente a un lado. Después, directamente de detrás de él, llegó el ruido de una lucha violenta y un grito de dolor. Era Ralph. James se levantó de un salto, intentando alcanzar su varita. Con un grito apagado, se percató de que la había dejado caer cuando la bestia había atacado.
—¡Atúrdelo, Rose! —gritó James.
—¡No puedo! —lloró Rose, apuntando su varita frenéticamente— ¡No puedo diferenciar uno del otro! ¡Si dejo sin sentido a Ralph, le matará!
El lobo rodó con Ralph mientras forcejeaban. Parecía tener su muñeca atrapada entre las mandíbulas. Agitaba la cabeza violentamente, rasgando el brazo de Ralph. Ralph gritó otra vez, intentando quitarse de encima a patadas a la enorme bestia.
Sin pensarlo, James se lanzó sobre la criatura. Arrojó los brazos alrededor del pelaje enredado de su cuello, tirando tan fuerte como pudo. De repente, con gran intensidad, la cicatriz fantasmal de James ardió. Entrecerró los ojos contra ello, dispuesto a no soltar el cuello del lobo. La bestia peleó y se retorció, sin liberar el brazo de Ralph. James podía sentir los músculos palpitando debajo el pelaje del lobo, podía oler el malsano y húmedo hedor de su piel peluda. De repente, éste colocó una pata en el pecho de James. Clavó sus garras y le dio un zarpazo, desgarrando a tiras la sudadera de James. Sintió algo caliente y pegajoso que empapó de inmediato su camisa, pero no hubo dolor. En lugar de eso, el latido de su frente zumbaba y palpitaba, distrayéndole. El lobo se agitó otra vez, golpeando a James sin mucha precisión. Este se apartó gateando, pero el lobo era demasiado rápido. La pata golpeó, fallando a penas a la cara de James.
De repente, había otra voz gritando.
—¡No, Ted! ¡Alto! ¡Ésta no es la forma! ¡Suéltale!
James rodó y se puso de rodillas. Miró alrededor salvajemente, entrecerrando los ojos más allá del latido en su frente, y vio a una figura alzándose sobre el lobo. James estaba demasiado aturdido como para reconocer inmediatamente quién era. El recién llegado tiró de las orejas del lobo, forzándolo a soltar a Ralph. La bestia agitó violentamente la cabeza adelante y atrás, mordiendo.
—¡Basta, Ted! —lloraba la recién llegada, y James finalmente reconoció a Petra— ¡no sabes lo que estás haciendo! ¡Ésta no es forma de arreglar las cosas! ¡Aquí no, ahora no!
El lobo se removió poderosamente, librándose de Petra, pero no volvió a renovar su ataque contra Ralph. La bestia le gruñó, y después se alejó de un salto, chasqueando y babeando con las mandíbulas ensangrentadas. Parecía confuso, casi como si estuviera luchando consigo mismo. Finalmente, echó hacia atrás la cabeza y aulló, largo y ruidoso. El sonido congeló la sangre de James porque podía sentir la humanidad en ese aullido, casi como si la voz de Ted estuviese sepultada bajo él, gritando de angustia y desesperación.
Petra se puso en pie de un salto y lentamente se acercó al gran lobo. Valientemente, se arrodilló junto a él y acarició su pelaje. Le habló tranquilamente, apaciguadoramente.
—¡Ralph! —jadeó Rose, dejándose caer junto al chico grande— ¿Estás bien? ¿Cómo de mal estás?
Ralph gimió y se dio la vuelta, luchando por ponerse de rodillas. James gateó hasta él.
—Creo que mi brazo está roto —dijo Ralph con notable tranquilidad—. Lo siento todo blando y caliente.
James podía ver el amasijo de la muñeca de Ralph. La sangre empapaba su manga despedazada.
—¡Ralph —exclamó James— tienes un aspecto horrible!
—Tú también estás bastante horrible —dijo Ralph— ¿Todavía tienes todas tus tripas dentro?
—Creo que sí, eh, eso espero —contestó James, bajando la mirada a su pecho ensangrentado.
—Déjame ver tu muñeca, Ralph —dijo Petra de repente, arrodillándose junto a él. Ralph la sostuvo en alto. Petra quitó con cautela el tejido roto de la manga, revelando el antebrazo.
—Artemisae —dijo, tocando con su varita los cortes y los pinchazos—. Eso detendrá la hemorragia hasta que podamos llevarte con Madame Curio.
—¿Qué estás haciendo aquí, Petra? —preguntó James cuando ella se giró para examinarle el pecho.
—Caminaba de regreso por mi cuenta —contestó insípidamente—. Justo acababa de aparecer en el sendero cuando vi lo que estaba ocurriendo.
Rose temblaba visiblemente.
—Pero… ¿cómo supiste que el lobo era… era… ?
—Hay luna llena, Rose. Y Ted y yo… hablábamos bastante. Me contó lo de su… condición.
Petra realizó la misma técnica con los arañazos de James, que le aseguró tenían bastante peor aspecto de lo que era en realidad. Finalmente, Rose y Petra ayudaron a James y Ralph a ponerse en pie.
—¿A dónde habrá ido el lobo? —preguntó Ralph, agitándose— ¿Se ha ido?
Petra asintió con la cabeza, volviendo la mirada hacia el bosque.
—Se ha ido.
Rose jadeó y se cubrió la boca con las manos.
—¿Qué hay de Cameron? —dijo a través de los dedos.
Tras una búsqueda rápida encontraron a Cameron tendido de cara en la hierba, la bolsa de periódicos le cubría la cabeza. Tenía la huella de una pata muy grande y lodosa sobre la espalda, pero estaba completamente ileso.
—¿Qué ha pasado? —preguntó aturdido mientras lo arrastraban a posición vertical—. Creo que me desmayé. ¿Me desmayé de verdad? ¡Me lo perdí absolutamente todo!
James suspiró, finalmente sintiendo algún dolor en el pecho a medida que las heridas se tensaban.
—Te lo contaremos todo más tarde, Cam. Volvamos al castillo.
Cojeando y ensangrentado, el grupo de cinco atravesó la verja, encaminándose hacia el acogedor resplandor de las ventanas del castillo. Tras un minuto, James volvió atrás trotando, con una mano sobre el pecho. Miró alrededor por unos instantes, maldiciendo por lo bajo. Finalmente, encontró su varita en una mata de hierba. La guardo en el bolsillo de sus pantalones vaqueros y volvió corriendo, gritando para que el resto le esperara.
En la oscura distancia, entre la verja y el pueblo de Hogsmeade, un lobo aulló una nota larga y triste.
Tal como Cameron había temido, la profesora McGonagall esperaba a los estudiantes que regresaban, sentada en una silla plegable con una taza de té y su mantón de tartán, y un largo pergamino en su regazo. Petra subió los escalones del pórtico primero. McGonagall alzó la vista cuando Petra emergió de entre las sombras.
—Llega bastante tarde, señorita Morganstern. El suyo es el último nombre en mi lista. Quizás usted —la voz de la profesora se apagó cuando vio a los demás subir despacio las escaleras. Sus ojos se abrieron, fijándose inmediatamente en la ensangrentada camisa de James y la muñeca destrozada de Ralph. Se levantó de un salto, derramando el té.
—Señor Potter, señor Deedle, qué diablos significa esto… —comenzó, y luego se detuvo—. Señorita Morganstern, por favor vaya a buscar a Madame Curio al Gran Comedor y pídale que se reúna con nosotros inmediatamente en la enfermería.
—Fue un… —comenzó Ralph, sosteniendo su muñeca ante él.
—Algún tipo del animal salvaje —interrumpió Petra—. Salió del bosque cuando regresábamos. Es culpa mía, profesora. Probablemente olió el medio emparedado de carne curada que llevaba de la tienda de Madame Puddifoot. Debería haberlo pensado.
—Determinaremos quién debió pensar qué más tarde, señorita Morganstern —resopló McGonagall, exhortando a la tropa hacia la enfermería—. ¡De momento, apresúrese, por favor! ¡ Madame Curio!
Madame Curio se reunió con ellos poco después de que llegaran. Chasqueó la lengua al echar un vistazo al pecho de James, luego se volvió hacia Ralph.
—Señorita Morganstern, hizo un trabajo muy satisfactorio al detener la hemorragia a los muchachos —proclamó con seriedad—. ¿Sería tan amable de ayudarme? Cuando lleguen mis enfermeras, probablemente habremos acabado. Páseme la botella de Arthroset y la caja de vendas Dermamend, por favor. Y quizás ¿sería tan amable de limpiar las heridas del señor Potter?
Petra se lavó las manos y llenó una palangana. James siseó cuando ella empezó a pasar la esponja cuidadosamente sobre sus rasguños.
—No debes contarle a nadie lo de Ted —susurró Petra mientras trabajaba—. El mundo no es un lugar muy misericordioso para los hombreslobo, incluso para los medio hombreslobo como Ted.
—Lo sé —contestó James quedamente—. Me habló de ello el año pasado. Pero no se transformaba entonces. Solo estaba realmente agitado y hambriento en las lunas llenas.
Petra asintió.
—Aún no se transforma mucho. Sólo tiene mitad de sangre hombrelobo. Si hubiera sido un hombrelobo completo, yo nunca habría sido capaz de hacerle desistir del ataque a Ralph. Sólo parece totalmente un licántropo porque también es un animago, como su madre.
—¿Crees que se transforma deliberadamente para parecerse a un lobo?
Petra sacudió la cabeza, pero más a causa de la confusión que en señal de negación.
—Es muy complicado. No creo que realmente tenga esa intención. Por lo general, puede controlarlo, pero cuando hay luna llena, una parte de Ted realmente quiere cambiar a lobo aun cuando la sangre de su padre no sea suficiente para forzar el cambio físico. Debido a la herencia de su madre, puede transformarse. Y cuanto más trastornado está, más difícil es para él para mantenerlo bajo control.
James suspiró, y eso hizo que le doliera el pecho. Estuvo a punto de preguntar por qué Ted sólo había atacado a Ralph, pero ya conocía la respuesta. Ted lo había dejado muy claro cuando James se había dirigido a él antes ese mismo día. En cambio, preguntó:
—¿Crees que fue Ted quien destruyó la entrada del túnel en la Casa de los Gritos?
Petra se encogió de hombros ligeramente.
—Puede ser. Él… tenía motivos para estar alterado hoy. Me temo que yo le recordé su pérdida, aunque no fuera a propósito. Solo quería hablar con él.
James estudió la cara de Petra, pero estaba seguro de que no iba a decir más. Sinceramente, James no quería continuar hablando de ello. Su frente todavía palpitaba de forma preocupante, y lo que deseaba sobre todo era simplemente descansar.
Madame Curio insistió en que James y Ralph pasaran la noche en la enfermería, durmiendo en las camas maravillosamente encantadas. Ninguno de los muchachos objetó, ya que eso significaba tomar el desayuno en la cama a la mañana siguiente. También aplazaba el inevitable encuentro con el director, en el que tendrían que explicar su escapada no autorizada. El pecho de James había sido pesadamente vendado, pero podía sentir que las cuchilladas del hombrelobo ya se curaban con rapidez. Picaban al cerrarse. La vida en el mundo de los magos era algo notable, pensó. Sin embargo, a pesar de toda su magia y pociones, se recordó que el abuelo Weasley había muerto de un estúpido infarto. James habría pasado gustosamente por semanas de lenta y dolorosa recuperación si los alquimistas que habían inventado las vendas cierra-heridas Dermamend en cambio hubieran dedicado su tiempo al estudio de una cura mágica para los infartos.
—¿Qué le vamos a decir a Merlín? —susurró Ralph a James mientras tomaban el desayuno en la cama.
James sacudió la cabeza nerviosamente.
—La verdad, supongo. Excepto la parte de Ted. Como dijo Petra, en lo que se refiere a los demás, fuimos atacados por algún animal salvaje. Eso es todo.
Ralph se estremeció.
—Creí que iba a hacerme pedazos.
—Desde luego esa parecía su intención —admitió James—. Ralph, Ted no estaba en sus cabales. Era un lobo, en parte debido a la sangre de hombrelobo de su padre y en parte debido a la sangre animago de su madre. Creo, como dijo Petra, que aún era Ted en su interior, pero sin ningún dominio sobre sí mismo. En realidad no intentaba matarte. Intentaba vengar a sus padres. Tú solo eres lo más cercano que tiene a un culpable.
—Lo sé —contestó Ralph con tristeza—. De verdad, no le culpo. Pero de todos modos, ¿significa que también yo voy a convertirme en hombrelobo?
—No —contestó James—. Ted no es lo bastante hombrelobo para transformarse totalmente sin utilizar sus capacidades de animago. Definitivamente no es lo bastante hombrelobo como para transformar a más hombreslobo. Tienes suerte.
Ralph meneó la cabeza pensativamente.
—De todos modos creo que será embarazoso la próxima que lo vea. ¿Cómo te enfrentas a alguien después de que casi te arrancara el brazo con los dientes?
—Nos ocuparemos de eso cuando llegue el momento, Ralph. Ya tenemos suficiente que manejar en este momento.
Aquella mañana más tarde, madame Curio declaró a James y Ralph aptos para volver a sus dormitorios, aunque debían volver al día siguiente para retirar sus vendas. Apenas abandonaron la enfermería se encontraron con Rose.
—Hemos sido convocados a la oficina del director —dijo con la cara muy pálida—. Ahora mismo. Vamos.
Silenciosamente, los tres recorrieron su camino a través del castillo, acercándose finalmente a la gárgola que guardaba la escalera de caracol.