Read James Potter y La Maldición del Guardián Online
Authors: George Norman Lippert
—Tengo la colección completa de la figuras de acción Debellows en casa —oyó James susurrar a Noah significativamente—. Las colecciono desde que era niño. Solía azuzarlas contra el gato de Steven hasta que una de ellas casi le hizo un nudo en la cola.
—Veo que muchos estáis familiarizados con el profesor Debellows —comentó Merlín desde el podio—. Confío en que por consiguiente encontréis sus clases interesantes a la vez que desafiantes. Y ahora creo que presenciaremos una de las más antiguas e importantes tradiciones de la escuela: la Selección de nuestros estudiantes más recientes para sus Casas. Profesora McGonagall, si nos hace el honor.
Exactamente como el año pasado, un taburete de madera fue colocado sobre el estrado. Sobre él, el gastado y antiguo Sombrero se aposentaba, sin parecer nada más que un trapo polvoriento de un armario olvidado. James sabía que en tiempos de sus padres, y durante siglos antes de eso, el Sombrero había cantado una canción antes de la Selección de cada año. El año pasado, sin embargo, no había habido canción. James no había pensado mucho en ello; simplemente había asumido que después de todos esos siglos el Sombrero merecía un descanso ocasional. Ahora, el antiguo Sombrero se removió en su taburete, aparentemente preparando la canción. El pliegue que formaba la boca pareció abrirse, tomar un profundo aliento, y entonces la alta y rítmica voz del sombrero llenó el silencio.
Mil años y más he resistido en mi puesto
Y observado la marea de los años siempre ir y venir
La justa Hogwarts no se altera a pesar del peso de los años que pasan
Pues Hogwarts sabe que el tiempo da vueltas, mientras ella solo envejece
El alzamiento de villanos coincide, para mantener el correcto equilibrio
Con héroes incipientes, en cuyos ojos la buena justicia resplandece brillantemente
En el pasado reciente, el temible Voldemort se alzó atemorizante
Y el destino envió a un héroe, el huérfano Potter, Harry
Y así se desvela el drama eterno de los tiempos
Los jugadores cambian, las localizaciones varían, pero el tema es constante.
La raíz del mal siempre encuentra un nuevo y fértil jardín
Pero el corazón del valor es siempre fuerte para traernos el buen perdón del destino
Y esto, ya veis, nos lleva hasta mí, el Sombrero que hace la Selección.
Porque es mi tarea mantener el equilibrio del bien que frustra el mal
Porque yo presencié el amanecer de esta larga batalla que perdura
Y por larga que sea esta vieja y dura lucha, mi esperanza resiste
Veo la semilla que garantiza el papel de cada estudiante
Y los coloco en la Casa en la que la semilla crecerá más prudente
En Hufflepuff, la semilla de la lealtad y la diligencia
Para Ravenclaw, el vino del conocimiento crece con sentido común.
El bravo Gryffindor alimenta el valor y el coraje del corazón.
Y Slytherin da a aquellos que aman la ambición un buen comienzo.
Van por tanto a su Casa como señal de su vocación.
Pero mucha importancia se da a un indicio de la motivación más profunda
No cometáis un error, no juzguéis a nadie por la casa de su Selección.
En vez de eso observar siempre para medir su comportamiento.
Porque el bien puede venir de cualquier Casa, a pesar de su estandarte.
Y el mal, también, puede infiltrarse dentro del feudo más fino.
Bajo mi ala ahora ven y siéntate para oír mi declaración.
Pero tranquilo, confía en la inclinación de tu propio corazón.
No importa lo que ocurra mientras estés sentado en esta silla.
El verdadero juicio de tu futuro está en lo que se asienta bajo tu cabello.
Cuando el Sombrero Seleccionador terminó su canción, el Comedor estalló en un aplauso. James sonrió, estirando el cuello para mirar al otro lado de la habitación hacia Ralph, que sonrió en respuesta un poco tímidamente. Si alguien necesitaba oír la canción más reciente del Sombrero, ese era Ralph, cuya asignación a Slytherin había sido una fuente de constante consternación durante el año anterior. Cuando el aplauso murió, la profesora McGonagall se aproximó al Sombrero, sacando un largo pergamino de su túnica. Lo desenrolló y lo estudió a través de sus diminutos anteojos. Asintió para sí misma, bajó el pergamino, y cogió el Sombrero Seleccionador por la punta.
—Cameron Creevey —anunció ruidosamente—. Por favor, suba al estrado.
Un chico muy pequeño y de aspecto nervioso subió los escalones y trepó sobre el taburete. No puede ser que yo pareciera tan joven y asustado cuando me senté en ese taburete. Pensó para sí mismo James, sonriendo. Lo recordaba muy bien: la voz del Sombrero mágico en su cabeza evaluándole, debatiendo en qué Casa encajaría mejor. Había sido una decisión reñida. Momentos antes de subir al estrado, y después de que la directora McGonagall hubiera pronunciado su nombre, la mesa Slytherin había estallado en un aplauso. Una guapa chica de aspecto severo y cabello oscuro llamada Tabitha Violetus Corsica había dirigido el aplauso, y mientras James evocaba el recuerdo, pensó por primera vez que el aplauso Slytherin había sido simplemente una treta, con intención de convencerle de convertirse en un Slytherin. Con lo asustado que había estado, preocupado por la responsabilidad de seguir los pasos de su famoso padre, James casi había caído en ella. Durante un momento fugaz, bajo el ala del Sombrero Seleccionador, James había considerado el ser un Slytherin, y el Sombrero había accedido. Solo en el último segundo había reafirmado James su resolución, probando que tenía que ser un Gryffindor, como su padre antes que él.
—¡Gryffindor! —proclamó el Sombrero Seleccionador. La profesora McGonagall alzó el Sombrero de la cabeza de Creevey mientras la mesa Gryffindor explotaba en algarabías. Cameron Creevey sonrió con patente alivio mientras bajaba corriendo los escalones. Se sentó dispuesto en la parte delantera de la mesa, colocándose entre Damien y uno de séptimo llamado Hugo Paulson.
—Thomas Danforth —llamó la profesora McGonagall, leyendo de su pergamino. Un momento después, la mesa Ravenclaw animó al chico con gafas que sonreía tímidamente, uniéndose a sus nuevos compañeros de Casa. Mientras la Selección continuaba, James recorrió el comedor con la mirada, divisando todas las caras que conocía. Allí estaba Victoire, sentada esplendorosamente entre sus amigas Hufflepuff de séptimo año. Gennifer Tellys y Horace Birch se susurraban el uno al otro al final de la mesa Ravenclaw, y James recordó a Zane contándole que habían empezado a verse durante el verano. Al otro lado de la habitación, Tabitha Corsica se sentaba sonriendo cortésmente, con las manos pulcramente cruzadas sobre la mesa delante de ella. A su izquierda se sentaba Philia Goyle, cuya cara de ladrillo se mostraba tan inexpresiva como siempre. Tom Squallus se sentaba a la derecha de Tabitha, con el cabello rubio peinado pulcramente y los ojos casi antinaturalmente brillantes y alertas. Casi parecía como si estuvieran tramando algo, pero James se recordó a sí mismo que los Slytherins siempre tenían esa pinta. Probablemente solo esperaban la Selección de su nuevo colega...
—Scorpius Malfoy —llamó la profesora McGonagall, bajando el pergamino y mirando a lo que quedaba de la fila de los de primero. El chico izó la comisura de la boca mientras se giraba. Subió los escalones y se sentó con garbo sobre el taburete, balanceando una pierna ante él. El Sombrero lanzó una sombra sobre su cara cuando la profesora McGonagall lo bajó.
Varios segundos pasaron. La habitación se había ido alborotando bastante a medida que los estudiantes mayores se aburrían con la ceremonia, pero quedaron en silencio de nuevo cuando la pausa se extendió. El Sombrero estaba perfectamente inmóvil sobre la cabeza de Scorpius. El propio Scorpius no se movía. James miró alrededor, sorprendido por el retraso. Todo el mundo sabía que los Malfoy eran Slytherins. A su familia se la conocía por haber estado entre los mayores seguidores de Voldemort. Lucius Malfoy, el abuelo de Scorpius, se decía que seguía escondido por los crímenes que había cometido como mortífago, aunque el padre de James lo había negado. "Solo le gusta creer que es el hombre más buscado del mundo mágico", había bromeado con Ginny una mañana en el desayuno. "Su peor castigo es vivir en un mundo donde su ídolo ha muerto". Así pues, no había duda sobre la Casa de un Malfoy, ¿no? Ellos casi definían lo que era ser un Slytherin. Tal vez algo iba mal con el Sombrero. James codeó a Graham, que le miró y se encogió de hombros con curiosidad.
—¡Gryffindor! —cantó de repente el Sombrero Seleccionado, apuntando su pico al techo.
Un absoluto y atónito silencio llenaba el comedor cuando el Sombrero fue levantado de la cabeza de Scorpius. La barbilla de este cayó y cerró los ojos. Después de un largo momento, se bajó del taburete y se arrastró lentamente escaleras abajo. La mesa Gryffindor permaneció absolutamente en silencio mientras Scorpius se aproximaba. Pasó la delantera de la mesa, donde la mayoría de los recientemente nombrados Gryffindor estaban sentados con los ojos abiertos de par en par. James observó como Scorpius recorría la longitud entera de la mesa, sin alzar la mirada. Cuando alcanzó el final, se detuvo un momento, aparentemente reacio a sentarse realmente. Finalmente, se dejó caer sobre un banco del extremo. Alzó los ojos, y James vio que estos estaban teñidos de rojo. Scorpius fulminó a James con la mirada. Después de un largo momento, apretó los labios y apartó la vista hacia la parte delantera del comedor.
—Albus Potter —llamó McGonagall en medio del silencio. James no pudo evitar mirar de reojo a la mesa Slytherin. Tabitha no se estaba levantando para aplaudir esta vez. Extrañamente, sin embargo, todavía mostraba su sonrisa cortés, al parecer completamente impasible por la Selección de Malfoy.
Albus miró por encima del hombro mientras subía los escalones del estrado. James asumió que le miraba a él. Sonrió alentadoramente y asintió con la cabeza. Albus no mostró señal de haberle visto. Se aproximó al taburete y se quedó con la mirada baja por un momento. La profesora McGonagall asintió bruscamente con la cabeza. Albus cuadró los hombros, se giró, y se sentó.
No hubo charla insustancial cuando el Sombrero se posó sobre la cabeza de Albus. Cada ojo de la habitación observaba. Todo el mundo sabía que Albus iba a ser un Gryffidor. James solo había bromeado al respecto porque estaba seguro de que no era más que una broma. Un Potter nunca sería enviado realmente a Slytherin. Pero mientras pensaban en ello, James recordó la mirada de odio en la cara de Albus cuando Malfoy le había insultado en el andén de Hogsmeade. Albus siempre había sido un chico apasionado. Eso podía ser muy bueno, algo encantador. Pero como James había comenzado a pensar recientemente, también podía ser espeluznante. Demasiado tarde, James comprendió que Albus no se había vuelto para mirarle a él, James, cuando subía los escalones para su Selección. Se había girado a mirar a Scorpius, para asegurarse de que este estaba observando. Quería asegurarse de que Scorpius no se perdía lo que estaba a punto de ocurrir.
—¡Slytherin! —proclamó el Sombrero ruidosamente. Se produjo un jadeo colectivo y sostenido que llenó el comedor. La profesora McGonagall alzó el Sombrero de la cabeza de Albus, e incluso ella parecía sorprendida por el anuncio.
Albus sonreía alegremente, pero no estaba mirando a la mesa que pertenecía a su nueva Casa, que había irrumpido en un aplauso salvaje. Albus estaba mirando al otro extremo de la mesa Gryffindor. James no necesitaba seguir la mirada de su hermano para saber lo que estaba buscando, pero de todos modos lo hizo.
Scorpius Malfoy devolvía la mirada a Albus, con los ojos malévolos, su boca era una línea sombría y blanca de puro odio.
Cuando la cena apareció en las mesas y la asamblea comenzó a comer, James no pudo evitar estirar el cuello para ver qué estaba pasando en la mesa Slytherin. Albus estaba sentado junto a Ralph, pero estaba profundamente absorto en una conversación con Trenton Bloch, el mejor amigo Slytherin de Ralph. Mientras James observaba, los dos chicos estallaron en ásperas risas. Incluso Ralph estaba sonriendo y asintiendo con la cabeza mientras roía una pata de pollo.
—¿Te pasa algo en el cuello, James? —preguntó Graham alrededor de un bocado de potaje.
—Solo estaba intentando ver que pasa —dijo James—. ¡Simplemente no está bien! ¡Albus no puede ser un Slytherin!
Rose, sonriendo tras su propia selección en la Casa Gryffindor, se inclinó hacia James.
—Sigues diciendo eso, pero si no recuerdo mal, fuiste tú el que le estuvo dando la lata todo el verano sobre convertirse precisamente en eso.
—Bueno, si, ¡pero no iba en serio!
Graham siguió la mirada de James, espiando a través del comedor hasta la mesa bajo el estandarte verde.
—Parece que está pasándolo bien. Incluso Corsica está hablando con él.
—Bueno —exclamó James estridentemente—, debería, ¿no? También intentó hacerse la simpática conmigo el año pasado, hasta que llamó a mi padre mentiroso delante de toda la escuela. Probablemente esté muy complacida de tener a un Potter en Slytherin. ¿Quién sabe con qué clase de propaganda le llenará la cabeza? Ese sería su logro culminante.
—Albus puede cuidarse solo, James —dijo Noah despectivamente—. Además, tú mismo dijiste que casi hiciste que te enviaran a Slytherin el año pasado.