Authors: Dominique Lapierre
Una lucha sin respiro por la instrucción de los más pobres
Treinta años separan nuestra primera escuela y nuestras campañas de alfabetización en los pueblos de las escuelas modernas a las que asisten actualmente los niños del Hogar Resurrección.
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Los talleres de informática cosechan un enorme éxito entre unos niños cuya única perspectiva era, hasta ayer, mendigar sobre las aceras de la estación de Calcuta. Los pequeños del centro dominan en seguida la técnica de los ordenadores: al terminar el curso, no tendrán ninguna dificultad para encontrar trabajo.
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Salvar el Hogar Resurrección es mi primera victoria contra la fatalidad de la miseria
Trescientos niños de las colonias de leprosos de los suburbios de Calcuta son tratados, curados, instruidos y preparados para desempeñar un oficio en el Hogar Resurrección. Llevan todos los uniformes que han confeccionado sus compañeros aprendices de sastre. En la actualidad, las niñas constituyen el veinte por ciento de los pequeños acogidos en el centro.
En el campo deportivo del centro, niños y niñas forman un balón de fútbol con un lema que es una célebre frase del Mahatma Gandhi: «El mundo es mi pueblo».
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Niños arrancados a la maldición de la lepra de sus padres
Mi mujer, Dominique, abraza a la madre leprosa de un niño del Hogar Resurrección.
El pequeño Ashu, de seis años, presenta los primeros estigmas de la enfermedad. No se sustrae jamás a ningún niño al amor de sus padres. La enfermedad que ha mutilado a sus progenitores ha dejado de progresar pero los daños causados por el mal son irreversibles: el padre es ciego y la madre ha perdido cuatro dedos de una mano.
La alegría de los padres con el cuerpo devastado que abrazan a sus hijos en plena salud es una de las mayores victorias del Hogar Resurrección.
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Un barrio de chabolas se convierte en mi desembarcadero en el corazón del infierno de Calcuta
En el barrio de chabolas que bautizaré como «la Ciudad de la Alegría» se hacinan más de setenta y cinco mil habitantes. El barrio está dividido en pequeños patios a los que dan una docena de habitaciones ocupadas por un centenar de personas. Se trata de la mayor concentración humana del planeta.
Para ayudar a sus familias a sobrevivir, los niños buscan en los vertederos municipales con la esperanza de encontrar algún desecho que vender. Cada niño tiene su especialidad en la recogida de basuras: madera, metal, plástico, cristal, papel, trapos, restos de comida.
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