Authors: Enrique J. Vila Torres
Mi hija cuenta con 32 años ya. Creo que tiene una edad de decidir por ella misma si quiere relacionarse con su familia biológica y mis dos hijos no tienen que crecer en la incertidumbre. Necesito saber qué fue de ella y su consejo para si debo de, aparte de ustedes, que cuento con su ayuda, si sería conveniente coger un abogado en B.
Mil gracias por todo. Espero su respuesta. Saludos.
Hola, Enrique:
Soy una de las mal llamadas «madres biológicas» que dieron a su bebé en adopción al nacer. Di a luz el día **** de 1971 en la clínica Gortari de Pamplona.
Estuve con las monjas de Villa Teresita en Pamplona los últimos meses del embarazo, lugar en el que me oculté debido a mi situación personal y sociofamiliar.
Las monjas de Villa Teresita estaban en contacto con la hermana B. de Zaragoza (era la que tenía la relación de matrimonios que querían adoptar y, además, regentaba un hospicio) y a través de ella se «formalizó» la adopción.
Creo que no fue una adopción legal porque estoy segura de que mi bebé fue inscrito como hijo biológico de los padres adoptivos.
El hecho de dar a mi bebé en adopción me ha inhabilitado para ser madre. ¡¡No he podido tener hijos!!… Lloro de amargura al escribirlo y siempre creo que serán las últimas lágrimas…
Te doy esta información por si sabes de algún hijo que busca y coinciden los datos que te aporto.
De todas formas, el ponerme en contacto contigo es por dos razones:
Un abrazo y que te vaya bonito.
P.D.: Te envío un escrito mío. Un testimonio más, de los muchos que ya tienes.
Estimados señores,
Mi nombre es M. S. C. y me gustaría contarles mi caso haciendo referencia a los últimos casos sucedidos en Cádiz y otras localidades españolas.
Hace 29 años, en 1981, me puse de parto de un niño prematuro con peso de 1800, el cual nació vivo.
Fui dormida durante el parto, le enseñaron el niño a mi marido, el cual lo vio muy bonito y a las pocas horas llegó un médico dándonos la triste noticia de que el bebé había fallecido.
Mi marido insistió en que quería ver a su hijo, o que al menos este pudiera morir en sus brazos, y le enseñaron un envoltorio donde el niño ni siquiera se veía. Ellos mismos nos dijeron que llevarían a cabo el entierro y los trámites de defunción para que nosotros no pasáramos por ese mal trago.
A día de hoy sigo pensando que mi hijo no murió, y que fuimos engañados como tantas otras familias.
El caso es que he visto en el periódico
El Mundo
del día 18 de julio de 2010 una foto de un hombre, D. R., el cual busca sus orígenes y al ver la foto, quizá y lo más probable incluso sea que me esté equivocando, pero tiene sin duda un gran parecido a mi primer hijo de 33 años de edad, las manos, las cejas, la boca, la expresión… se parecen mucho.
Les pediría por favor que me pudieran ayudar y si es posible incluso ponerme en contacto con esta persona, por lo menos para poder salir de dudas de una vez, y si no es él, investigar para saber toda la verdad de lo que pasó aquel día.
Mi número de teléfono es ****.
Sin nada más que objetar, me despido y aprovecho la ocasión para mandarles un cordial saludo. Quedo a la espera de su pronta respuesta.
M. S. C.
Buenos días,
En primer lugar, permítame que me presente. Mi nombre es A. M. y nací en Madrid en 1954.
Mi madre tuvo una hija entre mayo y julio de 1949 (ella es muy mayor y no recuerda la fecha exacta) en la Maternidad de Santa Cristina (Madrid).
Nada más llegar, la anestesiaron con anestesia total, no sabemos por qué. Cuando despertó de la anestesia, preguntó por su hijo y todo el mundo le decía: ahora se los traemos, ahora se lo traemos. Pero jamás lo hicieron.
Al final le dijeron que había sido una niña, que había muerto poco después de nacer, y que la habían bautizado con el nombre de mi madre, Teresa. Ella pidió verla y le dijeron que iba a ser muy desagradable y nunca se la enseñaron.
Mi madre dice que mi padre, que ya ha fallecido, la vio, pero realmente no cree que lo hiciera.
El caso es que se fueron del hospital sin la niña, sin ningún acta de defunción y sin saber dónde la habían enterrado.
Mi madre, que hoy tiene 90 años, siempre tuvo la sensación de que la niña estaba viva y de que alguien se la había quitado.
Ahora, mis hermanos y yo queremos saber qué pasó y si nuestra hermana está viva. No queremos que mi madre se vaya sin saber qué fue realmente de su primera hija.
Agradecería me informaran dónde puedo dirigirme, o qué pasos debo dar para averiguar qué pasó con mi hermana mayor.
Agradeciendo su colaboración, quedo a la espera de sus noticias y le envío un cordial saludo.
A. M. M.
Todo empezó en la ciudad aragonesa de Zaragoza el 28 de febrero de 1969 (según mi partida de nacimiento, con datos manipulados).
Recuerdo perfectamente que cuando era bien pequeño, en el colegio algunos niños me decían: «Tu madre no es tu madre», cosa que me ponía muy triste y me daba mucho que pensar. En el patio del colegio siempre estaba solo, dándole vueltas, e incluso muchas veces llorando; me sentía inferior a los demás, me sentía mal, tonto, diferente al resto de los niños y sin ilusión por hacer nada.
Cada noche me acostaba en la cama, llorando y aunque trataba de evitar que mis padres vieran mi dolor y tristeza, siempre me repetía la misma pregunta: ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué? Y de ahí no salía. No entendía por qué mis padres no eran mis padres, era como estar en un laberinto sin salida. Además, no me atrevía a preguntar si aquello que me repetía constantemente la gente de mi alrededor, y que tanto me torturaba, era cierto, y tampoco tenía forma de averiguarlo, debido a mi corta edad.
Todo siguió así hasta los trece años, cuando un día le pregunté a mi madre si yo era adoptado, y para mi sorpresa, ella lo negó todo rotundamente: «¡No, hijo mío, no, yo soy tu madre!». La mujer se puso a llorar y se llevó un gran disgusto, pero el caso es que aún a esa edad no habían cesado los comentarios de que yo era adoptado.
Busqué el libro de familia, le eché un vistazo y no me pareció ver nada anormal, todo era correcto, en ninguna parte ponía que se hubiera realizado ninguna adopción. Todo aquello me martirizaba: no tenía respuestas, era un sinvivir.
Al cumplir la mayoría de edad, con dieciocho años y todavía con todo aquello en mi cabeza, me acerqué al Juzgado del Vendrell (Tarragona) y solicité mi partida de nacimiento al Juzgado de Zaragoza, lugar donde estoy inscrito. Cuando llegó a mis manos, la estuve mirando y tampoco ponía nada relacionado con la adopción. Para mi sorpresa, redactaba que era hijo biológico.
No conforme con aquello, pregunté a un funcionario: «Oiga, señor, ¿es posible que yo sea adoptado?». Tras enseñarle mi partida de nacimiento, él la cogió, la miró y me respondió que eso era imposible, que eran manías u obsesiones mías, cosas de niños, pero que era del todo imposible. En ese momento mis dudas persistían, pero empezaron a decrecer hasta el punto de dejar de pensar en ello y creer que realmente era hijo biológico.
Pasaron diecinueve años. Un buen día, a la edad de treinta y siete, recibo una llamada telefónica de Juan Luis Moreno, persona con la que mantengo una amistad desde la infancia, ya que nuestros padres eran amigos y nos reuníamos ambas familias los domingos para comer en el campo, incluso algunos años compartíamos vacaciones.
El caso es que Juan Luis me llama y me dice: «¡Antonio, mi padre está muy enfermo y se está muriendo, me ha confesado que a ti y a mí nos compraron a un cura y a una monja en Zaragoza!». A lo que yo, sorprendido, respondí: «¿Qué dices? ¿Cómo puede ser eso? Si yo miré mi partida de nacimiento y consta que soy hijo biológico de ellos, ¿cómo puede ser?».
Entonces él me explicó que las partidas de nacimiento las teníamos falsificadas. Desde ese momento mi vida dio un giro de ciento ochenta grados y comencé a investigar.
Lo primero que hice fue dirigirme al Hospital Miguel Servet, ya que consta en mi partida de nacimiento como lugar donde yo nací. Al pedir los informes médicos de mi madre y míos, me respondieron que tenía que solicitarlos por escrito, cosa que hice inmediatamente. Me contestaron que no tenían constancia ni de mi nacimiento, ni de que mi madre hubiera estado ingresada allí.
En ese instante me sentí peor que nunca, pues fui consciente de que sabía menos de mí de lo que yo pensaba. Ya no sé si nací en Zaragoza, ni si nací en febrero, ni si nací un día 28. Me di cuenta de que desde mis primeras horas de vida todo a mi alrededor había sido una mentira y yo era la principal víctima.
A Juan Luis le pasó lo mismo cuando intentó buscar su historial clínico y el de su madre en la antigua clínica Pérez Serrano de Zaragoza, que hoy día ya ni existe: tampoco existe ningún historial, ni constancia de nada en referencia a ellos. A raíz de todo esto nos pusimos en contacto con Enrique Vila, el autor de esta obra que tiene en sus manos, y como saben experto en filiaciones, búsquedas de familiares y adopciones, y también él adoptado.
Enrique nos preparó unos documentos que firmaron familiares de Juan Luis y míos, donde dejaban constancia de que nunca habían visto a nuestras respectivas madres en estado de gestación. Nos hicimos las pruebas de ADN, y pudimos confirmar que, evidentemente, las madres que constan como biológicas en las partidas de nacimiento en realidad no lo son.
Con todas estas pruebas, Enrique puso una querella en el Juzgado número 2 de Zaragoza por supuesto parto, apropiación ilegal de un menor y falsificación de documento público. El juzgado rápidamente archivó la demanda sin hacernos caso alguno. Acto seguido pusimos un recurso en la Audiencia Provincial de Zaragoza, que también fue archivado a toda prisa. No contentos con esto, volvimos a recurrir, esta vez en el Tribunal Supremo de Madrid, y para nuestra desgracia la demanda siguió el mismo camino que las anteriores.
Llegados a este punto, nos dimos cuenta de que estábamos embarcados en una lucha muy difícil y con personas muy importantes de España. De hecho, la Justicia de momento no nos ha hecho caso, y hace poco tiempo encontramos una jurisprudencia del año 2007 con condena de culpabilidad a una señora por apropiación ilegal de un menor y supuesto parto.
En esto sentimos un alivio, pues el Supremo estaba admitiendo en esa sentencia que nuestro caso era una apropiación ilegal, como un secuestro, delito que no prescribe nunca; rápidamente pensamos que tenía que haber más afectados, aunque no nos conociéramos entre nosotros, y por ese motivo pusimos en marcha la creación y constitución de Anadir (Asociación Nacional de Afectados por Adopciones Irregulares).
Hemos participado en diversos medios de comunicación explicando nuestra increíble historia, ya que no somos adoptados, somos robados, tenemos las partidas de nacimiento manipuladas.
Todas las personas con las que compartimos nuestra vivencia se quedan boquiabiertas, no dan crédito a lo ocurrido, parece algo increíble y más aún que sucediera en España.
El 11 de febrero de este mismo año 2010 nos aceptan la inscripción de Anadir y recibimos la escritura sellada por el Ministerio de Asociaciones y, con ello, el visto bueno para empezar a trabajar. En el mes de marzo comenzamos a asociar a afectados que nos llaman cuando salimos en los medios de comunicación y a fecha de hoy, 2 de septiembre —cuando aún no han pasado ni seis meses—, ya hay ciento cuarenta asociados Anadir, es decir, ciento cuarenta personas afectadas entre adopciones irregulares y madres que aseguran que les robaron a sus bebes al darlos a luz.
Anadir nace como un instrumento al servicio de las personas que de forma directa o indirecta se han visto afectadas por supuestos procesos de adopción irregulares, cuando no abiertamente ilegales e incluso delictivos en aquellos casos en que los recién nacidos fueron robados a sus familias.
La absoluta indefensión de estas personas y de sus familias, la nula colaboración de las instituciones que intervinieron en estos procesos, la desidia de las instituciones públicas y poderes del Estado (a los que teóricamente corresponde velar por los derechos básicos de las personas) hacen indispensable contar con una entidad donde las legítimas aspiraciones de verdad y justicia encuentren un cauce adecuado a través del cual puedan ser canalizadas. Anadir se configura así como una herramienta al servicio no solo de los afectados y de sus familias, sino también de la propia sociedad civil, que tiene derecho a conocer y purgar comportamientos y hechos tan graves como esto, hechos que socavan directamente las más elementales reglas de convivencia de una sociedad democrática avanzada. Y es justo a través del fenómeno asociativo, tan íntimamente relacionado con las sociedades democráticas avanzadas, desde donde se pretende dar cobertura y apoyo a todos los afectados por estas «adopciones» —más bien robos, pues en realidad nunca hubo adopción—, y a la vez denunciar ante la opinión pública tales hechos y a los responsables de los mismos. Esta es la meta y el gran objetivo de Anadir.
Anadir, representado por su gran y fiel amigo el abogado Enrique Vila Torres, va a instar al fiscal general del Estado para que investigue todos estos casos y los posteriores que salgan tanto de adopciones irregulares como de madres a las que les robaron los bebés al nacer. Para ello se establecen una serie de actuaciones de difusión y comunicación buscando la sensibilización social acerca de la problemática que se aborda y el reconocimiento de Anadir como interlocutor válido y como agente relevante en el tratamiento y resolución de los procesos de adopción irregulares.
Las actuaciones que se llevarán a cabo son las siguientes: