HHhH (18 page)

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Authors: Laurent Binet

Tags: #Bélico, Histórico

BOOK: HHhH
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Hitler sabe que Heydrich es un arribista dispuesto a todo con tal de conseguir sus fines, pero eso no le sorprende, y no es de extrañar. ¿No lo ha sido siempre él mismo? Hitler respeta a Heydrich porque aúna ferocidad y eficacia. Si a eso se le añade una lealtad sin fisuras hacia el Führer, obtenemos los tres componentes de la fórmula del perfecto nazi. Sin mencionar esa pureza física de ario. Por mucho que Himmler sea «el fiel Heinrich», no puede rivalizar con él en este sentido. Es, por tanto, bastante probable que Hitler sienta admiración por Heydrich. Junto con Stalin, sería entonces una de las pocas personas vivas que poseería tal honor. También parece que Hitler no temía a Heydrich, lo que, para un paranoico como él, es más que llamativo. Puede que tal vez quisiera atizar la competencia entre Heydrich y Himmler. Puede que tal vez pensara, como le había confiado a su Reichsführer, que el dosier sobre la supuesta judeidad de Heydrich fuera la garantía de su devoción. O puede que tal vez la bestia rubia encarnara hasta tal punto el ideal nazi que Hitler no pudiera imaginar ninguna traición ni ningún defecto en un hombre semejante.

Por eso le dijo a Bormann que lo llamara cuando organizó una reunión de crisis en su cuartel general de Rastenburg. Fueron convocados de inmediato: Himmler, Heydrich, Neurath y su adjunto Frank, el librero de los Sudetes.

Frank es el primero en llegar. Un hombre de unos cincuenta años, alto, con una de esas caras de mafioso surcadas de profundas arrugas. Durante el almuerzo, traza ante Hitler un cuadro del Protectorado que confirma punto por punto los informes del SD. Himmler y Heydrich llegan al poco rato. Heydrich hace una brillante exposición en la que plantea los problemas y propone las soluciones. Hitler se siente muy favorablemente impresionado. Neurath, retrasado por el mal tiempo, llega un día más tarde, cuando su suerte está ya decidida. Hitler procede con él como hace con los demás generales cuando quiere retirarles el mando: vacaciones forzosas por motivos de salud. El puesto de protector queda libre.

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El 27 de septiembre de 1941 la agencia de prensa checa, controlada por los alemanes, publica este comunicado:

«El Protector del Reich de Bohemia-Moravia, ministro del Reich y ciudadano de honor Herr Konstantin von Neurath ha considerado que era su deber solicitar del Führer un permiso prolongado por razones de salud. En la medida en que el actual estado de guerra precisa de la plena dedicación al servicio por parte del Protector del Reich, Herr von Neurath ha pedido al Führer que lo releve temporalmente de sus funciones y nombre a un sustituto durante su ausencia. Vistas las circunstancias, el Führer ha accedido a la petición del Protector y ha nombrado al Obergruppenführer y General de Policía Heydrich en el puesto de Protector de Bohemia-Moravia para todo el tiempo que dure la enfermedad del ministro del Reich von Neurath.»

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Para ocupar un puesto tan prestigioso, Heydrich ha sido ascendido a Obergruppenführer, el segundo grado más alto en la jerarquía de la SS, si se exceptúa el título de Reichsführer, reservado a Himmler. Sólo el grado de Oberstgruppenführer lo sobrepasa y en septiembre de 1941 nadie lo había alcanzado todavía (tan sólo cuatro lo habrán conseguido al acabar la guerra).

Heydrich saborea por tanto esta etapa decisiva en su irresistible aunque meandrosa ascensión. Telefonea a su mujer, en apariencia poco seducida por la idea de instalarse en Praga (pretende haberle dicho: «¡Tú no puedes convertirte en un simple cartero!», pero revelará más adelante una fatuidad que casa mal con esa expresión de fastidio). Y Heydrich responderá: «Trata de comprender lo que eso significa para mí. ¡Se acabaron los trabajos sucios! ¡Por fin voy a ser algo más que el cubo de la basura del Reich!» Cubo de la basura del Reich, con esos términos definía sus funciones de jefe de la Gestapo y del SD, funciones que, sin embargo, va a continuar desempeñando con la misma eficiencia de siempre.

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Heydrich desembarca en Praga el mismo día en que su nombramiento es anunciado al pueblo checo. Su avión se posa en el aeropuerto de Ruzyne al final de la mañana o principio de la tarde; viene a bordo de un Junker trimotor modelo Ju 52.

Llega hasta el hotel Esplanade, uno de los mejores de la ciudad, pero no se demora mucho en él, ya que esa misma noche Himmler puede leer el informe que su colaborador le envía por teletipo:

«A las 15 h 10, el ex Primer ministro Eliáš ha sido arrestado como estaba previsto.

»A las 18 h, también como estaba previsto, se ha procedido al arresto del ex ministro Havelka.

»A las 19 h, la radio checa ha anunciado mi nombramiento por el Führer.

»Eliáš y Havelka actualmente están siendo interrogados. Por razones diplomáticas, debo convocar una asamblea especial para hacer comparecer al Primer ministro Eliáš ante un tribunal popular.»

Eliáš y Havelka son los dos miembros más importantes del gobierno checo que colabora con los alemanes bajo la presidencia del viejo Hácha. Sin embargo, mantienen contactos regulares con Beneš en Londres, hecho que no ignoran los servicios secretos de Heydrich. Por esa razón son condenados a muerte enseguida, pero después de reflexionar, Heydrich decide no ejecutar la sentencia de inmediato. La dejará un tiempo en suspenso.

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Al día siguiente por la mañana, a eso de las once, tiene lugar la ceremonia de investidura de Heydrich en el castillo Hradčany,
Hradchine
en alemán. El inmundo Karl Hermann Frank, el librero de los Sudetes convertido en general de las SS y secretario de Estado, lo recibe con gran aparato en el patio del castillo a los sones del himno nazi, el
Horst Wessel Lied
tocado por una orquesta especialmente formada para la ocasión. Heydrich pasa revista a la guardia mientras se iza un segundo pabellón junto a la bandera con la cruz gamada, signo de que se acaba de subir un peldaño más en la escala del terror: la bandera negra cruzada por dos SS rúnicas, que ondea en lo alto del castillo y por encima de la ciudad. Desde ese momento, Bohemia-Moravia pasa a ser, casi oficialmente, el primer Estado SS.

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Ese mismo día, dos grandes jefes de la Resistencia checa, el general de ejército Josef Bílý y el general de división Hugo Vojta, que fomentaban una sublevación armada, son fusilados. El general Bílý cae bajo las balas del pelotón después de haber gritado: «¡Larga vida a la República checoslovaca! ¡Disparad, jauría de perros!» Estos dos hombres —dos más— no tienen en realidad ningún papel en mi historia, pero tendría la impresión de estar menospreciándolos si no citaba por lo menos sus nombres.

Con Bílý y Vojta fueron también ejecutados otros diecinueve ex oficiales del ejército checo, de los cuales cuatro eran generales. Y se toman las primeras medidas durante los días sucesivos: se decreta el estado de emergencia en todo el país. En virtud de la ley marcial, queda prohibida cualquier reunión, tanto en el interior como en el exterior. Los tribunales no tienen más que dos opciones: la absolución o la pena de muerte, sean cuales sean los cargos que se imputen. Se pronuncian condenas a muerte contra checos que han distribuido panfletos, comerciado en el mercado negro, o sencillamente escuchado radios extranjeras. Los bandos rojos bilingües anunciando cada nueva medida adoptada se multiplican por las paredes. Los checos aprenden enseguida quién es su nuevo amo.

Y entre ellos, quienes lo aprenden todavía más rápido son los judíos. El 29 de septiembre, Heydrich decreta el cierre de las sinagogas y el arresto de los checos que, para protestar contra la obligación de llevar una estrella amarilla, impuesta recientemente a los judíos, se cosen una ellos mismos. En 1942, podrá verse manifestaciones similares en Francia, y se deportará, junto «con sus amigos judíos», a los imprudentes que se hayan arriesgado a ello. Pero en el Protectorado, estas cosas aún no son más que un preludio.

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El 2 de octubre de 1941, Heydrich expone en el palacio Czernín, actual hotel Savoy, situado en el extremo de la muralla del Castillo, las grandes orientaciones de su futura política como protector interino de Bohemia-Moravia. De pie, con las manos apoyadas en el borde de un escritorio de madera, su cruz de hierro colgada a la altura del corazón, su alianza bien visible en la mano izquierda, toma la palabra delante de los principales representantes de las fuerzas de ocupación. Su rostro trasluce un aire de competencia y autoridad. Su discurso quiere ser pedagógico con los compatriotas que componen su auditorio:

«Por razones tácticas y de evolución de la guerra, no debemos encender al rojo vivo a los checos en determinadas cuestiones, ni llevarlos a creer que no tienen más salida que la revuelta.»

Es el primer punto de su política, que sólo se basa en dos: el palo y la zanahoria. Seguirá habiendo palo, pero en una oscilación dialéctica hacia cierto equilibrio:

«El Reich no está para bromas y en su casa es el amo. Eso quiere decir que ni un solo alemán debe dejar pasar lo más mínimo a un checo, como tampoco debe hacerlo a un judío dentro del Reich; ningún alemán debe decir que los checos son, pese a todo, personas decentes. Si vemos que alguno de los nuestros declara eso, tendremos que mandarlo para casa. Si no formamos un frente unido contra el «chequismo», los checos encontrarán siempre una vía para engañarnos.»

Seguidamente, Heydrich, poco habituado a dar discursos y lejos de ser un Cicerón, pasa a la fase
illustratio
:

«El alemán no puede permitirse darse un porrazo en la nariz en público, en un restaurante por ejemplo. Seamos francos al respecto: nadie está diciendo que no puedan emborracharse o relajarse, pero que lo hagan entre cuatro paredes o en el comedor de oficiales. El checo debe ver que el alemán va bien erguido, tanto de uniforme como de civil, que él es el señor y el amo de la cabeza a los pies.»

Después de ese curioso ejemplo, el discurso se torna más concreto, y amenazante:

«Sin ninguna ambigüedad y con dureza inquebrantable, debo hacer comprender a los ciudadanos de este país, checos u otros, que no pueden ignorar el hecho de que forman parte del Reich, y que como tales deben rendir vasallaje al Reich. Es una prioridad absoluta dictada por la guerra. Quiero estar seguro de que cada obrero checo da lo máximo de sí en favor del esfuerzo de guerra alemán. Eso implica, para ser claro, que el obrero checo será alimentado en la misma medida en que lleve a cabo su trabajo.»

Una vez regulados los aspectos sociales y económicos, el nuevo protector interino aborda la cuestión racial, sobre la que con todos los beneplácitos puede proclamarse ya uno de los mayores especialistas en todo el Reich:

«Es evidente que hemos de tratar al pueblo checo de una manera completamente diferente de como tratamos a los pueblos de otras razas, como por ejemplo los eslavos. Los checos de raza germánica deben ser tratados con firmeza, pero con justicia. Hemos de guiarlos con la misma humanidad con que guiamos a nuestro propio pueblo, si queremos mantenerlos definitivamente en el Reich y fundirlos con nosotros. Para determinar quién es apto para la germanización, necesitaré un inventario racial.

»Tenemos aquí todo tipo de población. Para quienes sean de buena raza y estén bien predispuestos hacia nosotros, las cosas serán sencillas y se les germanizará. En cambio, hemos de desembarazarnos de los de razas inferiores con intenciones hostiles. Hay sitio de sobra para ellos en el Este.

»Entre esos dos extremos, están aquellos cuyo caso debemos examinar con mucha atención. Tenemos población racialmente inferior pero favorablemente predispuesta. A los de esta especie, habremos de ubicarlos por el Reich y en otras partes, pero asegurándonos que no se van a reproducir más, ya que no tenemos ningún interés en su desarrollo. Al final, esta parte de elementos no germanizables, estimada en aproximadamente la mitad de la población, podría ser transferida al Ártico más adelante, donde construiremos los campos de concentración para rusos.

»Queda un grupo: los que son racialmente aceptables pero ideológicamente hostiles. Son los más peligrosos, porque pertenecen a una raza de caudillos. Hemos de preguntarnos muy seriamente lo que debemos hacer con ellos. Podemos realojar a algunos de ellos en el Reich, en un entorno puramente alemán, para germanizarlos y reeducarlos. Si esto se revela imposible, tendremos que ponerlos contra un muro, porque no puedo permitirme enviarlos al Este, donde acabarían formando un estrato dirigente que se revolvería contra nosotros.»

Creo que hizo todo un repaso de cuantas posibilidades había. Cabe destacar esta discreta y eufemística metonimia de «el Este», que en realidad, algo que el auditorio ignora todavía, significa Auschwitz, en Polonia.

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El 3 de octubre, en Londres, la prensa libre checoslovaca toma nota del cambio político en Praga con este título:

«Asesinatos en masa en el Protectorado.»

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Un hombre de Heydrich ha actuado ya sobre el terreno hace dos años: Eichmann, a quien, después de hacer un buen trabajo en Austria, se le confió la dirección de la Oficina central para la emigración judía de Praga en 1939, antes de ser promovido como responsable de asuntos judíos en la sede de la RSHA en Berlín. Hoy vuelve a Praga, llamado por su señor. Pero las cosas han cambiado mucho en dos años. A partir de ahora, cada vez que Heydrich organice una conferencia, será para discutir de «la Solución Final de la cuestión judía» en el Protectorado, y no de «emigración». Los datos son los siguientes: 88.000 judíos viven en el Protectorado, de los cuales 48.000 están en la capital, 10.000 en Brno y 10.000 en Ostrava. Heydrich decide que Terezín será un campo de tránsito ideal. Eichmann toma notas. Los transportes serán rápidos, dos o tres trenes al día, a razón de mil personas por tren. Según un método ya probado, cada judío será autorizado a llevar consigo un equipaje sin candar, conteniendo hasta 50 kilos de enseres personales y, con el fin de simplificar la tarea de los alemanes, comida para entre dos y cuatro semanas.

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Por la radio y por los periódicos, las noticias del Protectorado llegan hasta Londres. El sargento Jan Kubiš escucha lo que le cuenta un amigo paracaidista acerca de la situación en el país. Asesinatos, asesinatos y asesinatos. ¿Qué, si no? Desde que Heydrich ha llegado, cada día es un día de duelo. Se ahorca, se tortura, se deporta. ¿Qué detalles monstruosos han llegado a causar hoy en Kubiš ese estado de estupor? Como un mecanismo rayado, sacude la cabeza repitiendo: «¿Cómo es posible, cómo es posible…?»

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