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Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

Hermosa oscuridad (30 page)

BOOK: Hermosa oscuridad
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Asentí. Era sólo el ochenta por ciento de lo que pensaba.

—Sí, ¿qué pasa con eso?

—Estuvimos a punto más de una vez. —Dio una patada en la hierba y abrió un agujero en el césped inmaculado.

—Demasiada información.

—Y quiero decirte algo importante. No era yo el que pisaba el freno, era Rid. Yo creía que estaba jugando conmigo, como si sólo quisiera salir conmigo de vez en cuando pero nada más. —Caminaba de un lado a otro—. Pero ahora, después de pensar en ello, creo que tal vez me equivocaba. Tal vez no quisiera hacerme daño.

Evidentemente, Link le había dado demasiadas vueltas a la cabeza.

—No sé qué decir. Es una Caster Oscura.

Link se encogió de hombros.

—Sí lo sé, pero un tío tiene que tener un sueño.

Me dieron ganas de decirle lo que estaba ocurriendo, que Ridley y Lena tal vez ya se hubieran marchado para siempre. Abrí la boca pero la cerré, sin emitir ningún sonido. Si Lena me había hechizado prefería no saberlo.

Después de su entierro, sólo había visitado la tumba de mi madre una vez, pero no el Día de Difuntos. Era algo que no podía afrontar tan pronto. No tenía la sensación de que mi madre estuviera enterrada, como Genevieve y los Antepasados. Sentía su presencia en el Archivo o el estudio de nuestra casa, sitios que amaba, lugares en que podía imaginarla aunque en aquellos momentos estuviera lejos, en otra parte. Pero no en el cementerio, donde mi padre seguía arrodillado y con el rostro entre las manos. Llevaba horas allí y se notaba.

Me aclaré la garganta para que advirtiera mi presencia. Me pareció estar espiando un momento de gran intimidad. Se limpió las lágrimas y se levantó.

—¿Qué tal el día? ¿Qué tal estás? —me preguntó.

—Supongo que bien —respondí.

En realidad, no sabía que estaba sintiendo, pero, desde luego, no estaba bien.

Mi padre metió las manos en los bolsillos y se quedó mirando la lápida. Junto a su base, sobre la hierba, había colocado una delicada flor blanca. Jazmín confederado. Leí las letras curvadas talladas en la piedra.

LILIA EVERS WATE

AMADA MADRE Y ESPOSA

SCIENTIAE GUSTOS

Repetí en voz alta la última línea. Me había fijado a mediados de julio, semanas antes de mi cumpleaños, cuando había visitado la tumba. Pero había ido sólo y me había pasado tanto tiempo contemplando la sepultura que al volver a casa la olvidé.

— Scientiae gustos.

—Es latín. Significa «Guardián del Conocimiento». Me lo sugirió Marian y encaja, ¿no te parece?

Si mi padre hubiera sabido hasta que punto. Sonreí forzadamente.

—Sí, le pega.

Mi padre me rodeó por los hombros y me apretó contra él, como hacia siempre que perdía un partido con el equipo.

—La echo mucho de menos. Todavía no me hago a la idea de que haya muerto.

No pude decir nada. Tenía un nudo en la garganta y el pecho tan tenso que creí iba a darme un infarto. Mi madre había muerto y yo no volvería a verla, por muchos libros que dejara abiertos o muchos mensajes que me enviara.

—Sé que ha sido muy duro para ti, Ethan. Quería decirte que siento mucho no haber podido cuidarte en todo el año. Es sólo que…

—Papá —Tenía los ojos bañados en lágrimas, pero no quería llorar. No pensaba darle la satisfacción a la cofradía de los guisos. Por eso le interrumpí—. No pasa nada.

Me dio un último apretón.

—Estate un rato a solas con ella. Voy a dar un paseo.

Me quedé mirando la lápida, que tenía grabado un pequeño Awen, un símbolo celta que yo conocía porque a mi madre siempre le gusto: tres líneas que representaban tres rayos de luz que convergen en la parte de arriba.

—Un Awen. —Era Marian, que se acercó por detrás—. Es un término gaélico que significa «Inspiración Poética» o «Iluminación Espiritual». Dos cosas que tu madre respetaba.

Pensé en los símbolos del dintel de Ravenwood, en los símbolos del
Libro de las Lunas
y en el de la puerta del Exilio. Los símbolos significaban algo. En ciertos casos más que las palabras. Mi madre lo sabía. Me pregunté si esa era la razón de que se convirtiera en Guardiana o lo había aprendido de las Guardianas que le precedieron. Eran tantas cosas que nunca sabría de ella…

—Ethan, lo siento ¿Prefieres que te deje solo?

Dejé que Marian me abrazase.

—No. En realidad, tengo la sensación de que no está aquí. ¿Comprendes lo que quiero decir?

—Sí.

Me besó en la frente y sonrío. Sacó un tomate verde del bolsillo y lo colocó con cuidado encima de la lápida para que no se cayera.

—Si fueras una amiga como es debido —dije yo con una sonrisa—, lo habrías traído frito.

Marian me rodeó con un abrazo. Como todo el mundo, se había puesto su mejor vestido, sólo que el suyo era mejor que el de los demás. Era suave y amarillo, del color de la mantequilla, y tenía un lazo suelto cerca del cuello. La falda era plisada con un millar de dobleces, inspirada en las películas en blanco y negro. Era un vestido que podría llevar Lena.

—Lila sabe que no haría tal cosa. —Me apretó con fuerza—. Sólo he venido a verte.

—Gracias tía Marian, han sido dos días muy duros.

—Olivia me lo ha contado. Un bar Caster, un Íncubo y un Vex, y todo en la misma noche. Me temo que Amma no va a volver a dejar que vengas a trabajar conmigo.

—No mencionó los problemas, que como yo suponía, tendría Liv.

—Hay otra cosa. —Lena, pero no tuve fuerzas para decir su nombre. Marian me apartó el flequillo de la cara.

—Ya lo he oído y lo siento. Pero te he traído algo. —Abrió su bolso y sacó una cajita de madera con un dibujo tallado en su superficie—. He venido a verte y a traerte esto —me dijo, dándome la cajita—. Era una de las posesiones que más apreciaba tu madre. Es más antigua que el resto de su colección. Creo que le habría gustado que la tuvieras tú. Cogí la caja, pesaba más de lo que parecía.

—Con cuidado. Es muy frágil.

Levanté la tapa un poco, esperando encontrar una de las preciadas reliquias de la Guerra de Secesión de mi madre. Un trozo de bandera, una bala, un trozo de ropa, un objeto marcado por la historia y el tiempo. Pero cuando abrí la caja comprobé que había sido algo marcado por otro tipo de historia y de tiempo. Lo reconocí en cuanto lo vi. El Arco de Luz de mis visiones.

El Arco de Luz que Macon Ravenwood dio a la chica a la que amaba.

Lila Jane Evers.

Jane
. Lo había visto bordado en un cojín viejo que perteneció a mi madre cuando era pequeña. Mi tía Caroline decía que sólo mi abuela la llamaba por ese nombre, Jane, pero mi abuela murió antes de que yo naciera, así que nunca llegue a oírlo. Tía Caroline se equivocaba, mi abuela no era la única que le llamaba Jane.

Lo cual significaba que…

Mi madre era la chica que aparecía en las visiones.

Y Macon Ravenwood era el amor de su vida.

17 DE JUNIO
Arco de luz

M
I MADRE Y MACON RAVENWOOD. Solté el Arco de Luz como si quemara. La cajita se estrelló contra el suelo y la esfera rodó por la hierba como si se tratara del inocente juguete de un niño y no de una prisión sobrenatural.

—¿Qué ocurre, Ethan?

Era evidente que Marian no se daba cuenta de que yo había reconocido el Arco de Luz. No lo mencioné al contarle las visiones. En realidad, no había reflexionado mucho sobre él. Era otro de los detalles del mundo Caster que no comprendía.

Sólo que éste era un detalle importante.

Si aquél era el Arco de Luz de mi visión, mi madre había amado a Macon como yo amaba a Lena. Como mi padre la había amado a ella.

Necesitaba saber si Marian estaba al corriente de dónde lo había encontrado mi madre y de quién se lo había dado.

—¿Tú lo sabías?

Marian se agachó y cogió el Arco de Luz. Su negra superficie brilló con el sol. Volvió a ponerlo en la cajita.

—¿Si yo sabía qué? Ethan, dices cosas sin sentido.

Las preguntas surgían con mayor rapidez de lo que mi mente era capaz de procesarlas. ¿Cómo conoció mi madre a Macon Ravenwood? ¿Cuánto tiempo duró su relación? ¿Quién más la conocía? Y la más importante…

¿Qué lugar ocupaba mi padre en todo aquello?

—¿Sabías que mi madre estaba enamorada de Macon Ravenwood?

Fue como si a Marian se le desmoronara el semblante. Para mí, fue respuesta suficiente. Sólo pretendía darme un regalo de mi madre, no revelarme su secreto más íntimo.

—¿Quién te ha dicho eso?

—Tú, al darme el Arco de Luz que Macon le regaló a mi madre, la mujer que amaba.

A Marian se le humedecieron los ojos, pero no lloró.

—Las visiones. En ellas aparecían Macon y tu madre —dijo atando cabos.

Me acordé de la noche que conocí a Macon.
Lila Evers
, dijo,
Lila Evers Wate
, le corregí yo. Mencionó el trabajo de mi madre, pero afirmó que no la conocía. Otra mentira. Me daba vueltas la cabeza.

—Así que lo sabías. —No era una pregunta. Sacudí la cabeza deseando olvidar cuanto conocía—. Y mi padre, ¿lo sabe?

—No. Y no puedes decírselo, Ethan. No lo comprendería —dijo Marian, desesperada.

—¿No lo comprendería? ¡Soy yo quien no lo comprendo!

Las personas que estaban cerca dejaron de chismorrear y nos miraron.

—Lo siento mucho. Creí que nunca tendría que revelar esa historia. Pero pertenece a tu madre. Es su vida, no la mía.

—Por si no te habías dado cuenta, mi madre ha muerto. No puede responder a mis preguntas —dije con un tono duro e implacable, fiel reflejo de cómo me sentía.

Marian se quedó mirando la lápida de mi madre.

—Tienes razón. Necesitas saber.

—Quiero la verdad.

—Y yo voy a intentar que la sepas —dijo, con voz temblorosa—. Si sabes lo de Arco de Luz, presumo que sabes también por qué Macon se lo regaló a tu madre.

—Para que pudiera protegerse si él la atacaba.

Macon siempre me había dado lástima, ahora me daba asco. Mi madre era Julieta en una especie de obra perversa en la que Romeo era un Íncubo.

—En efecto. Macon y Lila tuvieron que enfrentarse a la misma situación que Lena y tú. Me ha sido difícil observarte todos estos meses sin establecer ciertas… comparaciones. No puedo ni imaginar lo difícil que debió de ser para Macon.

—No sigas, por favor.

—Ethan, comprendo que es muy duro para ti, pero esos no cambia lo que ocurrió. Soy una Guardiana y éstos son los hechos. Tu madre era una Mortal; Macon, un Íncubo. No podían estar juntos, no cuando Macon cambió y se transformó en la creatura Oscura que estaba destinado a ser. Macon no se fiaba de sí mismo. Temía acabar hiriendo a tu madre, por eso le dio el Arco de Luz.

—Verdades. Mentiras. Qué más da. —Estaba harto.

—La amaba más que a su vida. Eso es verdad. —¿Por qué lo defendía hasta ese extremo?

—No matar al amor de tu vida no te convierte en un héroe. Eso también es una verdad. —Estaba furioso.

—También él estuvo a punto de morir, Ethan.

—¿Ah, sí? Mira a tu alrededor. Mi madre está muerta. Los dos están muertos. Así que el plan de Macon en realidad no sirvió de mucho, ¿o sí?

Marian respiró hondo. Me dirigió una mirada que conocía bien. Me aguardaba una lección. Me tiró del brazo y nos alejamos del cementerio, lejos de todos los seres que habitaban sobre la tierra y debajo de ella.

—Se conocieron en Duke. Los dos estudiaban Historia de los Estados Unidos. Se enamoraron, como tantos jóvenes.

—Querrás decir como tantas estudiantes inocentes y tantos aspirantes a demonio. Mejor nos atenemos a los hechos, ¿no te parece?

—Tu madre decía que en la Luz hay Sombra y que en las Sombras hay Luz.

—¿Cuándo le dio el Arco de Luz? —No me interesaban las ideas filosóficas sobre la naturaleza del mundo de los Casters.

—Macon le confesó a Lila qué era y en qué se convertiría, que compartir el futuro era imposible —dijo Marian, despacio y eligiendo las palabras con cautela. Me pregunté si sería tan difícil decirlo como escucharlo y sentí lástima por ella y por mí—. Se les partió el corazón a los dos. Macon le dio el Arco de Luz, que, por fortuna Lila no tuvo que utilizar. Macon dejó la universidad y volvió a su casa, a Gatlin.

Marian se interrumpió, como si aguardase un comentario cruel por mi parte. Yo también esperaba una reacción, pero podía más mi curiosidad.

—¿Qué pasó tras el regreso de Macon? ¿Se siguieron viendo?

—Es triste, pero no.

—¿Es triste? —repetí con incredulidad.

Marian me miró fijamente y negó con la cabeza con gesto de reproche.

—Fue muy triste, Ethan. Nunca volví a ver a tu madre tan triste. Me tenía muy preocupada. Además, no sabía qué hacer. Llegué a pensar que se moriría de dolor. Estaba verdaderamente rota.

Habíamos recorrido el paseo que rodeaba el cementerio y en esos momentos nos habíamos internado entre los árboles, lejos de la mirada de la mayoría de ciudadanos de Gatlin.

—Y… —Tenía que saber el final por mucho que pudiera dolerme.

—Y tu madre siguió a Macon hasta Gatlin por los Túneles. No podía soportar estar alejada de él y juró que encontraría una forma de estar juntos, el modo de que Casters y Mortales pudieran compartir sus vidas. Estaba obsesionada con esa idea.

Comprendí. No me gustó, pero comprendí.

—La respuesta a esa pregunta no se encuentra en el mundo de los Mortales, sino en el de los Casters, así que tu madre encontró la manera de formar parte de ese mundo aunque no pudiera vivir con Macon.

Reanudamos el paseo.

—Te refieres a su trabajo como Guardiana, ¿verdad?

Marian asintió.

—Lila encontró una vocación que le permitió estudiar el mundo de los Casters y sus leyes, su parte Luminosa y su parte Oscura. La forma de buscar la respuesta.

—¿Cómo consiguió el trabajo? —Los Caster no tienen Páginas Amarillas, aunque si Cartlon Eaton las repartía en la superficie y se ocupaba del correo de los Casters en el subsuelo, ¿cómo estar seguro?

—En esa época, en Gatlin no había Guardián… —dijo Marian y se interrumpió. Parecía incómoda—, pero un Caster poderoso solicitó un puesto ya que aquí se encuentra la Lunae Libri y aquí estuvo también el
Libro de las Lunas
.

Todo cobró sentido.

—Macon, ¿verdad? Él tampoco podía permanecer alejado de ella.

Marian se limpió las lágrimas con un pañuelo.

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