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Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

Hermosa oscuridad (26 page)

BOOK: Hermosa oscuridad
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Y nada de lo que estaba ocurriendo ocurriría.

Arranqué el coche y se encendió la radio, aunque no estaba puesta cuando había apagado el motor. La antena del Volvo no era mejor que la del cacharro de Link, pero junto con las interferencias de la radio se oía la canción.

Diecisiete lunas, diecisiete esferas,

antes de tiempo, la luna que esperas,

los corazones se irán y las estrellas tras ellos,

uno está roto y el otro está hueco.

El motor se apagó y cesó la música. No comprendía la referencia a la luna, que no podía llegar antes de tiempo, pero no necesitaba que una canción me dijera quién de los dos había dejado la relación.

Finalmente, abrí la puerta. El agobiante calor húmedo de Carolina del Sur me pareció una brisa fresca en comparación. La verja chirrió al entrar y, ahora que Macon no estaba, cuanto más me aproximaba a la mansión, más triste y lúgubre me parecía. Me transmitió una sensación más sombría que en mi última visita.

Subí los escalones de la balaustrada y todos los tablones crujieron. Seguramente la mansión estaba en tan mal estado como el jardín, pero no me daba cuenta. Allí donde mirase, sólo veía a Lena: intentando convencerme de que volviera a mí casa la noche que conocí a Macon, sentada en las escaleras la semana anterior a su cumpleaños con su traje de color naranja carcelario. Una parte de mí deseaba seguir por el sendero hasta Greenbrier, hasta la tumba de Genevieve, para poder recordar a Lena acurrucada a mi lado con el viejo diccionario de latín mientras intentábamos descifrar el
Libro de las Lunas
.

Pero todas esas escenas se habían convertido en espectros del pasado.

Me fijé en las figuras grabadas sobre la puerta y encontré la familiar luna Caster. Pasé el dedo por la astillada madera del dintel y vacilé. No estaba seguro de ser bien recibido. Empujé la puerta de todos modos.

—¡Ethan! —Me saludó tía Del con una sonrisa—. Esperaba que vinieras antes de marcharnos —dijo, y me dio un abrazo.

El interior de la mansión estaba oscuro. Vi un montón de maletas junto a la escalera. Habían tapado con sábanas la mayoría de los muebles y las persianas estaban bajadas. Era verdad. Se marchaban. Lena no había vuelto a mencionar el viaje desde el último día de curso y con todo lo que había pasado desde entonces, yo casi me había olvidado. O eso me habría gustado. Lena no me había dicho que ya había hecho el equipaje. Eran tantas las cosas que ya no me decía.

—Por eso has venido, ¿verdad? —dijo tía Del bizqueando—. A despedirte…

Era una Caster Palimpsest, no podía discernir entre los estratos temporales, por eso siempre estaba un poco perdida. Era capaz de ver todo cuanto había ocurrido o iba a ocurrir en una habitación, pero lo veía todo al mismo tiempo. Me pregunté si cuando entré en el vestíbulo estaba viendo lo que sucedería después. Pero quizás fuera mejor no saberlo.

—Sí, he venido a despedirme. ¿Cuándo se marchan?

Reece estaba en el comedor rebuscando entre unos libros, pero aun así advertí que fruncía el ceño. Aparté la mirada, como tenía por costumbre. Lo último que me hacía falta era que Reece leyera mi rostro y supiera todo lo que había ocurrido la noche anterior.

—No nos vamos hasta el domingo, pero Lena ni siquiera ha hecho las maletas. No la distraigas —dijo, elevando la voz.

Dos días. Lena se marchaba al cabo de dos días y no me lo había dicho. ¿Acaso no pensaba despedirse?

Ladeé la cabeza y entré en el salón para saludar a la abuela de Lena. Sentada en su mecedora transmitía una fuerza inconmovible. Tenía una taza de té en una mano y el periódico en la otra, como si el ajetreo que reinaba en la mansión no fuera con ella. Sonrió y dobló el periódico por la mitad. Me pareció Barras y Estrellas, el diario oficial del ejército de los Estados Unidos, pero estaba escrito en un idioma que no reconocí.

—Ethan, me encantaría que vinieras con nosotras. Te voy a echar de menos y estoy segura de que Lena va a estar contando los días hasta que volvamos —dijo. Se levantó de la mecedora y me dio un abrazo.

Sí, tal vez Lena contase los días, pero por un motivo distinto al que pensaba la abuela. Su familia no estaba al corriente de lo que ocurría entre nosotros, ni siquiera de lo que le ocurría a Lena. Tuve la sensación de que no sabían que ahora frecuentaba locales del Subsuelo como el Exilio, ni que se movía de un lado para otro a lomos de la Harley de John Breed. Tal vez ni siquiera conocieran a John.

Recordé la primera vez que la vi, la larga lista de lugares en que había vivido, los amigos que nunca tuvo, los colegios a los que nunca fue. Me pregunté si estaría volviendo a ese tipo de vida.

La abuela me miraba inquisitivamente. Me acarició la mejilla. Su mano era suave como los guantes que las Hermanas se ponían para ir a la iglesia.

—Ethan, has cambiado.

—¿Perdón?

—No podría decir por qué, pero te veo distinto.

Aparté la mirada. Fingir no tenía sentido. La abuela acabaría por saber que entre Lena y yo ya no había nada. Si es que no lo sabía ya. Siempre era la persona con mayor autoridad allí donde se encontrara. Por la pura fuerza de la voluntad.

—No soy yo quien ha cambiado.

Volvió a sentarse y abrió el periódico.

—Tonterías. Todos cambiamos, Ethan. Así es la vida. Anda, sube a decirle a mi nieta que haga las maletas. Tenemos que marcharnos antes de que cambie la marea y no quiero que nos quedemos aquí varadas para siempre.

Sonrió como si yo comprendiera el chiste. Pero no lo comprendí.

La puerta de la habitación de Lena estaba entreabierta. Todo era negro: las paredes, el techo y los muebles. Las paredes ya no estaban pintadas con rotulador, ahora garabateaba sus poemas con tiza blanca. La misma frase cubría la puerta del armario:
correrparaseguirenelmismositiocorrerparaseguirenelmismositiocorrerparaseguirenelmismositio
. Entendí lo que decía separando las palabras como tantas veces había hecho al leer algo escrito por Lena. En cuanto lo hice, las reconocí: era un verso de un tema de U2. Comprendí cuanta verdad había en él.

Era lo que Lena llevaba haciendo todo aquel tiempo, cada segundo transcurrido desde la muerte de Macon.

Su primita, Ryan, estaba sentada en la cama. Lena apoyaba la cabeza en su regazo y Ryan le acariciaba la cara. Era una Thaumaturge y sólo empleaba sus poderes curativos cuando alguien pasaba grandes sufrimientos. Normalmente, su paciente era yo, pero aquel día le había tocado a Lena.

Estaba apenas reconocible, con aspecto de no haber dormido. Llevaba una camiseta negra gastada varias tallas más grandes. Debía de haberla usado a modo de camisón. Tenía el cabello enredado y los ojos enrojecidos e hinchados.

—¡Ethan! —En cuanto me vio, Ryan volvió a comportarse como una niña normal. Corrió hacia mí y la cogí en brazos, columpiándola a ambos lados—. ¿Por qué no vienes con nosotras? Nos vamos a aburrir mucho. Reece se va a pasar el verano dándome órdenes y con Lena no me divierto.

—Tengo que quedarme a cuidar de Amma y de mi padre, princesa —dije, y la dejé en el suelo con suavidad.

Lena parecía molesta. Se sentó en la cama sin hacer y cruzó las piernas.

—Vete, por favor —dijo, echando a Ryan de la habitación.

Ryan la miró contrariada.

—Vale. Si hacen alguna guarrería y necesitan que venga, me llaman. Estaré abajo.

Ryan me había salvado la vida en más de una ocasión en que Lena y yo habíamos ido demasiado lejos y la corriente eléctrica que surgía entre nosotros me había puesto al borde del infarto.

Lena nunca tendría ese problema con John Breed. Me pregunté si la camiseta que llevaba sería suya.

—¿Qué haces aquí, Ethan? —me preguntó Lena con los ojos clavados en el techo.

Seguí su mirada y me fijé en uno de los poemas de la pared. No podía mirarla.
Cuando levantas la vista,/¿ves el cielo azul de lo que podría ser?/ o la oscuridad de lo que nunca será?/ ¿Me ves a mí?

—Quiero que hablemos de lo que pasó anoche.

—¿Quieres decir que me vas a explicar por qué me estabas siguiendo? —me preguntó con aspereza. Me sentí ofendido.

—Yo no te seguía. Te buscaba porque estaba preocupado. Pero comprendo que eso te molestara si estabas ocupada enrollándote con John.

Apretó los dientes y se levantó. La camiseta le llegaba casi por las rodillas.

—John y yo sólo somos amigos. No nos estábamos enrollando.

—¿Y bailas así con todos tus amigos?

Se acercó. Las puntas de sus cabellos empezaron a rizarse. La lámpara del techo se balanceó.

—¿Y tú intentas besar a todas tus amigas? —me preguntó mirándome a los ojos.

Se produjo un fogonazo seguido de unas chispas y la habitación quedó a oscuras. Las bombillas de la lámpara estallaron y la cama se cubrió de trocitos de cristal. Por el golpeteo que provenía del tejado, supe que había empezado a llover.

—¿Dónde quieres…?

—No te molestes en mentir, Ethan. Sé lo que tú y tu amiga de la biblioteca hicisteis al salir del Exilio.

La oí también en mi cabeza. Me hablaba con dureza y amargura.

Os oí. Estabas hablando kelting. «Ojos azules y pelo rubio». ¿Te suena?

Tenía razón. Había hablado kelting. Y ella había oído todas y cada una de las palabras.

No pasó nada
.

La lámpara se estrelló contra la cama a unos centímetros de mí. Tuve ganas de que me tragara la tierra. Me había oído.

¿No pasó nada? ¿Creías que no me enteraría? ¿Creías que no lo sentiría?

Era peor que mirar a los ojos a Reece. Lena podía verlo todo sin necesidad de poderes.

—Me volví loco cuando te vi con ese chico, con John, y no sabía lo que hacía.

—Puedes engañarte si quieres, pero todo ocurre por una razón. Estuviste a punto de besarla y lo hiciste porque querías.

Quizás lo único que quería era hacerte daño porque te había visto con otro chico
.

Ten cuidado con lo que deseas
.

La miré. Me fijé en sus orejas, en su tristeza. Pero no encontré los ojos verdes que tanto amaba… sino los dorados de los Casters Oscuros.

¿Por qué sigues conmigo, Ethan?

La verdad es que ya no lo sé
.

Le cambió la expresión, pero recobró la compostura enseguida.

—Te morías porque te hiciera esa pregunta, ¿verdad? Ahora ya puedes irte con tu novia Mortal sin sentirte culpable. —Pronunció la palabra «Mortal» como si no pudiera soportar su sonido—. Supongo que estarás deseando llevártela al lago.

Estaba furiosa. Partes enteras del techo empezaron a caer donde había caído la lámpara. El dolor que pudiera sentir había sido eclipsado por la rabia.

—El primer día del curso habrás vuelvo al equipo de baloncesto. Así ella puede unirse a las animadoras. Emily y Savannah la van a adorar.

El techo siguió agrietándose y cayó otro trozo a pocos centímetros de mí.

Sentí dolor en el pecho. Lena se equivocaba, pero yo sólo pensaba en lo fácil que sería todo si saliera con una chica normal, con una chica Mortal.

Siempre supe que eso era lo que querías. Ahora ya puedes tenerlo
.

Más ruido de grietas y trozos de techo cayendo. Estaba cubierto de fino polvo blanco de escayola y a mí alrededor se esparcían trozos de techo.

Lena se esforzaba por contener las lágrimas.

No es eso lo que quería y tú lo sabes
.

¿De verdad? Lo único que sé es que no tendría que ser tan difícil. Amar a alguien no tendría que ser tan difícil
.

A mí eso nunca me ha importado
.

Sentí que se me escapaba, que me expulsaba de su cabeza y de su corazón.

—Te corresponde estar con alguien como tú y yo debo estar con alguien como yo, alguien que comprenda por lo que estoy pasando. Ya no soy la misma de hace unos meses. Pero supongo que eso es algo que los dos ya sabíamos.

¿Por qué no dejas de castigarte, Lena? No fue culpa tuya. Tú no podías salvarlo
.

No sabes de qué estás hablando
.

Sé que te culpas por la muerte de tu tío y que torturarte es una especie de penitencia
.

Lo que yo hice no tiene penitencia
.

Se volvió.

No huyas
.

No huyo. Ya me he ido
.

Casi no oía su voz. Me acerqué a ella. No me importaba lo que hubiera hecho ni si todo había terminado entre nosotros. No podía ver como se destruía.

Tiré de ella contra mi pecho y la estreché entre mis brazos como si se estuviera ahogando y quisiera sacarla del agua. Sentía en mi cada centímetro de su frío abrasador. Rozó la punta de mis dedos con la punta de los suyos. Mi pecho se entumeció en el lugar donde apoyaba la mejilla.

No importa si estamos juntos o no. Tú no eres uno de ellos, L
.

Tampoco soy uno de los tuyos
.

Las últimas palabras las dijo entre susurros. Enredé los dedos en su pelo. Ni una sola parte de mí podía separarse de ella. Creo que ella lloraba, pero no me atrevería a afirmarlo. Levanté la vista. Alrededor del agujero que había dejado la lámpara empezaron a abrirse mil fisuras, como si el techo fuera a derrumbarse en cualquier momento.

Entonces, ¿eso es todo?

Lo era, pero yo no quería que me respondiera. Quería que aquel instante durase un poco más. Quería seguir con ella y fingir que ella todavía seguía conmigo.

—Mi familia se va dentro de unos dos días. Mañana cuando se despierten, me habré ido.

—L, no puedes…

Me tapó la boca con suavidad.

—Si alguna vez me has amado, y sé que sí, aléjate de mí. No voy a permitir que por mi culpa mueran más personas que quiero.

—Lena.

—La maldición me atañe sólo a mí. A nadie más que a mí. Deja que cargue con ella.

—¿Y si me niego?

Me miró. Su semblante se oscureció como si lo atravesara una sombra.

—No tienes elección. Si mañanas vienes a Ravenwood, te garantizo que no tendrás ganas de hablar. Y que tampoco podrás.

—¿Estás diciendo que me vas a lanzar un hechizo?

Era un pacto tácito entre nosotros que jamás había incumplido.

Sonrió y puso un dedo sobre mis labios.

— Silentium, que es un término latino que significa «silencio», es lo que oirás si intentas decirle a alguien que me voy mañana.

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