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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

Harry Potter. La colección completa (308 page)

BOOK: Harry Potter. La colección completa
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Volvía a encontrarse en la habitación del tamaño de una catedral llena de estanterías y esferas de cristal… El corazón le latía muy deprisa… Esta vez iba a entrar… Cuando llegaba al pasillo número noventa y siete torcía a la izquierda y corría por él entre dos hileras de estanterías…

Pero al final del pasillo había una figura en el suelo, una figura negra que se retorcía como un animal herido… A Harry se le contraía el estómago de miedo, de emoción…

Una voz salía por su boca, una voz fría y aguda, vacía de humanidad…

—Cógela… Vamos, bájala… Yo no puedo tocarla, pero tú sí…

La figura negra que había en el suelo se movía un poco. Harry veía cómo una mano blanca de largos dedos cerrados alrededor de una varita se alzaba al final de su propio brazo…, y entonces oía que aquella fría y aguda voz decía:
«¡Crucio!»

El hombre que estaba en el suelo gritaba de dolor, intentaba levantarse pero caía hacia atrás y se retorcía. Harry reía. Levantaba la varita, la maldición dejaba de actuar y la figura se quedaba inmóvil gimiendo.

—Lord Voldemort espera…

Muy despacio, el hombre que estaba en el suelo levantaba un poco los hombros, aunque los brazos le temblaban, y miraba hacia arriba. Tenía la cara demacrada y manchada de sangre, contraída de dolor y, sin embargo, desafiante…

—Tendrás que matarme —susurraba Sirius.

—Al final lo haré, indudablemente —decía la fría voz—. Pero antes la cogerás para mí, Black… ¿Crees que lo que has sentido es dolor? Piénsalo bien…, nos quedan muchas horas por delante y nadie te oirá gritar…

Pero alguien gritaba cuando Voldemort bajaba de nuevo la varita; alguien gritaba y caía de lado desde una mesa hasta el frío suelo de piedra; Harry despertó al golpearse contra el suelo. Todavía gritaba, le ardía la cicatriz, y el Gran Comedor apareció a su alrededor.

32
Por la chimenea

—No quiero ir… No necesito ir a la enfermería… No quiero…

Harry farfullaba e intentaba soltarse del profesor Tofty, que lo miraba muy preocupado tras ayudarlo a salir al vestíbulo, con un montón de curiosos estudiantes alrededor.

—Me… me encuentro bien, señor —balbuceó Harry secándose el sudor de la cara—. De verdad… Me quedé dormido y… y he tenido una pesadilla…

—¡Es la presión de los exámenes! —aseguró el anciano mago, comprensivo, dándole unas débiles palmaditas en el hombro—. ¡Suele pasar, joven, suele pasar! Bébete un vaso de agua fría y quizá puedas volver al Gran Comedor. El examen casi ha terminado, pero a lo mejor quieres acabar de pulir tu última respuesta, ¿qué te parece?

—Sí —contestó Harry, desesperado—. O sea…, no…, ya he hecho… todo lo que podía, creo…

—Muy bien, muy bien —repuso el anciano mago con amabilidad—. Voy a recoger tu examen, y te sugiero que vayas a descansar un poco.

—Sí, voy a descansar un poco —dijo Harry asintiendo enérgicamente con la cabeza—. Muchas gracias.

En cuanto el anciano mago desapareció por el umbral y entró en el Gran Comedor, Harry subió a toda prisa la escalera de mármol, corrió por los pasillos (iba tan deprisa que, al verlo pasar, los personajes de los retratos murmuraban reproches e imprecaciones), siguió subiendo escaleras y finalmente irrumpió como un huracán por las puertas de la enfermería; la señora Pomfrey, que le estaba administrando un líquido azul y brillante a Montague, gritó alarmada.

—¿Qué significa esto, Potter?

—Necesito ver a la profesora McGonagall —gritó Harry, que jadeaba y sentía un fuerte dolor en el tórax—. ¡Es urgente!

—La profesora McGonagall no está aquí, Potter —dijo la señora Pomfrey con tristeza—. La han trasladado a San Mungo esta mañana. ¡Cuatro hechizos aturdidores de lleno en el pecho, a su edad! Es un milagro que no la mataran.

—¿No está… aquí? —repitió Harry, horrorizado.

Entonces sonó la campana y el chico oyó el clásico estruendo de los alumnos al salir en tropel de las aulas en los pisos de arriba y abajo. Se quedó muy quieto mirando a la señora Pomfrey. El terror se estaba apoderando de él por momentos.

No quedaba nadie a quien pudiera contárselo. Dumbledore se había ido, Hagrid se había ido, pero él siempre había contado con que la profesora McGonagall estuviera allí, irascible e inflexible, sí, pero siempre digna de confianza, ofreciendo su sólida presencia…

—No me extraña que estés conmocionado, Potter —continuó la señora Pomfrey, comprensiva e indignada—. ¡Como si alguno de ellos hubiera podido aturdir a Minerva McGonagall en igualdad de condiciones y a la luz del día! Cobardía, eso es lo que es, vil cobardía. Si no me preocupara lo que podría sucederos a los alumnos si yo no estuviera aquí, dimitiría para manifestar mi protesta.

—Sí… —repuso Harry, atontado.

Se alejó de la enfermería sin saber adónde iba y echó a andar por el bullicioso pasillo, zarandeado por la multitud; el pánico se extendía por su cuerpo como un gas venenoso, la cabeza le daba vueltas y no se le ocurría qué podía hacer…

«Ron y Hermione», dijo una voz dentro de su cabeza.

Echó a correr de nuevo, apartando a los alumnos a empujones, sin prestar atención a sus quejas. Bajó dos pisos, y cuando estaba en lo alto de la escalera de mármol, vio que sus amigos corrían hacia él.

—¡Harry! —exclamó Hermione enseguida; parecía muy asustada—. ¿Qué ha pasado? ¿Te encuentras bien? ¿Estás enfermo?

—¿Dónde estabas? —inquirió Ron.

—Venid conmigo —contestó Harry—. ¡Vamos, tengo que contaros una cosa!

Los guió por el pasillo del primer piso mientras asomaba la cabeza en varias aulas hasta que al final encontró una vacía; entró en ella y cerró la puerta en cuanto Ron y Hermione hubieron entrado también. Harry se apoyó en la puerta y miró a sus amigos.

—Voldemort tiene a Sirius.

—¿Qué?

—¿Cómo lo…?

—Lo he visto. Ahora mismo. Cuando me he quedado dormido en el examen.

—Pero… pero ¿dónde? ¿Cómo? —preguntó Hermione, que se había puesto muy pálida.

—No sé cómo —respondió Harry—. Pero sé exactamente dónde. En el Departamento de Misterios hay una sala con un montón de hileras de estanterías llenas de pequeñas esferas de cristal, y ellos están al final del pasillo número noventa y siete… Voldemort intenta utilizar a Sirius para conseguir eso que quiere coger de allí dentro… Está torturándolo. ¡Dice que acabará matándolo! —Harry se dio cuenta de que le temblaban la voz y las rodillas, así que se acercó a una mesa y se sentó, tratando de serenarse—. ¿Cómo vamos a ir hasta allí? —les preguntó a sus amigos.

Hubo un momento de silencio. Entonces Ron balbuceó:

—¿Ir ha… hasta allí?

—¡Ir al Departamento de Misterios para rescatar a Sirius! —dijo Harry en voz alta.

—Pero Harry… —empezó Ron con un hilo de voz.

—¿Qué? ¡Qué! —exclamó Harry, impaciente. No entendía por qué Ron y Hermione lo miraban con la boca abierta, como si les estuviera preguntando algo que no tuviera sentido.

—Harry —dijo Hermione con una voz que delataba su miedo—, Harry, ¿cómo… cómo quieres que Voldemort haya entrado en el Ministerio de Magia sin que nadie lo haya descubierto?

—¿Y yo qué sé? —bramó él—. ¡Lo que importa ahora es cómo vamos a entrar nosotros allí!

—Pero… Harry, piénsalo bien —continuó Hermione, y dio un paso hacia él—, son las cinco de la tarde… El Ministerio de Magia debe de estar lleno de empleados… ¿Cómo quieres que Voldemort y Sirius hayan entrado allí sin ser vistos? Harry…, deben de ser los dos magos más buscados del mundo… ¿Crees que podrían entrar en un edificio lleno de
aurores
sin que detectaran su presencia?

—¡No lo sé, Voldemort debe de haber utilizado una capa invisible o algo así! —gritó Harry—. Además, el Departamento de Misterios siempre ha estado completamente vacío cuando he ido…

—Tú nunca has ido allí, Harry —afirmó Hermione con serenidad—. Sólo has soñado que ibas.

—¡Lo que yo tengo no son sueños normales y corrientes! —le gritó Harry, levantándose y dando también un paso hacia Hermione. Le habría gustado agarrarla por los hombros y zarandearla—. Entonces, ¿cómo explicas lo del padre de Ron? ¿Qué fue aquello? ¿Cómo supe lo que le había pasado?

—En parte tiene razón —intervino Ron mirando a Hermione.

—¡Pero eso es tan…, tan inverosímil! —insistió ella, desesperada—. Harry, ¿cómo quieres que Voldemort haya atrapado a Sirius si él no se ha movido de Grimmauld Place?

—Quizá Sirius no pudo aguantar más y salió a tomar un poco el aire —apuntó Ron con gesto de preocupación—. Se moría de ganas de salir de esa casa…

—Pero ¿por qué, por qué demonios iba a querer Voldemort que Sirius cogiera el arma o lo que sea? —preguntó Hermione.

—¡No lo sé, podría haber montones de razones! —le gritó Harry—. A lo mejor se trata simplemente de que a Voldemort no le importa ver a Sirius herido…

—¿Sabéis qué? —dijo Ron en voz baja—. Se me acaba de ocurrir una cosa. El hermano de Sirius era un
mortífago
, ¿verdad? ¡Quizá él le revelase a Sirius el secreto de cómo conseguir el arma!

—¡Sí, y por eso Dumbledore estaba empeñado en que Sirius no saliera de la casa! —exclamó Harry.

—Mirad, lo siento —gritó Hermione—, pero nada de lo que decís tiene sentido, y no tenemos pruebas de nada, no tenemos pruebas de que Voldemort y Sirius estén siquiera…

—¡Harry los ha visto, Hermione! —intervino Ron volviéndose hacia ella.

—De acuerdo —cedió ella por fin, asustada pero decidida—, sólo quiero decir una cosa…

—¿Qué?

—¡Mira, Harry, no lo interpretes como una crítica! Pero es verdad que… estás un poco…, un poco… ¿No crees que estás un poco obsesionado con la idea de…, de… salvar a la gente?

Harry se quedó mirándola.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Pues… que… —Hermione estaba aún más acongojada—. Quiero decir que… el año pasado, por ejemplo, en el lago… durante el Torneo… no debiste… Es decir, tú no tenías por qué salvar a aquella chica, Delacour… Te dejaste llevar por… —Una oleada de rabia inundó a Harry; ¿cómo se le ocurría a Hermione recordarle ahora aquel error garrafal?—. Mira, estuviste muy bien y todo eso —prosiguió su amiga, acobardada por la mirada de Harry—, todo el mundo creyó que lo que hiciste fue fabuloso…

—Tiene gracia —replicó Harry con voz temblorosa—, porque recuerdo perfectamente que Ron dijo que había perdido el tiempo haciéndome el héroe… ¿Es eso lo que piensas que estoy haciendo ahora? ¿Crees que quiero volver a hacerme el héroe?

—¡No, no, no! —contestó Hermione, aterrada—. ¡Eso no es lo que quiero decir!

—¡Bueno, pues suelta ya lo que quieras decir, porque estamos perdiendo el tiempo! —gritó Harry.

—Lo que trato de decirte es que… ¡Voldemort te conoce, Harry! ¡Llevó a Ginny a la Cámara Secreta porque sabía que tú irías a buscarla allí, es lo que suele hacer, sabe que tú eres el tipo de persona que…! ¡Sabe que irías a socorrer a Sirius! ¿Y si sólo intenta que tú vayas al Departamento de Mis…?

—¡Hermione, no importa que sólo lo haya hecho para engañarme, se han llevado a la profesora McGonagall a San Mungo, en Hogwarts ya no queda nadie de la Orden a quien podamos contárselo, y si no vamos, podemos dar por muerto a Sirius!

—Pero Harry, ¿y si tu sueño sólo ha sido… eso, un sueño?

Harry soltó un rugido de frustración y Hermione dio un paso hacia atrás, alarmada.

—¡No lo entiendes! —gritó Harry—. ¡No tengo pesadillas, no son sólo sueños! ¿Para qué crees que eran las clases de Oclumancia, por qué crees que Dumbledore quería impedir que viera esas cosas? Porque son verdad, Hermione. Voldemort ha atrapado a Sirius, ¡yo lo he visto! Y no lo sabe nadie más, y eso significa que somos los únicos que podemos salvarlo, y si tú no quieres hacerlo, me parece muy bien, pero yo voy a ir, ¿entendido? Y si no recuerdo mal, no pusiste objeciones a mi obsesión por salvar a la gente cuando eras tú a la que tenía que salvar de los
dementores
, ni… —se volvió hacia Ron— cuando tuve que salvar a tu hermana del basilisco…

—¡Yo nunca me he quejado! —saltó Ron acaloradamente.

—Pero si tú mismo lo has dicho, Harry —insistió Hermione con vehemencia—, Dumbledore quería que aprendieras a cerrar tu mente a esas cosas; si hubieras practicado Oclumancia como es debido nunca habrías visto est…


SI PIENSAS QUE VOY A HACER COMO QUE NO HE VISTO NADA…

—¡Sirius te dijo que lo más importante era que aprendieras a cerrar tu mente!


PUES MIRA, SEGURO QUE OPINARÍA OTRA COSA SI SUPIERA LO QUE ACABO DE…

De pronto se abrió la puerta del aula y Harry, Ron y Hermione se volvieron rápidamente. Ginny entró con aire de curiosidad, seguida de Luna, que, como de costumbre, parecía estar allí por error.

—¡Hola! —saludó Ginny, vacilante—. Hemos reconocido la voz de Harry. ¿Por qué gritabas?

—No es asunto tuyo —contestó él con aspereza.

Ginny arqueó las cejas.

—No tienes por qué emplear ese tono conmigo —repuso fríamente—. Sólo quería saber si podía ayudar en algo.

—Pues no, no puedes —le espetó Harry.

—Eres bastante maleducado, ¿sabes? —comentó Luna con serenidad.

Harry soltó una palabrota y se dio la vuelta. No le apetecía nada hablar con Luna Lovegood.

—Espera —saltó de pronto Hermione—. Espera… Harry, ellas pueden ayudarte. —Harry y Ron miraron a Hermione—. Escuchad —dijo ella con urgencia—, Harry, tenemos que saber si es verdad que Sirius ha salido del cuartel general.

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