Números 21.9.
Hizo, pues, Moisés, una serpiente de bronce y la puso sobre un asta; y cuando alguno era mordido por una serpiente, miraba a la serpiente de bronce y se curaba.
Éste es un ejemplo de«magia simpática», la creencia de que cosas semejantes producen efectos similares, que es común entre los pueblos primitivos. (El ejemplo más conocido de que disponemos en la actualidad, es la creencia vudú de que si se clavan alfileres en una efigie, la persona representada por esa imagen sufrirá dolor y enfermedad.) Tal como se describe en este versículo, la utilización de la serpiente es muy similar a los principios de la medicina homeopática, que sigue el tipo de razonamiento de «la resaca se cura bebiendo lo mismo».
La serpiente es un animal especialmente importante en los ritos religiosos, tanto para bien como para mal. El hecho de que la serpiente se mueva de manera tan calma y encubierta, atacando tan súbita e inesperadamente con un colmillo lleno de veneno, la convierte en una representación de la astucia y el mal en la historia del jardín de Edén, por ejemplo:
Génesis3.1.
Pero la serpiente, la más astuta de cuantas bestias del campo...
Ha de temerse lo peligroso y maligno, y lo que amedrenta debe tratarse bien y propiciarse, de modo que aunque se teman, las serpientes deben venerarse.
Pero la serpiente también se considera como un símbolo de la inmortalidad por su habilidad para cambiar de piel. El hombre primitivo, al observar el proceso por el que la serpiente se despoja de una piel vieja y deslustrada y crea otra nueva de colores vivos, está justificado al suponer que la serpiente ha pasado por una etapa de rejuvenecimiento. (También nosotros cambiamos de piel, pero lo hacemos de manera continua, poco a poco, aquí y allá, así que el proceso apenas es distinguible.)
De ese modo, en la leyenda de Gilgamés (v. cap. l), cuando el héroe consigue al fin la planta de la inmortalidad, se la roba una serpiente, que se convierte en inmortal. (En el jardín de Edén, es la serpiente quien roba la inmortalidad a Adán y Eva, aunque a consecuencia de su acto no se hace inmortal, sino que es castigada.)
La serpiente inmortal, que triunfa sobre la muerte, puede considerarse, pues, como aliada especial de la profesión médica, que si no por dominarla, se esfuerza por evitar la muerte. A Asclepios, dios griego de la medicina, se le sacrificaban serpientes, e incluso en nuestros días, el Cuerpo Médico del Ejército de los Estados Unidos tiene el caduceo en su insignia, un cayado sobre el que se enroscan dos serpientes.
Sin embargo, en la historia posterior de los israelitas, a medida que el yahvismo se fortalecía y se hacía más intransigente, la serpiente de bronce, a la que el pueblo rendía culto, recibió una desaprobación cada vez más enérgica. El hecho de su relación con Moisés no la salvó. Se acabó en el reinado de Ezequías, rey de Judá, unos cinco siglos después del Éxodo:
2 Reyes 18.4.
...y destrozó (Ezequías) la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque los hijos de Israel hasta entonces habían quemado incienso ante ella, dándole el nombre de Nejustán.
Suele traducirse Nejustán como «pieza de bronce». Lo que se deduce de la última frase de este versículo, tal como lo presenta la versión King James, es que cuando Ezequías destruyó la serpiente, contrarrestó la impresión que causó en el pueblo afirmando desdeñosamente que el objeto carecía absolutamente de valor ritual y que no era más que una pieza de bronce.
Sin embargo, Nejustán no sólo está emparentada con la palabra hebrea que significa «bronce», sino también con la de «serpiente».Nejustán podía ser simplemente el nombre del objeto, sin connotaciones de desdén. De hecho, la Revised Standard Version traduce la frase final de 2 Reyes 18.4 como «se llamaba Nejustán»;información o aseveración objetiva que no denota interpretación alguna.
Ni siquiera el rodeo para evitar Edom eliminó todas la dificultades. Al este de Canán estaban los dos reinos de Moab y Ammón. De ellos, Moab era el situado más al sur, y ocupaba las costas orientales del mar Muerto, mientras que Ammón, al norte estaba al oriente del río Jordán.
Los israelitas reconocían a ambos como parte del pueblo hebreo, descendientes de Teraj por la línea de Lot, y en consecuencia (según la interpretación de los autores bíblicos) tan inmune al ataque como Edom. Es posible que tanto Moab como Ammón se establecieran en las fronteras de Canán un siglo y medio antes en tiempos de Akenatón (v. cap. 2).
Sin embargo, poco antes de que los israelitas llegaran, los dos reinos, y Moab en especial, tuvieron que sufrir el sobresalto de otro ataque violento.
Números 21.26.
...Seón, rey de los amorreos, que había hecho antes la guerra al rey de Moab y se había apoderado de toda su tierra hasta el Arnón.
Unos siete siglos antes, los amorreos habían sido un pueblo poderoso y habían dominado la mayor parte del Semicírculo Fértil (v. cap. 1). Habían caído ante los ataques de los hititas y del Egipto imperial, y entonces se encontraban sometidos o se mantenían de manera precaria en principados fragmentados. Es posible que en la época del Éxodo existieran principados amorreos en Canán y Seón podía ser el soberano de uno de ellos. Su ataque contra los moabitas pudo representar la última hazaña triunfal de los cananeos contra el avance implacable de las diversas tribus hebreas.
Antes del ataque de Seón, Moab dominaba el territorio hasta el río Jaboc, que en otra parte de este capítulo se describe como la frontera sur de Ammón; en consecuencia, Seón conquistó la franja de tierra que va del Jaboc al Arnón.
A propósito, el Arnón es un río pequeño que corre en dirección oeste hasta el mar Muerto, desembocando en él hacia la mitad de su costa oriental. En la historia bíblica posterior, siguió siendo la frontera norte de Moab. Su nombre actual es Uadi Mojib. «Mojib» es un claro eco de «Moab».
En relación con la breve reseña de la victoria de Seón frente a Moab, se incluye un fragmento de una oda de triunfo en que se celebra la derrota de los moabitas. En parte, dice así:
Números21.29.
¡Ay de ti, Moab! Has perecido, pueblo de Camos.
Camos era el dios nacional de Moab, y en aquellos días de amplia aceptación de los dioses locales, era lógico hablar de Moab como el«pueblo de Camos».
Sólo unos pocos pensadores de aquellos tiempos primitivos reconocían a un Dios universal. Por lo general, se tenía la creencia de que cada tierra tenía su dios propio, y de que en su territorio cada dios ostentaba un poder divino. Se creía incluso que el dios estaba vinculado a la tierra; que si se viajaba a otra parte, era preciso venerar al dios de aquel país, a menos que uno llevase a su propio dios. Así, cuando Raquel salió de casa de su padre, Labán, se llevó los ídolos de su padre:
Génesis 31.19.
... y Raquel robó los terafim
[46]
de su padre.
Labán quedó más afectado por ello que por la pérdida de sus hijas y de los bienes y el ganado que Jacob se había llevado:
Génesis 31.30.
...porque anhelas irte..., ¿por qué me has robado mis dioses?
La forma en que los israelitas transportaban el arca de la alianza durante sus viajes por el desierto hace pensar que llevaban a Dios con ellos. De otro modo, habría que imaginar que siempre sentirían la necesidad de volver al Sinaí para comunicarse con Él.
Para el pensamiento religioso de la época, no era necesario sentir antagonismo hacía los dioses de otras tribus, con tal de que no hubiese guerra y el enemigo no invocara ayuda a su dios para destruir al otro. Una situación muy semejante podría presentarse al espíritu actual respecto a las banderas de naciones extranjeras. Si hay paz con una nación extranjera, la costumbre internacional exige que se trate a su bandera con el respeto apropiado incluso en el propio país. Y sería una cuestión de cortesía elemental tratarla con respeto dentro de las fronteras de la misma nación extranjera.
En épocas posteriores, sin embargo, cuando entre los israelitas creció la conciencia de la universalidad de Yahvé y se arraigó la creencia de que no había más que un Dios, no solamente para los israelitas, sino para todo el mundo, se endureció la actitud de los yahvistas hacia los dioses de otras tribus. Los dioses extranjeros no sólo eran enemigos potenciales: no eran dioses en absoluto. Todo lo más, eran demonios que imponían su culto al ignorante, al tonto, o al malvado. En consecuencia, cuando en libros posteriores la Biblia se refiere a Camos, lo hace como si fuera algo escandaloso:
1 Reyes 11.7.
...Camos, abominación de Moab...
El conflicto entre Seón y Moab presentaba una espléndida oportunidad para los israelitas. Mientras que Moab y Ammón eran tribus emparentadas, e intocables según la interpretación bíblica de los acontecimientos, Seón no era hebreo y era posible atacarlo. O bien, para expresarlo en forma menos idealista, Moab y Ammón eran reinos asentados con fronteras bien fortificadas que resultaría difícil asaltar. Así, en este capítulo se afirma:
Números 21.24.
...porque el término de los hijos de Ammón era fuerte.
(Sin embargo, es posible que este versículo no esté bien traducido, y que la palabra hebrea que aquí se toma por «fuerte» se refiera a la ciudad de Jasha, definiéndola como frontera de Ammón.)
Pero sería lógico que la región conquistada por Seón se encontrara en un estado de confusión y debilidad. Las fortificaciones, derribadas y desbaratadas por los amorreos, tal vez no se hubieran restaurado aún; y aunque los amorreos habían sometido a Moab, no estarían en condiciones de enfrentarse con un enemigo nuevo y descansado.
En realidad, ése fue el caso. Israel pidió paso a través del país, algo que Seón no podía permitir. Cuando se le negó el paso, Israel atacó y derrotó a los amorreos y
Números 21.24.
...se apoderó de su tierra, desde el Arnón hasta el Jaboc...
Números 21.25.
...Israel...habitó en las ciudades de los amorreos, en Hesebón...
Hesebón era la ciudad más importante de la región, y estaba situada a treinta y dos kilómetros en el extremo noreste del mar Muerto. En la actualidad es una ciudad de Jordania, y lleva el nombre de Hesbán.
Los israelitas se asentaron firmemente en la orilla oriental del Jordán, estableciendo una base para iniciar la conquista de Canán. Pero tenían que ampliarla tanto como fuera posible. Si suponemos que Moab y Ammón debían permanecer invioladas, aún quedaban los fértiles pastos al norte de Ammón, cosa que resultaba atrayente para los israelitas.
Números 21.33.
Y volviéndose, subieron camino de Basán, saliéndoles al encuentro Og, rey de Basán... para dar la batalla en Edrai.
Se ignoran las fronteras exactas de Basán, pero de modo general estaba situada al oriente del mar de Galilea. Durante mucho tiempo fue una región próspera y fértil hasta tal punto, que la calidad de su ganado se hizo famosa en tiempos bíblicos y, mediante las Escrituras, hasta nuestra propia época. En el Salmo 22 su ganado se emplea en sentido metafórico para significar la intensidad de los enemigos que hostigan al salmista:
Salmos 22.13.
[47]
Rodéanme toros en gran número, cércanme novillos de Basán.
Y el profeta Amós los emplea para representar a los aristócratas prósperos y satisfechos de la nación:
Amós 4.1.
Oíd esto, vacas de Basán...
Basán también era famosa por sus encinas. El profeta Ezequiel, al hacer una enumeración irónica de las glorias de la ciudad mercantil de Tiro antes de profetizar su caída total, describe la excelencia de sus naves, diciendo:
Ezequiel 27.5.
...tus remos (hicieron) de encinas de Basán...
Basán continuó siendo próspera a través de los diversos cambios políticos hasta que los árabes la conquistaron en el siglo diecisiete dC. Después, su decadencia fue rápida. En la actualidad, el territorio que antaño ocupaba Basán forma el extremo suroccidental de Siria, haciendo frontera con Jordania al sur, y con Israel al oeste. Edrai, escenario de la batalla entre Og y los israelitas, es ahora la ciudad de Derá, justo en la frontera de Jordania, con una población de unos cuatro mil habitantes.
[48]
En la actualidad, el territorio está ocupado en su mayor parte por los drusos, secta musulmana que, desde su establecimiento hacia el año 1000 dC, ha logrado sobrevivir incluso frente al poderío muy superior de los turcos antes de la Primera Guerra Mundial, o de los franceses después de ella.
La conquista de Basán fue uno de los acontecimientos de la historia militar de los primeros israelitas que más impresionaron a autores posteriores, tanto bíblicos como postbíblicos. En parte, la causa es que Og, rey de Basán, tenía fama de ser un gigante. Esto se basa en una afirmación del Deuteronomio, donde se describe a Moisés haciendo un repaso de los acontecimientos posteriores al Éxodo:
Deuteronomio 3.11.
Pues Og, rey de Basán, era él solo quede la raza de los refaím
[49]
quedaba; su lecho, un lecho de hierro..., de nueve codos de largo y de cuatro codos de ancho...
A juzgar por las medidas realizadas en las ruinas del Templo de Jerusalén (cuyas dimensiones en codos conocemos), parecería que un codo es igual a unos 43,18 centímetros. En ese caso, la cama de Og tendría unos 3,90 metros de largo por 1,80 de ancho.
[50]
Una cama grande, desde luego, aunque no es preciso pensar que el cuerpo de Og la cubría de arriba abajo y de lado a lado.
Posteriores autores rabínicos se extendieron sobre el tamaño de Og, convirtiéndolo en el último de los nefilim que vivió antes del Diluvio (v. cap. 1). Sin embargo, para sobrevivir al Diluvio, Og tuvo que estar en el arca de Noé, pero no cabía en ella. Por tanto, los autores de la leyenda dijeron que se sentó a horcajadas sobre en el arca y que Noé le dio de comer hasta que descendieron las aguas.
La asociación de Ogcon el Diluvio (de la que no hay testimonios bíblicos de ninguna especie) pudo ser alentada por el hecho de que los mitos griegos tenían a un antiguo rey Ogigio que reinó durante un gran diluvio. A los creadores de la leyenda les habría parecido lógico que Og y Ogigio fuesen dos formas distintas del mismo nombre.
También es dramático el modo en que ocurrió la legendaria muerte de Og. Arrancó una montaña enorme para arrojarla contra los israelitas, tropezando y cayendo en el intento. En seguida, el propio Moisés cayó sobre él y lo mató. Es muy probable que esta última imagen de Og se tomara del mito griego, casi cómico, de la rebelión de los gigantes contra Zeus y los dioses olímpicos. Dichos gigantes también arrojaban montañas(una de ellas se estrelló en el mar, según dice la fábula, formando la isla de Sicilia), pero los mataron de todos modos.