¿Cómo pudo entonces ese gran imperio pasar inadvertido en la Biblia, que sólo lo menciona como una tribu sin importancia?
En realidad, es un accidente histórico. En época de y de sus descendientes inmediatos, los hititas aún no habían alcanzado la plenitud de su poderío. De hecho, sólo se alude a Tadal, uno de los primeros caudillos hititas, como un aliado de Codorlaomor (v. este mismo cap.) y con una importancia no mayor que la de una ciudad-estado sumeria.
No fue hasta 1750 aC, bastante después de la época de Abraham, cuando se fundó el «Antiguo Reino» hitita y un rey conquistador extendió su poder fuera de Asia Menor. Y para esas fechas los descendientes de Abraham iban camino de la esclavitud egipcia, mientras que durante siglos el núcleo central de la Biblia se aparta de Canán.
Tras un siglo de decadencia, entre el 1500 y el 1400 aC, los hititas experimentaron un período de mayor poder estableciendo su «Nuevo Reino». Con Suppiluliuma, que reinó de 1390 a 1350 aC, los hititas alcanzaron el punto álgido de su poderío y por un momento parecieron a punto de asentar su dominio sobre todo el mundo civilizado. Sin embargo, finalmente les desgastó una guerra larga con Egipto; al principio decayeron con lentitud y luego con mayor rapidez, y hacia el 1200 aC el imperio hitita llegó a su fin.
Cuando los israelitas invadieron Canán y el núcleo de interés bíblico volvió a centrarse en ese territorio, los hititas que permanecían dispersos en Canán y hacia el norte podían considerarse como una tribu sin importancia.
En resumen, la Biblia habla de Canán antes de que los hititas llegaran al poder y después de que lo perdieran, pero no cuando los hititas estaban en su plenitud. Y como hasta el siglo diecinueve la Biblia fue la fuente principal de los conocimientos históricos respecto al antiguo Oriente, el gran imperio hitita desapareció de la vista. Sólo con el trabajo de Winckler, los hallazgos arqueológicos del Cercano Oriente lo devolvieron al conocimiento del hombre.
A sugerencia de su mujer, Sarai, Abraham toma como concubina a su esclava Agar.
Génesis 16.15.
Parió Agar a Abraham un hijo, y le dio Abraham el nombre de Ismael.
Ismael es el epónimo de un grupo de tribus, conocidas colectivamente en la Biblia como ismaelitas, que habitaban en la frontera del desierto arábigo al sur y al sureste de Canán. Los israelitas reconocieron el parentesco que los ligaba a esas tribus trazando su linaje desde Abraham. Pero se trataba de la descendencia a través de una concubina, que indicaba la perspectiva (desde el punto de vista de los autores del Génesis) de que los ismaelitas tenían una importancia secundaria en el plan general de las cosas.
En siglos posteriores, los árabes cayeron bajo la influencia del judaísmo, y tras el establecimiento del Islam en el siglo Séptimo dC aceptaron muchas partes de la Biblia adornando a su manera los textos legendarios del Génesis. Se consideraban descendientes de Abraham y de Ismael, y las versiones árabes de tales nombres, Ibrahim e Ismail, siguen siendo preferidos entre los musulmanes. Según la leyenda musulmana, tanto Agar como Ismael están enterrados en La Meca.
Pero Ismael no es el hijo a cuyos descendientes se les promete Canán. Dios renueva la promesa estableciendo un pacto con Abraham; algo que en términos humanos sería un acuerdo legal y vinculante.
A cambio del derecho divino a Canán, Abraham, en su propio nombre y en el de sus descendientes, se compromete a aceptar a Dios como la deidad nacional. Dice Dios:
Génesis 17.7.
Yo establezco contigo, y con tu descendencia después de ti por sus generaciones, mi pacto eterno de ser tu Dios y el de tu descendencia después de ti.
Y como «firma» del pacto, Abram (al que ahora se rebautiza como Abraham para significar la nueva situación) acepta el rito de la circuncisión. (El término hebreo es
berith
, que significa «pacto».).
Dice Dios:
Génesis 17.10.
Este es mi pacto, que guardaréis... circuncidad todo varón.
La circuncisión consiste en la extirpación del prepucio del pene, pérdida que en modo alguno dificulta la realización del acto sexual y no produce ningún inconveniente.
En realidad, esa costumbre es mucho más antigua que Abraham, y sus orígenes se pierden en la antigüedad prehistórica. La practicaban los egipcios y los cananeos, quienes en época de Abraham estaban sometidos a la dominación cultural de Egipto. El rito no se practicaba en la región Tigris-Éufrates, y el relato de la circuncisión de Abraham puede representar un recuerdo de la adopción de ciertas fases de la cultura egipcia y cananea por los nómadas que vagaban hacia el oeste.
Parece que la circuncisión no tuvo una importancia particular entre los judíos preexiliares. Se practicaba, desde luego, y se menospreciaba a los varones no circuncisos (como los filisteos), pero el abrumador significado religioso del rito surgió durante el Exilio.
Cuando los judíos de Babilonia trataban de mantener su existencia nacional apartándose de la gran mayoría de babilonios, la circuncisión adquirió importancia, Distinguía a los judíos de los babilonios no circuncisos.
Además, resultaba consolador interpretar esa señal de separación como el testimonio legal de que la Tierra Prometida, de la que los conquistadores babilonios habían arrancado a los judíos, era judía por pacto divino y, en consecuencia, algún día sería suya. El libro del Génesis, que en esa época recibió su forma definitiva, fue lógicamente modificado para subrayar este punto.
Volvieron a ocupar el territorio y, de ese modo, quedó confirmada la importancia y el prestigio de la circuncisión. Durante los períodos griego y romano continuó siendo el rito fundamental que señalaba la entrada del niño (o del adulto converso) en el judaísmo. En parte, fue por el rito de la circuncisión por lo que el cristianismo y el judaísmo se separaron en la época del apóstol Pablo.
Aunque en la actualidad muchos tratan de interpretar esa operación como una medida higiénica o profiláctica, es probable que para el hombre primitivo, ignorante de nuestros modernos conocimientos de higiene, el acto tuviese algún significado mágico. Por ejemplo, pudo tener el propósito de asegurar la fertilidad.
Pero mientras se espera al heredero prometido, el centro de atención vuelve a dirigirse hacia el mundo exterior.
Abraham se entera de que las ciudades de la llanura, entre las que Sodoma y Gomorra eran las más importantes, van a quedar destruidas por una gran catástrofe. Fue en Sodoma donde Lot decidió vivir (v. este mismo cap.), y esa ciudad fue la que dirigió la rebelión contra Codorlaomor (v. este mismo cap.).
Abraham intercede en favor de los habitantes de las ciudades virtuosas, y a su sobrino Lot se le permite huir a tiempo a la ciudad más pequeña de la llanura, Soar (aunque pierde a su mujer, que según la historia se convierte en una estatua de sal).
Génesis 19.23.
... entraba Lot en Soar,
Génesis 19.24.
e hizo Yahvé llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego...
Génesis 19.25.
Destruyó estas ciudades y toda la hoya,
[15]
y cuantos hombres había en ellas y hasta las plantas de la tierra.
La descripción de la catástrofe podría encajar con la de una erupción volcánica combinada con un terremoto; o, posiblemente, con la de la caída de un gran meteorito. Desde luego, tales acontecimientos han demostrado ser bastante calamitosos en épocas recientes. En 1883, una erupción volcánica en la isla de Cracatoa, en el estrecho entre las islas indonesias de Java y Sumatra, acabó con la vida de 36.000 javaneses.
La cuestión es, sin embargo, saber el emplazamiento de Sodoma y de las demás ciudades de la llanura antes de su destrucción. Parece que la «llanura» se refiere a toda la depresión ocupada por el río Jordán y el mar Muerto, que, según el Génesis 13.10, estaba «enteramente regada».
Ciertamente, las costas del mar Muerto son hoy yermas y estériles, pero ello puede deberse ala catástrofe que se describe en este capítulo.
La posibilidad más interesante se desprende de ciertos signos que indican que, en la época de Abraham, el nivel del mar Muerto tal vez estuviera unos metros más bajo que en la actualidad. Por tanto, podría ser que en aquel tiempo el mar Muerto se encontrara limitado a su parte más profunda, a los dos tercios de la sección norte (v. este mismo cap.). El tercio sur, menos profundo, podría ser la llanura seca, o quizá pantanosa, donde se asentaban Sodoma y sus ciudades hermanas, con una meseta de agua dulce que mantenía fértil la zona al verterse en dirección norte en el mar Muerto. Esa zona bien podría ser el «valle de Sidim» que se menciona en Génesis 14.3.
Pudo ocurrir que la catástrofe que asoló Sodoma y las demás ciudades, ya se tratara de un volcán y de un terremoto o de la caída de un meteorito, produjera un hundimiento del terreno de manera que las aguas del mar Muerto se desbordaran hacia el sur; y tal crecida pudo agravarse a consecuencia de una elevación del nivel normal de las aguas de ese mar. Si fue así, lo que quedó de las ciudades (y si consideramos el tamaño y disposición de las ciudades cananeas del 1900 aC, no sería mucho) acabaría cubierto por las aguas del mar Muerto.
Sin embargo, hay que advertir que fuera de la Biblia no hay pruebas de que se conociese tal catástrofe y no existen documentos ni restos de civilización alguna enterrada bajo las aguas del extremo sur del mar Muerto.
Aunque aquí no se mencionan, según el Deuteronomio otras dos ciudades de la llanura también quedaron destruidas:
Deuteronomio 29.22.
[16]
...
como la catástrofe de Sodoma y Gomorra, de Adama y Seboyim, que destruyó Yahvé en su furor...
Soar, la última ciudad de la llanura y refugio de Lot, se salvó. En el Libro de Jeremías, el profeta maldice a Moab, mencionando a Soar entre sus ciudades:
Jeremías 48.33.
Huyeron el regocijo y la alegría de... Moab.
Jeremías 48.34.
...desde Soar hasta Joronáyim...
A partir del emplazamiento conocido de Moab, esto situaría con toda probabilidad a Soar al sudeste del mar Muerto, tal vez cerca del borde de la costa actual, lo bastante lejos de las demás ciudades para haber escapado a la catástrofe y a la inundación. En tiempos modernos no quedan rastros de Soar.
Por cierto, durante la época medieval, cuando pocos europeos habían visto el mar Muerto, la impresión que de él se tenía, surgida del capítulo decimonoveno del Génesis, era de lo más horrible. Se creía que sus aguas eran negras; los vapores que flotaban sobre ellas venenosos; los pájaros no podían volar por encima. Nada de esto es cierto, claro está. Tiene un clima pésimo, no contiene vida y sus aguas son amargas, pero exteriormente no es venenoso y, si quieren, las personas pueden bañarse. (Nadar en él es una experiencia notable, porque la concentración salina hace que el agua sea sumamente densa y uno no puede hundirse aunque lo intente.)
Lot escapó con sus dos hijas de la destrucción de Sodoma. Mientras se ocultaban en una cueva cerca de Soar, se dice que las hijas, al menos, estaban convencidas de que la destrucción había sido universal. Al pensar que posiblemente eran las únicas madres de la humanidad futura, utilizaron al único hombre disponible, su padre, después de embriagarlo.
Génesis 19.37.
Parió la mayor un hijo, a quien llamó Moab. Éste es el padre de Moab hasta hoy.
Génesis 19.38.
También la menor parió un hijo, a quien llamó Ben Ammi, que es el padre de los Bene-Ammón de hoy.
Los moabitas y amonitas eran pueblos emparentados por lengua y cultura, y los autores bíblicos recogen tal relación haciéndolos descendientes de Lot, el sobrino de Abraham. Los moabitas y amonitas entraron en Canán procedentes del desierto oriental unos cinco siglos después de la época de Abraham, tal vez cien años antes de que lo hicieran los israelitas. La Biblia lo afirma a su manera, situando el momento del nacimiento de los epónimos de Moab y Ammón antes de la época del nacimiento del epónimo de Israel.
Se desconocen los orígenes reales de los nombres de Moab y Ammón, pero si se alteran un poco tal vez indiquen una procedencia incestuosa. «Moab» puede significar «de padre», y Ben Ammi parece expresar «hijo de mi gente». Si interpretamos esto como «de (mi) padre» y como «hijo de mi(propia) gente», no hay que decir más. Como después de que los israelitas conquistaran Canán, Moab y Ammón siguieron siendo durante siglos enemigos eternos de los israelitas, a los autores del Génesis probablemente les gustara mucho relatar la historia familiar de sus escandalosos orígenes.
Tras la destrucción de Sodoma, Abraham siente la necesidad manifiesta de alejarse de relaciones desagradables y de comenzar de nuevo.
Génesis 20.1.
Partióse de allí Abraham... y moró en Guerar.
Guerar está a unos sesenta y cinco kilómetros al oeste de la costa mediterránea y a no más de treinta y dos al noreste de lo que podría considerarse como la frontera de Egipto.
El autor del Génesis habla de Guerar como si estuviera en territorio palestino, porque dice que al volver su rey a esa ciudad:
Génesis 21.32.
...se volvieron al país de los filisteos.
Una vez más, al término de la descripción de los acontecimientos producidos durante la estancia de Abraham en Guerar, se ofrece el siguiente resumen:
Génesis 21.34.
... y moró mucho tiempo Abraham por tierra de los filisteos.
No debe considerarse por esto que los filisteos ocuparan realmente el territorio de Guerar en tiempos de Abraham. Desde luego, Guerar se encontraba en la zona que finalmente llegó a ser filistea, unos cinco siglos antes de la época en que el Génesis recibió su forma escrita, así que de esa manera quedaba mejor identificada. El anacronismo es de naturaleza semejante al que se produjo con «Ur de los caldeos» (v. este mismo cap.).
Mientras Abraham se encontraba al sur de Canán, al fin le nació un hijo a él y a su mujer, Sara, que llamaron Isaac.
Para que no hubiese confusiones respecto a quién sería heredero de Abraham, Agar, la concubina de Abraham, y su hijo, Ismael, fueron expulsados.
Génesis 21.14.
Ella (Agar) se fue, y anduvo errante por el desierto de Berseba
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