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Authors: Mira Grant

Tags: #Intriga, Terror

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—Hola.

—Hola. —Miré alrededor mientras me desabotonaba la chaqueta—. ¿Dónde está Shaun?

—Delante. Comprobando que su armadura no tenga agujeros. —Escudriñó la cámara, sopló suavemente en el sistema de circuitos y colocó de nuevo la carcasa—. Chuck vendrá a recogerme, así que podéis dejarme aquí cuando os vayáis. Sólo tardaré un par de minutos más en comprobar todo el equipo de campo.

—¿Alguien ha llamado a Rick? —Arrojé la chaqueta sobre una silla y empecé a desabotonarme la blusa; debajo llevaba una camiseta sin mangas. Me cambié la falda por unos vaqueros. Cuando me pusiera el chaleco de Kevlar, la cazadora de motociclista y las botas militares estaría lista para una operación en una zona de alto riesgo biológico. La mayoría de las chicas aprenden a elegir los accesorios convenientes para ir de fiesta o a una cita. Yo sé qué debo llevar a una zona de peligro.

—Ha dicho que se reunirá contigo en el rancho. —Buffy me ofreció la cámara—. Ten. Toda esta generación está en las últimas. Necesitaremos comprar cámaras nuevas cuanto antes.

—Lo tendré en cuenta en el presupuesto. —Me quité la blusa y la dejé caer al suelo. Cogí la cámara mirando a Buffy por encima de las gafas—. ¿Te preocupa algo, Buff?

—No… Sí… Tal vez. —Volvió a sentarse sobre el tablero y se miró las manos—. Vais al rancho.

—Ya.

—Es que…

—Se ha bajado el nivel de riesgo. Las licencias que tenemos nos permiten entrar siempre y cuando vayamos armados.

Buffy alzó bruscamente la cabeza.

—Me parece un poco irrespetuoso.

¡Ah! Ahí estaba el quid de la cuestión.

—¿Irrespetuoso para quién, Buffy? ¿Para los fallecidos? —Buffy hizo un gesto apenas perceptible de asentimiento con la cabeza—, Buffy, los muertos no están allí; los han enterrado. —Después de incinerarlos para evitar que regresaran a la vida y cometieran actos irrespetuosos con los vivos.

—Pero murieron allí —replicó con rabia—. Murieron allí y ahora vais a convertirlo en noticias.

—Ya hemos informado sobre el ataque.

—Pero eso era diferente. Era algo peligroso. Ahora sólo son espíritus. Almas que buscan el descanso. —Su rostro adquirió una expresión suplicante—. ¿No podemos dejarlos descansar en paz? ¿Por favor?

—No vamos a molestarlos. En todo caso vamos a ayudarlos a descansar. Los Ryman confían en nosotros y saben que seremos respetuosos; además, cuando demostremos que no hay nada interesante en el rancho, evitaremos que otros periodistas menos respetuosos se cuelen furtivamente en busca de un «descubrimiento». —Quizá me equivocara, pues los periodistas que van detrás de una exclusiva se cuelan furtivamente prácticamente en cualquier lugar, pero necesitaba ir al rancho y necesitaba tranquilizar a Buffy. Si ella no procesaba las imágenes que tomáramos, era casi seguro que volveríamos de allí con las manos vacías.

Buffy se sorbió la nariz.

—¿Me juras que no pretendes molestar a sus espíritus?

—No sé si creo realmente en los espíritus, pero te juro que no haremos nada para molestar a los espíritus que pueda haber allí. —Bajé la cámara que me había dado y abrí el armario de la furgoneta para sacar el resto de mi equipo de campo. Siempre guardo a mano un par de vaqueros de los que llevan fibras de acero cosidas a la tela. «Hay que estar preparado» ya no es sólo un lema de los Boy Scouts—. Con los zombies me basta. No tengo ninguna necesidad de añadir
poltergeists
a la lista de cosas ansiosas por matarme.

Me escrutó unos segundos antes de asentir con la cabeza y esbozar una leve sonrisa.

—De acuerdo. Es sólo que me parece morboso ir allí el mismo día del funeral.

—Lo sé, pero en este momento, el tiempo es algo importante —respondí. Sonó un claxon en el exterior. Eché un vistazo por encima del hombro hacia la puerta—. Parece que tu cita ya está aquí.

—Pues sí que llega pronto. —Buffy se bajó del tablero—. Tu equipo está dentro de esas mochilas. No he revisado las baterías auxiliares, pero sólo las necesitarías en el caso de que todo lo demás fallara. Técnicamente no tendrías ni que llevarlas.

—Lo sé —repuse—. Lárgate de una vez y pásalo bien con Chuck. Te veré en el hotel a las nueve para editar el material y consolidar los datos.

—Trabajo, trabajo, trabajo… —refunfuñó Buffy, aunque estaba a punto de romper a reír cuando salió de la furgoneta. Vislumbré fugazmente a Chuck, que le hacía gestos con la mano desde el interior del coche de alquiler, antes de que la puerta se cerrara de golpe y se interpusiera entre ellos y yo.

—Pásalo bien, Buffy —dije a la puerta cerrada. Me puse la chaqueta y examiné el equipo de campo.

En circunstancias normales, Buffy habría realizado todas las comprobaciones antes de ir a ningún lado. También en circunstancias normales, cuando iba a algún lado siempre era «de vuelta a la furgoneta» o «a mi habitación», nunca por ahí con un novio. No era que nunca hubiera salido con nadie; desde que nos conocemos ha tenido por lo menos seis novios, y, a diferencia de lo que ocurre con un alto porcentaje de la gente de nuestra generación, siempre han sido relaciones reales, jamás virtuales. No sale con chicos que conoce en la red a no ser que vivan en la zona, y estén dispuestos a encontrarse en persona y someterse a todos los controles de seguridad y los análisis de sangre que ello implica; incluso en esos casos, Buffy trata de mantener sus relaciones amorosas tan alejadas de la tecnología como le es posible. En parte, porque disfruta con la interacción personal, es como una bocanada de aire fresco después de la cantidad ingente de horas que se pasa conectada a la red, pero, en parte, también creo que se debe a que no quiere dejar rastro en la red de sus relaciones. Siempre le ha incomodado que Shaun y yo nunca hablemos de por qué no nos citamos con nadie. Después de mucho tiempo se ha rendido y ya no intenta emparejarnos con sus conocidos. De todas maneras, Chuck es, hasta el momento, el único de sus novios con el que nos ha permitido pasar algún rato, y sospecho que eso sólo se debe a que se conocieron durante la campaña electoral.

Todos tenemos nuestras rarezas. Mi hermano y yo evitamos los enredos amorosos, mientras que Buffy lleva los suyos como si se trataran de una trama de espionaje internacional.

Tardé cinco minutos en comprobar mi equipo de campo. Shaun apareció de la parte delantera de la furgoneta armado con su ballesta y moviéndose con una ligera rigidez que delataba que se había puesto la armadura completa. Me enderecé y le lancé la mochila con su equipo.

—Demasiado ligera —dijo, sopesándola—. ¿Pasamos de las cámaras?

—En realidad he decidido que pasamos de las armas. —Cogí las otras dos mochilas y aparté a mi hermano para ir a la parte delantera de la furgoneta—. Si nos encontramos con zombies, los apaciguaremos con unos pastelitos de crema.

—Hasta los muertos vivientes adoran los pastelitos de crema.

—Por eso mismo. —Abrí de un puntapié la puerta en la pared que dividía las dos partes de la furgoneta y lancé a Shaun la mochila con el equipo de campo de Rick—. Yo conduzco.

—Vaya sorpresa —respondió mi hermano, fingiéndose molesto. Entró detrás de mí y se sentó en el asiento del acompañante—. Dime, ¿qué vamos a hacer en realidad?

—¿En realidad? En realidad vamos a visitar el escenario de un trágico accidente para determinar si se debió a una grave negligencia humana o a una cadena de sucesos inevitables. —Me senté y me puse el cinturón de seguridad—. Abróchate el cinturón.

Shaun me obedeció.

—¿Estás insinuando lo que creo que estás insinuando?

—¿Qué estoy insinuando, Shaun?

—Tuvieron que prender fuego y quemar el foco de la infección. ¿No crees que si hubiera habido algo raro, alguien se habría dado cuenta?

—Repite la primera parte de lo que acabas de decir.

—Tuvieron que prender fuego y… —Se interrumpió—. ¿No estarás hablando en serio?

—Shaun, los O'Neil se han dedicado a la cría de caballos durante generaciones. No cesaron su actividad ni siquiera temporalmente tras el Levantamiento. —Saqué la furgoneta del aparcamiento y la metí en la carretera. El paisaje que nos rodeaba era vasto, llano y apenas se vislumbraba algo tan prosaico como señales de población humana. Nunca sería la zona de caza favorita de los muertos vivientes—. No se cometen errores tan brutales que permiten que se produzca un brote que acaba con la mitad de los empleados. Simplemente es imposible que ocurra algo así. De modo que, o alguien metió la pata hasta el fondo o…

—O alguien saboteó los chivatos —concluyó Shaun entre dientes—. ¿Y por qué no se ha encontrado nada?

—¿Y quién iba a buscar algo? Shaun, si yo digo «un animal de gran tamaño experimentó una amplificación viral y mató a sus dueños», ¿pensarías «algo huele a podrido en Dinamarca» o más bien «algún día tenía que ocurrir»?

Shaun permaneció en silencio unos minutos.

—¿De qué estamos hablando, George? —preguntó al final, en un tono pensativo.

Apreté las manos alrededor del volante.

—Eso pregúntaselo a Rebecca Ryman.

—¿Y qué vamos a hacer?

—Contaremos la verdad. —Me volví brevemente a él—. Con un poco de suerte eso será suficiente.

Shaun asintió y continuamos el viaje en silencio.

Antes del Levantamiento, se invirtió mucho tiempo en la investigación científica y práctica de la ciencia forense. ¿Cómo murió este hombre? ¿Qué lo mató? ¿Se le podría haber salvado? Desde el Levantamiento, todo eso ha cambiado, pues, por un lado, la posibilidad de una infección dispara el riesgo que corren los investigadores que deciden husmear en los escenarios de crímenes que no se han desinfectado, mientras que, por otro lado, la potencia de los desinfectantes modernos elimina cualquier rastro donde son aplicados. Las pruebas de ADN y las deducciones milagrosas a partir de un puñado de fibras de tejido son cosas del pasado. En cuanto los muertos echaron a andar, dejaron de compartir sus secretos con los vivos.

Para los investigadores modernos, tanto del cuerpo de policía como de los medios de comunicación, esto ha significado un «regreso a las raíces». Una mente despierta vale más que un millar de análisis imposibles de realizar, y saber dónde mirar es aún más valioso. Todo se reduce a aprender a pensar, a aprender a desechar lo imposible y a admitir que, a veces, lo que queda, por muy improbable que parezca, es la verdad.

Un mundo así de extraño.

Extraído de
Las imágenes pueden herir tu sensibilidad
,

blog de Georgia Mason,

24 de marzo de 2040

Catorce

L

a incorporación a nuestro equipo de Rick suponía un acierto en más de un aspecto: disponía de vehículo propio y nunca salía de casa sin él. Había oído hablar de los Volkswagen Escarabajo con placas de blindaje (aparecen en muchos de los catálogos de artilugios antizombies que mamá suele dejar desperdigados por toda la casa), pero el de Rick era el primero que veía. Parecía un extraño cruce entre un armadillo y una cochinilla.

Un armadillo de color amarillo chillón.

Con faros.

Estaba aparcado frente a las puertas del rancho, y Rick esperaba apoyado contra él, escribiendo algo con el teclado plegable de su PDA. Levantó la cabeza cuando nos acercamos, cerró el teclado y se metió el aparato en el bolsillo.

Shaun bajó de la furgoneta todavía con el vehículo en marcha.

—¡Nunca bajes la mirada en territorio hostil! —espetó apuntando a Rick—. ¡Nunca desvíes la atención ni te concentres en tu equipo! ¡Y, sobre todo, nunca hagas todas esas cosas cuando estés solo en un lugar de encuentro fuera de las zonas controladas!

Rick se lo quedó mirando con los ojos entornados, más perplejo que otra cosa.

Detuve la furgoneta y me incliné para cerrar la puerta de Shaun antes de abrir la mía. Mucha gente no se cree que Shaun pueda tener un temperamento fuerte; es como si dieran por sentado que yo monopolizo la cuota completa de «malhumor» de la familia. De modo que él siempre aparece como el tipo dicharachero y dispuesto para cualquier desafío, mientras que yo escondo mi ceño fruncido detrás de mis gafas de sol y planeo un complot para destruir el mundo occidental. Pero se equivocan. Shaun tiene peor humor que yo, sólo que reserva sus accesos de ira para los momentos importantes, como encontrar a un miembro de nuestro equipo comportándose como un idiota en las proximidades del escenario de un brote reciente.

Rick empezaba a darse cuenta de que se había metido en un lío y levantó las manos en un gesto apaciguador.

—Han limpiado la zona y realizado una desinfección completa. Me informé antes de venir.

—¿Obtuvieron un cien por cien de seguridad al cruzar los datos de los mamíferos que se hallan en la barrera de amplificación del Kellis-Amberlee, las víctimas identificadas, los supervivientes registrados y los puntos vectoriales potenciales? —inquirió Shaun. Sabía que la respuesta era que no, porque jamás se ha obtenido un cien por cien de seguridad en una matriz de análisis Nguyen-Morrison, ni siquiera bajo las estrictas condiciones de un laboratorio. Siempre existe la posibilidad de que se escape algún organismo capaz de alojar el virus, tanto en su torrente sanguíneo como portándolo en sangre o en tejido que le haya salpicado.

—No —confesó Rick.

—No porque eso nunca sucede. ¿Qué pretendías? Básicamente estabas desnudo en medio de la carretera, agitando los brazos y gritando: «¡Venid por mí, muertitos, quiero ser vuestro siguiente tentempié!» —Le estampó la mochila con su equipo contra el pecho. Rick la agarró y se quedó como petrificado, parpadeando atónito mientras Shaun se volvía sobre los talones y se dirigía hecho una furia hacia las puertas. Le dejé ir; alguien tenía que iniciar el proceso de presentar nuestras credenciales a los vigilantes de guardia, y eso aplacaría su ira. La burocracia suele causarle ese efecto.

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