Fábulas morales

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Authors: Félix María Samaniego

Tags: #Clásico, Cuento, Infantil y juvenil, Poesía

BOOK: Fábulas morales
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Félix María Samaniego es, sin duda, uno de los máximos exponentes de una poesía satírica y mordaz, escrita en forma de fábulas morales con las que buscaba enseñar valores morales a los niños de su época. Sus fábulas, fuertemente influenciadas por su educación francesa y por La Fontaine, acompañan desde entonces a generaciones de españoles y conservan una intemporalidad y una fuerza que las mantiene en lo más alto de la literatura en lengua hispana.

En 1781 se publicaron en Valencia los cinco primeros libros con el título de
Fábulas en verso castellano
, y en 1784 apareció en Madrid la versión definitiva, titulada
Fábulas morales
y formada por nueve libros con 157 fábulas.

Félix María Samaniego

Fábulas

EN VERSO CASTELLANO

para el uso del Real Seminario Vascongado

ePUB v1.0

Fénix Azul
06.08.12

Título original:
Fábulas morales

Félix María Samaniego, 1784.

Editor original: Fénix Azul (v1.0)

ePub base v2.0

Duplex libelli dos est: quod risum movet,

et quod prudenti vitam consilio monet.

(Phedro,
Fáb.
, pról. lib. 1)

A los caballeros alumnos

del Real Seminario Patriótico Vascongado

Oh jóvenes amables,

que en vuestros tiernos años

al templo de Minerva

dirigís vuestros pasos,

seguid, seguid la senda

en que marcháis, guiados,

a la luz de las ciencias,

por profesores sabios.

aunque el camino sea,

ya difícil, ya largo,

lo allana y facilita

el tiempo y el trabajo.

Rompiendo el duro suelo,

con la esteva agobiado,

el labrador sus bueyes

guía con paso tardo;

mas al fin llega a verse,

en medio del verano,

de doradas espigas,

como Ceres, rodeado.

A mayores tareas,

a más graves cuidados

es mayor y más dulce

el premio y el descanso.

Tras penosas fatigas,

la labradora mano

¡con qué gusto recoge

los racimos de Baco!

Ea, jóvenes, ea,

seguid, seguid marchando

al templo de Minerva,

a recibir el lauro.

mas yo sé, caballeros,

que un joven entre tantos

responderá a mis voces:

«No puedo, que me canso.»

Descansa enhorabuena;

¿digo yo lo contrario?

Tan lejos estoy de eso,

que en estos versos trato

de daros un asunto

que instruya deleitando,

los perros y los lobos,

los ratones y gatos,

las zorras y las monas,

los ciervos y caballos

os han de hablar en verso,

pero con juicio tanto,

que sus máximas sean

los consejos más sanos.

deleitaos en ello,

y con este descanso,

a las serias tareas

volved más alentados.

Ea, jóvenes, ea.

Seguid, seguid marchando

al templo de Minerva,

a recibir el lauro.

Pero ¡qué! ¿os detiene

el ocio y el regalo?

Pues escuchad a Esopo,

mis jóvenes amados.

Libro primero

FÁBULA I

El Asno y el Cochino

Envidiando la suerte del Cochino,

un Asno maldecía su destino.

«Yo, decía, trabajo y como paja;

él come harina, berza, y no trabaja:

a mí me dan de palos cada día;

a él le rascan y halagan a porfia.»

Así se lamentaba de su suerte;

pero luego que advierte

que a la pocilga alguna gente avanza

en guisa de matanza,

armada de cuchillo y de caldera,

y que con maña fiera

dan al gordo Cochino fin sangriento,

dijo entre sí el jumento:

«Si en esto para el ocio y los regalos,

al trabajo me atengo y a los palos.»

FÁBULA II

La Cigarra y la Hormiga

Cantando la Cigarra

pasó el verano entero,

sin hacer provisiones

allá para el invierno;

Los fríos la obligaron

a guardar el silencio

y a acogerse al abrigo

de su estrecho aposento.

Viose desproveída

del precioso sustento:

sin mosca, sin gusano,

sin trigo, sin centeno.

Habitaba la Hormiga

allí tabique en medio,

y con mil expresiones

de atención y respeto

la dijo: «Doña Hormiga,

pues que en vuestro granero

sobran las provisiones

para vuestro alimento,

prestad alguna cosa

con que viva este invierno

esta triste Cigarra,

que alegre en otro tiempo,

nunca conoció el daño,

nunca supo temerlo.

No dudéis en prestarme;

que fielmente prometo

pagaros con ganancias,

por el nombre que tengo.»

La codiciosa Hormiga

respondió con denuedo,

ocultando a la espalda

las llaves del granero:

«¡Yo prestar lo que gano

con un trabajo inmenso!

Dime, pues, holgazana,

¿qué has hecho en el buen tiempo?»

«Yo, dijo la Cigarra,

a todo pasajero

cantaba alegremente,

sin cesar ni un momento.»

«¡Hola! ¿conque cantabas

cuando yo andaba al remo?

Pues ahora, que yo como,

baila, pese a tu cuerpo.
»

FÁBULA III

El Muchacho y la Fortuna

A la orilla de un pozo,

sobre la fresca yerba,

un incauto mancebo

dormía a pierna suelta.

Gritóle la Fortuna:

«Insensato, despierta;

¿no ves que ahogarte puedes,

a poco que te muevas?

Por ti y otros canallas

a veces me motejan,

los unos de inconstante,

y los otros de adversa.

¡Reveses de Fortuna

llamáis a las miserias!;

¿por qué, si son reveses

de la conducta necia?»

FÁBULA IV

La Codorniz

Presa en estrecho lazo

la Codorniz sencilla,

daba quejas al aire,

ya tarde arrepentida.

«¡Ay de mí miserable

infeliz avecilla,

que antes cantaba libre,

y ya lloro cautiva!

Perdí mi nido amado,

perdí en él mis delicias,

al fin perdilo todo,

pues que perdí la vida.

¿Por qué desgracia tanta?

¿Por qué tanta desdicha?

¡Por un grano de trigo!

¡oh cara golosina!»

El apetito ciego

¡a cuántos precipita,

que por lograr un nada,

un todo sacrifican!

FÁBULA V

El Águila y el Escarabajo

«¡Que me matan! ¡Favor!»: Así clamaba

una liebre infeliz, que se miraba

en las garras de una Águila sangrienta.

A las voces, según Esopo cuenta,

acudió un compasivo Escarabajo;

y viendo a la cuitada en tal trabajo,

por libertarla de tan cruda muerte,

lleno de horror, exclama de esta suerte:

«¡Oh reina de las aves escogida!

¿Por qué quitas la vida

a este pobre animal, manso y cobarde?

¿No sería mejor hacer alarde

de devorar a dañadoras fieras,

o ya que resistencia hallar no quieras,

cebar tus uñas y tu corvo pico

en el frío cadáver de un borrico?»

Cuando el Escarabajo así decía,

la Águila con desprecio se reía,

y sin usar de más atenta frase,

mata, trincha, devora, pilla y vase.

El pequeño animal así burlado

quiere verse vengado.

En la ocasión primera

vuela al nido del Águila altanera,

halla solos los huevos, y arrastrando,

uno por uno fuelos despeñando;

mas como nada alcanza

a dejar satisfecha una venganza,

cuantos huevos ponía en adelante

se los hizo tortilla en el instante.

La reina de las aves sin consuelo,

remontaba su vuelo,

a Júpiter excelso humilde llega,

expone su dolor, pídele, ruega

remedie tanto mal; el dios propicio,

por un incomparable beneficio,

en su regazo hizo que pusiese

el Águila sus huevos, y se fuese;

que a la vuelta, colmada de consuelos,

encontraría hermosos sus polluelos.

Supo el Escarabajo el caso todo:

astuto e ingenioso hace de modo

que una bola fabrica diestramente

de la materia en que continuamente

trabajando se halla,

cuyo nombre se sabe, aunque se calla,

y que, según yo pienso,

para los dioses no es muy buen incienso.

Carga con ella, vuela, y atrevido

pone su bola en el sagrado nido.

Júpiter, que se vio con tal basura,

al punto sacudió su vestidura,

haciendo, al arrojar la albondiguilla,

con la bola y los huevos su tortilla.

Del trágico suceso noticiosa,

arrepentida el Águila y llorosa

aprendió esa lección a mucho precio:

A nadie se le trate con desprecio,

como al Escarabajo,

porque al más miserable, vil y bajo,

para tomar venganza, si se irrita,

¿le faltará siquiera una bolita?

FÁBULA VI

El León vencido por el Hombre

Cierto artífice pintó

una lucha, en que valiente

un Hombre tan solamente

a un horrible León venció.

Otro león, que el cuadro vio,

sin preguntar por su autor,

en tono despreciador

dijo:
«Bien se deja ver

que es pintar como querer,

y no fue león el pintor.
»

FÁBULA VII

La Zorra y el Busto

Dijo la Zorra al Busto,

después de olerlo:

«Tu cabeza es hermosa,

pero sin seso»

Como éste hay muchos,

que aunque parecen hombres,

sólo son bustos.

FÁBULA VIII

El Ratón de la corte y el del campo

Un Ratón cortesano

convidó con un modo muy urbano

a un Ratón campesino.

Diole gordo tocino,

queso fresco de Holanda,

y una despensa llena de vianda

era su alojamiento,

Pues no pudiera haber un aposento

tan magníficamente preparado,

aunque fuese en
Ratópolis
buscado

con el mayor esmero,

para alojar a
Roepán Primero
.

Sus sentidos allí se recreaban;

las paredes y techos adornaban,

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