Estúpidos Hombres Blancos (26 page)

Read Estúpidos Hombres Blancos Online

Authors: Michael Moore

Tags: #Ensayo

BOOK: Estúpidos Hombres Blancos
9.5Mb size Format: txt, pdf, ePub

Otro marrón que le cayó a Bush en sus primeros meses nació de su intención de donar dinero de los contribuyentes a las iglesias para sus «tareas de caridad». Menudo alboroto se armó. Mi pregunta es: ¿dónde estaban los grupos progresistas en 1996 cuando en el proyecto de ley para la reforma de la asistencia social de Clinton se empleaba exactamente esa misma frase? Las organizaciones confesionales han estado recibiendo fondos federales desde hace más de cinco años. ¿A qué viene todo el griterío actual sobre la separación de Iglesia y Estado, si Bush no hace más que seguir la senda de su predecesor? ¿Quizás es que nos gustaba más la «fe» de Clinton? (Nadie le haría ascos a unas creencias tan maleables a conveniencia como las suyas.)

La prohibición de donar dinero que pueda ser utilizado para practicar abortos, decretada por Bush, nos tiene igualmente confundidos. Clinton, partidario de la libertad de elección, ya había firmado una orden que prohibía que se emplearan fondos norteamericanos para costear abortos en países extranjeros. Bush se limitó a endurecer la orden que retiraba la financiación a las asociaciones de planificación familiar que plantean el aborto como alternativa viable. Eso es peor de lo que ya teníamos, pero Bush pudo ampliar esa ley porque el presidente demócrata ya había sentado los cimientos de esta política restrictiva y derechista. A Bush le dieron la mano y quiso tomar el brazo entero.

Así que no se me quejen más de Bush el Menor. Los que desean que veamos en él una suerte de caricatura monstruosa quieren evitar que reparemos en su propia conversión acomodaticia. Claro que odian a Ralph Nader. Constituye un recordatorio inquietante de lo que sucedería en este país si eligiéramos a alguien capaz de representar al 90 % menos favorecido de la nación. Acusar a Nader a la vez que a Bush forma parte del mismo juego de mentiras para despistarnos y hacernos olvidar que el arsénico, tanto el republicano como el demócrata, es la misma asquerosidad que nos vemos obligados a tragar.

Pero Bush nunca será un maestro en el arte de escaquearse como lo fue Clinton. Necesita tomar cuatro lecciones de su manual de encanto y gracejo. Clinton sabía ganarse a la gente. Con independencia de lo que uno opinase de él, era agradable, listo, gracioso y espontáneo. Sabía que el pueblo americano desea desesperadamente creer en su presidente. Descubrió que decir algo equivalía prácticamente a hacerlo. Bastaba con proclamarse favorable a un medio ambiente impoluto, y ya no hacía falta hacer nada al respecto. Hasta podía llegar a contaminarlo un poco más y nadie notaría la diferencia. Podía decir que estaba por la libertad de elección y luego presidir el mayor cierre de clínicas abortistas desde la legalización de la operación. Así pues, vivimos en un país donde el 86 % de los condados no cuenta con un solo médico dispuesto a practicar un aborto. Clinton también aprendió que asumiendo posturas de cariz feminista podía apañarse para que ninguna dirigente del movimiento se escandalizase por la orden que firmó en 1999 para negar fondos federales a cualquier asociación extranjera que contemplara la posibilidad del aborto. Todos creen que se trata de una idea de Bush: Clinton era una gata zalamera y por eso se hizo con el apoyo de todos los grupos feministas. Visto todo lo cual, cabe decir que nuestro verdadero problema, en definitiva, no es Bush, sino los demócratas. Bush se vería paralizado si los demócratas empezaran a comportarse como un auténtico partido de la oposición. Ni siquiera estaría donde está si un solo demócrata en el Senado hubiera osado desafiar el recuento de votos de las presidenciales. Pero nadie dijo nada.

Durante su primer año de mandato, los demócratas se han plegado a la voluntad de Bush y han sido sus compañeros en ese viaje hacia la demencia.

Basta citar la proposición de reforma de la Ley de Bancarrota, que habría dificultado mucho las cosas para los trabajadores que se ven obligados a declararse insolventes. En lugar de establecer la supresión de sus deudas, esta propuesta, aprobada por el Senado y por el Congreso, pero suspendida posteriormente, habría obligado a los que lo pierden todo a permanecer endeudados con los bancos y compañías de crédito. De haberse hecho efectiva esta reforma, millones de personas habrían perdido la esperanza de salir a flote en un mar de deudas.

Este proyecto de ley fue aprobado en el Senado con el apoyo de treinta y siete demócratas —incluidas todas las senadoras—, que se alinearon con la banca en lugar de hacerlo con las familias trabajadoras americanas. Curiosamente, fueron los grandes millonarios del Senado —los Kennedy, Rockefeller, Corzine, Dayton— quienes votaron contra esta legislación represiva.

Los demócratas han recibido con los brazos abiertos, uno tras otro, todos los proyectos de ley presentados en el Congreso por la Casa Blanca ocupada por Bush. El recorte de los impuestos propuesto por Bush fue aprobado con su apoyo abrumador, a pesar de que iba destinado a beneficiar al 10 % más rico del país.

Los demócratas también han respaldado a Bush en los bombardeos de Irak y su política agresiva hacia China. En agosto de 2001 asistimos al clímax de este idilio con la aprobación por parte del Senado de las prospecciones petrolíferas en Alaska. Treinta y cuatro republicanos se habían apeado del carro para anunciar que votarían contra su propio partido: buenas noticias para todos aquellos preocupados por el medio ambiente. Pero la alegría se desvaneció al efectuarse la votación y materializarse el apoyo de treinta y seis demócratas al descarrío de Bush.

El espectáculo más triste de esta vergonzosa colaboración de los demócratas con el enemigo se produjo cuando aprobaron cada una de las candidaturas al gabinete presentadas por Bush. Algunos de los designados contaron con el apoyo unánime de los demócratas en el Senado y hasta los más controvertidos, como John Ashcroft, consiguieron el número suficiente de votos para ocupar el cargo. Ni un solo demócrata osó obstruir el proceso, tal como habría hecho cualquier republicano en el caso de que un presidente demócrata hubiera optado por un fanático como Ashcroft para la fiscalía general. No hay que olvidar que Janet Reno había sido la tercera opción de Clinton para el mismo cargo: los dos primeros de la lista fueron desestimados tras la algarabía orquestada por los republicanos al enterarse de que habían contratado a niñeras sin papeles.

Y ésa es justamente la diferencia: los demócratas son gente pusilánime, pronta a batirse en retirada. No hay nadie entre sus filas dispuesto a batallar por nosotros del modo en que tipos como Tom Delay o Trent Lott luchan por los republicanos. La gente como ellos no reposa hasta alcanzar la victoria, aunque dejen su camino sembrado de cadáveres.

Como los demócratas se han convertido en aspirantes a republicanos, propongo la fusión de ambos partidos. Así podrán seguir representando a los ricos sin rubor alguno y se ahorrarán dinero en personal y sede para consolidar una maquinaria imbatible en representación de ese 10 % de la población que está por encima de todo y de todos.

Una fusión de ese género permitiría a los trabajadores de este país fundar finalmente su propio partido, el segundo de nuestro sistema bipartidista, en representación del 90 % restante de estadounidenses.

Para acelerar el proceso, me ofrezco a pagar de mi bolsillo los gastos legales y el papeleo necesario para que la Comisión Electoral haga oficial el nuevo engendro: el Partido Demócrata-Republicano. Además, como gesto de buena voluntad, dejaré que los demócratas conserven a su mascota, el asno, que bien podría aparearse con el elefante republicano para engendrar un nuevo animal fetiche.

Así que solicito que la noche del 31 de diciembre de 2001, los líderes del Partido Demócrata entreguen las llaves de su sede en el 430 de la calle Capital en Washington a quienquiera que desee hacerse responsable de ellas (yo no; las perdería). Somos unos doscientos millones los que queremos que se instituya un auténtico sistema bipartidista (o de tres o de cuatro partidos, el país da de sí), con uno de los partidos ocupado en que la pista de tenis desgrave en la declaración de renta y el otro batallando por el derecho a asistencia médica gratuita. Si la actual dirección del Partido Demócrata no está dispuesta a entregarme las llaves, pienso presentar una querella por fraude en nombre de todos los que en alguna ocasión votamos por ellos. Al fin y al cabo, estos presuntos demócratas están haciéndose pasar por republicanos y, en consecuencia, engañando a los ciudadanos que les confiaron su dinero, su tiempo y sus votos. Obtendré una orden judicial que les prohíba emplear la palabra «demócrata» sin la coletilla de «republicano».

Entre tanto, los demás podemos seguir con lo nuestro. El nuevo partido podrá llamarse los Nuevos Demócratas o los Demócratas Verdes o Democracia y Cerveza. Ya lo decidiremos en el comité. (Los lectores dispuestos a ahorrarme el coste de este pleito deben prometer que echarán a todos los demócratas de boquilla y votarán por candidatos honestos y progresistas que luchen por lo contrario que los republicanos.)

Y para los cargos demócratas que pretenden sobrevivir a la escabechina política que se avecina, tengo un consejo: al enemigo, ni agua. Es mi última recomendación gratis a un partido que mandó a Vietnam a nueve chavales de mi instituto. Si no podéis limpiar vuestra mierda, que os den a vosotros y al asno.

EL LEGADO DE CLINTON:SUS REGULACIONES Y ORDENES EJECUTIVAS DE ULTIMA HORA

Clinton esperó ocho años antes de decidirse a hacer algo por nosotros. Poco antes de salir por la puerta, dispuso que:

• Se protegieran 24 millones de hectáreas de bosque contra la industria maderera y la construcción de carreteras.

• Se promulgasen reglas para reducir la siniestralidad laboral. Se incrementaran las normas de seguridad relativas a la cantidad de plomo en pintura, suelo y polvo; así como en el consumo de carburante de los motores Diesel.

• Se dictasen nuevas normas contra la contaminación causada por grandes camiones destinadas a reducir en un 95 % el nivel azufre en el carburante.

• Se obligase a los productores cárnicos a practicar comprobaciones bacteriológicas con regularidad.

• Se forzara el ahorro energético en los acondicionadores de aire.

• Se decretasen nuevas restricciones de consumo energético para las lavadoras.

• Se instituyeran normas más estrictas para el ahorro energético en calentadores de agua.

• Se protegiese a las nutrias marinas de la Costa Oeste.

• Se endurecieran los requisitos para almacenar comida importada.

• Se protegiese a los lobos marinos en Alaska.

• Se obligara a los hornos de fundición de hierro, plomo y acero a que informaran al público acerca de sus emisiones si éstas superaban los 45 kilogramos al año, una reducción espectacular, respecto del margen de 11.000 kilos al año establecido anteriormente.

• Se creara una reserva natural de 44 millones de hectáreas en los arrecifes de coral del archipiélago hawaiano.

• Se promulgasen reglas más estrictas relativas al etiquetado de las carnes.

• Se prohibieran las motos de nieve en los parques nacionales.

• Se establecieran normas de seguridad para los vehículos que transportan niños.

• Se limitara la información que las mutules médicas tienen derecho a facilitar sin permiso de sus pacientes,

• Se protegieran terrenos federales contra la minería en casos en que la actividad minera represente un daño irreparable para la Tierra.

• Se permitiese a funcionarios federales denegar contratos a empresas que violan leyes medio ambientales, laborales, de empleo y consumo.

• Se establecieran pautas contra el recurso a la fuerza y al confinamiento para los menores de veintiún años internados en instituciones psiquiátricas.

• Se propusiera la regulación de pesticidas bioquímicos.

• Se destinaran 320 millones de dólares al sistema de transporte urbano de Chicago.

• Se destinaran 7,5 millones a los estados para mejorar la seguridad infantil en los vehículos.

• Se destinaran 18 millones a comprar tierras de cultivo californianas con un valioso potencial ecológico.

• Se incrementara la protección de las tierras pantanosas del país.

YA ES HORA DE ECHAR A ESTOS DEMOCRATAS

La siguiente lista muestra lo lejos que están de un prograrna progresista los siguientes representantes demócratas en, el congreso. Los porcentajes evidencian la frecuencia conque votaron en contra de una legislación y a favor de los Republicanos. (Fuente, Americans for Democratic Action a partir de registros de votaciones, del año 2000).

CONGRESO

- Ralph M. Hall, (votó con los republicanos el 80 % de las veces)

- Ken Lucas, KY (75%)

- Christopher John, LA (70%)

- Jim Trafícant, OH (70%)

- Marion Berry, AR (65 %)

- Bud Cramer, AL (65%)

- Ronnie Shows, MS (6s%)

- Jim Barcia, MI (60%)

- Ike Shelton, MO (60%)

- Wílliam O. LípiAski, IL (55%)

- Tim Roemer, IN (55%)

- Adam Smith, WA (55%)

- Charlie Stenholm, TX (55,%)

- John Tanner, TN (55,5%)

- Gene Taylor, MS (55%)

- Sanford D. Bishop Jr., GA (50%)

- Allen Boyd, FL (50%)

- Gary Condít, CA (50%)

- David Phelps, IL (50%)

- Leonard Boswell, IA (45%)

- Jerry Costello, IL (45%)

- Tim Holden, PA (45%)

- Paul E. Kanjorski, PA (AS%)

- James H. Maloney, CT (45%)

- Michael R. MeNulty, NY (45%)

SENADO

- Zell Miller, GA (votó con los republicanos el 100% de las veces)

- John Breaux, LA (50%)

- Daniel Inouye, HI (40%)

- Max Cleland, GA(30%)

- Blanche Lincoln, AR (30%)

REPRESENTANTES REPUBLICANOS QUE PUEDEN SALTAR

Los siguientes congresistas republicanos tienen pocas posibilidades de seguir en sus escaños sí un auténtico demócrata compitiera con ellos:

SENADO

Wayne Allard, CO

Susan Collins, ME

Pete Domenici, NM

Tini Hutchinson, AR

Mitch MeCormell, KY

CONGRESO

Shelley Moore Capito, WV

Mike Ferguson, NJ

Melissa Hart, PA

Steve Hom, CA

Mark Kennedy, MN

Doug Ose, CA

Charles (Chip) Pickering, MS

Mike Rogers, MI

Other books

Luna Marine by Ian Douglas
Dead and Gone by Bill Kitson
Walks the Fire by Stephanie Grace Whitson
Harmless by Ernie Lindsey
The Watchman by Adrian Magson
Until the End of Time by Nikki Winter
Acts and Omissions by Catherine Fox
The Last Round by Montes, Emmy L.
Phoenix Burning by Maitland, Kaitlin