Read El vencedor está solo Online
Authors: Paulo Coelho
—Prepárate para la fiesta.
—No tienes poder para decidir sobre mi vida. Sabes que no estoy de acuerdo y ni siquiera he tenido oportunidad de manifestar mi opinión. No me interesa trabajar para otros.
La mujer se dirige hacia los vestidos que estaban desordenadamente esparcidos por la habitación, escoge el más bonito: un modelo blanco con bordados de mariposa. Permanece algún tiempo pensando qué zapatos y qué bolso debería llevar, pero se decide rápidamente, no hay tiempo que perder.
—Se olvidaron de pedirnos que llevases un HH esta noche. Tendremos la oportunidad de mostrar algo de mi colección.
Jasmine no puede creer lo que está oyendo.
—¿Fue sólo por eso?
—Sí. Sólo por eso.
Estaban una frente a la otra y ninguna desviaba la mirada.
—Mientes.
—Sí. Estoy mintiendo.
Se abrazaron.
—Desde aquel fin de semana en la playa, cuando sacamos las primeras fotos, sabía que este día llegaría. Ha tardado un poco, pero ahora ya tienes diecinueve años, eres suficientemente adulta como para aceptar el desafío. Me lo habían propuesto antes. Yo siempre les decía «no» y me preguntaba si era por miedo a perderte o porque todavía no estabas preparada. Hoy, al ver a Hamid Hussein entre el público, supe que no estaba allí sólo para rendirle tributo a Ann Salens; debía de tener otra cosa en mente, y sólo podías ser tú.
»Me dieron el recado de que quería hablar con nosotras. No sabía muy bien qué hacer, pero le di el nombre de nuestro hotel. No me sorprendí cuando llegaron aquí con la propuesta.
—Pero ¿por qué aceptaste?
—Porque el que ama libera. Sé que tu potencial es mucho mayor de lo que yo puedo ofrecerte. Bendigo tus pasos. Quiero que tengas todo lo que te mereces. Seguiremos juntas, porque tienes mi corazón, mi cuerpo, mi alma.
»Pero mantendré mi independencia, aunque sé que en este sector los padrinos son importantes. Si Hamid me propusiera comprar mi marca, no tendría ningún problema en venderla y trabajar para él. Sin embargo, la propuesta no fue respecto a mi trabajo, sino al tuyo. No sería digna de mí misma si aceptase esa parte de la propuesta.
La besó.
—No puedo aceptar. Cuando te conocí, era una niña asustada, cobarde por haber prestado falso testimonio, infeliz por haber dejado a unos criminales en libertad, considerando seriamente la posibilidad del suicidio. Eres la responsable de todo lo que me ha pasado en la vida.
Su compañera le pidió que se sentara delante del espejo. Antes de empezar a peinarla, le acarició el pelo.
—Cuando te conocí, yo también había perdido el entusiasmo por la vida. Abandonada por un hombre que encontró a una joven más guapa y más rica, obligada a hacer fotografías para sobrevivir, pasando los fines de semana en casa leyendo, o viendo antiguas películas en la televisión. El gran sueño de convertirme en estilista parecía cada vez más lejano, porque no podía conseguir la financiación necesaria, y ya no tenía fuerzas para seguir llamando a puertas que no se abrían, o hablando con gente que no escuchaba lo que decía.
«Entonces apareciste tú. Aquel fin de semana, debo confesarlo, sólo pensaba en mí misma; tenía una joya en mis manos, podría hacer una fortuna si firmáramos un contrato exclusivo. Te propuse ser tu agente, ¿te acuerdas? Pero no fue por la necesidad de protegerte del mundo; mis pensamientos eran tan egoístas como los de HH en este momento. Sabía cómo explotar mi tesoro. Me haría rica con las fotos.
Le dio un toque final al peinado, y le limpió el exceso de maquillaje en la parte izquierda de la frente.
—Y tú, a pesar de tus dieciséis años, me enseñaste cómo el amor puede transformar a una persona. Gracias a ti, descubrí quién era. Para poder mostrarle al mundo tu talento, diseñé la ropa que usabas, y que siempre estaba allí, en mi cabeza, esperando una oportunidad para convertirse en tejidos, bordados, accesorios. Caminamos juntas, aprendimos juntas, aunque yo ya te doblaba la edad. Gracias a todo eso, la gente empezó a prestarle atención a lo que yo hacía, decidían invertir, y por primera vez pude realizar todo aquello que deseaba. Llegamos juntas a Cannes; no será un contrato lo que nos separe.
Cambió de tono. Fue hasta el baño, volvió con el estuche de maquillaje y se puso a trabajar.
—Tienes que estar deslumbrante esta noche. Hasta ahora ninguna modelo ha pasado del anonimato total a la gloria súbita, así que la prensa tendrá mucho interés en saber lo que ha sucedido. Di que no conoces los detalles y ya está. Insistirán. Peor que eso; te sugerirán respuestas como «Siempre he soñado con trabajar para él», o «Éste es un paso importante en mi carrera».
La acompañó hasta abajo; el chófer abrió la puerta del coche.
—Mantente firme: no conoces los detalles del contrato, es tu agente la que se ocupa de eso. Y disfruta de la fiesta.
La fiesta.
En realidad, la cena, aunque no ve mesas ni comida, sólo a camareros que van de un lado a otro con todo tipo de bebidas, incluso agua mineral. Se forman pequeños grupos, las personas que han llegado solas se sienten perdidas. Está en un enorme jardín con sillones y sofás por todas partes, varios pilares de un metro de altura en los que hay modelos semivestidas, con cuerpos esculturales, bailando al son de la música que sale de los altavoces estratégicamente escondidos.
Las celebridades siguen llegando. Los invitados parecen felices, sonríen, se tratan los unos a los otros con la intimidad de los que se conocen hace muchos años, pero Jasmine sabe que es mentira: se ven de vez en cuando en ocasiones como ésa, nunca recuerdan el nombre de la persona con la que están hablando, pero tienen que demostrarles a todos que son influyentes, conocidos, admirados, con muchos contactos.
La chica, que antes parecía irritada ahora está totalmente perdida. Le pide un cigarrillo y se presenta. Al cabo de pocos minutos una ya sabe la vida de la otra. La lleva hasta la barandilla, se quedan mirando el océano mientras la fiesta se llena de conocidos y desconocidos. Descubren que trabajan para el mismo hombre, aunque en proyectos diferentes. Ninguna de las dos lo conoce y para ambas todo surgió ese mismo día.
De vez en cuando pasa algún grupo de hombres, tratan de darles conversación, pero ambas fingen que no va con ellas. Gabriela era la persona que necesitaba para compartir el sentimiento de abandono que la oprime, a pesar de todas las palabras bonitas que su compañera le había dicho. Si tuviera que escoger entre su carrera y el amor de su vida, no dudaría: lo dejaría todo, aunque ése fuera el comportamiento típico de una adolescente. Lo que pasa es que el amor de su vida desea que elija su carrera y ha aceptado la propuesta de HH sólo para que se sienta orgullosa de todo lo que ha hecho por ella, el cuidado con el que guió sus pasos, el cariño con el que corrigió sus errores, el entusiasmo presente en cada palabra y en cada acción, incluso las más agresivas.
Gabriela también necesitaba encontrar a Jasmine. Para pedirle consejo, para agradecerle el hecho de no estar sola en ese momento, creer que pasan cosas buenas en el mundo. Confesarle que le preocupaba la manera en que su compañero la había dejado allí, cuando en verdad tenía orden de presentarle a gente que debía conocer.
—Él piensa que puede esconder sus emociones. Pero creo que hay algo que no va bien.
Jasmine le dice que no se preocupe, que se relaje, que beba un poco de champán, que disfrute de la música y del paisaje. Siempre surgen imprevistos, pero hay un ejército de personas para resolverlos, para que nadie absolutamente nadie descubra lo que sucede en los bastidores del lujo y el glamour. La Celebridad llegará dentro de nada.
—Pero, por favor, no me dejes sola; no me voy a quedar mucho rato.
Gabriela le promete que no la va a dejar sola. Es su única amiga en el nuevo mundo en el que acaba de entrar.
Sí, es su única amiga, pero es demasiado joven y eso la hace sentir como si ya no tuviera edad para empezar nada. La Celebridad demostró ser una persona absolutamente superficial mientras se dirigían a la alfombra roja, el encanto había desaparecido por completo, necesita estar al lado de alguien del sexo masculino, buscar compañía para esa noche, por más que la chica que está a su lado sea agradable y simpática. Se da cuenta de que el hombre que había visto en el bar también está en la barandilla del gran jardín, contemplando el océano, de espaldas a la fiesta, completamente ajeno a lo que sucede en la gran cena de gala. Es carismático, guapo, elegante, misterioso. Cuando llegase el momento oportuno, le sugeriría a su nueva amiga acercarse para hablar con él, de cualquier cosa.
Al fin y al cabo, y a pesar de todo, ése era su día de suerte, y eso incluía encontrar un nuevo amor.
El forense, el comisario, el detective Savoy y una cuarta persona —que no se identificó pero que venía con el comisario— están sentados alrededor de una mesa.
La tarea no es exactamente hablar sobre un nuevo crimen, sino la declaración conjunta que van a hacer ante los periodistas concentrados frente al hospital; acaba de morir una Celebridad mundial, un famoso director se encuentra en la unidad de cuidados intensivos, y las agencias de noticias de todo el planeta deben de haberles enviado un mensaje radical a sus periodistas: o conseguís algo o estáis despedidos.
—La medicina legal es una de las ciencias más antiguas del planeta. Gracias a ella, se pueden identificar muchos rastros de venenos y producir antídotos. Aun así, la realeza y los nobles siempre han preferido tener «un catador oficial de comida», para evitar sorpresas no previstas por los médicos.
Savoy ya había estado con el «sabio» durante la tarde. Esa vez deja que el comisario entre en escena y acabe la conversación erudita.
—Ya basta de demostrar su cultura, doctor. Un criminal anda suelto por la ciudad.
El médico no se deja impresionar.
—Como forense, no tengo autoridad para determinar que se ha cometido un asesinato. No puedo emitir opiniones, sino definir la causa de la muerte, el arma utilizada, la identidad de la víctima, la hora aproximada a la que se cometió el crimen.
—¿Ve usted alguna relación entre las dos muertes? ¿Hay algún vínculo entre el asesinato del productor y el del actor?
—Sí. ¡Ambos trabajaban en el cine!
Suelta una carcajada. Nadie mueve ni un músculo; la gente de esa sala no tiene el más mínimo sentido del humor.
—La única relación es que en ambos casos se utilizaron productos tóxicos que afectan al organismo con una velocidad impresionante. Sin embargo, la gran sorpresa del segundo asesinato es la manera en que estaba envuelto el cianuro. El sobre contenía en su interior una fina membrana de plástico herméticamente sellada al vacío, pero fácil de romper en el momento en que se rasga el papel.
—¿Podría haber sido fabricado aquí? —pregunta el cuarto hombre, con un fuerte acento extranjero.
—Sí. Pero sería muy difícil, porque la manipulación es complicada, y el que lo manipuló sabía que el objetivo sería un asesinato.
—Es decir, no lo fabricó el asesino.
—Lo dudo. Estoy casi seguro de que le fue encargado a un grupo especializado. En el caso del curare, el propio criminal podría haber sumergido la aguja en el veneno, pero el cianuro precisa métodos especiales.
Savoy piensa en Marsella, en Córcega, en Sicilia, en los países del Este europeo, en los terroristas de Oriente Medio. Se disculpa, sale de la sala un momento y llama a la Europol. Les explica la gravedad de la situación y les pide una lista completa de los laboratorios en los que se puedan producir armas químicas de esa naturaleza.
Lo ponen en contacto con alguien, que le dice que acaban de solicitarle lo mismo desde una central de inteligencia de Estados Unidos. ¿Qué está pasando?
—Nada. Por favor, contéstenme en cuanto tengan alguna pista. Y por favor, tengan esa pista en los próximos diez minutos.
—Imposible —dice la voz al otro lado de la línea—. Le daremos la respuesta en cuanto la tengamos; ni antes ni después. Debemos hacer una solicitud por escrito para...
Savoy cuelga y vuelve a unirse al grupo.
Papeleo.
Ésa parece ser la obsesión de todos los que trabajan en la seguridad pública. Nadie quiere arriesgarse a dar un paso sin tener antes todas las garantías de que sus superiores aprueban lo que van a hacer. Hombres con una carrera brillante por delante, que empezaron a trabajar con creatividad y entusiasmo, ahora sienten miedo al saber que están ante desafíos serios, que hay que actuar con rapidez, pero que hay que respetar la jerarquía; la prensa está lista para acusar a la policía de brutalidad, los contribuyentes se quejan de que no se soluciona nada, por todo eso es mejor delegar la responsabilidad en alguien superior.
Su llamada no es más que una estrategia: ya sabe quién es el asesino. Lo va a detener él solo, sin que nadie más pueda adjudicarse los laureles del descubrimiento del mayor caso policial en la historia de Cannes. Debe mantener la sangre fría, pero está deseando que se acabe esa reunión.
Cuando vuelve, el comisario le dice que Stanley Morris, el gran especialista de Scotland Yard, acaba de llamar desde Montecarlo. Dice que no se preocupe demasiado, duda que el criminal utilice otra vez el mismo tipo de arma.
—Podríamos estar ante una nueva amenaza terrorista —dice el extranjero.
—Sí —responde el comisario—. Pero, al contrario que vosotros, lo último que queremos es sembrar el pánico entre la población. Lo que tenemos que definir aquí es un comunicado de prensa para evitar que los periodistas saquen sus propias conclusiones y las divulguen en el telediario de la noche.
«Estamos ante un caso aislado de terror: probablemente un asesino en serie.
—Pero...
—No hay «peros»... —la voz del comisario es dura y autoritaria—. Nos pusimos en contacto con su embajada porque el muerto es de su país. Usted está aquí como invitado. En el caso de las otras dos personas muertas, también americanas, no ha habido el menor interés en enviar a un representante, aunque en uno de esos casos también se haya utilizado veneno.
»Así que si lo que está insinuando es que estamos ante una amenaza colectiva, en la que se usan armas biológicas, puede irse. No vamos a convertir un problema criminal en algo político. El año que viene queremos volver a tener un festival con todo el brillo y el glamour que merece, creemos lo que dice el especialista de Scotland Yard y vamos a emitir un comunicado que siga esas normas.