En varios de los antiguos libros de la India, que a diferencia de lo ocurrido con tantos documentos occidentales escaparon al fuego y la destrucción, pueden hallarse referencias inesperadas a esos recientes adelantos de nuestra civilización tecnológica. Dichas alusiones describen, como si hubiesen sido escritas hoy y no hace miles de años, cuestiones como la relatividad del tiempo y el espacio, los rayos cósmicos, la ley de la gravedad, la radiación, la naturaleza cinética de la energía y la teoría atómica. La escuela Vaisesika de los filósofos científicos de la antigua India, desarrolló o conservó la teoría de que los átomos estaban en incesante movimiento. Subdividieron la medida del tiempo en una serie increíble de fracciones de segundo, y el más infinitesimal fue considerado como el «período empleado por un átomo para atravesar su propia unidad de espacio».
En el
Mahabharata
, un gigantesco compendio de más de 200.000 versos que se refiere a la creación del cosmos, a la religión, las oraciones, costumbres, historia y leyendas relativas a dioses y héroes de la antigua India, hay abundancia de referencias sorprendentemente modernas. Se supone que este libro fue escrito originalmente hace 3.500 años, pero describe acontecimientos que supuestamente ocurrieron miles de años antes. Entre los versos del
Mahabharata
hay algunos que contienen vividas descripciones de lo que pareciera ser una visión de primera mano de una guerra atómica.
En la década de 1880, cuando los estudiosos de filosofía y religión pudieron leer y estudiar el
Mahabharata
(una traducción se terminó en 1884), naturalmente estimaron que las frecuentes y detalladas alusiones a antiguas naves aéreas
(vimanas
), con instrucciones acerca de cómo eran accionadas y sobre la manera de reconocer aviones enemigos, eran fantasías poéticas. Había incluso referencias aún más asombrosas a un arma diseñada para provocar la parálisis de los ejércitos enemigos
(mohanastra
: «la flecha del inconsciente") y descripciones de "carruajes de dos pisos con muchas ventanas que proyectaban llamaradas rojas y que volaban como cometas… a las regiones del cielo y las estrellas».
Debe recordarse que el
Mahabharata
fue traducido décadas antes de la aparición del avión, el gas venenoso o nervioso, los cohetes manejados por el hombre y las bombas atómicas. Tales referencias no significaban otra cosa sino alocados vuelos de la imaginación, para los lectores de la era Victoriana. Los estudiosos occidentales del
Mahabharata
advirtieron fácilmente otras alusiones a ciertas armas relativamente modernas y que estaban relacionadas con un control del poder de fuego, las distintas clases de artillería y cohetes, las «balas del hierro", los explosivos de salitre, sulfato y carbón, las bombas cohete capaces de abatir puertas de ciudades, y los
agneyastras
, cañones cilíndricos que hacían un ruido como el de un trueno. Pese a que todo fue atribuido a la antigua India, no lograron asombrar a los lectores. Algunos sospecharon que constituían un "entrometimiento" o deslices en la traducción, debido a un comprensible intento indio de decir: "nosotros lo tuvimos antes».
Otras armas misteriosas mencionadas en el
Mahabharata
fueron mejor comprendidas, aunque antes resultaban bastante ininteligibles, en pleno desarrollo de la Primera Guerra Mundial. Ramchandra Dikshitar, comentarista militar de la India, señaló en su obra
War in Ancient India
(Guerra en la India antigua) que el Mahabharata contenía alusiones a la guerra: los modernos aviones serían los equivalentes de los
vimanas
, el arma
mohanastra
que hacía que ejércitos enteros cayesen inconscientes equivalía al gas venenoso. También dijo que se utilizaba una cortina de niebla o de humo para producir una densa bruma para el camuflaje, y comparó el
tashtra
, un arma «capaz de matar a un gran número de enemigos al mismo tiempo", con los explosivos modernos más avanzados. Aunque los estudiosos del siglo pasado y algunos oficiales británicos de la Primera Guerra Mundial reconocieron algunas de las armas "redescubiertas" del
Mahabharata
, otras de las descripciones resultaban tan inconcebibles, que incluso hicieron confundir a los traductores. P. Chandra Roy, autor de la principal versión inglesa, observó en la introducción: "Para el lector inglés puro y simple habrá muchas cosas en este libro que le parecerán ridiculas…».
Sin embargo, lo que resultaba ridículo o misterioso en la década de 1880 e incluso en la Primera Guerra Mundial, ya no es tan enigmático para casi ninguna persona que viva en nuestro incierto mundo de hoy. Los siguientes párrafos, que se refieren a una guerra de la Antigüedad, nos resultan asombrosamente familiares, aunque están separados de nuestra era atómica por muchos miles de años. Encontramos la siguiente descripción de un arma especial lanzada contra un ejército enemigo:
Un solo proyectil, cargado con toda la potencia del Universo. Una columna incandescente de humo y llamas, tan brillante como diez mil soles, se alzó en todo su esplendor… era un arma desconocida, un rayo de hierro, un gigantesco mensajero de la muerte que redujo a cenizas las razas de Vrishnis y Andakas (los enemigos contra quienes se utilizó) …Los cadáveres estaban tan quemados que resultaban irreconocibles.
Sus cabellos y uñas desaparecieron; jarros y objetos de greda quedaron destrozados, sin motivo aparente, y los pájaros se volvieron blancos. Al cabo de pocas horas, todos los comestibles estaban infectados… para escapar a este fuego, los soldados se lanzaron a los arroyos y trataron de lavar sus cuerpos y todo su equipo.
(Aquella poderosa arma) …arrasó con multitudes (de guerreros), corceles y elefantes, automóviles y armas, como si fueran hojas secas de los árboles… barridas por el viento… lucían muy hermosas, como aves en vuelo… volando desde los árboles…
En lugar de referirse a los resultados visuales producidos por la explosión de aquella superarma como la nube en forma de seta, el escritor, que la vio, o tomó su descripción de otros relatos o simplemente imaginó su efecto, lo describió como grandes nubes que se abrían una sobre la otra, cual una serie de parasoles gigantes; es decir, una concepción distinta a la nuestra, pero que no resulta un mal símil.
Incluso se dan las dimensiones aproximadas del arma o bomba:
… Una columna tan fatal como la vara de la muerte. Medía tres codos y seis pies.
Dotada de la fuerza del trueno de Indra, el de los mil ojos, era… capaz de destruir a todas las criaturas vivientes…
También se puede leer un relato acerca del choque en el aire de dos cohetes:
… Las dos armas se encontraron en pleno vuelo. Luego, la Tierra con todas sus montañas y mares comenzó a temblar, y todas las criaturas vivas sintieron el calor de la energía de las armas y se vieron grandemente afectadas. Los cielos resplandecieron y los diez puntos del horizonte se llenaron de humo…
Muchos piensan que la gran guerra descrita en el
Mahabharata
se refiere a la invasión «aria» del sub-continente indio, que vino desde el Norte. El relato pudo haberse hecho en términos comprensibles, acordes con la época, como ocurre con la
Iliada
, sin recurrir a un lenguaje de ciencia ficción y sin aludir a esas armas extrañamente proféticas.
Sin embargo, conviene señalar que los esqueletos descubiertos en las muy antiguas ciudades de Mohenjo-Daro y Harappa Rahi, en Pakistán, resultaron extremadamente radioactivos. No se sabe prácticamente nada de estas antiguas ciudades, excepto que fueron repentinamente destruidas.
Por muy actuales que resulten, las antiguas descripciones de aviones y armas atómicas no significan necesariamente que el escritor presenciara personalmente aquellas maravillas, o que existieran incluso, salvo en su activa o febril imaginación. En nuestra propia era, la tira cómica de Buck Rogers se refería con toda libertad al uso de armas atómicas, hasta que el FBI, poco antes de la prueba de la verdadera y supersecreta bomba atómica en Nuevo México, persuadió al autor de que desistiera de tales referencias. En el
Viaje a la Luna
, de Julio Verne, existe otra inconsciente coincidencia profética y de ciencia ficción: Verne escogió la Florida como base para su imaginario disparo lunar, adelantándose en más de un siglo al verdadero. Otra coincidencia profética: las medidas atribuidas por Verne, hace más de un siglo, al submarino imaginario del capitán Nemo, son casi idénticas a las de los actuales submarinos atómicos norteamericanos. El caso de Swift y las lunas de Marte resulta todavía más asombroso. Al escribir Los
viajes de Gulliver
, en 1726, Swift describió los satélites de Marte y dio sus dimensiones aproximadas, que resultaron correctas, y también detalles acerca de su revolución en torno del planeta, pese al hecho de que las lunas a las que se refirió tan de paso (y exactamente) en su obra de ficción no fueron descubiertas hasta 1877. Sin embargo, Verne, Swift y el creador de Buck Rogers vivían en una época científica, en que la posibilidad de tales descubrimientos o inventos era sólo cuestión de tiempo. Pero los documentos indios provienen tal vez de hace más de 6.000 años.
Algunos asiáticos, y occidentales también, que suscriben la teoría de que el hombre civilizado ha existido durante un período mucho más largo que el sospechado anteriormente (al correr la cortina del tiempo ciertamente no parecen hallarse siglos y ni siquiera milenios que pudieran añadirse) no descartan la posibilidad de que hayan existido en todo el mundo olas de civilizaciones con puntos cumbres y desapariciones.
Algunas de ellas no han dejado huellas, salvo en la leyenda. Por lo tanto, están dispuestos a creer que las sorprendentemente detalladas referencias indias a átomos, estructura y armas Atómicas y tecnología avanzada podrían ser simplemente un recuerdo bien conservado de civilizaciones prehistóricas y científicamente muy adelantadas.
En las leyendas acerca de la India, debiéramos también considerar el hecho de que algunas regiones de la superficie de la Tierra parecen mostrar cicatrices atómicas adquiridas miles de años antes de las actuales actividades atómicas. Estos lugares existen en Siberia, Iraq, Colorado y Mongolia (donde las pruebas atómicas chinas están dejando nuevas cicatrices, comparables a las antiguas y, en algunos sitios, situadas en un nivel del suelo inferior al actual.
Durante una excavación exploratoria realizada en Iraq en 1947, fueron saliendo a la luz sucesivas capas culturales, en lo que uno podría llamar el pozo de una mina arqueológica. Partiendo del nivel actual, la excavación pasó por los niveles culturales urbanos correspondientes a Babilonia, Caldea y Sumeria, luego por los de las primeras aldeas, luego por otros correspondientes a los labradores primitivos de los años 6.000 a 7.000 A.C. y, más abajo, por los indicios de una cultura de pastores, para llegar finalmente a una era correspondiente a la cultura de La Madeleine de las cavernas, que existió hace unos 16.000 años. Más abajo aún, al fondo de todos los niveles apareció un piso de cristal fundido, que no se parecía a nada, salvo al suelo dejado en el desierto de Nuevo México por las explosiones que inauguraron nuestra actual era atómica.
Los observadores: Protectores, invasores, o simples curiosos
:
SI LOS OVNI U OTROS SISTEMAS ESTÁN SECUESTRANDO
aviones, barcos y personas, especialmente en el Triángulo de las Bermudas, y en otras regiones del mundo, un elemento fundamental de cualquier investigación sobre el asunto sería el examen de la posible razón o razones. Algunos investigadores han sugerido que ciertos seres inteligentes, y con un grado de desarrollo científico años de luz más avanzado que el de los pueblos relativamente primitivos de la Tierra, se habrían dedicado durante siglos a observar nuestros progresos, y finalmente habrán de intervenir, para evitar que destruyamos nuestro planeta. Naturalmente, esto significa presumir en esos seres del espacio exterior o interior una condición altruista que no suele ser la dominante entre pioneros o exploradores.
Por otra parte, podría ocurrir que en las cercanías del Triángulo de las Bermudas, y en algunas otras localidades nodales de las corrientes gravitacionales electromagnéticas, existiera una puerta o ventana hacia otra dimensión en el tiempo o el espacio, a través de la cual estos entes extraterrestres, dotados de un complejo utillaje científico, pudieran penetrar a su antojo. Sin embargo, cuando dicho conducto es hallado por seres humanos, se convierte en una calle de una sola vía, de la cual sería imposible regresar, dado su nivel de desarrollo científico, o debido a que una fuerza extraña lo impediría. Muchas de las desapariciones, especialmente las relativas a tripulaciones completas de barcos, hacen suponer la existencia de expediciones de secuestro cuya misión sería obtener seres humanos para confinarlos en zoológicos espaciales, para exhibirlos en diferentes eras del desarrollo planetario, o para fines de experimentación.
El doctor Manson Valentine sugiere que podrían existir diversos grupos de visitantes espaciales, a veces hostiles, y que algunos de dichos seres provenientes del espacio, las profundidades oceánicas o incluso alguna otra dimensión, podrían estar relacionados con nosotros; serían nuestros primos de muchos miles de años de antigüedad y lo bastante civilizados como para tener un motivo altruista que los llevase a protegernos a nosotros y a nuestro planeta, o pragmáticamente preocupados acerca de su propio medio ambiente.
Desde este último punto de vista, es evidente que la Tierra y sus pobladores están en creciente peligro de ruina y destrucción. Esto habría podido producirse en diversas ocasiones en los milenios anteriores, pero aunque la Tierra estaba en peligro, no fue convertida en un lugar inhabitable a diferencia de lo que tal vez sucedió con diversos planetas y lunas cercanos. Entre algunas razas que han desaparecido casi completamente se conservan aún recuerdos de catástrofes casi fatales, y según las tradiciones de otras muy antiguas, no ha habido una sino varias hecatombes globales. Las razas indígenas de América Central han contado hasta ahora tres veces el fin del mundo, y aseguran que habrá de producirse el cuarto en una fecha no muy lejana, en esta ocasión por el fuego.
Los hopi, que entre las tribus indias de los Estados Unidos son quienes conservan el registro más completo y curiosamente detallado de sus andanzas y del cosmos mismo, también hablan de las tres veces que acabó el mundo: una debido a una erupción volcánica y al fuego, otra causada por terremotos y por el desplazamiento ocasional del eje de la Tierra, y una tercera provocada por inundaciones y hundimientos de continentes que a su vez eran la consecuencia de la guerra entre los habitantes del «Tercer Mundo» empeñados en destruir sus ciudades por medio de ataques aéreos. Entre paréntesis, la referencia al desplazamiento del eje de la Tierra es en sí una muestra del extraordinario conocimiento que había alcanzado una pequeña tribu india, no sólo acerca de la verdadera forma de la Tierra, sino respecto de su rotación. La teoría según la cual la Tierra perdería temporalmente su velocidad de rotación y luego volvería a ajustaría corresponde a una tesis científica posterior desarrollada por Hugh Auchincloss Brown, quien atribuye dicha perturbación a un exceso de peso causado por la acumulación de hielo en uno de los polos.