Hay algunos lugares del norte de Siberia, Alaska y Canadá que se hallan cubiertos de huesos de grandes animales que sucumbieron repentinamente, en una época que se estima entre 10.000 y 11.000 años atrás. Hasta tal punto son abundantes, que algunas islas o lugares elevados a los que acudieron buscando refugio parecen estar constituidos enteramente por sus huesos. Se han encontrado también otros puntos de supervivencia en Europa del Norte, Asia Central y China, donde especies totalmente distintas y hostiles huyeron buscando abrigo y murieron en grandes manadas. Pareciera como si la cumbre entera del mundo hubiese experimentado al mismo tiempo un trastorno climático rápido e inexplicable. No obstante, en otros hemisferios se hallan también señales de exterminación simultánea de especies, desde el gran cementerio de elefantes que existe en los Andes colombianos, hasta zonas bajo el agua, como el otro enorme cementerio de elefantes hallado frente a la costa de Georgia. Ninguno de estos animales eran habitantes naturales de los sitios en que los encontró la muerte en número tan elevado y en medio del repentino cambio climático que ocurrió hace 12.000 años.
Entre las áreas que eran tierra firme en aquel período, y que hoy están cubiertas por las aguas, se hallan partes del Mediterráneo, puentes terrestres entre Gibraltar y África y entre Italia y Sicilia, una gran extensión del Mar del Norte, las plataformas continentales que están frente a Irlanda, Francia, la Península Ibérica y África, las llanuras sumergidas en torno de las Azores, las islas Canarias y Madeira, la cordillera de las Azores-Gibraltar y la del Atlántico Norte, y las plataformas continentales de Norte y Sudamérica, especialmente los enormes bancos de las Bahamas, que, una vez sumergidos, se extienden a lo largo de un área de miles de kilómetros cuadrados.
Existen abundantes pruebas de que estas zonas han estado sobre la superficie del océano en un período situado dentro de los últimos 10.000 o 12.000 años. Una expedición rusa realizada al norte de las Azores rescató recientemente desde una profundidad de 2.000 metros, algunas rocas que presentaban evidencias de haberse formado bajo presión atmosférica, hace unos 17.000 años. En el siglo XIX, mientras se realizaba una operación de dragado destinada a reparar una avería en el cable transatlántico, cerca de las Azores, se recogieron trozos de «taquilita», una lava vitrificada que se forma
sobre
el agua debido a la presión atmosférica. Se estimó que las muestras tenían una antigüedad de unos 12.000 años. (Aunque este incidente ha suscitado numerosos comentarios, resulta particularmente interesante examinar el motivo de la avería, o ruptura del cable, como un ejemplo de los movimientos que se producen en el fondo del océano. Lo que hizo que el cable se rompiera fue un repentino alzamiento de alrededor de 1.200 metros ocurrido en el fondo del mar.)
Un proyecto que están realizando actualmente (1973-4) en las Azores un grupo de científicos de la Universidad de Halifax, destinado a la investigación de la energía geotérmica, ha dado como resultado indirecto la comprobación de que en los primeros 800 metros de núcleos perforados bajo el nivel del mar se encuentran indicios de que su formación se produjo sobre el nivel del mar. Ello implicaría que las grandes zonas que se encuentran alrededor de las actuales islas Azores estuvieron alguna vez sobre las aguas.
Hay otros recientes descubrimientos que parecen apoyar la fecha de 12.000 años atrás como aquella en que se produjo el hundimiento más reciente de grandes extensiones de tierra en el Atlántico. Esto coincidiría también en la época en que se estima que se formó el Tercer Glaciar. En 1956, los doctores R. Malaise y P. Kolbe, del Museo Nacional de Estocolmo, manifestaron su creencia de que los fósiles de diatomeas (algas microscópicas) de agua dulce que el doctor Kolbe extrajo de una profundidad de 3.600 metros, cerca de la cordillera Atlántica, estuvieron depositados originalmente en un lago que existió en la superficie de la Tierra y que ahora se hallaría en el fondo del océano. La edad de estas diatomeas se estimó entre 10.000 y 12.000 años.
Esta cifra resulta de una curiosa coincidencia con la descripción de la Atlántida que hace Platón en su diálogo
Timeo
, donde se refiere a un gran continente que habría existido en el océano «hace 9.000 años» —unos 11.400 años antes de nuestra era—. Aunque las fechas recogidas de leyendas resultan sospechosas, especialmente cuando son de segunda o tercera mano (Platón recibió su información indirectamente de Solón, quien, por su parte, la tomó originalmente durante un viaje de Sais, en Egipto), resulta sin duda notable que estos cálculos de tiempo surjan con tanta frecuencia en otros campos relacionados con estas tierras sumergidas.
Sin embargo, hay otros indicios de que grandes zonas del Atlántico Occidental estuvieron alguna vez sobre el nivel de las aguas. Las playas de arena, por ejemplo, se forman no en el fondo del océano, sino en las orillas, por la fuerza de las olas al romper contra la costa. No obstante, suelen encontrarse playas de arena en llanuras submarinas muy profundas que existen alrededor de las Azores. Los ríos forman cañones únicamente en tierra; sin embargo, el cañón del río Hudson continúa bajo el agua durante cientos de kilómetros. Otros similares se extienden de manera parecida, desde los puntos en que algunos ríos de Europa, África y Sudamérica entran al océano.
En el fondo del Mar del Norte se han hallado huesos humanos y de mastodonte junto a herramientas prehistóricas. Ello indica un cierto grado de adelanto y la posibilidad de que haya existido algún desarrollo cultural en la era del Pleistoceno (anterior al año 11.000 A.C.). Pero, tal vez el más notable indicio de cómo se han estado sumergiendo los restos culturales de los pueblos prehistóricos desde el derretimiento de los últimos glaciares son los edificios submarinos, las paredes, diques y caminos que suelen encontrarse ahora con frecuencia cada vez mayor bajo las aguas de las costas occidentales de Europa y Sudáfrica y las suborientales de Norteamérica. En éstas últimas se han hallado edificios submarinos, paredes y caminos de piedra que llevan hacia el Este desde las costas de Yucatán y Honduras. Dichos caminos podrían conducir a ciudades sumergidas que se encontrarían aun más allá, mar afuera. Hay incluso un ejemplo de «muralla» marina de 10 metros de alto y 185 km de largo que se interna en el océano frente a Venezuela y cerca de la desembocadura del Orinoco. En un comienzo se creyó que era un fenómeno natural, pero sus líneas rectas y su estructura tienden a desmentir esta primera apreciación.
Hay fuertes indicios de que en el Mar Caribe existía una masa de tierra continental, de la que algunas islas y cordilleras de las Antillas podrían ser cumbres supervivientes. En 1969, una expedición investigadora de la Universidad de Duke estudió el fondo del mar en el Caribe y realizó operaciones de dragado en cierto número de localidades de la Cumbre de Aves, que se extiende a lo largo del límite oriental de la fosa oceánica venezolana, entre Venezuela y las islas Vírgenes. En cincuenta oportunidades se sacaron a la superficie rocas de granito (ácido ígneo), que normalmente sólo se encuentran en los continentes. Comentando este hecho, el doctor Bruce Heezen, un distinguido oceanógrafo, observó: «Hasta ahora, los geólogos creían que el granito ligero, o rocas de ácido ígneo, existían sólo en los continentes y que la corteza terrestre bajo el mar estaba compuesta de rocas basálticas, más pesadas y de color oscuro… De manera que la aparición de rocas graníticas y de color más suave podría apoyar una vieja teoría, según la cual, en la región del Caribe Oriental existió antes un continente y estas rocas podrían representar el núcleo de un continente hundido, perdido».
Sin embargo, el área del Triángulo de las Bermudas en que más incidentes se han producido, y en que han tenido lugar los descubrimientos más sorprendentes de restos submarinos es la meseta de las Bahamas. Muchos de los hallazgos se han hecho a sólo algunas brazas de profundidad. Las formaciones submarinas de piedra caliza de los bancos de las Bahamas estaban en su mayor parte sobre el nivel del mar, hace unos 12.000 años. Esta gran zona terrestre contenía bahías y vías de agua interiores que ahora aparecen en los mapas de profundidad como las partes hondas del océano que cruzan sobre y alrededor de los bancos de las Bahamas. En una época anterior al levantamiento del mar, esta considerable extensión de tierra formaba una gran isla o conjunto de islas que albergaban una cultura muy compleja, si hemos de creer lo que señalan los restos submarinos.
Desde 1968 hasta la actualidad se han realizado descubrimientos bajo las aguas, especialmente en las Bimini, de algo que parece haber sido una construcción de piedra enorme. Se halla depositada sobre lo que actualmente es el fondo del mar y la componen inmensos bloques de piedra, dispuestos de tal modo que parecen ser caminos, plataformas, obras portuarias o murallas caídas. Se asemejan extrañamente a las construcciones pétreas de Perú, a las columnas de Stonehenge y a las murallas ciclópeas de la Grecia de Minos. La edad de los bloques es incierta, aunque algunas raíces fosilizadas de mangle
que habían crecido sobre las piedras
han arrojado, en los análisis con carbono-14, fechas que les dan una antigüedad de unos 12.000 años.
El más célebre de estos hallazgos ha sido el del «Camino" o "Muralla" de las Bimini, descubierta primero por el doctor J. Manson Valentine, en 1968, junto a los buceadores Jacques Mayol, Harold Climo y Robert Angove. A primera vista, desde un bote y cuando el mar estaba especialmente claro y no había movimiento en la superficie, era, según las palabras de Valentine, »un extenso pavimento de piedras lisas, rectangulares y poligonales de diverso tamaño y grosor que, obviamente, habían sido diseñadas y alineadas para formar una estructura muy armoniosa. Era obvio, también, que estas piedras habían permanecido sumergidas durante un largo período, a juzgar por los bordes de las más grandes, que se habían alisado y les daban una apariencia de almohadones o trozos de pan gigantescos. Algunas eran absolutamente rectangulares y en ocasiones casi formaban perfectos cuadrados. (Debemos recordar que en las formaciones naturales las líneas rectas no se dan jamás.) Las piezas más grandes, que tenían un largo de unos tres a cinco metros, por lo menos, estaban colocadas a menudo a lo ancho de las avenidas situadas en forma paralela, mientras las más pequeñas formaban pavimentos tipo mosaico y cubrían secciones más amplias… Las avenidas compuestas por las piedras, aparentemente calzadas, son paralelas y de bordes rectos; la más larga está constituida por una serie doble, interrumpida por dos expansiones que contienen piedras lisas y muy grandes, sujetas en los extremos por piezas verticales (como los antiguos dólmenes de Europa Occidental). El extremo sudoriental de esta gran carretera termina en una esquina hermosamente curva; los tres cortos diques, construidos con grandes piedras cuidadosamente alineadas, tienen una anchura uniforme y terminan en piedras
angulares
…
«Desde el aire, bajo el manto de algas oscuras, resulta difícil distinguir los grandes bloques individuales, que son precisamente los que bordean los márgenes de este desafío geológico y arqueológico».
Los primeros descubrimientos submarinos en las Bimini recibieron duros ataques de parte de geólogos y arqueólogos, algunos de los cuales no han visitado el lugar. Sin embargo, los recientes hallazgos que demuestran que la gigantesca construcción hace una curva y aparece en otros lugares del fondo del océano, indican cada vez con mayor claridad el tamaño y las ramificaciones de esta estructura enorme, cuya finalidad sólo podemos por ahora conjeturar. El descubridor ha expresado así sus opiniones: «…La sugerencia de que las piedras representan restos de murallas, caminos o incluso un antiguo puerto, son inaceptables en estos momentos, debido a que aún no se ha precisado qué hay debajo de las rocas, si es que hay algo. Sin embargo, las observaciones más recientes, en aguas ligeramente más profundas, han confirmado la existencia de una construcción de múltiples ramificaciones, por lo menos, en una zona. Yo creo que este gran complejo representa la utilización inteligente, por parte de hombres de la Antigüedad, de materiales proporcionados por la Naturaleza y apropiados para la creación de una especie de centro ceremonial. En relación con esto, debe recordarse que algunos lugares sagrados, como el Círculo de Glastonbury (55 km de circunferencia) y los trazados del desierto de Nazca, en el Perú, de líneas e imágenes de animales de 1.800 metros de largo, que sólo pueden apreciarse desde el aire, por sus gigantescas proporciones, no tienen prácticamente ningún punto de referencia con nuestra tecnología moderna, ya que la finalidad de estos artefactos majestuosos nos resulta incomprensible…».
Los vuelos de exploración realizados desde 1968 han puesto en evidencia otras formaciones extraordinarias existentes en los bancos de las Bahamas y en el fondo del mar, cerca de Cuba, Haití y Santo Domingo, que en apariencia habrían sido hechas por el hombre. Algunas parecen ser pirámides o enormes cimientos de edificios. Uno de ellos, situado en la zona de las Bimini, mide 55 por 42 metros, y podría ser la mitad superior de una pirámide (o plataformas de templos) cuya existencia mar afuera es conocida. Dentro de las aguas territoriales de Cuba existe un complejo entero de «ruinas» submarinas a la espera de exploración; a menos que ya los propios cubanos (Castro es un entusiasta buceador) hayan estado allí.
Los pilotos comerciales Bob Brush y Trig Adams fotografiaron un rectángulo partido en los bancos de arena de Andros, mientras volaban en los alrededores de esa isla, en 1968. Más tarde, los buceadores descubrieron que lo que se creía una muralla era una piedra. Sin embargo, no existe información acerca de que los primitivos habitantes de la zona, o los conquistadores españoles que llegaron luego, hayan construido semejantes estructuras allí, y mucho menos bajo el agua. Cerca de Cayo Lobos se ha localizado y fotografiado lo que se cree que puede ser un camino sumergido o una muralla que corre a lo largo de las cumbres de un acantilado. Es posible que la antigua carretera tuviese ya ese trazado cuando tanto ella como la montaña se hallaban sobre el nivel del mar. Tal vez la visión de escalones labrados en la plataforma continental frente a la costa Norte de Puerto Rico, de la que informaron el capitán de la Marina francesa Georges Houot y el teniente Gérard de Froberville desde el batiscafo
Archiméde
, representaba simplemente una escalera construida en un acantilado rocoso, que descendía hasta el antiguo nivel del mar, hace 12.000 años.