Algunos, como
Abc
, optaron por la primera tomando una posición puramente testimonial en el capital inicial de Antena 3 Televisión. El Grupo Prisa y el Grupo Zeta decidieron buscar capitales aliados. Ya he explicado en varias ocasiones que en España no existen verdaderos capitales fuera de la banca. Por ello a nadie puede extrañar que aparecieran en escena los bancos privados. Es más que posible que no se tratara de una decisión estratégica de la banca de invertir en medios de comunicación, sino sencillamente de atender a unos requerimientos de capital que le proporcionaban los editores privados ante la carencia de estos para cubrir por sí mismos las necesidades financieras que el nuevo negocio planteaba.
Esa afinidad ideológica a la que anteriormente me refería se puso de manifiesto. Canal Plus, del Grupo Prisa, tuvo entre sus aliados al grupo Santander y al Bilbao Vizcaya, además de la familia March y otros. Antonio Asensio contó para su proyecto con el apoyo de Banesto y del BCH, en aquellos momentos en conversaciones de fusión. Por tanto, hay que destacar dos aspectos: la aparición de la banca en el capital de medios de comunicación social, derivada del hecho incuestionable de fuertes necesidades financieras para abordar nuevos desarrollos empresariales, y la ausencia de capitales suficientes en los medios de comunicación privados.
El segundo dato de interés es la aparición de alianzas, de forma que el posicionamiento de bancos privados respecto de determinados medios trascendía de una pura relación de banco-cliente para encuadrarse sutilmente en un marco de posicionamiento ideológico. Es importante recordar estos dos datos, puesto que, cuando posteriormente se critique la presencia de Banesto en el capital de proyectos multimedia, se tratará de olvidar la existencia del precedente, o de disminuir su significación aludiendo a que se trataba de presencia minoritaria, más o menos testimonial y derivada de las limitaciones impuestas por la ley en cuanto a participaciones accionariales máximas de un grupo en un canal de televisión. Estos datos son posiblemente ciertos, pero no eliminan el hecho, ni la aparición de las alianzas, ni la razón de fondo de la necesidad de capital para abordar estos nuevos proyectos.
No tengo conciencia de si la alianza del Grupo Zeta con Banesto tuvo o no algún peso en la decisión de no concederle uno de los canales privados. Sencillamente lo ignoro, pero a la vista de los acontecimientos es perfectamente posible. Lo cierto es que el mapa de los tres canales quedó diseñado con el propio de Berlusconi, el del editor de
La Vanguardia
y el Canal Plus. Quizá este último explicitó en exceso ese marco de posicionamiento ideológico con una famosa foto que fue calificada por el desaparecido
El Independiente
como la «foto del régimen». En todo caso, cuando posteriormente se critica la aparición de Banesto en medios de comunicación social, se olvida e ignora que el primer paso fue dado con anterioridad, precisamente por bancos privados que estaban claramente encuadrados dentro de la órbita del Sistema.
El diseño final parecía razonable desde la perspectiva del poder político, puesto que la afinidad ideológica del Grupo Prisa y de
La Vanguardia
estaban fuera de duda. Podía quizá ser más problemática la posición de Berlusconi, pero lo cierto es que, al menos sobre el papel, el concurso de canales privados se resolvía de forma y manera que no iba a alterar sustancialmente el posicionamiento de los medios respecto del Sistema.
Pero independientemente de ello, y a la vista del poder creciente de los medios audiovisuales y las incógnitas tecnológicas y comerciales de futuro, la semilla para la tendencia a la concentración de los medios estaba sembrada y su origen era tan concreto como la necesidad de alcanzar un determinado volumen y la falta de capitales para abordarlo aisladamente.
Banesto en cuanto tal no ostentaba participaciones en medios de comunicación social. Es cierto que a título personal yo tomé la decisión de invertir en
El Independiente.
El proyecto que me explicó Pablo Sebastián cuando yo era todavía consejero delegado de Antibióticos, S. A., me pareció sugestivo porque creía en la necesidad de un semanario culto, de talante radical-liberal, que llenara un hueco en la información española. No conocía los estudios de mercado al respecto ni la posible receptividad del producto por parte de la sociedad española. A título personal, sin embargo, me interesaba porque creía que era necesario que un producto así existiera en nuestro país. Otra cosa podría ser la acogida del mismo.
Pero lo cierto es que Banesto, en cuanto institución financiera, nunca participó en
El Independiente
ni colaboró de forma ajena a las normas del mercado en su financiación hasta el momento de su desaparición después de ser adquirido por la ONCE.
Tampoco habíamos tenido especial influencia en el nacimiento de
El Mundo
. Este periódico es básicamente un producto del Sistema, aunque sería mejor decir un producto de la obstinación del Sistema en que no existiera. El éxito de
Diario 16
de la mano de Pedro J. Ramírez y su posicionamiento contra el Sistema provocó el ejercicio del poder por parte de este último. La decisión de sustituir a Pedro J. Ramírez como director de
Diario 16
fue tomada desde el poder. Creo que fue la primera vez en mi vida que cenaba con Pedro J. Ramírez. El motivo del encuentro era discutir sobre la figura de Carlos III, a quien yo no profesaba una admiración tan intensa como la de muchos otros. Poco antes de comenzar a cenar, hice un aparte con él y le expliqué que, en mi opinión, sus días estaban contados al frente de
Diario 16.
Creo recordar que Pedro J. expresó su incredulidad. Lo que creo que no le conté es que, ocasionalmente, en una reunión teóricamente bancaria, había escuchado a un ministro del Gobierno decir que el problema de Pedro J. quedaría solucionado pronto. También creo recordar que el motivo de fondo era la actitud de
Diario 16
en los asuntos de ETA, o, al menos, eso parecía ser la justificación de la decisión. La siguiente vez que encontré a Pedro J. —en lo que a este tema se refiere— fue en mi despacho de La Unión y el Fénix. Pedro había sido cesado como director de
Diario 16
.
Conocía el proyecto del nuevo diario
El Mundo
, porque Pedro J. Ramírez me lo explicó personalmente, pero no contribuimos de manera especial a financiarlo, ni nuestra aportación de fondos fue, en manera alguna, decisiva para su existencia. Solo después, a raíz del escándalo Ibercorp, cuando se produjo una reacción violenta del Sistema con el propósito de conseguir que el grupo Rizzoli, que ya era socio mayoritario del capital de
El Mundo,
vendiera su participación o produjera la separación del director del periódico, solo en ese momento tuve una intervención importante. No se trató, obviamente, de ninguna decisión financiera, sino de ayudar por todos los medios posibles a que el periódico no sufriera ningún trauma. No hubo detrás de esa decisión mía, en la que se consumieron muchas fuerzas, ningún motivo distinto de mi convencimiento de que un periódico como
El Mundo
debía existir en nuestro país en aquellos momentos. Por cierto, que en estos meses de la primavera de 1994 una historia circula por alguno de los mentideros de la villa: la propiedad del grupo Rizzoli es formal porque el auténtico propietario soy yo. Incluso me consta que en Banesto se ha tratado de localizar, por todos los medios, dónde están esas acciones... Resulta un poco patético que alguien crea que el grupo Rizzoli, con su potencia periodística y su importancia en Italia, esté dispuesto a jugar el papel de fiduciario de alguien.
En todo caso, esta ayuda a
El Mundo
en aquellos momentos decisivos no significa que a lo largo de estos años haya estado siempre conforme con la línea del periódico. Creo que en algunas ocasiones se ha equivocado y seguramente lo seguirá haciendo. Pero existe y es uno de los mayores éxitos periodísticos de este país, al margen de que, insisto, estemos o no totalmente conformes con su línea. El reto de
El Mundo
—y lejos de mí la nefasta manía de dar consejos a nadie sobre todo cuando no me los piden— es darse cuenta de que es un producto nacido de la prepotencia del Sistema y que debe encaminarse hacia una consolidación en una línea editorial más profunda, una vez que su hueco en el mercado ha sido alcanzado. Eso espero que suceda, por simpatías personales, por esfuerzos consumidos en su supervivencia y por los injustos tratos que en ocasiones hemos recibido de ese periódico al que se «acusaba» de estar vinculado a mí, lo cual, curiosamente, en ocasiones producía entre miembros de la redacción la necesidad de alejarse mediante la publicación de noticias en forma y manera no positiva hacia Banesto. Es curioso que esa necesidad psicológica fuera más potente que el convencimiento —ignorado por muchos— de nuestra contribución a su subsistencia. Pero es así.
En consecuencia, no ostentábamos participación en medios de comunicación. Sin embargo, disponíamos de una Corporación Industrial en donde se habían situado muchos activos industriales. Tanto por nuestro propio análisis como por el consejo de asesores internacionales, nos parecía evidente que muchas de las empresas que frívolamente se calificaban como «joyas de la corona» eran en realidad negocios que necesitaban de una reestructuración profunda, puesto que de otra manera no resistirían la nueva situación creada a raíz del Mercado Único y la internacionalización del comercio mundial. Un caso absolutamente paradigmático era Petromed. Una refinería sin distribución ni explotación. Es decir, un negocio cuyo valor era solo su cuota parte en el monopolio de Campsa, que le proporcionaba un derecho a ser distribuidor en el mercado español. Por tanto, un negocio destinado a ser vendido a una multinacional que dispusiera de los recursos necesarios. La otra opción era, sencillamente, desaparecer.
Sabíamos, como hemos explicado en varias ocasiones, que teníamos que vender participaciones industriales porque la legislación española y el Banco de España apremiaban de forma constante, diaria, incansable. Éramos conscientes de que el volumen de nuestros recursos destinados a actividades o empresas no financieras tenía que reducirse considerablemente. No quedaba otra alternativa legal ni fáctica. Pero alguna parte podía subsistir y la reflexión estratégica fue la siguiente: ¿dónde invertir con perspectivas de rentabilidad y futuro?
Estudiamos con el concurso de varias personas pertenecientes al sector la posibilidad de que Banesto comenzara un proceso nuevo del sector financiero español participando de manera activa en la creación de un
holding
multimedia. El punto de partida era la propia estructura y dimensión del sector.
Anteriormente he expuesto que los medios de comunicación social escritos eran sustancialmente de propiedad familiar tradicional y no capitalizados en exceso. La televisión privada iba a abrir un proceso de consecuencias imprevisibles para el futuro de los medios, en el que las necesidades de capitales iban a ser muy importantes, en todo caso superiores a las que los propios medios podían abordar por sí mismos, y ello podía acabar produciendo alteraciones sustanciales en el sector.
El mapa español de la comunicación era el siguiente: el Grupo Prisa se había estructurado ya como un auténtico
holding
multimedia, con estructura de capital y de gestión unificada para los distintos medios: televisión, prensa y radio. Disponía de una radio influyente, de una prensa escrita entonces de la máxima influencia en España y de una televisión de pago que podía ser o no un buen negocio —yo siempre pensé que acabaría siéndolo—, pero que no tenía influencia social decisiva. En todo caso era lo único realmente estructurado.
Frente a él,
Abc
aparecía y seguía ligado a su familia fundadora, sin conexiones significativas en otros medios. El proyecto
Claro
, con el coste que supuso en términos económicos para Prensa Española —y en cuya solución transitoria tuvo tanta importancia Banesto—, alejó a la dirección empresarial de
Abc
de otros proyectos de envergadura. Ciertamente tengo que confesar que expuse en repetidas ocasiones mis ideas a la dirección empresarial de Prensa Española, tratando de reflexionar juntos acerca de la evolución previsible del futuro y la necesidad de encontrar mecanismos que salvaguardaran, vía capital, la independencia del medio, pero todos mis intentos, a pesar de contar con la colaboración de personas de extraordinaria importancia objetiva y subjetiva en este país, resultaron infructuosos.
El Mundo
seguía su proceso de ascenso gracias a un periodismo agresivo y anti-Sistema. La inyección de fondos que supuso la entrada del grupo Rizzoli era un mecanismo tranquilizador y que permitía no solo ese periodismo agresivo, sino una menor atención transitoria a las cuentas de resultados con el propósito de conseguir una cuota de mercado suficiente en el menor plazo de tiempo posible.
La situación de
La Vanguardia
era bastante peculiar. En lo que a la dirección del periódico se refiere, el Sistema había situado a uno de sus hombres como personaje fuerte en la línea editorial de
La Vanguardia.
Sin embargo, tanto Antena 3 Radio como Antena 3 Televisión seguían una línea crítica con el poder de forma ostensible. Con diferente éxito, puesto que Antena 3 Radio era un negocio rentable y Antena 3 Televisión un negocio que no conseguía ni equilibrar su cuenta de resultados ni incrementar su audiencia, punto este último básico para que llegara la publicidad y con ella los resultados positivos.
En ocasiones distintas se nos había ofrecido la posibilidad de adquirir alguna participación en Antena 3 Televisión, pero yo siempre la había rechazado. Mi diseño no era hacer algo aislado en un medio concreto, sino estar presente en el proceso que yo creía que se avecinaba: la creación de empresas multimedia en el sector con gestión y capital unificados. Por eso solo cuando el conde de Godó aceptó la creación de ese proyecto conjunto, decidí dar el paso hacia adelante.