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Authors: Antonio Salas

El Palestino (104 page)

BOOK: El Palestino
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Por supuesto, me reuní con el doctor Sehwail en su hotel antes de la conferencia, y nos pasamos unas horas charlando. El director del TRC venía a España con la intención de presentar un informe escalofriante. El estudio que su organización acababa de realizar con los niños supervivientes a los bombardeos de Gaza, y también con otros niños palestinos que habían vivido indirectamente la guerra desde los otros territorios ocupados. El TRC había estudiado a más de mil sujetos, y el estrés postraumático, el fracaso escolar, los trastornos del sueño y el terror patológico eran el menor de sus problemas tras los ataques israelíes. No solo remito al lector, sino que recomiendo encarecidamente la página web de TRC, para quien desee conocer cuáles son los «daños colaterales» de una guerra en la población infantil.
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Invité a mi amigo Ibrahim Abayat a unirse a nosotros en el hotel del doctor y asistí fascinado a la conversación entre el psiquiatra y el «terrorista palestino más peligroso», enriqueciéndome de su intercambio de opiniones. Paradójicamente, el doctor Sehwail había tratado en una de las cárceles palestinas donde atiende a los detenidos a uno de los primos de Ibrahim, que había salido mal parado de los enérgicos interrogatorios del MOSSAD. Después, Ibrahim y yo escoltamos al doctor hasta la sala de conferencias, donde nos encontramos con la comunidad palestina zaragozana en pleno. Y allí fui testigo de cómo, hasta en un lugar tan alejado de Bethlehem como Aragón, las diferencias irreconciliables entre Hamas y Al Fatah se evidenciaban. El grupo de palestinos más cercano a Ibrahim y a Al Fatah ni siquiera se saludó con el grupo que acompañaba a su primo Aziz Yubran Abayat, miembro de Hamas... Y de nuevo mi cámara registró aquella situación absurda e incomprensible.

Pero a pesar de la desconfianza inicial, unos y otros finalmente aplaudieron con entusiasmo a la judía israelí que compartía mesa con el doctor Sehwail. Y es que Gila Svirsky
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se merecía todos nuestros aplausos, porque es una luchadora tenaz, una guerrera valiente, tanto que no necesita más armas que su palabra para combatir la ocupación. Sus Mujeres de Negro son una de las organizaciones pacifistas más activas en Israel. Muchas de las imágenes que llegan a los informativos de todo el mundo, documentando los abusos de algunos militares israelíes en Palestina, se han grabado con las cámaras que su asociación reparte en los territorios ocupados para documentar y denunciar los atropellos que puedan producirse.

Ese mismo febrero, mientras bordeaba el colapso nervioso intentando inútilmente que mis días tuviesen veinticinco horas, y mis horas setenta minutos, la imagen más famosa de Ilich Ramírez volvía a surgir en los medios internacionales. El emblemático artista Thomas Bayrle había escogido para una de sus obras aquella fotografía del Chacal que dio la vuelta al mundo, y que muestra a Ilich mirando a cámara con sus características gafas oscuras. Y el influyente Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) iba a acogerla.

A Ilich le hizo ilusión cuando le conté, en nuestra conversación semanal, que el famoso artista alemán había dedicado un espacio de su exposición retrospectiva a su figura. Y más aún cuando le envié unas fotos que tomé en «su sala» en el MACBA. Carlos el Chacal había sido un icono de la lucha revolucionaria (o del terrorismo), y como tal lo reivindicaba Bayrle al incluir una composición de varias fotografías de Ilich, tratadas con su particular estilo, en aquella selección de trescientas piezas acogidas por el museo barcelonés.

La divina providencia, empeñada en continuar jugando a las coincidencias, decidió que, justo al mismo tiempo que el MACBA convertía en arte la imagen del Chacal que sembró el terror en los años setenta y ochenta, comenzase el rodaje de la última producción cinematográfica basada en su vida. Aunque en principio el director francés Olivier Assayas pensó en el oscarizado Javier Bardem para dar vida a Ilich Ramírez, finalmente —supongo que por incompatibilidad de agenda— sería el también venezolano Edgar Ramírez quien diese vida al terrorista más famoso del siglo
XX
. Edgar Ramírez, conocido por su trabajo en
El ultimátum de Bourne
,
Che, el argentino
o
Dominó
, es probablemente el actor venezolano más internacional del momento. Y nadie dudó que el más cualificado para encarnar a su paisano, con quien comparte apellido. Pero donde la providencia quiso evidenciar su sentido del humor, de otra forma más ingeniosa, es en la elección de una de las actrices del reparto. En la película, y convertida en amante muy cercana a Carlos el Chacal, tiene cierto protagonismo Nydia Tobón, la autora colombiana del único libro-testimonio escrito a favor de Ilich, que compartió su período en París antes del crimen de la rue Toullier que lo haría famoso. Pues bien, por un nuevo guiño del azar, el papel de Nydia Tobón lo interpretaría una vieja conocida mía: la actriz colombiana Juana Acosta, que precisamente interpreta a la novia de Antonio Salas en la película
Diario de un skin
. Al final, aunque solo fuese en la ficción cinematográfica, el Chacal y yo terminaríamos compartiendo algo más que una página web...

El agotador rodaje de la película, en realidad pensada como una trilogía en formato de tv-movie, se realizaría en diferentes países del mundo durante los meses siguientes, e Ilich se mostraba muy interesado en que le fuese enviando a prisión toda la información, noticias o imágenes que pudiese ir consiguiendo sobre la evolución del film. Le preocupaba, no solo la imagen que pudiesen dar de él, sino cómo iban a tratar los atentados terroristas por los que todavía espera ser juzgado.
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Edgar Ramírez no sería el primer actor que interpretaba a Ilich Ramírez. Si ya antes mencioné a actores de la talla de Aidan Quinn o Bruce Willis, tampoco faltan en la lista nombres como Tony Lo Bianco o Yorgo Voyagis y aún otro, quizá el menos conocido: Sebastiano Di Negri, que interpretó a Ilich en la ya comentada
Chico
, sobre la vida de Rózsa. En el film se recrean los encuentros entre el húngaro-boliviano y el Chacal en la Hungría de los años setenta, y su particular relación. Ilich me ordenó que le pidiese una copia de esa película a Eduardo Rózsa y que, en cuanto me la enviase, se la hiciese llegar a Isabelle Coutant para estudiar la posibilidad de utilizarla en su propia defensa. Ilich Ramírez todavía tiene pendientes muchos juicios, y alguno de ellos afectaba directamente a la época que pasó en Hungría.

Así que, con mucha discreción, intenté sonsacar a Rózsa al respecto en nuestra comunicación por Internet. Acababa de descubrir unas imágenes de Ilich Ramírez, grabadas con cámara oculta por la policía secreta en Hungría, y quería saber si Rózsa estaba relacionado con esa grabación: «Ese vídeo del que tú hablas creo que lo conozco —me respondió Rózsa—, pero tienes que saber que yo, siempre que me encontré con Ilich, lo hice solo con él o con alguno de sus compañeros. Nunca en presencia de la gente de la Seguridad húngara. El que hizo de traductor en esa época para mí sigue siendo un desconocido...».

Tupamaros y senderistas en Perú

En esos días de febrero en los que en Caracas se celebraría el vigésimo aniversario del Caracazo, mi camarada Comandante Chino viajaba a Lima para intentar sellar alianzas entre grupos bolivarianos venezolanos y peruanos, y para participar en la Primera Convención del Partido Patria Libre del Perú, una organización legal pero que incluía a muchos miembros del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, considerado una organización terrorista en el país.

Comandante Chino, tan prudente y diplomático como siempre, no tuvo reparo en utilizar su conferencia en la convención para abogar por la lucha armada y para recordar la «heroica» muerte del comandante Néstor Cerpa Cartolini cuando dirigía el comando tupamaro que tomó la residencia del embajador de Japón en Perú, en diciembre de 1996. Aunque todavía no lo sabía, el Chino ya tenía pegados a su culo a los agentes del servicio secreto peruano, que controlaban todos sus movimientos en el país. A mí, sin embargo, no me hizo falta tanto esfuerzo. El mismo Carías me envió el texto de su comunicado, para que yo me ocupase de subirlo a Internet. Y, además, me mandó casi cincuenta fotografía tomadas por él durante el encuentro y un vídeo. En las imágenes aparecen personajes como Luis Villar Gamboa, que ya cumplió una pena de dieciséis años de prisión por terrorismo; José Carlos Abarca, que cumplió doce; y Aníbal Apari, esposo de la mundialmente famosa Lori Berenson.

Nacida en Nueva York el 13 de noviembre de 1969, Lori Helene Berenson, también conocida como Lori Berenson Mejía o Lori Berenson Kobeloff, es una de las pocas ciudadanas norteamericanas condenadas por terrorismo en América Latina. En su caso, a veinte años de prisión. Berenson fue una joven neoyorquina muy implicada en los problemas sociales de su comunidad. Trabajadora voluntaria en los comedores de beneficencia y en los bancos de sangre, cuando estudiaba en el prestigioso MIT conoció los movimientos revolucionarios de izquierda en América Latina, y como buena idealista se dejó seducir por ellos. Así ingresó en el Comité de Solidaridad con El Salvador (CISPES) y terminó viajando a América Latina para comprometerse, realmente, en la lucha revolucionaria. Durante las negociaciones de 1992, Lori Berenson, oculta bajo el alias de
Angelita
, ya era traductora de Leonel González, líder del movimiento guerrillero salvadoreño Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, al que pertenecían los camaradas con los que conviví en Suecia. En algún momento de su viaje solidario, Lori Berenson sin duda sintió el mismo ardor revolucionario que llevó a otras aspirantes a «che guevaras» como la palestina Leyla Khaled a secuestrar un avión, o a la holandesa Tanja Nijmeijer a unirse a la guerrilla de las FARC.
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Integrado el Farabundo Martí en la política salvadoreña, Lori viajó a Perú para conocer al Movimiento Revolucionario Túpac Amaru en sus mejores «años del plomo», en los que las reivindicaciones políticas se mezclaban con secuestros, asesinatos, asaltos a bancos, etcétera, tanto por parte de los Tupamaros peruanos, como los uruguayos o mis camaradas venezolanos. Para legalizar su estancia en Perú, Lori consiguió credenciales como periodista, y su fotógrafa era Nancy Gilvonio, la esposa de Néstor Cerpa Cartolini. En el piso que alquiló Lori en un barrio residencial de Lima, que yo mismo he visitado, se alojaban numerosos miembros del MRTA. Cuando ambas camaradas, Berenson y Gilvonio, fueron detenidas el 30 de noviembre de 1995, varios miembros del MRTA se ocultaban en ese apartamento. Tras un tiroteo con la policía, en el que Berenson asegura que las utilizaron como escudos humanos, tres miembros del MRTA y un policía perdieron la vida. Y en el apartamento se descubrió un arsenal de armas que incluía más de tres mil cartuchos de dinamita, y planos muy detallados y un modelo a escala del Congreso peruano, así como varios uniformes militares que, aparentemente, los Tupamaros iban a utilizar para secuestrar a varios miembros del Congreso y canjearlos por presos del MRTA.

Lori Berenson fue condenada a veinte años de prisión. Cuando un año después de su detención el comando tupamaro liderado por Néstor Cerpa Cartolini asaltó la residencia del embajador de Japón e intentó negociar con sus rehenes la liberación de varios camaradas tupamaros detenidos, Lori Berenson era la tercera en la lista de demandas de Cerpa Cartolini. Pero el comando del MRTA fue masacrado por los grupos de asalto de la policía peruana, y Lori continuó en prisión.

Y si los intentos de la embajada de los Estados Unidos en Lima, Amnistía Internacional y los movimientos revolucionarios continúan teniendo el éxito que han tenido hasta ahora, la guerrillera norteamericana no saldrá a la calle hasta 2015. Mientras, cualquier cibernauta puede seguir sus reflexiones a través de la web:
http://www.freelori.org

Además, solo seis meses antes, la organización terrorista Sendero Luminoso reaparecía en los titulares de Perú con un feroz atentado en Huancavelica, que costó la vida a diecinueve personas. Por todo ello, no resulta extraño que los servicios de información peruanos estuviesen siguiendo al Chino en esa primera visita a Perú, y en las dos siguientes... De hecho, el periódico peruano
La República
publicaría, meses más tarde, fotografías tomadas por los servicios de información peruanos mientras seguían los movimientos de Comandante Chino Carías en el país. Y, por si ello no fuese bastante, un año más tarde Carías escogería precisamente la televisión peruana para «sacarse la capucha». En una entrevista televisiva de Frecuencia Latina, mi camarada confesaba ser el líder del MRTA-Capítulo Venezuela que se ocultaba bajo la capucha en varios comunicados distribuidos a través de Internet, como el que grabamos después de la muerte de Raúl Reyes. Por lo tanto fue Carías, y no yo, quien se identificó públicamente como Comandante Chino.

Entre yihadistas y mormones

Y si mi camarada Chino Carías abogaba sin pudor por la lucha armada, Abu Sufian, el supuesto «hombre de Al Zarqaui en España», no quería ni oír hablar de nada relacionado con el terrorismo. Y prometo que yo lo intenté una y otra vez. Sin embargo, siempre que me reunía con Abu Sufian me encontraba un joven muerto de hambre y sin un euro en los bolsillos, eso sí, sin perder por ello su dignidad ni su flema británica. Confieso que cada vez que repasaba mis grabaciones de cámara oculta, intentando encontrar pruebas de sus conexiones terroristas internacionales, lo que más me impresionaba era la voracidad con que devoraba los bocadillos de tortilla española. Abu Sufian, según me explicaba, tenía incautado su pasaporte hasta que llegase la hora de su juicio. Al no disponer de documentación, no podía encontrar un empleo ni tampoco acceder a una tarjeta sanitaria, y malvivía con los 300 euros al mes que le enviaba su familia. Tampoco podía desplazarse lejos de Madrid, ya que todas las semanas debía presentarse en los juzgados para firmar.

Para entonces, todos los presuntos terroristas detenidos, y por tanto estigmatizados, en la Operación La Unión habían sido puestos en libertad sin cargos, a excepción del iraquí Abu Sufian, el tunecino Chafik Jalal Ben Amara y el bielorruso Andrey Misura, considerado el «más peligroso de la organización» por sus supuestos conocimientos de «guerra química», que según fuentes policiales había adquirido en Chechenia. Los tres serían procesados en un juicio que finalmente se establecería para el 15 de abril de 2010 y en el que la Fiscalía pediría ocho años de prisión. Aunque no todos llegarían a él con vida.

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